Disclaimer: Demashitaa! Powerpuff Gils Z no me pertenece.
Advertencias: Ubicado en mi recién inventado universo (xD), así que, si no lees mi fic Demashitaa! No Hai , probablemente te resulte un poco difícil entenderlo, pero de todas maneras puedes leerlo :)
Contiene Spoilers del fic.
Línea temporal: Dos meses y medio delante de la fecha actual del fic. Diciembre 24.
El Mundo Enloqueció
Boomer/Hotaru x Miyako.
Nuevos Recuerdos
Las tres adolescentes caminaron por la acera, dirigiéndose a sus casas, comentando las novedades, lo que harían por la tarde (a menos que algún villano les estropeara sus planes), y sobre todo, disfrutando de Kaoru.
-No lo haré. –Dijo altanera la pelinegra, cruzada de brazos.
-Lo harás, Kaoru. Perdiste. –recordó Momoko riendo divertida.
-Yo nunca acepté.
-Si, lo hiciste. –Dijo Miyako sonriendo adorablemente. –Hasta hiciste que lo grabáramos, mira…
-¡Vale, ya, si! ¡Pero no lo haré! –dijo pegando un salto y haciendo ademanes con los brazos. –Ni loca, ni muerta me rebajaré a… eso.
Las otras dos rieron.
-No es tan malo. Algo bueno tenías que hacer por Koiji. Aunque sea una vez al año, nunca paran de insultarse.
-¡Ni se te ocurra, Miyako! Ni que fuera algo mío.
-Tal vez mañana y si lo sea… -dijo burlona y pícaramente Momoko, haciendo sonreir a Miyako y rabiar a Kaoru.
-¿Qué?, has enloquecido completamente. –Ruborizada pateó la acera. - ¡Ese idiota me es indiferente, para que se enteren, par de…
-Sí seguro.
-¡Momoko!
Miyako, viendo que la situación comenzaba a tornarse más abrumadora, decidió ponerle un alto a todo aquello, sino, terminarían peleadas un día antes de navidad.
-Vale, chicas ya, no es para que peleen. –Dijo suvamente, las dos callaron, Kaoru aun queriendo matar a la sonriente Momoko. –Kaoru-chan, lo siento, pero perdiste. Así que tendrás que darle un regalo a Koiji-kun.
La pelinegra mascullo algunas maldiciones y giró la cabeza.
-Y tú, Momoko, déjala en paz.
-Vale, vale. –Aceptó la pelirroja, más calmada. –Cómo sea, Kaoru, pobre de ti que no se lo des, fue un trato. –Y sin, más, giró es la siguiente esquina, a partir de ahí cada quién tomaba su camino. -¡Adiós chicas!
-Adiós, Momoko-chan. –Despidió alegre la rubia y la pelinegra se fue, molesta. Miyako rió y ella también siguió su camino, tenía que llegar con su abuela, era noche buena y era para estar en familia.
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-¡Llegue abuela! –Anunció poniendo sus llaves el la mesita de la entrada, caminando hacia la cocina, donde seguramente estaba su abuela, preparando la cena para esta noche.
Y justo como pensó, su abuela estaba preparando la rica cena.
-Hola mi niña. –Saludó de espaldas. –¿Encontraste lo que faltaba para la cena? Cuestionó girándose para verla.
-Sí. –dijo mostrándole la bolsa de plástico con el logotipo del supermercado impreso en ella.
Su abuela la había mandado al supermercado para comprar algunas cosas que faltaban en la casa para completar una rica cena de noche buena, así que llamó a las chicas para ver si podían acompañarla, terminando Momoko comprando un millón de dulces para esta noche y Kaoru el regalo para su hermano.
-Oh, perfecto. –rio la anciana feliz. –Muy bien, cielo, ¿Quieres ayudar a esta vieja a preparar la cena?
Miyako sonrió con las mejillas coloreadas y asintió a aquella mujer que más que nada había sido una madre para ella. –Pero no digas eso, que eres la abuela más joven y linda del planeta.
Misumi volvió a reír, y se giró nuevo, haciendo que Miyako comenzara a desempacar todo lo que había comprado.
