Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto, únicamente la trama es mía.
Esta historia participa en el reto "Primer día en la academia Ninja" del foro La aldea oculta entre las hojas.
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Forever.
Capítulo único
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Luchen por sus objetivos por siempre, nunca hay por qué rendirse, no importa el camino doloroso.
Tosió apenas cayó tendido contra la fría tierra, sintiendo los párpados extremadamente irritado al punto de negarse a abrirlos por miedo a no tener una buena visión. Así que los mantuvo entrecerrados, observando el cielo rojo y el gran ojo que los miraba, cortesía de Madara Uchiha y presagiando el peor de los hechos si no tomaban las medidas adecuadas entre más avanzaba la guerra. Ésta a su opinión llevaba demasiado tiempo, aunque todos daban su esfuerzo y él sabía mejor que muchos cuánto estaban dispuestos a sacrificarse por la siguiente generación. Él, tendido sobre el suelo, al fin había sacado a relucir una parte que pocos conocían de su poder. Y, desde dónde estaba podía ver a Lee conteniendo las lágrimas porque sabía las consecuencias de usar dicha técnica.
Como si fuera apropósito, un espasmo violento recorrió su cuerpo, recordándole a Maito Gai la fragilidad del ser humano. El pulso latía lento, anunciándole la cantidad de tiempo restante antes de volverse un nada. ¿Así se sentía morir lentamente? No era algo desagradable, si quitaba la sensación ardiente de su cuerpo y el excesivo calor infernal consecuente de abrir la octava puerta. Era algo inevitable, inclusive ya estaba preparado pero ¿por qué no lograba siquiera asimilarlo como antes?
Era eso, el morir de esa forma…
El dolor punzante lo obligó a olvidarse ello, e intentó concentrarse en los Shinobis a su alrededor. Estaba claro, el noventa por ciento del cuerpo parecía estar calcinado, indicando que nada podía hacerse. Y a su mente le llegaron fragmentos de recuerdos vividos a lo largo del tiempo, en la eterna juventud. Si, seguro la muerte lo estaría apañando, cubriéndolo de obscuridad.
A su mente llegó el recuerdo de cuando observó la entrada de la academia algo consternada, aferrando los papeles en su mano derecha y la gruesa voz de su padre junto a él transmitiéndole seguridad mientras sonreía. Era la segunda oportunidad de entrar a la academia ninja y sabía que era complicado asistir a un lugar donde había personas con dones impresionantes para los jutsus, cosa de la cual no podía hacer. E inclusive había reprobado el examen de primer ingreso el año pasado y aun así su padre insistía en intentarlo nuevamente, diciéndole que podía destacar entre los grandes sin necesidad de usar grandes dones.
También a su lado derecho un niño de su edad conversaba con su padre, quien si la memoria no le fallaba era el famoso colmillo blanco de Konoha. Saludó al niño y éste dio la vuelta ingresando al edificio, el padre le ofreció una disculpa y él se quedó observando el lugar confundido. En ese entonces no era como si aquella acción le hiciera odiarlo, Gai comprendía en ese extraño momento que cada persona tenía sus propias maneras para entablar amistades.
Maito Gai por el contrario se consideraba amigable, un niño común que vestía mallas verdes ajustadas y un peinado similar a su progenitor porque lucía interesante. Tal vez no era una persona prodigio pero gozaba cada segundo de su vida. Y sí, en eso momento sonrió complacido, pensando que realmente vivir la vida en la academia Ninja sería divertido, idéntico a una llama que se encendería dando paso a una juventud permanente que sobreviviría a todo.
Sintió las lágrimas deslizarse por sus ojos, o la sensación del llanto recordándole la realidad. Más se obligó a ser egoísta y seguir recordando ese primer día. El sonido de la puerta abriéndose despreocupadamente y las miradas de los niños curiosos no apaciguaron su buen humor. Se paró delante de ellos, desconcentrando incluso al mismo profesor.
– ¡Hola, me llamo Maito Gai y seré la bestia verde de Konoha!
– ¿Quieres bajar la voz? Rayos, a pesar de ser nuevo tienes bastante energía. – Un niño de cabello negro se acercó hasta él, tendiéndole la mano. –soy Asuma Sarutobi.
