¡Holap! Por fin, después de investigar un poco el funcionamiento de esta web, he conseguido averiguar cómo marcha para poder colgar este fic. Espero que os guste! No os cortéis a la hora de comentar cualquier fallo.

Bueno, después del pequeño mini-monólogo personal, las presentaciones y el disclaimer:

Soy Brian Hoper y he hecho este fic tomando "prestados" los personajes de la serie "Detective Conan", que no me pertenece (POR AHORA), es propiedad de Gosho Aoyama.


"Eeeeem... ¡Hola! Soy Heiji Hattori y quiero deciros, como detective que soy y después de ver muchas cosas en mi profesión, que las drogas son muy malas, y que han de evitarse a toda costa. Así que si un amigo u otra persona -Más si es desconocida y/o tiene pinta de desquiciado maniático- os ofrece tomar unas sustancias chachi pirulis en una fiesta o en algún otro rincón animadillo, lo mejor es que le deis una tonta excusa para no aceptar sus ofrendas, retroceder lentamente sin darle la espalda, nunca mirarle a los ojos y alejaros cuanto más lejos de su posición mejor. Y si es un amigo el que te ofrece la sustancia guay, le mandas a la mierda y le aconsejas amablemente de que se deje de gilipolleces y que espabile, que las drogas son MALAS."

No podía ni quería creérselo... Sabía que lo lograría en algún futuro lejano, pero ni se imaginaba de que sería aquella noche. Shizuka había logrado que Heiji se enfundara en un elegante traje negro con corbata roja y camisa blanca. La batalla se había llevado a cabo a lo largo de toda la semana, desde que las hermanas Hemi y Akira Souta les entregaron aquella invitación para acudir a su fiesta de cumpleaños. En la carta venía especificado que los invitados debían ir elegantes, puesto que la celebración se acontecería en una gran mansión a las afueras de la ciudad. Se trataría de una fiesta sólo para jóvenes, para celebrar el décimo octavo cumpleaños de aquellas gemelas, que mantenían una excelente relación con Kazuha, la amiga de la infancia de Heiji.

Seguro que habrá alcohol... Pensó Hattori mientras entregaba un par de billetes al taxista que le conduciría a la casa de su amiga para recogerla. No era la primera vez que iba a fiestas preparadas por esas gemelas, por lo que ya sabía de antemano lo que habría y lo que no. El año anterior, uno de sus amigos, Fukuoka, se emborrachó y se acostó con una de las anfitrionas de la fiesta, Hemi, la cual también estaba ebria. Se estuvo rumoreando por el instituto durante un par de meses que la joven estaba embarazada, pero al parecer todo quedó en un susto. Aún así, nada las quitó las ganas de seguir celebrando fiestas con o sin motivo: Fiestas llenas de alcohol, drogas, música a todo volumen y sexo, mucho sexo... Tenía miedo de dejar que Kazuha fuera sola, ese era su único motivo para acudir a las fiestas de aquel par de mujerzuelas... Desde luego, por propia voluntad no iba.

No sé por qué me hacen de ir como un pingüino... Esa fiesta va a ser de todo menos formal... Pensó el muchacho, mientras esperaba con la espalda apoyada en el taxi a que la muchacha saliera de la casa.

Al comisario Toyama no le hacía ninguna gracia que su hijita fuera a las fiestas de esas ricachonas, algo en lo que Heiji también estaba de acuerdo. Pero las unía la amistad, ese era un aspecto que ambos debían respetar. Toyama le había pedido encarecidamente que cuidara de su hija en esas peligrosas fiestas, que guardara a la joven de cualquier tentación de probar el alcohol o las drogas y, sobre todo, que evitara por encima de cualquier cosa que ningún chico se la llevase a la cama. En eso último Heiji no discrepaba en absoluto, no dejaría que ningún maldito putero de los que solían frecuentar a las hermanas Souta se acercara a su pequeña. Eso sí que no.

