Disclaimer: nada me pertenece

Pairing: Percy/Audrey

Canción: The Ting Tings - Great DJ


1

El Comienzo

La redacción de noticias se encontraba atestada de gente que iba de aquí para allá, con periodistas trayendo las noticias del día. Una joven de pelo castaño se dirigió a su escritorio, lleno de libros y con un ordenador que encendió en ese momento. De repente, un hombre bajito y con bigote apareció detrás de ella.

―Hola, Audrey.

La aludida dio un respingo.

―Señor Thomson, qué alegría verle.

El señor Thomson bufó.

―¿Has traído el reportaje sobre los osos panda?

La joven le tendió una cinta de vídeo.

―Señor, creo que ya podría asignarme reportajes mejores. Sinceramente, creo que unos osos...

―Cojeras lo que te dé, Audrey. Y lo harás.

El señor Thomson se mostraba firme. Audrey se sentó para preparar una nueva noticia. De repente, la gente empezó a alzar la voz, de modo que hubo un gran griterío.

―¡Alan! ―Audrey llamó a su compañero ―. ¡¿Qué es ese ruido?

Alan, un fotógrafo alto y rubio que miraba la televisión, desvió su mirada para ver a Audrey.

―Audrey... mejor que vengas a ver esto.

Audrey centró su atención en una de las pantallas de televisión. Lo que vio la asombro. Era un castillo. Un enorme castillo, con torreones y atalayas. Era un castillo que jamás en su vida había visto, ni siquiera le sonaba de alguna parte. De la televisión salía la voz de una mujer.

―Esto es increíble. Hace unos instantes aquí no había nada, y de repente este enorme castillo se ha materializado ante nosotros. Es algo impresionante, es difícil de describir es...


―Es un escándalo

Un hombre alto y de tez morena caminaba por un amplio pasillo, seguido de dos hombres, uno pelirrojo y el otro con el pelo de color azabache.

―Entiendo que la situación es delicada, Kingsley, pero el Departamento de Accidentes Mágicos y Catástrofes está tratando de arreglar esto.

―Exacto, y ya he hablado con Minerva. También está poniendo de su parte. He mandado además un escuadrón de aurores al lugar, dirigidos por Ron, para evitar altercados. Al parecer muchos muggles se acercan al lugar.

El Ministro Shackelbolt se dio la vuelta y los miró.

―Esta mañana el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería ha perdido sus encantamientos protectores, de modo que ahora mismo está expuesto a los ojos de los muggles, quienes ya lo han hecho saber a todo el planeta. Tengo a todos los Ministerios del Mundo pidiéndome explicaciones. Y el Wizengamot también. Quiero que averigüéis si esto es un accidente o se trata de una acción terrorista.

El Ministro se marchó, dejándolos a los dos solos.

―¿Tú que piensas, Harry?

―No lo sé. ¿Tú que piensas, Percy?

―Tengo que ir a atender a la prensa. Te veo luego.

Harry, por su parte, se fue al Cuartel de Aurores para recoger unas cosas. Una vez hecho esto, se dispuso a ir al Atrio. De repente, a su lado, apareció Hermione.

―Hola ―saludó él.

―¿Ya sabes algo?

Parecía muy nerviosa.

―Cálmate, anda.

―¿Qué me calme? Harry, Hogwarts ha aparecido de repente ante los muggles. Por no decir que has enviado a mi marido a una misión.

―Sólo va para asegurarse de que todo va bien, Hermione. No es como si... como si fuese a por mortífagos.

Hermione se detuvo.

―Pero estarás conmigo en que esto es... un poco oscuro.

Harry apartó la vista. No soportaba la inquisitiva mirada de su amiga.

―Tengo que ir con Percy a Hogwarts. Disculpa.

―Esta noche estaré con Ginny, os esperaremos.

Harry se despidió. Minutos después estaba en el Atrio, con Percy. Se desaparecieron para aparecerse enseguida en Hogwarts.

Había cientos de periodistas agolpados cerca de Hogsmeade, así como militares, con helicópteros, tanques y vehículos. Harry vio a Ron y se acercó a él.

