Malditas pociones!!

Tras la muerte de Sirius, Harry, aun en shock, había regresado al castillo y escuchado de labios de Dumbledore la profecía maldita. Durante los escasos días restantes del curso, el muchacho deambuló por el castillo, más parecido a un fantasma que a un ser humano, apático, silencioso e indiferente a todo lo que sucedía a su alrededor, ignorando los esfuerzos del trastornado Remus y los tímidos intentos de sus amigos por hablar con él.

El único que logró sacarle de su apatía fue Snape, dándole una detención por su escasa atención e indolencia en la última clase de Pociones. Los ojos verdes destellaron con furia y cólera por un segundo, antes de volver a apagarse, y con una mansedumbre inusual, el muchacho asintió antes de recoger sus cosas y marcharse en total mutismo.

Los ojos negros de Snape le siguieron y una sombra de preocupación nubló la expresión severa y fría del espía, que murmuró para sí:

No estoy seguro de que esto sea buena idea Albus, pero al menos le dará otras cosas en las que pensar. Por otro lado, para Draco, tal vez sea la única oportunidad de sobrevivir a esta perversa guerra.

EL Griffindor se encaminó a su dormitorio, e ignorando la charla de sus compañeros de cuarto, se dejó caer pesadamente en su cama y cerró las cortinas. Un pergamino crujió bajo su peso y el muchacho rodó para recogerlo. Era una nota del Director, que le citaba para justo antes de su detención con Snape. Apretando los puños, el moreno reprimió su enojo con dificultad. No deseaba hablar con nadie, y menos con el Director. De hecho, en los últimos días no había abierto apenas la boca y no pensaba cambiar eso de momento. Pese a su aparente calma, la ira y el dolor bullían bajo la superficie, apenas contenidos por el férreo autocontrol del muchacho, que aun no había derramado una sola lágrima.

La gárgola le dio acceso apenas se plantó frente a ella y susurró casi inaudiblemente la contraseña – caramelos de regaliz - y el moreno llamó con los nudillos a la puerta de roble del Director.

Adelante Harry.

El muchacho se sentó frente al anciano director que le observó con sus penetrantes ojos azules, mientras se acariciaba la blanca barba suavemente. Con un suspiro, y mientras Fawkes emitía un trino melancólico, el hombre se reclinó en su sillón y comenzó a hablar.

¿Cómo te encuentras Harry? Me ha parecido observar que estas un poco… abatido.

Una mirada de fría indiferencia fue toda la respuesta del moreno, que se sentó aun mas rígidamente en la silla, pugnando interiormente por no derrumbarse y comenzar a gritar o a llorar.

Ya veo. Supongo que no quieres hablar conmigo… todavía.

La tensión se hizo evidente en la cara del muchacho, y el aire comenzó a rielar a su alrededor, la magia pugnando por brotar, enojo y tristeza a partes iguales, amenazando con desbordarle. Ignorando estos preocupantes síntomas, Albus le presionó aun más y con voz firme añadió.

Está bien. Cuando acabes la detención volverás directamente aquí, y hablaremos sobre todo esto Harry.

El muchacho lo observó por un instante en su obstinado silencio, y se marchó bruscamente antes de perder por completo los nervios.

Al llegar a la mazmorra, encontró a Snape ya sentado detrás de su mesa y sorprendentemente, a Draco Malfoy, pálido y con cara enojada, sentado detrás de una mesa donde reposaban dos calderos.

El profesor alzó la cabeza al oírle entrar y le tendió un pergamino. Mientras hablaba con voz seca, el hombre le miró con ojos duros y penetrantes.

Van a realizar cada uno una poción diferente. Cada uno realizará su parte, según las instrucciones. Al final, y tras embotellar muestras individuales, Malfoy mezclará las mismas con el contenido del caldero que les he dejado ahí, para obtener la poción final. ¿Entendido?

Harry asintió y leyó sus instrucciones, ignorando completamente a su compañero de mesa. Poco a poco, ambos fueron realizando las tareas asignadas y de sus calderos comenzó a brotar vapor. Finalmente, y mientras Snape les había dejado a solas, encerrándose en el despacho anexo a la clase, Draco procedió a la mezcla de las pociones. El líquido siseó y borboteó alarmantemente y de repente, la poción estalló creando el pandemónium.

Ambos quedaron literalmente cubiertos con la sustancia resultante, especialmente Draco, que estaba inclinado sobre el caldero, mientras el laboratorio se llenaba rápidamente de un espeso vapor blanquecino y pegajoso, de olor dulzón y empalagoso. Harry escuchó gritar a Draco, cada vez más aguda y urgentemente, y el ruido de algo pesado al caer al suelo, entre el tintineo de frascos rotos. La niebla comenzó a disiparse, y mientras el moreno tosía y se restregaba los ojos irritados, escucho gritar a Snape a pleno pulmón.

¡Draco Malfoy! ¡Eres un incompetente! ¿Es que no sabes hacer una simple mezcla como esa?

Un sollozo ahogado brotó de algún lugar detrás del Griffindor y cuando este pudo por fin incorporarse sobre sus pies, tambaleándose un poco, los ojos irritados y nublados, descubrió que el rubio parecía haber acabado de alguna manera bajo el hueco formado entre el pupitre adyacente y una balda con ingredientes y muestras que había volcado sobre ellos, y se sujetaba las rodillas con las manos, ocultando la cara entre las piernas, temblando, a juzgar por cómo se estremecía el bulto arrugado de su túnica.

¡Draco! ¡Ven aquí inmediatamente!

El profesor parecía fuera de sí, y por una vez, Harry no era el objeto de su ira.

N..no lo haré mas, lo p..pr…prometo!

La voz inusualmente aguda, temblorosa y tartamudéante de Malfoy le sorprendió, y el Griffindor se arrodilló para mirar debajo del pupitre, parpadeando una y otra vez para deshacerse de la molestia y el escozor de sus ojos y se quitó las gafas para limpiarlas y frotárselos. Sorprendentemente, su visión se aclaró instantáneamente, pero no fue eso lo que le inmovilizó.

Bajo el pupitre, un niño rubio y de pelo largo lloraba hipando silenciosamente, hecho un ovillo, y envuelto en unas ropas demasiado grandes para él. Arrodillándose e ignorando las furiosas protestas vocales de Snape, Harry metió la cabeza bajo el banco, sintiendo como todo el dolor y desolación de sus primeros años de infancia volvían de nuevo a él. El chiquillo se apartó sin mirarle contra la pared, sollozando desesperadamente mientras susurraba aterrado, deslizándose en el hueco bajo el gran armario de roble que contenía los ingredientes:

Pp…pa…padre…por favor! Lo hare mm..mejor, lo p..pr…prometo!

Alzándose de debajo el banco, el Griffindor arrastró el pesado mueble, ensordeciendo con su chirrido al chiquillo, que chilló despavorido, oculto en su refugio.

