¿Que onda? Uf, tiene como un siglo que no publico nada. Esta historia la tenía hace tiempo pero por distintas cuestiones no la había subido. Sé que es bastante cursi -Iwal ke yo XDDD- pero en fin, espero que la disfruten .V,
PRELUDIO DE UNA NOCHE TORMENTOSA
Las nubes grises en indolentes cernieron su amenaza de diluvio sobre la gran ciudad de Tokio.
Parada bajo un cerezo casi totalmente seco, con la expresión de una niña de Kindergarten que espera ver a sus padres a la salida, Samantha desliza la mirada en torno suyo, inquieta, expectante. Sus ojos se clavan en el Medarreloj, desgastado y descolorido por el uso. Diez para las siete.
No falta mucho.
Con cierta reserva extrae un espejo de su bolsillo y se mira en él. Con un movimiento rápido elimina un poco de lipstick de su labio superior. Tiene que lucir perfecta.
Se recarga en el árbol que hace de resguardo y suelta un suspiro. Entrecierra los ojos, como resguardando una visión del paraíso, mientras dirige la mirada hacia la calle. No han pasado muchos autos. Un viejo Volkswagen pintado de un llamativo color amarillo; luego, un Honda azul. Que pueden importarle. Ella está esperando un Ferrari del año.
Su mente se pierde en los recuerdos. En la forma en que temblaron sus manos cuando el la miró por vez primera, en lo encantador de su sonrisa cuando la saludó. En ese cuerpo perfecto que se acercaba peligrosamente al suyo cuando la sacó a bailar. En esos ojos infinitos como el mar, pasadizo hacia parajes extraordinarios… "Kouji…" escapa de sus labios, casi como una plegaria. La dicha no tiene límites cuando están juntos.
Mira de nuevo su reloj. Las siete con dieciocho. Empieza a preocuparse. No es un retraso significativo pero para ella cada segundo puede volverse una agonía si tiene la incertidumbre. ¿Estará bien? Nunca la hace esperar tanto. ¿Le habrá sucedido algo¿…Algo horrible? Ay, por Dios, que esté bien. Si, está bien y en cualquier momento llegará. Tiene que llegar.
Llegará. Como todos los días. Tarde o temprano pasará el tiempo. Entonces tal vez se casen. Se imagina a si misma enfundada en un hermoso vestido blanco, con un velo largo cayendo por su espalda. Él tampoco podría lucir mejor que en ese traje negro que entalla su figura perfecta. Entonces no habrá más obstáculos, serán el uno para el otro, por siempre. Tal vez incluso tengan hijos. Un niño, que sea tan guapo como él. Y una niña como ella. ¿Que más podría pedir?
Al fin lo ve venir, como la revelación de un sueño fantástico. Un Ferrari plateado se estaciona a menos de un metro de ella. El hermoso jovencito abre la puerta y con un gesto galante acompañado de su brillante sonrisa la invita a subir. No más espera. Se acomoda en el mullido asiento y, acurrucada entre los brazos de su amado, se prepara para emprender el viaje al paraíso. Para siempre. Para siempre. Para…
El sonido de un claxon la regresa bruscamente a la realidad. Sus ojos esmeraldinos se pierden en el horizonte, donde el lujoso automóvil se pierde en la distancia. Sabe que nunca se detendrá por ella. Sabe que el dueño ni siquiera le dirigirá una mirada. Siente asco de si misma. En el cielo resuena el eco de la lluvia que empezará a caer de un momento a otro. Entonces, como todos los días, toma su mochila del suelo y emprende la marcha a su hogar, con el silencio como única compañía y la soledad de la noche a cuestas…
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