-Pero vamos, vamos cielo, que esta cena no se cocinará sola.
Pasaron varios minutos, acordando que Miyako haría el postre y ella el pavo y en realidad, casi todo lo demás, con las ayudas que si nieta pudiera darle. Entre risas y anécdotas se dedicaron a preparar todo, hasta que Misumi recordó algo que debía decirle Miyako. No le agradaba del todo, pero era su deber comunicárselo.
-Mi cielo –llamó la mujer, bañando el pavo en salsa.
-¿Si? –Observó a su nieta batiendo el contenido para el postre y dudó de nuevo otros momentos, pero terminó rindiéndose.
-Llegaron cartas de tus padres.
Miyako bajó un poco la rapidez de su brazo al batir la masa pero rápidamente volvió a su ritmo natural, mirando de reojo a su abuela. No dijo nada, solo le sonrió y siguió batiendo.
-Supongo que puedo leerlas. –Articulo después de un rato, cuando se dirigía al horno para ya poder hornear el pay. –Por ahora seguiré con las galletas abuelita.
Misumi sonrió y suspiró. –Pues me parece perfecto. Cuando quieras tomarlas, están en la mesita del recibidor, junto a los sillones.
-Sí, gracias.
Y así, siguió esa tarde de 24 de diciembre, preparando abundante comida y a la expectativa de lo que pasaría después de leer las dichosas cartas.
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Hotaru se tumbó en el sillón de la sala para ver que había en la televisión. Películas y musicales sobre navidad y su importancia y todas esas cosas. A los pocos minutos llegaron sus hermanos (peleando, como siempre), probablemente los demás no tardarían en bajar y se armaría un lío enorme de nuevo y Taiga (después de tres días de no verle la cara) tendría que subir a calmarlos, y como era noche buena, les iría peor, en esas fechas Taiga siempre estaba más irritado y enojado.
-Hotaru, dame el control, estas viendo porquerías. –Makoto se tumbó en el sillón seguido de Koiji, que se desparramó de malas formas.
Se habían acostumbrado a llamarse por sus identidades secretas, aunque también solían llamarse con su primer nombre, casi siempre en el edificio o cuando estaban transformados.
-Maldita sea, ir a la escuela te afectó, Hotaru idiota, ¿Documentales, enserio? –cuestionó Koiji mirando el canal en el que lo había dejado.
-No hay otra cosa que ver, y Makoto llegó y me quitó el control. –se excuso.
-No, eres un nerd, compartir genes con la rubia también le hizo huecos en el cerebro.
-Cállate Koiji. –Le espetó, así comenzando de nuevo una de sus clásicas peleas, por cierto, a la mitad de la cual Hotaru paró en seco al percatarse de algo.
-Esperen, ¿Dónde están todos? –Era extraño que a estas alturas, con diez minutos de estar discutiendo, ninguno hubiera bajado a armar jaleo también.
-No tengo idea. –Dijo Makoto –creo que se largaron a robar tiendas o algo así.
-Dijeron que sería su contribución de maldad para navidad. –continuó el pelinegro. –Están idiotas.
Los tres quedaron callados, por muy sorprendente que fuera, claros indicios de que estaban muriendo de aburrimiento. Hotaru pensó que no era tan idiota salir y hacer algo, después de todo, no tenían nada mejor que hacer y sinceramente, estaba harto de estar encerrado con sus hermanos idiotas.
Pero lo más probable era que si decía que quería largarse del edificio a hacer cualquier cosa, Makoto le regañaría, se transformaría en Brick, Koiji en Butch y moriría. El saltó del pelirrojo detuvo sus pensamientos, cuando lo vio caminar hacia la entrada, arqueó la ceja.
-¿A dónde vas? –escuchó cuestionar a Koiji.
-¿No es obvio?, salir, aquí no hay nadie ni nada, y no quiero estar viendo estúpidas películas de un viejo gordo que normalmente debería atorarse en las chimeneas en lugar de entrar por ellas y que tiene como mascota un millón de renos que, aunque pese una tonelada, lo pasean por todo el mundo. –Se giró e hizo un gesto con la mano. –Me voy.
