En el momento que la toque mis mayores temores cobraron vida. Volvieron a mí como en un sueño vivido, y luego se transformaron en esperanza.

Poco a poco oscurecía, y el único brillo visible era el de sus labios húmedos. ¡Como los quería besar! Como la quería sostener y no soltarla nunca. Muy dentro de mí sabía que la perdería algún día, y entonces la ansiedad se apoderaba de mí.

De las muchas palabras que compartimos, ella repetía el cómo debía aprovechar este momento, pues somos afortunados de poder encontrar felicidad y placer en un mundo en donde es tan difícil de ver. Si, lo sabía. Cuan afortunados, y aun así no puedo evitar encontrarme cuestionándome por lo que vendría después. ¿Y si la perdía? Si me la arrebataban de los brazos me culparía por haberme dejado convencer de que amar era la única alternativa para encontrar alivio. Si la perdiera, encontraría en este mundo la mayor oscuridad, caería mucho más bajo de lo que estoy ahora, y el sentido común, la cordura ya no significarían nada.

Si pudiera detener el tiempo ahora y poder observarla así por siempre, no me importaría morir por antojo de un titán. Solo un poco más, mientras amanece, déjame hundir el rostro entre tus cabellos, así podre grabar tu esencia tan particular en mi cabeza. Déjame observar tu rostro, cansado y desgastado. Déjame poder imaginar cómo podría hacerte feliz aunque sea un segundo.

Querida Hanji, mi mundo ha sufrido una gran sacudida. ¿Eres tú a quien debo culpar cuatro ojos? Estoy seguro que la muerte se acerca, pues en mi vida jamás había sentido punzada como esta en mi pecho. Hanji, creo que es el final. Es la primera vez que temo por mí.