Una chica de mirada rojiza le sonrió las el muchacho. –Un gusto Gai, me llamo Kurenai y espero llevarnos bien.
Un tercero apareció. –Kakashi Hatake pero eso ya lo sabes. – Maito asintió y el rodó los ojos, cosa que no le importó. Estaba alegre por tener amigos que a pesar de saber sus pocos conocimientos en Jutsus habían decidido entablar amistad.
Sonrió débilmente, sintiendo los labios resecos. Ya no tenía fuerza para ponerse de pie y luchar por la causa. Se estaba extinguiendo mientras el recuerdo de aquel día crecía más y más.
Una joven de ojos rojos se cubrió los ojos con ambas manos intentando no quedar sorda ante el semejante grito de entusiasmo. Se giró un poco, apoyando el brazo sobre el otro compañero llamando su atención y éste soltó un quejido. Ella rió divertida al obtener la atención de Asuma y notó un extraño ambiente de tensión entre ambos que decidió ignorar, centrando su atención en la escena frente a ellos.
–Kakashi Hatake, te desafío a un reto. – sonrió el joven.
–Acabamos de conocernos idiota, no retes a las personas sin su consentimiento. –reprendió el muchacho y suspiró. – pero si quieres perder…
– ¡Jamás!
Gai corrió en otra dirección. Kakashi contó veinte segundos y al no verlo regresar se encaminó hacia sus otros compañeros que lo miraban curiosos. Kurenai lo vio conversar con otros compañeros quienes sí se encontraban incómodos con su actitud y sonrió, rodeando a ambos chicos con los brazos.
–Realmente se esfuerza demasiado ¿No lo creen? – Asuma asintió, apoyando la mano sobre su barbilla pensativo sin despegar la mirada del chico en mallas verdes. Kakashi por su parte asintió automáticamente pues desde el principio le había creado un concepto retorcido sobre la personalidad de Gai. Era exasperante, sonreía descaradamente y no entendía cómo su padre hablaba del padre de éste como si fueran futuros rivales por convicción.
–Es algo estúpido. – reconoció el de cabello blanco cerrando los ojos. Asuma alzó el pulgar aprobando su idea. – Parece estar loco incluso.
Gai sintió entonces un tic en la ceja derecha. Llevaba veinte minutos escuchando la conversación al no ver a Kakashi por ningún lado. Ellos hablaban cosas positivas sobre él y sintió deseos de gritarle a ese tipo arrogante que no todo el mundo giraba alrededor suyo más se contuvo, respiró hondo y extendió las manos al cielo. Era su primera interacción con personas. Algo reservadas, pero buenas de alguna manera.
– ¡Estúpido Kakashi! – gritó. – ¿Tienes miedo de perder?
Eso pareció hacer efecto.
–Desearás no haber dicho eso Gai. –sonrió el chico. – te haré pedazos.
Sí, definitivamente atesoraba ese primer día de academia. Había conocido un eterno rival para vencer durante años. También otros dos compañeros que eran sus buenos amigos y desgraciadamente uno ya no estaba entre ellos, justo como pronto él los dejaría.
La vida del ninja terminaba muy pronto. Uno nunca sabe que puede ser el final.
–Gai, nosotros como ninjas debemos mantenernos respetable hasta la muerte. Y tú, como mi hijo tienes que sobresalir a éste fracasado. ¿Quieres ser algo en particular cuando te gradúes como Shinobi?
Él lo pensó un poco. Su padre tenía una obsesión insana en demostrar las capacidades de las personas sin necesidad de recurrir al campo de batalla, y especialmente ese día parecía más reacio a dejar el tema por alguna razón.
–Seré un gran maestro padre, los guiaré a su camino ninja, no necesito ser otra cosa.
Su padre asintió satisfecho y ahora después de tantos años lograba comprenderlo. Aunque el dolor que le recorría el cuerpo era agotador para su gusto, se negaba a dejar a sus pupilos en una guerra tan terrible cómo la cuarta, que era diferente en tantos sentidos a todas las anteriores. Ésta definiría el mundo Shinobi y él solo podía pensar en la sangre atorada en su garganta, provocándole ganas de vomitar mientras su cuerpo permanecía en rojo encendido, en el límite.
Gai negó con la cabeza, aquel recuerdo de la academia no debía tener un sabor a despedida ni amargo. Los recuerdos se atesoraban con la vida, según decía su padre y eso le hacía tolerar el intolerable dolor.