Y la puerta se cerró tras su espalda.
Y de pronto el mundo se volvió loco y Koiji también se paró de un enérgico salto, caminando a la entrada.
-Yo también me largo, debe haber más cosas interesantes afuera. – Y tras tomar su abrigo, salió, dejando a Hotaru sentado aun en el sillón. ¿Qué rayos pasaba, eh? No lo medito mucho tiempo porque el también salió despavorido del enorme y vació edificio, ¿A dónde?, no tenía ni la más mínima idea, pero seguro más divertido que ahí. Iría a molestar a alguien.
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Miyako prendió el televisor, una película navideña se plasmó en la pantalla y sonrió complacida, adoraba la navidad y todas sus películas, hacían que se sintiera una calidez diferente en el hogar.
Se sentó en el sillón para verla con tranquilidad, su abuela le había dicho que ya no necesitaba su ayuda y que mejor fuera a asearse y prepararse para la cena, y minutos después, ella salió de la cocina para realizar lo mismo. Fue el momento perfecto para leer las cartas de sus padres.
Suspiró con pesadez, había sido lo mismo de cada año. Disculpas y ausencias compensadas con dinero como "regalo" para esta navidad. De sus dieciséis años de vida, cuatro navidades había pasado con sus padres, y en todas había comprobado, lastimablemente, que estaba mejor sin ellos.
Pero esa navidad había decidido que ya no se perturbaría por aquello, en cambio, disfrutaría. Disfrutaría de su abuela, de su compañía, y de sus amigas. Sería feliz sin ellos, porque ellos eran felices sin ella.
Su abuela por fin bajó las escaleras lista para la cena, ella le sonrió con alegría y justo en ese momento, el timbre del horno sonó indicando que el pavo estaba listo.
-Muy bien cielo, es hora de servir la cena. –anunció encaminándose a la cocina.
-Por fin, muero de hambre. –se quejó sobándose el estómago, haciendo reír a la mujer.
-Pues muy bien. Vamos linda, ayúdame a poner la mesa. –Y obediente, Miyako comenzó a acarrear panes, puré, chocolate caliente y platos y cubiertos a la mesa, mientras su abuelita le daba los últimos toques al pavo.
Estaba a punto de regresar a la cocina por todo lo demás que faltaba, cuando escuchó un golpe algo fuerte en el jardín de la casa.
-¿Cielo, se te cayó algo? –cuestionó su abuela desde la cocina, acercándose.
-No abuela, fue afuera. –Miyako se aproximo con su abuela siguiéndola atrás para ver que sucedía en su jardín.
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Hotaru caminaba por las calles de Tokio observando los locales comerciales, decorados hasta las trancas con luces, flores y villancicos sonando por todos lados. La gente reía feliz y compraba lo faltante para cenar o los regalos para los niños, que esperarían a Santa durante toda la noche. Pensó que aunque la decoración fuera exagerada y los villancicos muy chillones, no le desagradaba del todo, de hecho, le gustaba.
Se sintió en paz descubriendo todo aquel mundo que para él era totalmente nuevo y desconocido. Mojo lo había creado apenas tres años atrás, y en esos tres años, el no conoció nada de aquello. Los primeros meses estuvieron luchando contra las supertontas y antes de cumplir un año de creación, ya estaban en el edificio con Taiga reclutados con los infectados por los rayos Z negros.
Por lo tanto el nunca había visto las calles en navidad. Además, Taiga, por alguna razón que todos desconocía, odiaba esa fecha, por lo que con tan solo mencionársela, se irritaba y molestaba, mucho más de lo normal.
Y para ser la primera vez que salía del edificio en aquellas fechas, no estaba mal.
No era tan tarde, cerca de las nueve de la noche, y divisó a Koiji en el parque, caminando con algo en la mano, parecía un guante.
Pensó en ir con él, pues ya no sabía a donde más ir, pero al ver su semblante de confusión y algo serio, siguió caminando, preguntándose que sería lo que lo habría puesto así, si había estado emocionado de salir a hacer sus fechorías.