Tenemos un gran problema, Profesor.

Murmuró haciéndose oír por primera vez, girándose para enfrentarse al hombre que aun estaba gritando improperios. Su gesto se hizo duro y cruzó los brazos frente al pecho y exclamó con cierto énfasis:

Si no quiere asustarlo aun mas, le recomendaría bajar la voz, Profesor. Los niños pequeños no reaccionan bien cuando les gritan.

Snape cerró la boca por un instante, y le miró con aire de pensar que había perdido definitivamente la cabeza, y exclamó aun más enfurecido y con nuevas fuerzas:

¿Qué majaderías está diciendo Potter? ¿Malfoy?! ¡Salga inmediatamente!

Con un destello de enojo en los ojos, Harry se le enfrentó, defendiendo vigorosamente al niño de un abuso que él mismo había sufrido durante años sin que nadie hiciese nada por ayudarle, aunque su voz se mantuvo en un tono relativamente bajo:

¡No le grite! Es solo un niño! ¿No ve que no sabe qué ha pasado y está aterrado?

Cállese Potter!

Con una calma helada, el joven contestó, manteniendo su gesto, interponiéndose en el camino que el adulto inició hacia el niño en que Draco se había transformado ahora.

Cállese Ud, Profesor. Y déjeme a mí.

El hombre le miró con ojos entrecerrados, pero finalmente asintió y se apartó un poco, mientras recogía con su varita los destrozados calderos y los restos de poción e ingredientes salpicados por todos lados.

Harry se arrodillo junto al armario y se tumbó sobre el vientre y el pecho para observar al niño, que sollozaba, al borde de la histeria. Un olor acre hirió el olfato del muchacho y vio que una mancha de humedad se extendía bajo el chiquillo, que se había orinado encima de puro miedo. Con voz baja y calmada preguntó:

Hey, estas bien, Draco?

El rubio le ignoró y se apretó más contra la pared, como si temiera que le arrastraran fuera de su precario refugio. Harry, con paciencia, se quedó donde estaba y al cabo de unos minutos, pese al ocasional ruido que el profesor ocasionaba recogiendo los daños, el niño se fue calmando y le dedicó una mirada atemorizada.

¿Te has lastimado, te duele algo Draco?

Los ojos grises le miraron con cierta curiosidad, y el chiquillo denegó levemente tras una vacilación, la misma que Harry experimentaba cuando Dumbledore le preguntaba si tenía algo que contarle.

¿Seguro? Me pareció que te habías dado un golpe.

En apenas un susurró, la vocecita infantil murmuró con timidez, mientras el niño se giraba un poco más hacia él, la cara llena de churretes de lágrimas y polvo.

Me duele un poco la tripa, y la cabeza también.

La alarma tiñó su voz y dilató sus ojos con miedo de nuevo.

¡Pero no se lo digas a mi padre!

No lo haré, lo prometo.

Removiéndose en el duro suelo, el chiquillo susurró:

Padrino no es malo, solo me grita si padre está cerca, pero él nunca me pega.

Harry sintió que su alma se rompía en pedazos, y escuchó tintinear todos y cada uno de los frágiles fragmentos al estrellarse en el suelo.

"¿Era posible que Draco hubiese tenido una infancia como la suya? ¿Qué bajo la perfecta fachada de hielo se ocultase un niño maltratado?"

El moreno sonrió levemente y murmuró con dulzura, tendiéndole una mano:

Nadie va a pegarte Draco, lo prometo. Ven conmigo.

El rubio miró la mano ofrecida, y pese a que una lucecita de esperanza brilló en sus ojos grises por un instante, pronto se apagó:

Pero tengo que volver a casa, y padre va a enfadarse mucho…

Sollozó calladamente, y añadió compungido, acurrucado en la penumbra de su refugio.

¿Y tú, quien eres? ¿Dónde estamos? ¿Y cómo sabes mi nombre?

Descubriéndose la frente con la mano que no tenía tendida hacia el niño, el moreno murmuró sonriente, mientras los ojos grises se dilataban de sorpresa:

Alguien que quiere ser tu amigo Draco. Tal vez esto te diga algo…

Harry Potter!

Susurró el chiquillo con asombro al ver su cicatriz. Se aproximó gateando sobre los codos y tendió una mano temblorosa hasta casi rozar la piel enrojecida y rugosa.

¿Eres tú?! ¿De verdad? ¿Has venido… a llevarme contigo?

Preguntó casi temeroso, en un susurro reverente y esperanzado. Harry asintió y los dedos infantiles tocaron su frente, arrancándole un estremecimiento involuntario, secundado por el niño.

¿Y no dejaras que me lleve… él de nuevo, verdad?

Musitó con terrible angustia en los ojos el chiquillo, a duras penas pronunciando las palabras tras sus labios entrecerrados.

Yo cuidare de ti, te lo prometo Draco. ¿Para qué están los amigos?

El chiquillo vaciló, y le miró con indecisión, mordiéndose el labio, receloso aun.

Yo…Yo nunca he te…tenido un amigo. ¿Qué hay que hacer… para ser amigos?

Harry sonrió y murmuró:

Nada, solo confiar el uno en el otro, y ayudarnos siempre que se pueda.

El rubio le miró con ojos asombrados, alzando las cejas casi invisibles y susurró incrédulo:

¿Quieres que te ayude? ¿Yo?

El niño denegó y se encogió sobre sí mismo, avergonzado y musitó entre dientes:

Padre dice que soy un cobarde, porque tengo miedo de las cosas.

El moreno asintió, tumbado sobre el frío suelo, y añadió sonriendo de nuevo:

No eres cobarde Draco. Ser valiente significa enfrentarse a lo que te asusta. Estoy seguro de que tú eres muy valiente Draco, y de que eres capaz de ser mi amigo, aunque ahora te asuste un poquito.

El rubio le miró dudando, pero finalmente se escurrió por debajo del hueco y saltó a los brazos del muchacho, que se encontró con un cuerpecito tembloroso aferrado estrechamente al suyo, mientras una vocecita murmuraba en su oído:

Seré muy bueno, de veras, Harry. Yo también quiero ser valiente como tú. Pero sigo teniendo miedo de padre…

El Griffindor se levantó, sosteniéndole y envolviéndole en su abrazo, y el niño hundió la cara en su pecho, sollozando silenciosamente. Snape se aproximó a ellos pero Draco se aferró con uñas y dientes al muchacho, llorando y pataleando, cuando el adulto intentó separarle de su nuevo amigo.

No! Quiero ir con Harry! ¡Con Harry!

Su voz se hizo casi histérica cuando chilló, al notar que el abrazo del moreno cedía.

Lo prometiste!!

Inmediatamente Harry le reacomodó, apretándole de nuevo contra su pecho y murmuró:

Déjelo, Profesor. Está bien así, verdad Draco?.

