[Los personajes de HP no me pertenecen, excepto aquellos que he creado yo.]

Capítulo 1 – Una visita inesperada

Eran ya las dos de la madrugada cuando estaba llegando a su destino. Había volado muchos kilómetros y se encontraba exhausta, necesitaba un descanso bien merecido, pero antes, debía llegar en la calle Privet, numero 4.

Cansado de ir girando por la sofocante calor de aquella noche, se levantó. ¿Cómo eran capaces de dormir? le resultaba imposible de entender. Se puso de pie y abrió el pequeño armario que tenia al lado de la puerta. Dentro encontró sus cosas: un baúl debajo del armario lleno de libros de magia, un espejo roto, pergaminos, tinta y un par de plumas, además de una fabulosa capa que hace invisible de su padre y un mapa mágico de su escuela; dos pares de uniformes colgados de una percha, además de dos capas negras, una de ellas con un escudo y un león grabado en él. También había un vestido de gala verde botella que había usado en cuarto en la fiesta de baile. Pero no era lo único que tenía de extraño en aquella habitación. Apoyada al lado del armario había una preciosa escoba con unas letras doradas que decían "Saeta de fuego" y, al lado, una maleta de piel negra que le había regalado una amiga suya con múltiples herramientas para el mantenimiento de su más preciado tesoro, su escoba de competición. Dejó de mirar a todas sus pertenencias y se observó en el espejo que tenía una de las puertas.

Harry Potter era un chico de 16 años que estudiaba en la escuela de brujería Hogwarts, y es que él era una persona especial, era un mago. Pero habían otras cosas que le hacían diferente de otros magos. Él era huérfano, conocía toda su historia, o casi toda, y como era que tenía una cicatriz en forma de relámpago en la frente. Voldemort era y había sido un gran mago de las fuerzas oscuras que había matado a muchos magos durante su subida al poder, pero cuando quiso matarle a él falló y desapareció. Hasta que no estuvo en cuarto, no lo volvió a ver, pues fue entonces cuando renació para volver más poderoso que antes...

Sí, sabía todo aquello, lo había visto en sus pensamientos más de una vez y pasó largas horas pensando sobre ello. Pero, como le habían dicho Dumbledore y Sirius hacía ya tiempo, cuando llegara la hora, se enfrontaría. Albus Dumbledore era el director de su escuela y el mejor de los magos que había conocido jamás. Le tenía gran respeto y estima, pues le había enseñado muchas cosas y también le debía mucho.

Sirius Black, buscado como un asesino y seguidor de Lord Voldemort, era el padrino de Harry y gran amigo de sus padres. No fue en tercero que demostró ser inocente, pero no lo pudieron demostrar, por lo que aún seguía siendo un fugitivo.

Pensando en él recordó sus otros dos amigos de la escuela que echaba ya mucho de menos, Ron Weasley y Hermione Granger. Tenía ganas de volverlos a ver, pero aún faltaban cuatro semanas y dos días para verlos de nuevo...

Una silueta blanca se posó sobre su hombro en medio de sus cavilaciones, era Hedwig, su lechuza, que había vuelto de un viaje. Le acarició y ella le mostró la carta que llevaba atada en su pata derecha, era de Remus Lupin, otro amigo de su padre. En tercero había trabajado como profesor en Hogwarts en Defensa Contra las Artes Oscuras y, para Harry, había sido el mejor que habían tenido jamás.

Se apresuró en tomarla y abrirla, pero sabía que Hedwig no le dejaría leerla hasta que le diese su recompensa por haberla traído. Sonriendo y dándole las gracias a su leal lechuza sacó de su bolsillo un trozo de galleta que le había sobrado de la cena y se lo ofreció. A su compañera no pareció hacerle mucha gracia, pero la aceptó después de que Harry le hubiese dicho que no tenía otra cosa.

Se sentó sobre la cama y comenzó a leer la carta con gran alegría, hacía mucho que no recibía noticias Remus, a ser justos, llevaba todo el verano sin recibir noticia alguna. Al principio no le dio importancia, podía ser que se encontraran en algunos apuros para contactar con él y, en todo caso, tampoco era que le importase en sobremanera, pero al final empezó a preocuparse. Le habían dicho que le escribirían sin falta, y ya llevaba días sin saber nada de ellos, semanas incluso.

La carta era distinta de las otras que había recibido de Remus en otras pocas ocasiones, estaba escrita en un papel completamente blanco y con una tinta y una caligrafía asombrosamente clara. Supo de dónde venía la carta por el sello que la cerraba; era el sello que cerraba las cartas que recibía cada año antes de empezar el curso, era el sello de Hogwarts. Eso le tranquilizó. Sabía que, si se encontraba a allá, todo andaría más o menos bien, sobre todo si Dumbledore le acompañaba, cosa que era casi seguro. Con estos pensamientos en su cabeza, comenzó a leer...