Ignoró aquello y siguió caminando, mirando los locales, intentando encontrarle un significado más profundo a aquello, la navidad, sin encontrar el porque la gente la esperaba con tantas ansias y emoción.
No se dio cuenta que salió de la zona comercial y se adentró a una calle llena de casas igualmente adornadas, que hacía que la calle resplandeciera y que la nieve brillara en los jardines y aceras. Miró al interior de las casas observando los enormes pinos adornados también, y no muy lejos divisó una casa que alguna vez había visitado para divertirse (entiéndase molestar a alguien).
Siguió caminando y cuando llegó a la dichosa casa, se paró frente a ella, observando el jardín y lo poco que se alcanzaba a divisar del árbol de navidad.
La casa de Miyako.
No sabía que hacía ahí, o porque no seguía caminando y ya, pero terminó llegando frente a la puerta, caminando por ese camino de piedras. La pudo observar levemente e incluso escuchar su voz, y fue cuando despertó y decidió que ese día, el mundo si se estaba volviendo loco.
Comenzó a retroceder poco a poco, pero, como todo jardín, estaba adornado y chocó contra un mono de nieve plastificado cayendo de bruces al suelo, embarrándose toda la cara de nieve. Se maldijo por hacer tanto ruido e intentó huir, pero tardó demasiado, la puerta se abrió mostrando a una sorprendida Miyako.
-¿Hotaru? –cuestionó confundida, y él se quedó estático, la había metido por todos lados.
-Cielo, ¿Qué era? –Una mujer anciana se asomó detrás de ella. -¡Oh Dios!, ¿que pasó?
-Bueno, eh… yo, lo siento. –se disculpó levantándose rápidamente, ante la mirada preocupada de las dos mujeres.
-Hotaru, cuidado. –recomendó Miyako.
-¿Hotaru? ¿Lo conoces?
-Bueno… va en mi salón. –indicó la rubia mirando la pierna lastimada del muchacho.
-¡Oh, Dios! ¡Pero pasa hijo, no te quedes ahí! –la anciana se acercó a él empujándolo para que entrara, ante la mirada estática de los dos jovencitos, que días atrás antes de vacaciones peleaban cual críos de cinco años.
-Es que… yo…
-Ven, deja ver que no te hayas hecho daño, el golpe debió haber estado fuerte. –a rastras y cojeando lo sentó en el sillón, con Miyako siguiéndole detrás. –Quédate aquí, voy por una pomada y unas vendas.
Y sin más, dejó solos a los muchachos que se sintieron incómodos al instante, él pensando como escapar, y ella porque estaba ahí.
-… ¿Qué hacías aquí afuera? –preguntó con curiosidad, sin ningún tono acusador como cuando peleaban (o él la molestaba, más bien).
-Eh… no se. –sinceró, a lo cual ella lo miró como no creyéndole, el rodó los ojos. –Que interesa, rubia, salí a caminar. –Miyako levantó una ceja.
-¿En noche buena? ¿A mi casa? –Indagó. -¿Y tus hermanos?
-Hey, hey, deja de preguntar tanto, ya te dije. –La joven entrecerró la mirada sobre él y se sintió incómodo. –Es la verdad, rubia.
Ella suspiró encogiéndose de hombros.
-Como sea, ¿Te has hecho daño?
-¿Qué dices?
-¿Qué si te duele?
-No, de hecho, puedo irme… -paró de hablar al sentir como le subía el pantalón de mezclilla para ver su tobillo. -¿Qué haces?
-Nada, mi abuela viene con la pomada y la venda.
-Pero no me hice nada. –renegó bajándose la tela, ella volvió a subirla.
-Quédate quieto, Hotaru, ni siquiera podías caminar bien. –En ese instante, llegó Misumi con lo necesario para tratar la torcedura.
-A ver, vamos a ver que tal. –Se colocó los lentes de ver y trató de tomar el tobillo del rubio, que apenado retiró la pierna.
-De verdad, estoy bien, no se preocupe. –La mujer sonrió dulcemente, como lo hacía Miyako.