Enroscándole los brazos fuertemente al cuello, Draco sollozó audiblemente mientras avanzaban hacia la enfermería, conducidos por un ceñudo profesor de pociones, cuya mirada hubiera petrificado a cualquiera de puro terror:

Lo prometiste!

El rubio angelote hipaba desconsoladamente, al borde del ataque de nervios otra vez, y Harry murmuró tranquilizadoramente, acariciándole suavemente el cabello.

Claro que sí Draco. Tu padrino no quiere separarnos, solo comprobar que estas bien, verdad?

El hombre asintió, pese a su evidente mal humor, y Draco le miró con sus ojos enrojecidos por el llanto por entre sus largos flequillos rubios. Apretando entre los dedos un mechón del cabello del moreno, el niño se apartó un tanto, miró al adulto de reojo y murmuró avergonzado:

Estoy bien tío Sev. Solo me duele la tripa…

Entraron a la enfermería y Madame Pomfrey intentó hacer que Draco se sentara en una de las camas, sin mucho éxito. Finalmente, Harry se sentó con el niño en brazos y le calmó un tanto, asegurándole que la enfermera iba a examinarle a él primero. Draco consintió en sentarse a su lado, aferrando su túnica convulsivamente, lanzando miradas recelosas a su padrino y a la madura bruja, examinando el hospital..

La enfermera exploró con su varita a Harry y luego se giró, expectante, hacia el chiquillo, que pregunto casi inaudiblemente mirando el Griffindor con ojos asustados:

¿Duele?

El moreno denegó y el niño se dejo hacer, aunque aun sujetaba apretadamente la túnica del Griffindor entre sus dedos. Examinando los pergaminos de los resultados, con ceño fruncido, la enfermera les miró y les indicó la puerta del baño:

Deberían quitarse esas ropas y cambiarse mientras reviso esto.

Suavizando el gesto Snape preguntó:

¿Quieres que te ayude Draco?

Denegando, el Slytherin murmuró tímidamente, lanzando una mirada furtiva a su nuevo amigo.

¿Puede hacerlo Harry?

Claro que si, vamos.

El chiquillo enlazó su mano en la del moreno y le acompañó hasta el baño, lanzando miradas curiosas a su alrededor. El moreno le vio pelearse con sus ropas, y le ayudó a desabotonar la camisa y a quitarse la corbata. Los pantalones resbalaron de las estrechas caderas sin problema y el niño retrocedió un tanto azorado, y Harry le dejó a solas en su propia ducha.

Draco no aparentaba más de 6 o tal vez 7 años, y mientras se duchaba concienzudamente, el moreno le oyó removerse en la cabina contigua. Estaba casi listo, cuando una vocecita angustiada preguntó:

¿Harry?

Ya voy Draco.

El joven se enrolló una toalla en la cintura y se asomó cuidadosamente. El rubio estaba semienvuelto en una toalla, pero su pelo y su piel estaban aun llenos de jabón. Preguntó con voz algo asustada y ojos nerviosos e inquietos como los de un animalillo.

¿Vas a limpiarme tú?

Harry frunció el ceño, perplejo, y reprimiendo un creciente enojo al ver el gran cardenal que asomaba del vientre del niño, en el que se adivinaba la forma exacta de una bota, claramente grabado en su costado de piel pálida, así como las marcas de numerosos dedos en sus brazos y hombros.

Si quieres que lo haga...

Su respuesta fue cariñosa y Harry miró a su alrededor, buscando una esponja y gel, pero denegando y retrocediendo un paso, el chiquillo murmuro casi inaudiblemente, bajando la vista, sonrojado.

Padre dice que solo él puede bañarme, pero no está…y…

El Griffindor sintió que se le erizaba la piel y su magia comenzó a bullir, cada vez mas alterada. Respiró hondo, recordando que si se descontrolaba probablemente asustaría a Draco y se contuvo un tanto. Con una sonrisa forzada, se arrodilló frente al rubio, que le miró, aun asustado.

Cuéntame por qué crees que no puedes ducharte solo.

El niño miró al suelo, y se removió inquieto. Comenzó a hablar con voz apenas audible y Harry tuvo que hacer un gran esfuerzo para entenderle.

Padre siempre me baña con él por las tardes. Me deja jugar en su bañera, y eso es…divertido, es el único rato en que esta calmado. Pero… desde hace algún tiempo, es diferente. Mi… colita empezó a dolerme un día, estaba irritada y padre dijo que iba tener que lavármela bien para que dejara de doler. No me gustó, pero era cierto. Desde entonces me pasa casi siempre, y si me… toco, aun es peor, y padre dijo que yo tenía que ayudarle a él también cuando la suya se irritase.

El Griffindor se tragó amargamente la rabia y la ira que amenazaban con hacer estallar su magia y se centró en la criatura indefensa que temblaba ante él, sonriéndole levemente con afabilidad.

Draco, escúchame bien. Lo que tu padre ha hecho, no está bien. Un adulto no debe tocar así a un niño. Puedes hacerlo tú, si te apetece. Pero ese tipo de caricias y otras son privadas, íntimas, para intercambiar solo entre una pareja.¿Lo entiendes?

El niño asintió, con sus bellos ojos de plata reflejando su temor, pero murmuró:

Aun me duele, Harry.

El moreno le quitó la toalla un momento con delicadeza y vio que efectivamente, el aun infantil miembro estaba hinchado y semierecto. Le empujó bajo el chorro de agua tibia que había abierto de nuevo y susurró:

Inténtalo, y si no da resultado, le pediremos ayuda a Severus o a Popy, vale?

Draco asintió a regañadientes y se volvió de espaldas, mientras Harry le dejaba a solas y se vestía, rumiando furia y bilis.

"Lucius, vas a pagar por esto, te lo aseguro"

El sollozo del rubio atrajo su atención poco después y Harry descorrió la cortina. El chiquillo gemía bajo el agua, y la piel irritada y enrojecida de su pene no daba lugar a dudas. Lo había intentado, pero algo no iba bien. Frunciendo el ceño con enojo el moreno murmuró:

Draco, yo no sé cómo ayudarte con esto. Tenemos que decírselo a tu padrino…

¡No! Por favor…

Jadeó, los ojos repentinamente asustados. Mordiéndose el labio con indecisión, el chiquillo susurró, mirándole mientras el moreno le envolvía en una toalla.

Por favor, no se lo digas Harry…Entonces lo sabrá…sabrá que padre me hace…cosas…

Bajó la cabeza y musitó ahogadamente y entre dientes, a punto de echarse a llorar:

Es culpa mía…soy malo…soy un niño malo…

Harry le acarició la mejilla y murmuró, alzándole la barbilla suavemente y mirándole a los ojos, ahora húmedos de lágrimas, enganchadas a sus pestañas color caramelo:

No, Draco, no es culpa tuya. Mi…tío me hacía esas cosas y sé cómo te sientes…

Los ojos grises se dilataron de asombro y estudiaron el rostro del adolescente por unos instantes, y con timidez el niño susurró, apesadumbrado:

¿A ti también?

