Capítulo uno: Las sombras


La suave mano de mi madre acariciando mis cabellos me despertó. Sobresaltado, miré el reloj despertador que descansaba en la mesa de luz.

Eran las 4 a.m.

Mis padres me habían obligado a ir a mi habitación y descansar, lo cual hice a regañadientes, después de haber pasado todo el día buscando a las muchachas, asegurándome de que me despertarían si tenían novedades. En realidad, lo único que pude hacer hasta hace una hora fue mirar al techo de mi habitación, pensando cómo pudieron dos adolescentes simplemente, desaparecer sin dejar rastros.

La policía dijo que al tratarse de dos amigas tan unidas como lo eran Bella y Rosalie, lo más probable era que se hubieran fugado, y que, por supuesto, no tomarían en serio ninguna denuncia sino hasta después de las primeras 24 horas.

Por supuesto que para ninguno de nosotros esto era cierto, y mucho menos para Charlie. Siendo un policía de Forks, y mucho más importante, el padre de Bella, esto estaba fuera de discusión. Él quería mucho a su hija y ella sería incapaz de irse sin siquiera dejar una nota. Y mucho menos después de lo que habíamos vivido ayer..Dios, ni siquiera podía pensar en eso.

Lo de Rosalie era menos comprensible todavía. Siempre tuvimos esta conexión especial, propia de los gemelos. Jamás me hubiera ocultado algo, y tampoco lo hubiera necesitado, porque nuestros padres, Carlisle y Esme eran maravillosos con nosotros y con Bella, a quien habían adoptado como a una hija propia.

Las buscamos todo el día, avisando a todos los vecinos sobre su desaparición. Me estaba volviendo loco. Y durante la noche, me quebré en llanto. Había perdido a las personas más importantes que tenía. Una era mi vida. La otra, la mitad de mi alma.

Cuando volteé a mirar a mi madre, fingiendo una sonrisa, fue cuando vi que grandes lágrimas recorrían sus mejillas. Algo estaba mal.

Dios mío, no...

-Madre,qué... ¿Encontraron a las niñas? ¿Bella está...?

-Tranquilízate, muchacho. Ellas están bien- me dijo, sus ojos grandes como platos.

-Entonces. ¿Por qué estás llorando? ¿Qué está ocurriendo?

Ella no contestó. Sus manos recorrieron mi cara, como si trataran de contestar por ella. Luego de unos segundos en los que casi muero, me dijo,entre sollozos:

-Creo que deberías bajar conmigo, Edward. Hay algo que debes saber.

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Bajé las escaleras tan rápido como pude. Cuando entré al living, dos personas que estaban hablando en el sofá se callaron, y una de ellas se levantó.

Mi padre Carlisle era la persona que estaba sentada, mirando al piso y sosteniendo un vaso de whisky en sus manos. Nunca lo había visto así. Estaba derrotado, desesperanzado. Sus ojos me miraron y pude ver que un furioso color rojo había empañado al color verde que habitualmente tenían.

Entonces miré a la persona que estaba parada a su lado.

Era Bella.

Pero ya no era mi Bella. Ya no. No había podido reconocerla detrás de esa piel pálida como la nieve, y de esos ojos fríos y vacíos. A sus pies, estaba el equipaje de Rosalie.

Escuché un llanto contenido a mis espaldas. Mi madre Esme había regresado a la habitación y miraba a Bella con tanta tristeza, que me resultó insoportable seguir observándola. Entonces fijé la vista en Bella, que me miró por un segundo, y después dirigió sus ojos al piso.

Algo estaba mal, muy pero muy mal.

-Bella, ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Dónde está Rosie?- le dije, acercándome a ella y tratando de abrazarla. Pero me sorprendió ver que esquivó mis brazos.

-Rosalie pensó que sería mejor para ella no venir, y personalmente creo que tiene razón- dijo, colocándose a unos tres metros de mí - Decidimos que sería mejor que yo fuera quien viniera a buscar su ropa y demás cosas.

-No entiendo- le dije, obviamente confundido.

Y luego sus hermosos ojos color chocolate mostraron una rabia indescriptible.

-Nos vamos de Forks, Edward- dijo, una vez más evitando mis ojos y mirando al suelo.

Entonces entendí. El llanto de Esme, la impotencia de Carlisle. Habían tratado de convencerla, durante horas quizás, hasta que decidieron despertarme. Quizás con la esperanza de que yo la haría cambiar de opinión. Pero no conocían a Bella como yo. No sabían lo terca que podía ser.

-¿Por qué?- Le pregunté- ¿Es esto una especie de broma?

-No. Me voy porque hace casi 4 años que llegué por primera vez aquí, y sabes lo aburrida que me pongo cuando estoy mucho tiempo en un sólo lugar. Y parece que tu hermana piensa exactamente lo mismo que yo. Sólo estábamos esperando la graduación.

Sus palabras me congelaron. A medida que ella hablaba, mi corazón se iba destrozando. No podía ni siquiera respirar. Las muchachas...¿Marchándose?

- Yo no...no entiendo. Bella, ¿Acaso ya no me amas?

Ella se dió vuelta para tomar el abrigo de Rosalie del sofá. Luego giró para enfrentarme, y clavó su mirada en mí.

-Yo...yo no sé si realmente te he amado alguna vez- Su voz era calmada, pero firme -Mira, yo...lo siento. Nos divertimos mucho mientras estuvimos juntos, pero tengo que irme de este pueblo ahora mismo, o voy a quedar atrapada en este maldito lugar por siempre.

