Disclaimer: Los personajes y la trama le pertenecen a Hidekaz Himaruya y a los estúpidos líderes de Estados Unidos que no se dieron cuenta de que le seguían vendiendo petróleo a Japón hasta que ocurrió lo de Pearl Harb…; uh la animación (que en su mayoría, no vi) le pertenece a Funimation; el deseo por escribir esto, sin el propósito de lucrar y esperando cero remuneración económica al publicarlo, a mí.

Resumen: "No es contigo con quien me quiero casar, sólo quiero estar siempre cerca de mi mejor amiga." Con sólo 19 años de edad, Elizaveta decide que compartir su vida por siempre con alguien no dolerá mucho si no le ama. Kiku Honda accede al trato, ateniéndose a cualquier clase de efecto colateral que eso pueda ocasionar.

Comentarios: Año nuevo, fic nuevo. Anyways, ya llevaba tiempo queriendo publicar esto, y llevaba varios "corta-borra-rescribe&edita" de las escenas de éste capítulo. Y creo que ya llevo demasiado tiempo teniendo sólo el uno (desde agosto lo tengo en un cuaderno~)

Espero no estar mal con las personalidades de Japón y Hungría. Lo lamento mucho si sucede.

Espero que disfruten la lectura, y que no encuentren la historia del todo crack (aunque siéntanse en confianza de decírmelo por PM), y que la lectura, sino en su totalidad, al menos las escenas menos extrañas, les parezca amena.

¡Sin más que deciros, notas abajo!


I don't love you


[1] Fell onto the mud.


"Es sólo que a veces me gusta ensuciarme los zapatos con algo de lodo."

Anónimo.


En alguna parte de Budapest, Elizaveta se encontraba sentada en su habitación, muy seria frente a su mejor amigo—compañero de OTPs en casi todos los fandoms—con un dilema extrañísimo.

— ¿Él le pidió que hiciera qué, Eli-san? —dijo después de lo que parecieron varios minutos de silencio.

—Ya conoces a mi padre —dijo dejando de observar al nipón, de tanto haberle visto tenía la sensación de que se ahogaría en su mirada tan indescifrable—. La verdad, no debería preocuparme por lo que me diga, ni por lo que haga.

—Pero su vida privada es un asunto muy delicado y personal, más si incursionamos yéndonos al área del futuro. —argumentó el joven pelinegro cerrando por completo el manga que minutos antes leyera.

—A éstas alturas, pocas cosas que me diga se vuelven realidad —se encogió de hombros abriendo el tomo de Ai no Kusabi que hace minutos estuvo leyendo—. Perro que ladra no muerde.

—Pero, ¿y qué si en esta ocasión la advertencia es más que eso?

A pesar de que tenía el manga abierto y sus ojos estaban sobre él, la mente de Elizaveta no podía concentrarse en la tragedia de Iason y Ricky cuando ella, encima de eso, tenía sus propios conflictos.

—Tendré que casarme antes de cumplir dos décadas.

Parte de ella (sino que todo su ser) creía semejante amenaza tonta. Es decir, ¿qué clase de padre te deshereda si no contraes matrimonio pronto?

Kiku soltó un pesado suspiro. No estaba sorprendido por la respuesta de la castaña. Después de todo, no hace menos de tres minutos húbose enterado.

— ¿Y qué hay de Roderich-san? ¿No cree que él podría…?

—Si no le gusta la idea de una relación a distancia —cortó la chica—, no creo que vayamos a ser compatibles… fingimos hace mucho que lo éramos y nos disolvimos más rápido que la tranquilidad en Shingeki no Kyojin o el fandom de Free!.

Y es que su padre le prohibió que durante el matrimonio se divorciase.

— ¿Y qué hay de Gilbert? Él fue… ciertamente muy importante para usted.

—A él no lo veo como alguien casándose. Lo veo más bien… no sé cómo explicarlo. No querría involucrarlo, ni a Roderich en mi vida de esa manera.

Kiku abrazó a sus rodillas, sintiéndose menos con ánimos de continuar aportando a candidatos ya que la chica los rechazaba rápidamente.

—Además… —añadió Elizaveta—, mi padre tiene que aprobarle y decir que sí puedo. Que me permite casarme con él.