Asintiendo con un leve gesto, los ojos verdes llenos de sufrimiento y tristeza, el Griffindor repitió:

No es tu culpa, Draco. Estoy seguro de que tu padrino lo entenderá y podrá ayudarte…

Las lágrimas rodaban por las pálidas mejillas, mezcladas al agua y el chiquillo denegó, sollozando una vez más, desesperanzado. Harry suspiró y manipuló las llaves, murmurando "Está bien", cerrando el agua caliente y abriendo la fría, y le hizo colocarse de nuevo bajo el chorro helado. En poco rato, los sollozos fueron sustituidos por escalofríos y el moreno le sacó de la ducha, envolviéndole en una gran toalla, de pies a cabeza, apretándole contra su pecho y meciéndole suavemente.

Draco se adormiló, agotado y algo más calmado, y el Griffindor lo llevó entre sus brazos a la enfermería, donde aguardaban los adultos. Sus labios amoratados llamaron la atención de Poppy, que enarcó una ceja al tocar la piel helada del chiquillo. Sin pensarlo siquiera, Harry miró directamente a Severus, manteniendo una extraña expresión serena en el rostro, y cuando alzó una ceja, haciendo un gesto en dirección al niño, y volviendo a desafiarle con sus grandes ojos verdes, asintiendo imperceptiblemente, el espía casi se cae de espaldas de la impresión.

Aquel chiquillo insolente y descarado le estaba invitando a entrar en su mente, pese a las malas experiencias que habían compartido, por Draco. Sin dudarlo, y mucho mas gentilmente de lo que nunca habían sido sus sesiones previas, el hombre entró en la mente del muchacho y vio sus más inmediatos recuerdos, mezclados con breves fragmentos de memorias mucho más antiguas, dolorosos recuerdos de malos tratos, palizas y abusos sexuales de su infancia.

El hombre salió de su mente, absolutamente anonadado por lo que había visto de ambos chicos. Su idea del carácter del muchacho cambio radicalmente en unos instantes y mientras Poppy iba a buscar pociones y ungüentos para ambos, el profesor murmuró con voz consternada:

¿Hasta cuándo?

Con voz indiferente y expresión vacía, el muchacho replico en un susurro.

¿Quién dice que haya terminado? Por eso… siempre me quedo en vacaciones.

El retorno de la enfermera con una bandeja les interrumpió, y la mujer murmuró con eficiencia y tono algo cansado:

Potter, esto debe curar la contusión de su espalda, no es nada serio, pero no voy a arriesgar nada con Uds dos. Su vista se ha corregido, pero no sé si el efecto será permanente o solo temporal. La poción curativa en que estaban trabajando es…experimental por lo que Severus me ha informado. Así que por ahora no necesita sus gafas.

Tras un suspiró añadió, mirando al niño que reposaba entre sus brazos, ahora finalmente dormido.

El Sr Malfoy presenta un cuadro algo más complicado me temo. Sus lesiones visibles no son reales, tan solo un remedo, un reflejo de lo que en su día fueron, aun que sin duda le duelen. El cardenal de su costado debió haberle fisurado dos costillas en su momento, y el golpe de la cabeza fue fuerte. Actualmente, lo más preocupante en su estado es su cambio de edad, para el que no encuentro explicación, me temo.

Miró a Severus y preguntó con curiosidad, matizada con cierto enojo.

Su registro medico actual no coincide con el que mantengo guardado. Su cuerpo, pese a la apariencia de edad, conserva las huellas de lo que ha sufrido a lo largo de su vida real y hay numerosas lesiones que me resultan completamente desconocidas. Y el del Sr Potter ha sufrido un cambio similar y tampoco es tranquilizador.

Hizo una pausa, mientras el hombre alzaba las cejas comedidamente, en una muestra inusitada de emoción que no fue inadvertida para el Griffindor. Con voz ya claramente enojada, la enfermera añadió, entregándole dos juegos de pergaminos:

Albus siempre ha insistido en que no realizara este tipo de revisiones completas de los chicos, y ahora sé porque. Sé que hay hechizos capaces de ocultar estas cosas, y que los asuntos familiares son...delicados, pero, francamente…esto es demasiado grave para ignorarlo. He generado también los informes habituales, pero me gustaría saber que alguien va a ocuparse de esto Severus.

Snape asintió y guardó los pergaminos en su túnica y sacó su varita. Con un gesto murmuró "Obliviate" y Poppy desenfocó los ojos por un instante antes de murmurar con su voz habitual, una vez que el profesor susurró algo en su oído y guardó la varita:

Me preocupan mucho los chicos. Voy a por Albus. ¿Puedes encárgate de ellos un rato?

Claro. Yo me ocupo.

El hombre asintió y se sentó junto a Harry, que había permanecido en total silencio durante el intercambio de los adultos. Apenas la enfermera desapareció por la puerta, el hombre erigió una barrera de privacidad, pese a que estaban solos en la enfermería, y observó atentamente al muchacho. Su percepción de lo ocurrido con ambos acababa de cambiar radicalmente, ya que si bien sabía con certeza que Draco sufría malos tratos por parte de su padre, nunca imaginó que los abusos fueran también de índole sexual.

Y Harry, bueno, después de haber sido su profesor de Oclumencia y creer que el muchacho simplemente no se esforzaba, reconoció su grave, no, gravísimo error. Harry había protegido efectivamente sus peores recuerdos de él, pero los restantes eran tan malos y desconocidos para él, que nunca había sospechado nada similar ni remotamente. Con ojos serenos aunque duros murmuró con ciertas dudas:

¿Dumbledore sabía algo de esto?

El muchacho asintió, acariciando con aire ausente el cabello platino de Draco, y le dedicó una mirada preocupada antes de volver su atención al profesor. Nunca le había sido fácil fiarse de los demás y mucho menos de los adultos, pero algo le impulsaba a confiar ahora en el hombre y añadió en un murmullo casi ahogado:

El Director lo sabía todo. Las palizas, los abusos, que me tío me…prestaba, por dinero, nada era nuevo para él. Le rogué y le suplique que no me hiciera regresar con ellos, pero me dijo que mi lugar estaba en esa casa y que se aseguraría de que no pasara ni un día de las vacaciones de verano fuera de ella si se lo contaba a alguien.

Sus ojos verdes chispearon con una súbita llamarada y Severus notó la magia alterarse en torno a ellos, enojada y furiosa, antes de que el chico la pusiera de nuevo bajo control, retomando su relato.