-Anda, hijo, que no te de pena. –Y entonces si, tomo el tobillo del muchacho, que miró a Miyako y esta solo se encogió de hombros y sonrió. –Listo, no era nada, pero estás mejor así.
-Eh… gracias.
-No hay de que, hijo, después de todo eres un amigo de mi nieta. –La mujer volvió a sonreír como Miyako y se adentró al baño a dejar las cosas en su lugar.
-Bueno eh… creo que yo me voy… y, si.
La mujer salió espantada del baño.
-Oh, no, no, no, no. –negó rotundamente. –Te cabo de poner esa venda.
-Eh, pero… yo…
-¿Por qué no te quedas a cenar, cielo? Tu herida esta recuperándose y hay mucha comida caliente.
-… ¿Cielo? –murmuró el joven aturdido, miró a Miyako, esperanzado en que ella lo sacara de su casa por haber sido un patán desde que la conoció. Contrario a aquello, después de mirarlo con la cabeza ladeada, sonrió amigablemente.
-¿Por qué no? –Miyako asintió, Hotaru estaba lastimado, y aunque casi siempre estaban peleando, era noche buena, y además, había mucha comida caliente. –A menos que tenga algo que hacer con sus hermanos y sus padres.
Hotaru en ese momento, supo que realmente, el mundo estaba loco. ¿Miyako invitándolo a cenar en su casa?
Las dos lo miraron expectantes y el se sintió acorralado.
-En realidad… yo…
-No tiene nada que hacer, abuela. –Dijo Miyako, segura. Hotaru arqueó la ceja.
-¿Segura? –le preguntó, mirándola.
-Totalmente. –asintió. -¿Porqué estarías aquí, y no con tu familia sino?
-¡Perfecto, traeré los platos extra! –Dijo la anciana regresando a la cocina. –Cielo, ayuda a tu amigo a sentarse y luego vienes a ayudarme.
Y obediente Miyako, estaba dispuesta a llevar la fiesta en paz con el chico por lo menos un día.
-Puedo solo. –Dijo a malos modos, intentado zafarse de la rubia, quien frunció el ceño.
-Oye, Hotaru, cálmate. Por favor, es noche buena, hay que ser amigos solo este día y llevemos la fiesta en paz, ¿Sí?
El la miró a los ojos y Taiga se le vino a la mente.
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-"Pues no me importa lo que tengan que hacer, quiero que ustedes tres, las traigan"
-"Oiga, nos odian, va a estar difícil"
-"Enamórenlas"
Enamorarlas.
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-¿Sí, Hotaru? –insistió de nuevo, haciéndolo despertar.
-…Esta bien. –Y se dejó guiar por la rubia hasta la mesa, que sonreía contenta.
-Bien, quédate aquí, ahora vuelvo. –Cuando emprendió marcha, la detuvo.
-¿Por qué lo haces? –Ella suspiró.
-Te lo he dicho, por lo menos hoy seamos amigos, y ¿Sabes?, no creo que seas tan arrogante, por lo menos hoy demostraste ser amable con mi abuela. –sonrió dulcemente y se dirigió a la cocina.
El Joven rubio se quedó sentado y confundido y a los pocos minutos, Miyako y su abuela traían cantidades insospechables de comida, como si fueran a comer hasta 7 personas, siendo que solo eran dos y un agregado.
-Bien, Hotaru, sírvete lo que tu quieras, estás en tu casa. –invitó la mujer dulcemente, él volvió a mirar a Miyako que le sonrió, secundando a su abuela.
-…Gracias. –Murmuró tímidamente a las dos mujeres, mientras las veía conversar amenamente y reír con las películas navideñas de fondo. Un sentimiento cálido se instaló en su pecho, y por un momento le agradeció a Miyako que le permitiera quedarse esa noche a cenar en su casa. –Definitivamente, el mundo está loco.
-¿Dijiste algo, cielo? –El muchacho se ruborizó por el sobrenombre. Miyako rió por lo bajini.
-Eh, no. –negó rápidamente, con una tímida sonrisa.