Ahora las condiciones casi parecían un chiste mal formulado.

— ¿Y qué necesita este chico para ser aceptado por su padre? —musitó Kiku intentando pensarse las palabras.

—No sé. Pero… creo que deberá ser pronto.

—Supongo que eso es más que obvio, Eli-san.

Un pesado silencio cayó entre los dos después de la escéptica frase dicha por Kiku. Ciertamente, a Elizaveta no le molestaba aquél humor suyo, ya que con el tiempo se había acostumbrado (o lo más cerca que puedes estar a serlo), como cuando en la tienda de cómics la recepcionista no le había conseguido el manga que le había pedido. No era un enojo directo, era más bien una pasivo-agresión.

—Cambiando de tema… ¿cuándo dijo que regresaría Roderich-san? —comenzó de repente el nipón con un ambiente menos hostil que el de su anterior monólogo.

—Dentro de un año. —aseguró la chica haciendo cuentas mentales de lo que "un año" aproximadamente significaba para ella—. Más o menos.

—Eso suena… ¿por qué regresó a Austria? —se corrigió, notando que su última frase llevaría más diálogos de los que intentaba esquivar.

—No lo sé. Asuntos familiares, supongo. Nunca me lo dijo.

Kiku se puso repentinamente pensativo, como si buscara con qué responderle.

—Y no quiso la relación a larga distancia, ¿por qué?

—Bueno —Elizaveta adoptó aquella posición que usualmente adquiría cuando estaba en una situación embarazosa, esa en la que parecía encogerse en su lugar buscando que la tierra o el puff en el que estaba sentada se la tragase—, puede o no puede que él hubiese insistido en que fuera a Austria con él.

El relatarlo como situación incierta no cambiaba el factor de crueta realidad. Elizaveta había rechazado ir a Austria con, probablemente, el hombre a quien siempre amaría.

Por más que dijese que Kiku exageraba.

Esta vez, su amigo no insistió en reclamarle nada, sólo dedicó un hondo suspiro a su cómic, el cual parecía resignarse a que el otro no lo terminara.

—Adelante, dime que fue la peor estupidez que jamás podré solucionar en mi vida —insistió la chica después de que el otro respondiese su hipotetismo con mutismo.

—No le reclamaré nada, Eli-san —dijo después de despegar la vista de cualquier-lado-menos-Eli—. Sé que usted tuvo sus razones y no soy quién para cuestionarle.

— ¡Chicos, bajen a cenar! —llamó la mamá de la chica, impidiéndole refutar a lo último que su amigo dijo.

Ambos se levantaron de los puffs en los que estaban conversando y dejaron sus respectivas lecturas, prometiéndoles silenciosamente con la mirada que seguirían en ellas. Después.

La madre saludó con mejor presentación al chico (ya que hace poco había llegado y sólo había anunciado su presencia) a lo que el chico correspondió con una muy respetuosa (quizá demasiado, según el cuadro húngaro) reverencia. Prosiguió a hacer lo mismo con el padre y finalizó anunciando su lugar en la mesa, esperando la autorización de ambos para sentarse.

Durante una hora aproximada, todos estuvieron conversando tranquilamente y ameno mientras mascaban bocado, y en algún punto Elizaveta no logró discernir en qué momento su compañero se había quedado callado.

— ¿Algo que te suceda, chico? —preguntó el padre de la castaña al ver la forma en la que Kiku se había privado de la conversación que estaban sosteniendo.

—Bueno, hay algo que me ha estado carcomiendo la cabeza durante mucho tiempo, y para serle sincero me gustaría tomar la imprudencia de vocear dicha diligencia —respondió utilizando todo el coloquialismo del que era capaz.

— ¿Y eso sería…?

—Me gustaría pedir la mano de vuestra hija.

Un silencio atronador inundó la estancia. Todos los miembros de la familia Héderváry se vieron tomados por sorpresa, sin Elizaveta como excepción. Así estuvo la estancia durante lo que parecieron ser diez minutos. Después de eso, el primero en recuperarse de la sorpresa fuera el padre, tosió para aclararse la garganta y proseguir con lo que, Kiku suponía, sería un largo cuestionario.

— ¿Y cuál sería la razón que te motiva, chico?