Así que hice algo al respecto. Elaboré una poción, me costó todo un semestre del primer curso encontrar la receta adecuada, y elaborarla en secreto, robando los ingredientes del laboratorio, no fue fácil. Logré terminarla exitosamente para el verano de segundo, y se la di, mezclada con el zumo, apenas regresé ese verano.

El moreno endureció el gesto y su mandíbula se tensó levemente cuando murmuró, los ojos fijos en los de su profesor, destilando una rabia helada que hizo estremecerse al hombre.

Mientras más me forzaba, mas impotente se volvía. Durante el verano siguiente, la poción hizo pleno efecto. Ahora solo puede mirar mientras los otros…

Severus abrió la boca y tras boquear por unos instantes murmuró atónito:

¿Me estás diciendo que elaboraste tu solo una rarísima poción de la sección prohibida, la Impotens coeundi-erigendi? ¿Y qué dejaste que…?

El Slytherin le contempló con nuevos ojos y se arrodilló delante del muchacho, sobresaltándole.

Harry, te prometo que si está en mi mano y puedo evitarlo, nunca volverás a pasar por eso de nuevo, ni Draco tampoco. El Director vendrá pronto, pero quiero que hagas algo por mí. Sígueme la corriente un rato y finge que estas enojado, y que…me odias.

Con una semisonrisa, el adolescente murmuró:

Eso será fácil, Profesor. ¿De veras va a ayudar a Draco?

El hombre asintió adivinando el ¿Y a mí también? que no fue pronunciado y su rostro se distendió en una leve sonrisa, aun arrodillado ante sus dos alumnos, su ahijado y favorito y el hasta ahora habitual objeto de sus iras. Con suavidad, alzó una mano y apartó un mechón de cabello casi blanco de la frente del niño dormido, notando la inmediata tensión en el cuerpo del moreno, que le miró evaluando el gesto como un potencial peligro.

El adolescente le estudió unos segundos y cambió levemente de postura, relajó un tanto los hombros, aunque aferró con más firmeza a Draco entre sus brazos murmurando protectora y posesivamente, mientras le apartaba de una nueva caricia de su padrino:

Déjelo a él en paz, solo déjelo a él y yo….

El gesto de Severus se transfiguró instantáneamente y sus ojos relucieron, brillando peligrosamente. Harry suspiró levemente con cierto desaliento, bajando levemente la mirada, perdiéndose el gesto del hombre, Después de todo, era lo que los hombres adultos siempre querían de él, pero supuso que al menos habría alguna mínima ventaja en este trato. Podía equivocarse, pero Snape no parecía ningún sádico, y cualquier cosa que no implicase dolor…estaría bien para él.

El hombre retiró la mano y dejó caer cualquier barrera, intentando hacer ver al lastimado adolescente que podía confiar en él.

No tengas miedo Harry.

Desafiándole ahora con sus ojos verdes el muchacho murmuró resuelto y vehemente, aun recelando, pero dispuesto al parecer a todo con tal de proteger a Draco:

No tengo miedo de Ud.

El mudo intercambio de miradas fue tenso, y poco a poco, la rigidez de Harry cedió sutilmente, cuando la sinceridad que afloraba en los ojos negros llegó a su alma lastimada. Tragó saliva con indecisión y Severus volvió a esbozar una sonrisa, susurrando.

No tengas miedo…de confiar en mí Harry.

Con un susurró angustiado, el moreno le miró con ojos brillantes y añadió una última cosa, un peso que llevaba en el alma:

Sirius, le dije que este verano me iría con él, dijera lo que dijera Dumbledore y ahora…está muerto.

Severus tendió de nuevo la mano hacia él, muy despacio y le hizo una breve caricia en el pelo aun húmedo, mientras una lágrima rodaba por su mejilla.

Eso no es culpa tuya. Nada de esto es culpa tuya Harry.

El hombre le enjuagó la solitaria lagrima y se puso en pie, susurrando.

Dumbledore está al llegar. No debe verte así, recuérdalo.

En instantes el rostro del joven volvió a ser el mismo de siempre y cuando los pasos graves del Director resonaron por el corredor, Severus deshizo el hechizo y gruño sonoramente, con su típica cara de desprecio.

Los azules ojos estudiaron la curiosa estampa del moreno sosteniendo entre los brazos a un niño rubio dormido desde detrás de sus gafas de media luna. Draco parecía un querubín y se aferraba incluso en su sueño al moreno, que permaneció frio e indiferente ante la alta y delgada figura del Director.

¿Qué ha ocurrido Severus?

El tono de su voz le dijo a ambos que el anciano mago no estaba satisfecho con lo que había sucedido, y aunque en su rostro se reflejaba una sonrisa afable, la cautela enfriaba sus ojos.

Un accidente inesperado, Director, con…extrañas consecuencias.

La mirada de desprecio del Slyhterin fue tan intensa cuando sus ojos se giraron hacia el adolescente, que Harry sintió verdadero pánico por un momento.

Potter, como siempre, se las ha arreglado de alguna manera para organizar este desastre. Y el perjudicado es Draco.

Contemplándoles de nuevo, el Director preguntó con aire falsamente paternal:

¿Alguna idea al respecto; Severus?

Frunciendo el ceño el hombre replicó con sequedad:

Malfoy no pude regresar así a su casa. Y además, no hay manera de alejarle de Potter. Lo más seguro es mantenerlos juntos, hasta que averigüemos como revertir esto y devolverle a su edad real.

Dumbledore pareció meditar concienzudamente, y murmuró:

¿Lucius estará conforme con esto? No lo sé, tal vez sea mejor enviar a Harry de vuelta a Privet Drive, y retener al joven Malfoy bajo nuestra custodia.

Con un gruñido exasperado, el Slytherin denegó con aire ultrajado y miró venenosamente al moreno una vez más, antes de girarse al Director:

Por supuesto que Lucius se opondrá!. Pero está en Azkaban, no?. Que proteste lo que quiera! Draco estará perdido apenas ponga el pie en el estribo de ese tren. No pienso enviarle derecho al matadero…

Callándose bruscamente y gruñendo mientras miraba con enojo al moreno, Severus cruzó los brazos ante el pecho, como si estuviera conteniéndose a sí mismo para no agredir al muchacho. Meditando unos segundos, el canoso Director añadió, haciendo relucir sus ojos con dureza:

Está bien Severus, puedes quedarte con Malfoy, pero Harry regresa mañana a su casa, así que lo mejor es que lleves al chico a tus habitaciones ahora mismo.

Severus se inclinó sobre Draco y con una mirada de disculpa secreta entre los dos, sacudió a su ahijado con fuerza, sobresaltándole y le dijo con rostro severo.

Vamos Draco. Vas a venir conmigo ahora. Harry tiene que marcharse.