―¿Cómo va?

―Nada nuevo. No paran de hacer preguntas.

―¿Y los encantamientos protectores?

―Por alguna razón que no nos explicamos, no pueden ser rehechos.

Harry caminó hasta los aurores. Percy ya se había ido para reunirse con la prensa.

―Muy bien, escuchadme ―dijo Harry a los aurores ―. Por razones que no nos explicamos, los encantamientos protectores no pueden volver a ser hechos. Esto nos dice dos cosas. Una, que lo ocurrido no ha sido un accidente. Dos, que por fuerza alguien está detrás de esto. Ron y yo iremos al castillo, vosotros quedaos aquí e impedid el paso a toda persona ajena.

Mientras tanto, Percy se alejaba de la prensa tras hablar con ella. De repente, sin embargo, apareció una chica de unos arbustos. Iba acompañada de un chico alto y rubio que llevaba una cámara fotográfica. De inmediato se puso en guardia, con la varita en ristre. La joven miraba la varita con curiosidad.

―¿Qué hace aquí? Esto es zona restringida.

El hombre hacía fotos, pero Percy, con un movimiento de su varita, la inutilizó.

―¡Eh! Me costó un ojo de la cara.

―Le vuelvo a repetir, ¿qué hace aquí?

Percy ya conocía a la chica, era una de las periodistas, una de las cuales le había hecho unas preguntas muy incisivas.

―Confiaba en que tuviésemos algunas palabras más, señor Weasley. Me llamo Audrey Timmonds, periodista del...

―Eso me da igual. Váyase.

Percy se dio la vuelta, dejando a Audrey y el hombre de la cámara solos.

Por su parte, Harry y Ron ya estaban a la entrada a los terrenos de Hogwarts. Un hombre les dejó entrar.

―Hola, Neville ―saludó Harry.

―Hola, Harry. Ron ―Neville Longbottom, profesor de Herbología y subdirector de Hogwarts caminaba a su lado. Lejos quedaba aquel chico torpe que apenas sabía hacer la más sencilla de las pociones

―¿Cómo va todo? ―preguntaba Harry.

―Bueno... esas cosas no dejan de volar sobre nosotros. Diría que están tomando fotografías.

Neville señaló a los helicópteros militares. Harry estaba seguro de que trataban de hacer un mapa aéreo de Hogwarts.

Neville les llevó a la oficina de la Directora. Una vez allí, Minerva McGonagall se encontraba sentada tras su escritorio. Era ya muy mayor, con el pelo canoso, pero aún mostraba un semblante decidido.

―Potter, Weasley. Me alegro de volver a veros. La situación se ha vuelto complicada. No podemos volver a hacer los encantamientos protectores.

―¿Se sospecha de alguien?

Minerva negó con la cabeza.

―Dudo mucho que sea un accidente. Sólo puedo preguntar por qué.

Hablaron de otros asuntos, pero cuando se hizo de noche ya se habían marchado. Minutos después estaban en casa de Harry. Ginny y Hermione estaban en la mesa. Ambos hombres besaron a sus esposas.

―¿Y James?

―Ya está durmiendo. Y bien, ¿cómo ha ido?

Harry se recostó contra el respaldo de su silla.

―Nadie sabe nada. Nadie sabe cómo Hogwarts ha perdido sus encantamientos protectores. Esto es... muy extraño.

Había una edición del Profeta de aquel día abierta sobre la mesa. Mostraba fotografías de gente manifestándose.

―¿Qué dice? ―preguntó Ron.

―Habla de manifestantes en pro de que los muggles conozcan la magia. Desde que esto empezó, se han hecho oír. ¿Podría ser que ellos fuesen los responsables? ―preguntó Hermione.

―No lo creo ―dijo Harry ―. No parecen peligrosos. ¿Quién es esa?

Señaló la fotografía de una mujer mayor y con gafas.

―Es Carlota Pinkstone, la líder de los manifestantes. En reiteradas ocasiones ha realizado magia delante de muggles. Desea que los muggles conozcan la existencia de la magia.

Harry estudió la fotografía.

―Creo que tendremos unas palabras con ella.