-¡Heiji!-Gritó una jovencita, haciéndose notar delante del detective y obligándolo a salir de su trance.- ¡Te he llamado tres veces! ¡Baja de las nubes!

-¡No hace falta que gri...!-Heiji fue bajando la intensidad de su voz hasta quedarse callado.

Kazuha estaba ante él sonriente, con un sencillo vestido azul que rozaba el marino cubriendo sus bellas curvas. Sus tirantes se cernían sobre los hombros de la chica y se unían en el escaso escote del traje, que dejaba adivinar sólo un trozo del comienzo de los senos de aquella princesa de cuentos de hadas. En su cintura se encontraba anudado una fina cinta del mismo color que fijaba los límites de sus caderas, por las que el resto del vestido caía hasta por debajo de sus rodillas con un poco de vuelo. Sus pies estaban cautivos por un par de manoletinas azules opacos, y su precioso cuello era decorado por una gargantilla negra. Su pelo no estaba esta vez dominado por un lazo. Esa noche fluía por su espalda y protegía sus hombros.

-¡Heiji! ¿Otra vez?-Dijo la chica, chasqueando molesta los dedos delante de su cara.- ¡Vuelve de Narnia!

-¿Eh?-Gruñó Heiji, dejando atrás ese mundo de maravillosas fantasías en el que se encontraba.

-¿Qué tal estoy?- Preguntó ligeramente sonrojada.

-Estás con el pelo suelto. ¡Viva el cambio!-Respondió irónicamente el moreno, disimulando su asombro.- ¡Sube al taxi de una vez o llegaremos tarde a la fiesta!

-Eres imbécil...-Murmuró audiblemente la chica mientras montaba en el automóvil.

El taxista arrancó el coche y comenzó a moverse.

-Siéntete afortunada, me vas a tener de guardaespaldas toda la noche...-Rumió Heiji, mirando por la ventanilla.

-¿Y quién te necesita a ti?-Le echó en cara la muchacha.- Que yo recuerde, no te pedí que me protegieras ni nadie te obligó a venir a la fiesta, así que si vienes es porque te sale de las narices.

-¿Crees que me he metido en este absurdo traje por gusto?-Preguntó el joven señalando su atuendo.-Conozco a esas amigas tuyas degolladas, seguro que en la fiesta habrá alcohol y tíos deseando echarte el guante...

-¿Me crees incapaz de defenderme de los cuatro chulitos de turno?-Cuestionó casi ofendida Kazuha, mirando seria a su amigo.- Te recuerdo que soy campeona de aikido. Además,creo que tengo una edad en la que puedo decidir si tomo drogas o no, y creo que la respuesta es evidente.

-Oh, es cierto, olvidé que puedes mandar a una burra a China de un soplido... Pobre del inocente que se te acerque...-Rió el joven.- Pero conozco a gente que ha acabado sucumbiendo al consumo de drogas por presión social a pesar de tener una voluntad de hierro. Y en las fiestas de esas dos la presión de grupo no es algo que brille por su ausencia...

-Sabré arreglármelas, no nací ayer...

-No físicamente.-Se burló el moreno.

-Se está rifando una ostia y tú tienes todas las papeletas...-Amenazó la ojiverde, levantando la mano.

-Tranquila, tranquila, cuida tus modales que ya hemos llegado...-Dijo Heiji, intentando cambiar de tema.

Se encontraban ante la entrada a la enorme mansión. Era una casa enorme, de dos pisos, de color blanco completamente. Un montón de pilares aguantaban el peso de los numerosos balcones de la residencia. Todo ello rodeado de una inmensa parcela de césped en el que de vez en cuanto se podía adivinar un pequeño trazado de camino que llevaba a algún lugar del terreno, adornado con fuentes, arbustos, jardines y árboles. Era una auténtica réplica de la Casa Blanca de Estados Unidos.


Nada, que si os gusta o tenéis curiosidad por saber cómo sigue, me ponéis un review, ¿vale?