Los ojos asustados y confusos de Draco miraron al nuevo extraño con recelo, a su padrino y por último a Harry y susurró, de nuevo al borde de las lágrimas:

¿Ha…Harry?

El moreno sintió un nudo en la garganta y se odió a sí mismo por sucumbir, por ser débil, pero su voz fue firme y brotó llena de rencor:

No puedo ir contigo, Draco. El Director me manda a casa.

El niño sollozó entrecortadamente y le aferró:

Lo prometiste! ¡Prometiste cuidar de mí!!

Severus intentó apartarles y Draco lucho denodadamente por seguir aferrado a Harry, que volvió a abrazarle y murmuró en su oído, inaudible para los adultos:

Yo no quiero que te vayas Draco. Es él el que quiere separarnos.

El rubio chilló agudamente y pataleó, mientras Harry impedía que Severus le cogiese. Con enojo, el Director se adelantó y trató de poner fin al tumulto, exclamando con fuerza:

Ya basta Harry! Suelta inmediatamente a Malfoy!

Poniéndose en pie con el niño firmemente sujeto entre sus brazos, el Griffindor retrocedió gruñendo y su magia chispeó a su alrededor.

No.

Su voz fue serena y firme y su rostro lleno de decisión sorprendió incluso al profesor de pociones que pateó el suelo, exclamando con impaciencia:

¿Lo ve Director?

El hombre estudió al muchacho que le desafiaba abiertamente y su ceño se tensó levemente. Harry era demasiado valioso para dejarle fuera de sus manipulaciones y parecía que algo en sus cálculos había salido mal. Se suponía que el accidente tenía que haber aumentado el sentido de culpabilidad del joven, haciéndole más influenciable, pero algo había trastocado sus planes. "¿Cómo mantenerle controlado ahora?" La mirada recelosa y dolida de Harry hacia Snape no le pasó inadvertida, y una nueva idea cobró vida en su cabeza.

Severus?

El hombre se giró, tras asaetear con los ojos nuevamente al moreno y estudió impasible la faz del Director. "¿Cómo podía alguien permitir que se maltratase así a un niño?" Esbozando una de sus amables sonrisas el hombre musitó, mirando con aire secretamente divertido a Harry:

Creo que tendrás que hacer un pequeño…sacrificio, Severus.

Los dos adultos discutieron y tras muchas objeciones, un aparentemente reluctante y furioso Severus Snape accedió a tomar bajo su custodia a ambos muchachos, recibiendo nuevas miradas de odio del moreno, que simplemente se limitó a aferrar aun más fuertemente a Draco, susurrándole:

Ssh… todo va a salir bien, Draco.

Espero que no me causes más problemas Potter.

Con un seco gruñido casi imperceptible, el joven recogió su magia, y cargó a Draco sobre su cadera, siguiendo al hombre que se alejaba sin aguardarle, ante la atenta mirada del Director que murmuró:

No me defraudes Harry, y compórtate bien.

Sin responder, el joven abandonó el hospital y apresuró el paso hacia el profesor de pociones, que ya enfilaba el descenso hacia las mazmorras, ignorándole por completo. Draco pesaba, no mucho, pero si ciertamente bastante como para que el moreno se resintiese ligeramente, sobre todo por el desequilibrio del peso. Sin embargo, Harry estaba acostumbrado al ejercicio físico intenso y aunque Draco era perfectamente capaz de caminar por sí mismo, estaba descalzo y el sentirle tan cerca reconfortaba de alguna manera al muchacho, tan poco habituado a esa clase de contacto físico.

Cuando alcanzaron los aposentos privados del profesor este abrió la puerta y el moreno entró con decisión, reprimiendo un escalofrío de disgusto. Muchos malos recuerdos tenían su origen en el despacho del hombre y atravesar este para llegar a sus habitaciones fue un mal trago para el Griffindor.

Una vez traspasada la puerta oculta tras una estantería, el hombre se giró hacia los dos muchachos y murmuró con aire realmente preocupado, tras activar un poderoso hechizo de privacidad, resguardando las estancias de posibles oídos indiscretos, reales o mágicos, y garantizando que nada de lo que se dijese allí, pudiese ser repetido fuera de aquellas paredes.

¿Estáis bien?

Draco asintió, al parecer acostumbrado a los súbitos cambios en el comportamiento de su padrino y aunque Harry tardó algo mas en afirmar, evaluándole de nuevo, algo confuso por el hechizo, ya que lo había reconocido, no parecía estar asustado ni enfadado.

Harry dejó en el suelo a Draco y este corrió hacia su padrino y le abrazó:

¿De veras podemos quedarnos contigo, padrino?

El hombre asintió y Draco sonrió, radiante y miró hacia Harry que de repente sentía un ramalazo de celos, al verle demostrar afecto al adulto. El niño pareció entender su gesto, al verle retroceder un paso, desviando la mirada y se aproximó hacia él, tirando de la chaqueta de su pijama del hospital, llamando su atención.

Los ojos de ambos se encontraron y Harry sonrió, olvidando su leve desazón, al ver el gesto del rubio, que le cogió tímidamente de la mano.

¿Seguimos siendo amigos?

Siempre, Draco, te lo prometo.

Draco le apretó la mano, y el moreno le acarició el sedoso cabello, simplemente olvidándose de todo lo demás. Severus estudió sus gestos, sorprendido del rápido lazo creado entre los dos muchachos, y meneó la cabeza. Harry parecía realmente encantado con el chiquillo, pero, ¿qué ocurriría cuando Draco retornase a su edad real? Aquello podía ser un problema, sobre todo teniendo en cuenta las peleas previas de ambos.

Suspiró y se acercó un poco más a ambos y carraspeó, llamando su atención:

Pediré algo de cenar y deberías ver como vais a acomodaros. Hay otro dormitorio ahí.

Señaló una puerta, a la derecha, y el moreno asintió en silencio.

Los jóvenes entraron en la alcoba y vieron que estaba ocupada por un lecho doble y que junto a la pequeña chimenea había un diván lo suficientemente espacioso como para acomodar a cualquiera de ellos.

Yo me quedaré el diván, vale?

Ofreció Harry, y el rubio trepó a la alta cama, asintiendo y tumbándose sobre la colcha. En apenas un par de minutos, mientras el moreno exploraba curioso el armario y los cajones vacíos y en desuso del amplio escritorio, el chiquillo estaba profundamente dormido y Harry no quiso despertarle.

Con cuidado, le quitó los calcetines, y ya que estaba en pijama, le cubrió con las sabanas, abrigándole. El niño se enroscó, suspirando de satisfacción y el moreno le dejó descansar. Aun recelando, salió cautelosamente a la zona común, y se detuvo al ver al hombre disponiendo la comida en una mesa.

El Profesor se giró y al ver que el joven cerraba la puerta preguntó:

¿Y Draco?

Se ha quedado dormido, Profesor Snape.