Estaba a punto de abrirla cuando un ruido en el pasillo lo alertó. Inmediatamente guardó la carta debajo de la almohada y fingió estar durmiendo. Era Dudley quien, al pasar la cena con una tostada y queso, se había levantado para coger algo de la cocina, claro que no tendría suerte, su madre ya había contado con ello y vació toda la casa de cualquier comida que no fueran vegetales, fruta o pan seco. Dentro de la cama sonrió, le hacía mucha gracia verlo en aquellos extremos, el pobre sufría somnolencia por la comida... No se dio cuenta que ya se había dormido.

El motor del coche del tío Vernon le despertó. Aquel día, Vernon y su hijo se iban todo el día a jugar al golf, según su tío, aquello era una salida entre hombres... Así que le tocó quedarse con tía Petunia, bueno, pensó, era mejor que soportar a Dudley con sus tonterías.

Aquél verano había sido el más deprimente que había tenido, desde que salió de la estación, sus tíos evitaron mirarlo siquiera. Su primo no le decía absolutamente nada, nadie en aquella casa parecía importarle que hubiese alguien más. Al principio era de agradecer, no estaba de humor para aguantarlos, el último curso le había dejado una profunda huella... Pero no quería pensar en nada de ello, siempre que podía, se pasaba las horas en su habitación repasando todo lo del curso anterior y haciendo los deberes que le permitían dejar la cabeza en otro lugar, lejos de las reflexiones.

Listo para bajar a desayunar y sin acordarse de la carta que había recibido a la madrugada, bajó las escaleras hacia la cocina donde le esperaba su tía.

- Anda, come lo que tienes y sal fuera que tengo que limpiar la casa.- no se lo reprochó, estaba contento de tener un día libre, sin nadie que le molestase.

Seguramente saldría al jardín un rato, debajo del único árbol que tenían cuyas flores ya habían caído, pero ahora estaba repleto de grandes hojas que le ofrecían una agradable sensación de paz. Le gustaba mucho ir allí, sabía que era mejor no salir de la casa, por lo que estarse en el patio era seguro.

Así pues, comió tan rápido como pudo y salió corriendo al jardín mientras dejaba sola a tía Petunia. Pero justo cuando acababa de cerrar la puerta trasera de la cocina, sonó el timbre de la puerta. No le dio importancia, pues su tía ya se encargó de ir hacia la puerta para ver quien había llamado, aunque un poco extrañada, no esperaba a nadie aquél día.

Acomodándose debajo de aquél precioso árbol, oyó el grito, más de sorpresa que de espanto, de Petunia. Alarmado se levantó de inmediato y corrió, vigilando no ser visto, hacia la entrada de la casa. Había temido que pudiera ser algún enemigo, pero conocía a Dumbledore y sabía que estaba completamente seguro allí, entonces, se preguntó, ¿quién podía ser? Se tranquilizó al ver que era una mujer la que había llamado. Por lo que pudo ver, era bastante atractiva, su pelo largo y moreno, le llegaba hasta media espalda, todo ello ondulado brillando con la luz del sol. Llevaba un precioso conjunto, una americana de color verde aceituna con una falda por encima de las rodillas. Parecía una empresaria, sobretodo porqué, en su mano derecha, sujetaba una maleta de piel negra azabache. No pudo verle la cara, pero seguramente sería muy bonita, pues a primera vista era realmente bella... había llegado con un coche plateado, supuestamente suyo, que parecía más bien nuevo. ¿Quién debía ser?

Después del impacto inicial, tía Petunia la dejó entrar sin decir ninguna palabra más por parte de las dos y, viendo que tal vez el día podía ser algo más interesante, se dirigió hacia la ventana del comedor que, afortunadamente, daba al jardín. Allí se quedó, sentado debajo de la ventana, escuchando todo lo que decían.

- Vaya, me alegro de verte, has cambiado mucho...- dijo la mujer que había llegado. Su voz era muy bonita, agradable a los oídos, no sabía porqué, pero le gustaba aquel sonido.

- Tu también...- por lo que parecía, las dos ya se conocían hacía ya tiempo, seguramente bastante, Petunia no había cambiado mucho durante los últimos ocho años.

Se produjo un largo silencio, no sabía si era porqué ahora hablaban más bajo o era que realmente habían dejado de hablar. Intentando no ser visto, se levantó con mucho cuidado y se dirigió hacia la cocina, temía hacer ruido al abrir la puerta, pero tenía curiosidad para saber de quien se trataba aquella mujer tan hermosa. Además, la vista podía ser mejor desde dentro que visto de fuera... Por suerte, la puerta trasera estaba medio cerrada, seguramente no la había cerrado bien, fuera como fuere, esto le ayudó. Sigilosamente, caminó hasta que pudo ver la espalda de su tía y la cara de la chica. No se había equivocado respecto a su belleza, tenía unos ojos azules y su piel era fina y suave.

