Saludos, mi nombre es Camila y soy de Argentina. Mi sobrenombre es Meiku, de ahí vienen las siglas mku, aunque me llamé de esta manera en este sitio por motivos de registración ya que los mejores nombres estaban tomados, y no me quedó otra opción.

En cuanto a mis fics les aseguro que soy fanática de las historias de terror así que no se impresionen si leen algo mío que contenga morbosidad: que implique sangre o golpes. Por ahora soy novata, solo he escrito esta historia y una llamada: A escondidas (de Azula y Aang). Como ven siempre busco parejas dinámicas, no me agradan las parejas aburridas: Mai-Zuko, Katara-Zuko, Katara-Aang, Sokka-Suki. Prefiero parejas morbosas y picantes que impliquen frases sarcásticas y busquen pelear con el otro como por ejemplo: Zuko-Toph o Azula-Aang. (Es solo por motivos de diversión). Espero les guste mi historia, deseo continuarla pero no podré hacerlo si no tengo en cuenta su opinión. Escríbanme reviews, espero les agrade. Saludos


Entre fuego y tierra:

Luego de la derrota en Ba Sing Se, Aang y su grupo se refugia en la Nación del Fuego ya que supuestamente el Avatar ha muerto y deben pasar desapercibidos.

Toph iba de un lado a otro, llevando las manos vacías y volviendo con los bolsillos llenos de dinero. Katar se había enterado de que ella estaba llevando a Aang y a Sokka consigo para estafar a la gente del lugar. "¿Por qué siempre debe ser la abeja reina de los problemas?" se preguntaba Katara muy molesta mientras la maestra tierra descansaba recostada en el suelo y comiendo una manzana (que claro, la había ganado gracias a sus estafas).

Katara sintió la necesidad de hablar con Toph para que ésta dejara de cometer esos delitos, aunque ella no escuchó y la pequeña charla que tendrían se convirtió en una gran pelea en donde pasaron insultos y demás, los muchachos decidieron mejor no entrometerse, las dos se veían aterradoras en esa situación de histeria y griterío. Toph tomó un poco de dinero y se largó al pueblo, Katara se quedó allí refunfuñando.

- ¡Y entiende que yo puedo hacer lo que quiero! ¡Tú no eres mi madre! –gritaba la pequeña desde lejos, Katara solo se sentó junto a Aang e intentó no enfurecerse y entender el pensamiento de Toph aunque era difícil si no veía cooperación del otro lado.

La maestra tierra estaba tranquilamente paseando por la ciudad, esperando encontrarse con un pobre tonto a quien poder estafarle, de pronto sintió que una gran jaula de madera le caía encima. Ella intentó hacer esfuerzos para poder salir, pero era inútil, la madera no era su fuerte. Ella era muy débil físicamente si no poseía su tierra control a mano y eso era claro de ver: era demasiado pequeña, tenía los brazos y piernas cortas y delgadas y cualquier golpe en su tierno cuerpo le causaba un hematoma (moretón, machucón) que tardaba días en desaparecer.

- ¡Sáquenme de aquí desgraciados! ¡Ya verán cuando esté afuera, acabaré con todos ustedes! –gritaba desesperada. Esta vez Katara tenía razón, debió haberle echo caso. Aunque su irritación no fue tanta comparada con la que sintió al oír hablar a quienes la habían encarcelado.

Se escuchaba la voz de dos hombres que platicaban tranquilamente a unos pasos de la jaula en la que permanecía encerrada.

- ¿Entonces cuanto me das por la "Fugitiva"?

- Te puedo dar hasta cincuenta piezas de oro

- ¿Cincuenta? Con eso basta amigo, llévatela.

La jaula comenzó a andar, Toph esta vez estaba realmente asustada.

Habían pasado ya tres días, Katara estaba realmente alarmada y con tremenda agitación, no paraba de correr, caminar de un lado a otro, ir todo el tiempo al pueblo y pasarse horas gritando el nombre de Toph con los aullidos más audibles que su garganta pudo haber creado. Pero no ocurría nada, la pequeña no aparecía y eso la desmembraba por dentro hasta el punto de llorar desquiciadamente todo el tiempo.

Toph despertó en una celda luego de que un guardia le arrojara un balde de agua bien congelada sobre su rostro y cuerpo. "¿En donde estaba? ¿Por qué su celda era de madera y no de metal como las otras, acaso alguien sabía lo de su metal control? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que la capturaron en el pueblo?"

- ¡Auxilio! ¡Ayuda! –comenzó a gritar aferrada a los barrotes de madera.

Alguien le chitó a lo lejos.

- Shhh… No grites –dijo una voz ronca y masculina. Se había acercado a la celda de Toph desde los pasillos y le hablaba del otro lado de los barrotes.

- ¿Quien eres tu? –preguntó prepotente y él se le acercó unos centímetros.

- ¿No recuerdas la lucha de Ba Sing Se? –le preguntó y al parecer se estaba riendo, aunque ella lo deducía por su audición mas que por otra cosa ya que no podía ver.

- ¿En donde estoy? ¡Responde! ¿Quién eres? –se irritó la muchacha.

- ¡Ey, ey! Que aquí quien da las órdenes soy yo, no tú. Y si estás tan interesada en saber pues te responderé: Mi nombre es Zuko, soy príncipe de la Nación del Fuego y tú estás ahora en una cárcel de mi país.

- ¿Qué harán conmigo? ¿Para qué me quieren?

- Pues… Mi hermana sospecha que el Avatar está vivo, yo en cambio no sospecho: lo afirmo, aunque también tengo mis dudas –le decía tranquilamente-. Así que ahora, yo te hago preguntas y tu respondes ¿Entiendes muñeca?

A Toph le chirreaban los dientes de furia, aunque fue consecuencia del halago del príncipe lo que la hizo poner roja como tomate y querer escupirle a la cara en ese instante, aunque logró no perder el control por completo y mantuvo la compostura.

- ¿Qué quieres saber maldito saco de excremento? –le dijo ella apretando fuertemente los barrotes con sus manos.

Tras decir esto un guardia que al parecer estaba controlando la charla se puso de pie, entró a la celda y se acercó a Toph, ni bien al tenerla cara a cara la tomó de los cabellos con una mano y con la otra le dio una fuerte bofetada que la dejó tumbada en el suelo.

Era la primera vez que Toph lloraba, se cubrió la cara con sus manos mientras el guardia se retiraba y volvía a cerrar la puerta de madera con su llave.

- Eso te enseñará a respetar –dijo Zuko y se retiró también él.

Ella se quedó allí, llorando. Jamás la habían golpeado de esa manera, y aunque fuera una maestra muy ruda no podía esconder su debilidad en ese momento, las lágrimas salían de sus ojos sin que ella lo deseara así. Pocos segundos después sintió un gusto metálico en su boca, el sabor de la sangre que brotaba de sus muelas y caía por sus labios hasta su mentón. El golpe de aquel hombre realmente la había lastimado.