—Bueno, he sentido una profunda atracción hacia su hija, desde hace ya tiempo. Últimamente no había querido discutirlo a viva voz debido a su reciente ruptura con otro chico, pero la verdad debe ser dicha, y yo ya he esperado suficiente.

— ¿Y?

—Me gustaría casarme con ella.

Hubieron pasado unos quince minutos desde que la cuestión hubiera llegado a los oídos de Elizaveta para que los relacionara con la conversación que mantuvieran horas antes, en su habitación.

Ahora que conectaba los puntos, sólo había una interrogante atosigando su cabeza:

¿Por qué hacerlo?

¿Qué ganaba casándose con ella?

En cambio, también había entrado otra pregunta a su cabeza totalmente contradictoria a la primera:

¿Por qué no hacerlo?

La diferencia gráfica no era mucha, pero gramaticalmente la transformaba en opuestos, poniendo a la mente de la chica en duda.

Según tenía entendido, la razón por la que los matrimonios hoy en día se finiquitaban casi tan rápido como el costo del divorcio disminuía era porque el amor era muy fugaz, muy rápido. ¿Pero qué le sucedería a dicho trato si no había un vínculo para romper? ¿Funcionaría? ¿O no?

Había amistad desde el inicio. De eso no tenía duda. La amistad a veces llegaba a ser más duradera y estrecha, pues, según dicen las Spice Girls, "si quieres salir conmigo, primero hazte de mis amigas. Un amorío no dura eternamente, pero la amistad nunca termina."

Y suponiendo que ambos no estaban realmente interesados el uno en el otro… quizá podría funcionar. ¿Cierto?

Observó curiosa a su padre, buscando alguna reacción que le pudiera indicar que… que estaba de acuerdo con Kiku. El silencio envolvió la estancia durante un par de minutos más.

— ¿Es esto verdaderamente lo que quieres? —volvió a preguntar el padre, y Kiku le sostuvo la mirada por un par de segundos, con el propósito de que el hombre frente a él supiese que lo decía en su total lucidez al asentir con la cabeza. El hombre, con la extrañeza todavía tatuada en el rostro, así como algo de desconfianza por lo anteriormente discutido se volvió a su hija—. ¿Eli?

La chica se sintió sacada de un sueño. Se giró para verle, algo fuera de lugar, no por eso menos atenta. — ¿Si?

—No me has dicho lo que opinas al respecto.

Elizaveta observó a Kiku y buscó su mirada. Este la miraba, pero en sus ojos no se podía leer la razón del porqué buscaba hacerlo, o qué intentaba ganar con eso. Era igual que el agua, lo único que veías en su mirada, era tu propio reflejo(1).

Finalmente, se giró a su padre. El hombre, estaba más que serio y la observaba como hace unos segundos ella observaba a su amigo: en busca de respuestas.

—Supongo que es tu opinión al final de todo esto la que cuente, papá —dijo la chica, encogiéndose de hombros—. No sé para qué buscas mi opinión, o sobre qué necesitas que opine.

— ¿Tú quieres casarte con él?

¿Desde cuando podía decidir con quién casarse, con su padre pidiéndole su opinión? ¿Qué no era él quien lo decidiría?

Elizaveta se relamió los labios, con la garganta repentinamente seca. Observó a Kiku una vez más.

—Tenemos muchas cosas en común, y generalmente nos llevamos muy bien, así que no veo por qué no habría de quererlo.

El hombre sopesó por unos segundos la respuesta de su hija. Después de eso, observó escrutinante a Kiku y se volvió a su esposa, quien no parecía interesada en lo absoluto en el tópico de conversación. Hasta su budín parecía más interesante que con quien Elizaveta fuere a casarse.

—Por favor Héderváry-san, no se sienta presionado a responderme en este momento. Comprendo la situación y conozco el peso que la decisión podría tener en la vida de su hija, así que le pido que lo piense más detenidamente, cuando usted lo considere adecuado —dijo Kiku, notando la indecisión en los ojos del hombre y la falta de apoyo que parecía querer brindarle su mujer. Eli se sintió un tanto incómoda por el ambiente, con su padre demasiado reticente y su amigo no menos testarudo que él. Desde distancia se notaba que el hombre no aprobaría de semejante pretendiente: de baja estatura, cabello negro y lacio, ojos rasgados; entre otras características. Y no era porque el hombre fuera racista, o al menos, no del todo. Si lo aguantó como amigo de su hija por tantos año, ¿cómo no habría de hacerlo luego?