- ¿Por qué has venido?- aunque a Harry le pareció que no debía decirlo así, ella no se molestó, incluso aceptó aquel tono despectivo y enfadado de Petunia bajando la cabeza suavemente.

- Tenía que contarte lo que no sabías, el porqué de aquello...

- No hacía falta que vinieses para decírmelo. La culpa era de...

- No. Te equivocas. Por esto tenía que venir, aunque no he podido hacerlo antes. Debes entenderlo, no tenía otra opción.

- ¿Opción para qué? Ella me dejó, se fue con ése y se separó de mi, ¡su hermana! Prefirió su mundo que todo lo que tenía aquí, ¡junto a mi!

¿Estaban hablando de lo que pensaba que estaban hablando...? Aquella mujer... ¿cómo podía saber algo de su madre? porqué estaba seguro que era de ella de quien hablaban.

- Lily te quería, y tu lo sabes. Si te dejó fue porqué no tubo opción, debía esconderse, ya sabes porqué.

- ¡Podía haberme avisado, explicado! ¡Lo entendería!

- Sí, quería hacerlo, pero no pudo. Lo intentó, pero era demasiado peligroso, tanto para ella como para ti...

- ¡Mentira!- no entendía nada, parecía que aquella discusión llevaba tiempo desarrollándose y él sólo había oído parte de ella. Tía Petunia se levantó y se dirigió hacia la ventana, con su mirada perdida a lo lejos.- ¿Has vuelto para hacerme más daño? ¿No habéis tenido suficiente?

- No he venido para dañarte, sólo para que comprendieras... aunque veo que aún es demasiado temprano para ello...

- O demasiado tarde.- pero sólo fue un murmullo casi inaudible.

- Mañana, me lo llevaré de aquí. Estaré a las once en punto, por favor, dile que lo coja todo, pero no le expliques más, aún no.- como contestación sólo recibió una afirmación con la cabeza, aunque estaba de espaldas a ella.- Muy bien, entonces hasta mañana.- se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta cuando recordó una última cosa.- Por cierto, ella quería que leyeras esto. Me lo dio poco antes de morir.

Lo dejó en la pequeña mesa del pasillo y cerró la puerta tras de sí. Harry se había escondido muy bien y, de momento, no lo habían visto, pero creyó que ya era hora salir de allí antes de que le pillaran, seguramente su tía no estaría de humor para verlo. Aunque aún no se había movido, oyó unos pequeños sollozos, ¡Petunia estaba llorando...!

Aquel día comió sólo, su tía le había dejado el plato en la cocina y se cerró dentro del comedor. El porqué de su comportamiento era difícil de comprender para Harry, pero, aunque intentó escuchar lo que sucedía, no oyó nada, todo era silencio, de vez en cuando sentía un ligero hipo que le indicaba la presencia de alguien dentro, pero nada más. Aquello le preocupó, aún así, intentó no molestarla en ningún momento, llegada la oportunidad, sabría que estaba sucediendo, hasta entonces, debería esperar.

Llegó la noche y fue entonces cuando regresaron Dudley y tío Vernon, los dos muy contentos de su "día de hombres". Al ver a Petunia algo más callada que de costumbre, se extrañaron, pero lo olvidaron al decirles que no se encontraba muy bien.

Todo resultó de lo más normal, cenaron los tres, mas su tía no quiso, y él y su primo se fueron a la cama. Fue poco después que se metiera en la cama cuando alguien pidió entrar, era su tía.

- Debes recoger todas las cosas para mañana por la mañana. Te pasarán a buscar a las once, estate listo.- había hablado con la puerta medio abierta, sin mirarle a los ojos, pero su voz, al contrario de siempre, no sonó autoritaria y severa, sino triste y melancólica.

No dijo más y cerró la puerta. Harry quedó perplejo ante tal comportamiento, completamente atípico en su tía. Y, siguiendo sus instrucciones, cogió el despertador viejo de Dudley y puso la alarma a las 8 para tener tiempo suficiente de estar completamente listo, aunque tampoco tenía tanto para recoger... Estaba ansioso para saber qué era todo aquello.

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El principio es algo pesado, pero después ya se va poniendo las pilas...
Espero k les haya gustado, es mi primer ff... Si alguien lo lee, dejad RR para autoconvencerme de k continúe...
Muchas gracias a todos (uiii, k formal k suena...)