-Jo, eres algo tímido. Pero dime, ¿Te gustó la cena? –Tras verlo asentir un poco más confiado, sonrió. –Bueno, entonces te encantará el postre, lo ha hecho Miyako.
-Abuela… -suspiró apenada la muchacha. –No le hagas caso.
Y así pasó toda la cena, riendo, escuchando y comiendo cómodamente, como nunca había pasado en su vida. Pensó en todos los momentos que pudo haber vivido así, pero que ahora estaban en el pasado y no eran precisamente buenos. Sin embargo, escuchar a las dos mujeres hablar, interrogarlo y reír de sus respuestas, le trajo de nuevo ese sentimiento cálido que poco a poco, se iba esparciendo en su pecho.
Miró a Miyako reír de nuevo, y pensó que no estaría tan mal ser su amigo, podría acostumbrase fácilmente a su suave risa y su apacible presencia. Se abofeteó mentalmente por pensar aquello, mentalizándose, debía odiarla.
Cuando por fin llegó la hora de irse se sintió alegre y lleno, había sido la hora más feliz de su día.
-Buenas noches, cielo, espero que te la hayas pasado bien. –despidió la mujer. –Y cuídate ese tobillo.
-Sí, gracias.
-Bueno, yo me voy a recoger todo eso. –Y tras otra sonrisa, desapareció detrás de la puerta.
-Adiós. –despidió la rubia sonriente. –Y esta bien, está bien, mañana seremos rivales de nuevo, Hotaru.
Intentó evitarlo, pero sonrió.
-Claro que sí, rubia. –dijo, picando su frente levemente, y después se giró sobre sus talones, guardando las galletas que la abuela de Miyako le había dado.
Cuando escuchó la puerta cerrarse detrás de si, pensó en todo lo que había pasado en la hora pasada y se sintió confundido. Por fin podía decir que avanzaba en sus planes, pero… ¿Porque se había sentido… ¿Bien?
No le importó mucho, porque los momentos buenos quedaron grabados en su mente, y lo hizo pensar, que a pesar de que no tenía tantos momentos felices en su memoria, desde ahora podría llenarla de nuevos recuerdos, nuevos recuerdos como todos los de ahora.
Aunque probablemente, después estaría confundido, como ahora.
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Miyako cerró la puerta, y sonrió feliz. Había sido una cena totalmente inesperada, pero que sin embargo, fue una de las mejores de todas. Había convivido con su rival a muerte, Hotaru Him, y había descubierto cosas de él que nunca se imaginó.
Una personalidad amable y tímida detrás de ese rubio enfadoso y alto. Tal vez si era un ángel como aparentaba ser a primera vista.
Negó con la cabeza, el mundo había enloquecido.
Y entonces pensó, que no necesitaba a sus padres una noche buena para estar contenta, porque los nuevos recuerdos que iba poco a poco apilándose, se encargarían de llenar los malos recuerdos que había en su inocente memoria.
Uf ^^
Empecé esto a las 11:30 P.M. y lo terminé a las 2:37 A.M. exactamente. Lo que puede hacer la inspiración cuando esta de buenas, ¿No?
En fin, decidí que quería hacer otro fic navideño y aquí esta. Será un three-shot, uno para cada parejita :D
En fin, tal vez aquí Boomer/Hotaru pareció más como Miyako, pero en realidad, creo que esa es su personalidad, creo que puede ser fuerte como sus hermanos, pero conservando ese toque característico de Miyako, claro que no tan marcado como ella, ya que él es hombre. Después de todo, fue creado en base su ADN, ¿no?
Díganme si les ha gustado, que no estoy muy segura de cómo quedo, pero de verdad espero que les haya agradado un poquin.
No sé cual será la Próxima pareja, pero estará pronto.
Votaciones:
Bien, chicos, así quedaron:
Brick x Momoko: 8 puntos
Butch x Kaoru: 4 puntos
Boomer x Miyako:5 Puntos.
¡Los ganadores son Brick y Momoko! Así, que lo prometido es deuda, el día 31 tendrán un fic de ellos dos.
En fin, se aceptan tomatazos, cartas bomba y reviews :)
Miss Nutella.