El hombre le indicó la mesa con un gesto y susurró:

Siéntate a cenar conmigo pues, Harry.

Si, Profesor.

Su respuesta fue tan dócil y comedida que el hombre alzó una ceja, sorprendido. Sirviéndose de las fuentes, el hombre se percató de que el muchacho no había hecho movimiento alguno y que permanecía inmóvil, simplemente sentado a su lado, la mirada pérdida en las manos que reposaban en su regazo. Con curiosidad y algo preocupado, murmuró, tendiendo una mano hacia el hombro de joven e inclinándose hacia él.

¿Te encuentras mal?

Harry se tensó instantáneamente, adoptando una postura rígida, y Severus notó el hormigueo de la magia del muchacho deslizarse sobre su piel, por un breve instante, como un ramalazo de corriente eléctrica y se sobresaltó.

Los ojos verdes centellearon mirándole intensamente por un momento y el joven respiró hondo un par de veces antes de que la energía que bullía detrás de sus pupilas se calmara un tanto. El moreno denegó primero, pero luego vaciló y mordiéndose el labio inferior con ansiedad, afirmó levemente, explorando las reacciones del adulto.

Severus se maldijo a sí mismo, por no haber anticipado que las reacciones de Harry iban a ser contradictorias y desconcertantes. Después de todo, nadie pasaba por lo que el joven había sufrido y sobrevivía sin alguna clase de trauma emocional. Tratando de relajar su expresión y sonriendo ligeramente murmuró con velado afecto:

¿Quieres contármelo?

Harry vaciló, le estudió de nuevo, inseguro y desconcertado, buscando alguna señal en las facciones del adulto y finalmente en un murmullo apenas audible comenzó a hablar, bajando levemente los ojos, aunque luego volvió a buscar los ojos de obsidiana:

Mi…familia nunca me dejaba comer con ellos. Yo limpiaba, hacia todas las tareas, cocinaba y les servía, y las sobras eran todo lo que había para mí. Eso si no estaba castigado, claro. Y a veces, si tenían una visita, y era embarazoso que no estuviera sentado a la mesa, tenía que sentarme y fingir que no me apetecía comer, beber agua y desaparecer.

Harry suspiró con cansancio y añadió:

¿Recuerda… el bulldog que me perseguía, Profesor?

Severus afirmó en silencio, ladeando la cabeza con curiosidad, aguardando las palabras del muchacho:

Marge le daba de comer en la mesa, y después, además, el maldito chucho recibía las sobras, aunque ya estaba harto. Tenía que robarle la comida, si no quería morirme de hambre.

El desaliento y la desesperación del joven eran aterradores. Y sus siguientes palabras, altamente clarificadoras, cuando sus ojos brillaron húmedos al murmurar con angustia:

¿Valgo menos que un perro?

Severus le contempló, y vio la realidad detrás de la perfecta fachada. Un muchacho profundamente herido, lastimado hasta el extremo, hambriento de afecto sincero y amor. Denegó y murmuró:

No Harry. Tu vida es preciosa, y yo la valoro en gran medida, al igual que lo hace Draco.

La mención del rubio arrancó un destello de emociones diferentes, cálidas, en los verdes ojos del muchacho y Severus sonrió levemente, una sonrisa extraña que hacía brillar sus ojos negros.

No sé como demostrarte que mis palabras son ciertas, que mi afecto es real, pero tal vez…

Suspiró, y contemplándole con cuidado, tratando de no asustarle, tendió de nuevo una mano hacia él joven. Cuando rozó su muñeca, la tensión reapareció instantáneamente, pero los ojos verdes no reflejaron miedo, tan solo una profunda tristeza. Delicadamente, el profesor tiró del muchacho hacia él y Harry se levantó inseguro, dejándose llevar con resignación.

Cuando el hombre le hizo sentarse en su regazo, un apenas audible suspiro de decepción brotó de su garganta y los ojos del muchacho se hundieron pesadamente en el suelo mientras el hombre le acomodaba sobre sus muslos. Todo su cuerpo adolescente vibraba como una cuerda de violín, anticipándose a la agresión que esperaba del adulto.

Severus le envolvió lentamente entre sus brazos, forzándole poco a poco a entrar en contacto con su pecho y Harry se dejó hacer, irresponsivo al gesto. Las manos del hombre reposaban en su espalda, y en apenas un susurro su voz grave acarició su oído:

Sé que nunca he sido muy amable contigo Harry, pero prometo amarte desde hoy como si fueras hijo mío, el hijo que nunca tendré. Tu y Draco sois mis niños, Harry …

La tensión aumentó en el joven Griffindor, y el cuerpo del muchacho comenzó a temblar inconteniblemente, hasta que las lágrimas largamente contenidas durante años afloraron. Harry sollozó desesperado y hundió el rostro en el pecho del hombre, que le acarició suavemente el cabello y la espalda, mientras los brazos del muchacho se aferraban a él con autentica desesperación.

Había tan pocas personas con las cuales Harry se sentía confortable y seguro, que la posibilidad de tener a Severus entre ellas le aterrorizaba y al mismo tiempo le reconfortaba. Sirius, su padrino, y Remus, habían sido los únicos varones adultos hasta ahora, junto con el Sr Weasley y Hagrid a los que Harry no veía como una posible amenaza.

Severus sabía perfectamente que el adolescente debía de estar aterrado de haberse expuesto ante él, pero también sospechaba que su poción ya no estaba teniendo mucho que ver en su comportamiento. Harry necesitaba confiar en alguien, para poder comenzar a sanar, y eso era exactamente lo que estaba sucediendo. De igual modo, el hombre supuso que Draco tenía que afrontar lo que su padre le había hecho, compartirlo y sentirse protegido, para lograr rehacerse.

Suspirando y mientras continuaba trazando círculos sedantes en la espalda del muchacho, el hombre meditó sobre lo que había hecho. El director quería un accidente, para amarrar aun más al Griffindor a sus faldas, y él había facilitado las cosas. Sin embargo, incluir a Draco en la escena era cosa absolutamente suya, ya que no estaba dispuesto a dejar que cayese en manos de Voldemort, ahora que su padre estaba en Azkaban.

Estrechó al adolescente entre sus brazos y rogó con todas sus fuerzas que el corazón de ambos muchachos pudiese afrontar las duras pruebas que sin duda les aguardaban.

Murmurando palabras de consuelo y afecto, Severus dejó que el joven se agotase llorando en su hombro y finalmente le llevó al lecho. Draco dormía en la cama, y con una sonrisa triste, el hombre recostó al extenuado muchacho en el diván y le arropó con sabanas que sacó del armario.