—Haré lo que me recomiendas, Kiku, y me tomaré un par de días para considerarlo —dijo el hombre finalmente, permitiendo a Elizaveta soltar un indetectado suspiro de alivio—. De momento —dijo esta vez, con su típica sonrisa bonachona—, ¿no les parecería adecuado que termináramos de comer?

El hombre no era una persona estricta. Generalmente, era muy permisivo y "liberal." Pero el que trataban era un asunto serio, por lo que tenía que adaptarse al entorno y tomarse la situación por medio de decisiones tomadas gracias a cuidadosa observancia.

Y aunque a Elizaveta aquella situación le parecía un tanto estúpida, no por eso se atrevería a refutar. ¿Qué era lo que refutaría, de todas formas? ¿Qué no estaba de acuerdo con él? Bueno, no lo estaba, pero una parte de ella le decía que sería incorrecto hacerlo.

Estuvieron un rato más conversando, y entre risas y una que otra anécdota se olvidó el anterior tópico de discusión. Elizaveta difícilmente podía concentrarse en la conversación, sin embargo.

Sus padres decidieron irse a acostar después de la promesa de que se quedarían recogiendo la mesa. Aunque en realidad, era sólo una excusa para separarse los adultos de los "niños" y conversar unos con otros sin que los otros les escuchasen, inevitablemente, del mismo tema.

Kiku sabía de antemano que Elizaveta aprovecharía la primera oportunidad que tuviese de hablarle en privado, aunque ésta fuera en el lavamanos.

— ¿Qué fue eso? —dijo, no pudiendo soltarlo de una forma más delicada. Kiku dejó de fingir que se concentraba en tallar el plato cuando lo dejó en el fregadero unos cuantos segundos, su mirada perdida en un punto de los anaqueles frente a él.

—Eso fui yo pidiendo su mano, Eli-san —se limitó a contestar y siguió tallando. Eli, quien tenía más preguntas que respuestas, prosiguió a proponer otra para que se la resolviera dependiendo de lo que tuviera por decir.

— ¿Y por qué lo hiciste? —Elizaveta nunca había visualizado a Kiku como una opción después de que su padre le impusiera semejante condición; principalmente porque la mayor parte del tiempo que no hablaban de sus fandoms, hablaban de las parejas de este, que no eran mujeres, precisamente. Ahora, con la propuesta realizada y sus padres debatiendo, no podía estar del todo segura si la confusión en su mente era porque se le pudo pasar una seña de que Kiku sintiera algo por ella, o porque quizá, una parte de ella estaba ansiosa por qué sus padres dijesen que sí, por menos atracción que sintiesen mutuamente. Kiku se encogió de hombros. Dejó el último plato en alguna parte de la alacena y caminó hacia las escaleras mientras era seguido por la chica.

—Supongo que, después de que usted me lo contó, no pude evitar quedarme pensativo; y, al no haber más opciones discutibles supuse que quedaba yo a destacar.

Eli no se sentía segura con aquella respuesta, lastimosamente.

— ¿Entonces en verdad quieres casarte conmigo? —Kiku negó con su cabeza, provocando que ella arqueara una ceja—. ¿Entonces por qué…?

—No es contigo con quien me quiero casar, sólo quiero estar siempre cerca de mi mejor amiga. —era esa una de las pocas ocasiones en las que no utilizaba un lenguaje formal, y debido a eso Elizaveta se encontraba tan impactada que no había alcanzado a reaccionar y cuestionarle más cuando Kiku se puso de puntitas, le dio un beso en la mejilla y con un gesto de la mano le deseaba buenas noches—. Qué descanse, Eli-san.


(1): Sacado desvergonzadamente del retrace 67 de Pandora Hearts: "Lacie." Obviamente, no es una cita textual como tal, pero es mi frase favorita de Oswald, y me encanta cada tanto mostrársela a alguien.

Espero que esto les haya gustado, debido a que lo siguiente que escucharán de mí será la actualización del capítulo 5 de "Can I kiss you?". Sólo espero traerlo antes de que el 10 de enero llegue.

—gem—