No podía creer lo que me estaba diciendo. Estaba destruyendo todo lo que había planeado junto a ella.

Bella nunca me quiso.

Nunca me amó.

Seguí repitiendo esto en mi cabeza para convencerme de que todo era real. La expresión en sus ojos me decía cómo seguramente yo me veía.

Indefenso, destruido.

- Lo siento- repitió. Su expresión se suavizó por un momento, pero luego la calidez desapareció de sus ojos.

Ella lo sentía por mí.

Sentía lástima de mí.

Una rabia repentina se apoderó de mí. Ahora, lo único que podía hacer era tratar de mantener el poco orgullo que me quedaba.

Hice lo único que podía hacer, iba a dejarla ir.

-Si esto es realmente lo que quieres, no voy a detenerte, Bella- le dije.

-Por supuesto- me contestó. Me miró con sus ojos chocolate una vez más y luego se dirigió con el equipaje y el abrigo hacia la puerta principal. Yo la seguí, todavía hipnotizado.

-Antes de irme- me dijo- Me gustaría pedirte un último favor. Por favor, cuida de Carlisle y Esme- Su voz era ahora casi un susurro. Fue entonces que me dí cuenta de que mis padres seguían en la habitación escuchando nuestra conversación.

- Ellos...van a necesitarlo. Y...cuídate tú también, Edward. Estoy hablando en serio- me dijo, y luego abrió la puerta.

Nos quedamos frente a frente mirándonos fijamente durante unos segundos, y luego me besó en la mejilla.

Mis manos estaban conteniendo las ganas que tenía de tomar su hermosa cara y besarla. Pero eso probablemente ya lo sabía. Me conocía demasiado bien.

Ella sabía lo difícil que era para mí dejarla ir. Ella era mi vida. Mi existencia no tenía sentido sin ella.

Mientras todos estos pensamientos nublaban mi mente, ví cómo se dirigía hacia su furgoneta desvencijada y encendía el motor con dificultad.

No puedo dejar que esto ocurra- murmuré para mí mismo- No puedo dejar que se vaya sin ninguna explicación, sin que me explique porqué me dejó justo después de...

Tragándome mi orgullo, fui hacia la ventana del conductor para hablarle. Casi salta en su asiento cuando me vió.

-Edward..¿qué...?

-Bella, si te vas ahora no pienses en volver- le dije, sorprendiéndome de mis propias palabras.

Ya no era mi corazón el que hablaba, sino mi rabia, y mi dolor. Allí me dí cuenta que no importaban sus razones, ella no me quería, lo demás ya no importaba. Bella no me miró. Sólo posó sus manos en el volante y mirando hacia el camino que esperaba por delante, dijo sin vacilación:

-Estoy consciente de eso. No te preocupes, te prometo que no volverás a saber de mí.

Finalmente, me dirigió una mirada.

-Voy a extrañar...a todos.

Luego, apretó el acelerador y dobló en la esquina, sin mirar atrás.

Podría haberla detenido, pero no lo hice. Podría haberle rogado que no se fuera. Pero no lo hice.

Podría haber hecho todo eso.

Si tan sólo ella me amara.

Miré por un momento la esquina donde la camioneta había doblado, tratando de averiguar cómo iba a hacer para superar esto.

Cuando entré nuevamente a la casa, mis padres estaban dicutiendo.

- ¿Por qué no las detuviste?- Mi madre gritaba, llorando desconsoladamente.

- Tienen dieciocho años, Esme. No puedo encerrarlas en una habitación por siempre- Mi padre le contestó, mirándola con honda tristeza.

Pero no tenía tiempo de enfrentar eso en este momento. Yo tenía mis propios problemas también. No quería ni siquiera pensar en Rosalie, en cómo ahora mismo una parte de mí estaba siendo arrancada por el sólo hecho de tenerla lejos de mí y de mi familia. No quería pensar en cómo esto iba a afectar a nuestra familia.

Subí a mi habitación para estar solo. Me senté en mi cama sin encender la luz.

Una sóla lágrima se escapó de mi ojo izquierdo.

De acuerdo-me dije a mi mismo- Ésta es la primera y última lágrima que llorarás por Isabella Swan. Lo prometo.

Luego saqué todas las cosas que me recordaban a ella. Cd´s, fotos, cartas, libros. Todo lo puse en una caja que escondí en mi clóset.

Luego pensaría qué hacer con ella.

Miré otra vez el reloj. 4:45 a.m.

La luz que el aparato reflejaba me hizo ver que una carta con mi letra yacía en el piso. No sabía si Bella la había leído. Lentamente, la tomé del suelo y sin pensar, la escondí debajo de una de las maderas flojas del piso.

Las sombras estaban ahí, acechando. Esperando a que me rindiera.

Me quedé sentado en el piso, mirando hacia la ventana. Una luna brillante y hermosa me devolvía la mirada.

Luego observé detenidamente el desorden en mi habitación. Todavía podía sentir su aroma en mi cama.

Obviamente- pensé- ésta iba a ser una noche larga y fría.

Y luego dejé que las sombras se adueñaran de mí.

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Quiero que sepas una cosa.
Tu sabes como es esto: si miro la luna
de cristal, la rama roja del lento otoño
en mi ventana, si te toco junto al fuego
la implacable ceniza o el arrugado cuerpo
de la leña. Todo me lleva a ti, como si
todo lo que existe, aromas, luz, metales,
fueran de pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

(Si tú me olvidas, Pablo Neruda)


Por favor, díganme qué les parece, me gustaría escucharlos. Se aceptan comentarios buenos y malos. Tengo un gran argumento para esta historia. =)