Regresó a su saloncito, y rebuscó los pergaminos de diagnosis de Poppy, olvidada la cena. Frunciendo el ceño comenzó a leer el de Draco y se horrorizo al ver que las pruebas indicaban que Lucius había tenido reiteradamente y con regularidad sexo pleno con su hijo, probablemente, desde poco después de la edad que el chico aparentaba ahora, además de torturarle metódicamente, mental y físicamente, aunque sin rastro ni cicatrices visible. Dejó a un lado ese pergamino y tomó el de Harry, sin saber muy bien que esperar.

Los abusos habían comenzado mucho antes para Harry, según las fechas de sus lesiones, siendo apenas poco más que un bebé, y el exmortifago sintió nauseas al imaginar cómo habían sido infligidas algunas de las heridas. El chico no había recibido ninguna atención médica de sus parientes, agravando su estado y sufrimiento, y había sido su propia magia espontanea la que había curado la mayor parte de las lesiones, aunque tenía cicatrices de muchas de ellas. Su deficiente visión era fruto de los efectos combinados la deficiente alimentación y la falta de atención crónica, sumada una grave infección de transmisión sexual, erradicada afortunadamente por su magia, pero con secuelas.

La rara poción que los jóvenes habían elaborado era muy poco conocida, y raramente usada, debido a sus impredecibles y volátiles resultados. Si hubiera sospechado que Harry tenía tan severo trauma emocional, probablemente no les hubiera puesto a hacerla juntos. La poción había hecho confiar brevemente al muchacho en él, lo suficiente para permitirle enterarse de lo que sucedía y también instigó el cambió en Draco y le impulsó a revelarle su propio secreto a Harry.

A partir de ese momento, la curación de ambos dependía solo de ellos mismos. Hope and Faith solo creaba las condiciones mínimas iniciales para permitir que la mente herida se recobrara por sí misma, pero no actuaba a largo plazo, ciertamente en poco más de una hora, dos a lo sumo, sus efectos se desvanecían totalmente.

Pero también le daban un mayor valor a las lágrimas del muchacho y a su abrazo, ya que eran totalmente genuinos y sinceros. La magia de Draco le había transportado a una etapa de su vida en la cual Lucius aun no le había moldeado totalmente, y Severus esperó que poco a poco, su ahijado fuese recobrándose. Si no era capaz de ello, existían muchas posibilidades de que nunca más fuese capaz de retornar a su estado normal, por siempre atrapado en aquel cuerpo de niño, ya que era ahora su magia la que mantenía el cambio.

Podía ver claramente el nexo que se había forjado inesperadamente entre ellos, unidos por un dolor común, pero ese vínculo no era solo fruto de la acción de la poción, era algo mucho más profundo y antiguo, sacado a la luz repentinamente. Los muchachos siempre habían rivalizado ferozmente, y Harry era una de las pocas personas capaces de sacar de sus casillas a su normalmente controlado y calculador ahijado, sacando a relucir el fogoso y belicoso temperamento tan duramente domado por su padre.

Por el otro lado, el moreno tendía a prestar una atención especial a los insultos de Draco, más que a los de cualquier otro, y su famoso genio saltaba con la más mínima provocación del rubio, como si sus puyas le doliesen especialmente. Severus recordó el duelo que sostuvieron los chicos en segundo curso, y como su ahijado se había quejado amargamente después de que no les dejaran continuar. La brutal competición en Quidditch, las peleas y discusiones en los pasillos, incluso el incidente con el hipogrifo, era reveladores.

Masajeándose las sienes, el hombre pensó: "¿Cómo no me dado cuenta antes? Como una polilla atraída por la luz, Draco choca una y otra vez con él, girando a su alrededor. Y Harry…no estoy seguro, pero esas reacciones exageradas… Pudiera ser que el sentimiento sea mutuo aunque ninguno de los dos se ha percatado de lo que representa esa atracción, al menos no hasta ahora."

Estaba cansado, y sin embargo, antes de permitirse el lujo de intentar dormir, una idea descabellada tomó cuerpo en su mente. Necesitaba ayuda, desesperadamente, y tal vez sabía quién podría proporcionársela. Ahogando la imperiosa necesidad de descansar, el hombre salió a su despacho y exclamó:

¡Dobby!

El elfo apareció retorciéndose las manos, con el extraño ropaje que le cubría: un par de calcetines desparejados de brillantes colores, un gorro de lana con borla del que asomaban sus largas orejas puntiagudas y una especie de blusón infantil de cuadritos sobre unos pantalones bombachos. Mirando al hombre con expresión mitad enojada, mitad asustada, el elfo murmuró:

¿Qué desea, señor?

El hombre le miró y espetó con cierta rudeza:

Sé que eres amigo de Harry Potter, y que le has ayudado en ocasiones. ¿Realmente quieres ayudarle?

El elfo vacilo y murmuró mirando con curiosidad al mago, desconcertado por las palabras y la actitud del hombre, habitualmente amenazante:

¿Está Harry Potter metido en algún lío, Señor?

Denegando, el hombre murmuró:

No, pero está en grave peligro. Y Draco también.

Dobby abrió los ojos espantado, y trastabilló, acercándose al hombre, perdido el miedo repentinamente.

Dobby ayudará a Harry Potter y al joven Draco si puede, Señor…Dobby también recuerda al amo Malfoy, Señor.

Murmuró con decisión. Severus asintió y le indicó la puerta de sus habitaciones privadas y le tendió la mano. Ningún elfo entraba jamás en sus dominios, y Dobby se estremeció. Sin embargo la barrera le reconoció, dándole acceso y la criatura vaciló, sujetando levemente los dedos del hombre, contemplando con ojos desorbitados de temor el saloncito del profesor de pociones, hasta ahora terreno vedado para todos los de su raza.

Harry y Draco están bajo mi custodia, temporalmente. De momento, necesito que todas sus pertenencias sean recogidas esta misma noche y colocadas en ese dormitorio. Nadie debe saber que están aquí, ni tener idea de lo que pasa entre estos muros, especialmente el Director, entendido?

El elfo asintió vigorosamente, dilatando los ojos, haciendo bailar la borla de su estrafalario gorro y el hombre añadió:

Si los chicos son retirados de mi cuidado, sufrirán graves daños, Dobby. Es muy grave. Mortalmente serio me atrevería a decir. ¿Podrás ocuparte de cuidar de ellos? Y ni una palabra a nadie, entendido?

Asintiendo de nuevo, el elfo murmuró:

Dobby no defraudará a Harry Potter, ni al joven Draco, señor.

Y despareció con un plop. Cansado mentalmente, el Slytherin se levantó, tras dedicar una mirada furtiva al mueble donde guardaba su provisión de licor, y sabiendo que no podía permitirse embriagarse como realmente le apetecía en ese momento con los chicos a su cargo, se retiró a su dormitorio, sumido en sus propios dilemas internos. Mas aliviado, al menos en su reciente carga, el hombre por fin se permitió acostarse, sabiendo que probablemente, no lograría conciliar el sueño pese a su cansancio.