A lo lejos, distinguía la voz del eterno rival dándole fuerzas para resistir, siendo tal vez el motivo de que recordara todas esas escenas. Donde era solo un chico entusiasmado con aprender Taijutsu para ser reconocido como Naruto en un principio. Ahora, morir no sonaba del todo mal.
–Gai sensei, ¡Gai sensei!
No miró, su respiración se volvió errática costándole mayor trabajo a su cuerpo adolorido. Una memoria flash pasó de repente cuando al fin lograba su sueño de convertirse en un maestro instructor en la academia ninja. Siempre había querido ser importante y admirado. Por eso, cuando le dieron su primer equipo Genin casi había saltado de alegría presumiendo lo rápido que era elegido. Sin saber, claro que su estúpido rival ya tenía uno asignado especialmente. Ahora, le tocaba a él compartir un primer día de clases en esa misma academia, cambiar ciertas cosas, consentir a sus alumnos, ganar como mejor equipo contra Kakashi. Cuando llego hasta la pizarra donde estarían sus tres inquilinos se quedó casi en piedra, todos ellos eran diferentes en la mayoría de sus aspectos e incluso, uno era un prodigio de su Clan.
No podía estar más que feliz al reconocer expandes verde en uno. Casi repitiendo la historia.
La vida seguía girando. Causándole un raro dejavú. Gai, aun podía recordar, En ese primer día de clases, conoció a Tenten y su amor por las armaduras; Rock Lee a quien tomó como pupilo indiscutible; Neji Hyuga, su alumno prodigio con mal carácter. Quizá, en ese primer día solo había dicho estupideces sin sentido, incomodado e incluso haber pasado vergüenza a sus chicos, que más daba, estaba demasiado alegre de ver crecer nuevas vidas, de guiarlos a un nuevo camino, solo quizá, echarle en cara a Kakashi lo estupendos muchachos al contrario de su equipo.
No había sido fácil para él, cada chico tenía demasiadas heridas para su gusto. Estaban rotos, decaídos e inclusive, Neji tenía la tendencia al odio más sádico hacia su prima, la cual, daba gracias Kurenai tuviera en manos.
Respiró, en un último intento de establecer una cordura. El cuerpo le quemaba horrores profundos en cada respiro, posiblemente tendría heridas desastrosas toda una vida. Y, eso era lo menos para él en esos momentos, lo único para lo cual pensaba era en ellos.
Desde el regreso de Naruto en sus vidas, el Hyuga daba un cambio radical, apoyándolos silenciosamente, viendo por el bienestar de esos dos. Haciéndose más fuerte al encontrar su propósito como ninja.
Y, sintió los ojos arderle con fuerza al pensar que Neji no volvería a ellos frunciendo el ceño. Esa guerra se llevaba algo más, las esperanzas de todos que morían, quienes daban su vida por la generación de paz anhelada.
–Gai sensei resista, por favor...–Las manos de su pupilo intentaban tocarlo, sus lágrimas le daban toques dolorosos a su cuerpo expuesto al rojo vivo.
Ladeó el ojo. Tenten permanecía a su lado en silencio, los ojos y puños apretados. Gai entendió, ella estaba controlándose, aparentando serenidad. Lo cual le dolía más que esas heridas.
La llama de la juventud debe motivar sus vidas, mis queridos alumnos. Pueden continuar, deben hacerlo...
Cerró los ojos.
– ¡Gai sensei!
– ¡Gai!
Escucho muchas voces, ninguna logró distinguir.
Una última lágrima cayó de su cuerpo. Y lo supo, siempre estaría con ellos en esas memorias de primeros días. Los recordaría. Para siempre aunque doliera. Ya no había final para él.
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Bien... no tengo idea de donde salió esto, espera... ah sí ¡Maldito Kishimoto! esto contiene Spoilers del manga, aunque no tantos.
Ahora, ¿Qué opinan? Sé que tenía que ser algo relacionado a un primer día de clases, pero siento que es mejor que recordará él a las personas importantes en esos primeros días.
Espero sus comentarios, críticas y/o amenazas de muerte.
Un saludo.
Fatty Rose Malfoy.
PD: Historia editada 29/Junio/2017.
