Hola holaa!, ya, iba a empezar con los fics que debo, cuando me conecto y hay una persona mirándome -figurativamente claro- con malvados y asesinos ojos cafés en el msn, amenazándome estilo rol a que haga el fic que le debo, sí, uno que prometí hace más meses de los que puedo comentar y es este :3
Pareja: AlfredxArthur -Estados UnidosxInglaterra-.
Disclaimer: Hetalia y todos los personajes que lo conforman no me pertenecen. El respectivo dueño es Himaruya Hidekaz.
Advertencia: Un mundo bastante AU, Alfred ardiente -literalmente- y un Arthur frío -también literalmente-.
Era un mundo extraño dominado por climas, no había cambios ni diferencias en cada sector según su rey, había una zona donde el calor subía desconsideradamente, pero aun así existían lugares donde podías refrescarte, la gente allí era animada y entusiasta que paseaba desde playas enormes e idílicas hasta selvas con climas bastante cálidos. Pero nadie, sólo gente de mucho poder y resistencia llegaba al centro del dominio del rey, ya que estaba cubierto de fuego y magma, el continente era el norte de América, más precisamente en Estados Unidos donde nació ese muchacho que sería coronado el rey, donde antes hacia el norte existió Alaska y el frío Canadá, el primero totalmente derretido por el rey que dominaba el fuego.
Alfred F. Jones, él fue el causante, mas no fue su intención acabar con todo. Desde que nació fue así, con poderes que no sabía describir, su madre murió al tenerlo, todos le ofrecían serviles reverencias, él las contestaba con sutiles guiños y animados planes, su tierra era la más prospera de todas y existía la libertad de expresión, muchas veces quiso dejar la monarquía, al ser elegido por el arte de los dioses, pero sus mismos aldeanos lo evitaban.
Se sentía querido, y a la vez alejado de todo el reino. Porque nadie podía tocarlo, y él que lo hacía gemía de dolor. Sin embargo sabiendo eso, decidió seguir viviendo una vida plena, una vida que complaciera a su pueblo. No odiaba a nadie, pero se le enseñó a tener cierta rivalidad con el continente europeo, donde dominaba el Rey… Reina, quién sabía, nadie lo había visto, sólo se sabe que allí gobierna otro dios la tierra cubierta de hielo.
Habitantes reservados, economía elevada por medios acallados, pocas sonrisa mas no tiranía. Era un misterio para él y a la vez les guardaba un cierto resentimiento, ya que sus ciudadanos habían dicho que gracias a la tierra helada se produjo la muerte de su madre, que ellos tenían el antídoto para traerlo a la vida, a él, un dios de las llamas sin matar a su procreadora.
–Viajaré a Inglaterra…por tratado obligatorio…–sentenció Jones.
Todos miraron con una expresión recta y amarga al líder de aquel lugar, estaban siendo avasalladores y yendo en contra de que su rey fuera hasta esa tierra, donde además de misteriosa su Rey tendría dificultad para pelear y defenderse, pero los tratados del frío continente aclamaban que el rey se presentara solo, los ciudadanos y los consejeros reales se negaban a que Jones fuera hasta allá y siguiera esas asquerosas reglas… pero él…
–Quiero evitar guerra a toda costa, no hemos tenido problemas con aquella fría raza desde hace años…–
–P-Pero…¡su majestad! –habló uno de sus leales súbditos.
Otro guerrillero se acercó, uno herido en las zonas más sures del continente europeo. –Por favor, considérelo su majestad, son unos seres asquerosos y sin corazón, no se ponga a su nivel…–
El americano sonrió un poco con una risa lejana y anunció nuevamente delante de todo el pueblo su decisión.
–Seguiremos libres, este lugar seguirá siendo hermoso… por eso, aunque el rey…aunque yo caiga, el pueblo se levantará como un ave fénix cubierta de las grandiosas llamas que adornan este pueblo, porque el fuego no es sólo destrucción. – Se escuchaban miles de murmullos en contra del tratado, pero el americano se puso la ropa ceremonial y partió rumbo hacia aquel lugar.
Su ropa estaba fortificada con estalactitas de fuego en los costados de la piel de animales que portaba, como un atuendo salvaje que le cubría todo el cuerpo y unas plumas adornando su frente como un cintillo, sonrió un poco y a la vez resintió su mirada, no creía en los prejuicios, pero de cierta manera los odiaba, odiaba a los del pueblo frio, odiaba a su maldito rey… reina, insistía, lo que fuera, hasta transexual o bisexual, cualquiera servía, lo odiaba.
Le arrebato la vida a su madre, no quiso salvarla.
Él por tanto, lo odia. Eso se le enseñó, con eso viviría. El trayecto fue largo, en un barco elegante, la ropa intimidaba a los pasajeros, algunos de zonas australes, otros eran de los que vivían en el dominio de "La tierra", pero la mayoría que iban en ese barco eran criaturas de cabello rubio, de piel blanca como la nieve y una expresión serena, siempre dijeron que las expresiones de esos ciudadanos eran frías y vengativas.
Mas lo único que veía era paz en su rostro, incluso algo de humildad e infinita serenidad.
–¿Cuánto falta? –preguntó Jones, saboreando el extraño líquido entre verde grisáceo y naranjo que le daban a beber, una rara esencia, parecida al té pero no igual.
Parecía frío pero no lo era, le dejaba una picazón en la lengua, algo cálido y suave. Meditó un poco sobre esa esencia, quizás estaba juzgando un poco mal las cosas, ¿Por qué no puede ser así el concepto que tiene de los seres que habitaban esa tierra tan helada? Lo recorrió una suave impresión de curiosidad, quería llegar a esas tierras tan odiadas por su raza.
Quería experimentar esa rabia al tocarlas, si ese fuera el sentimiento que tendría…
–Horas, su majestad, faltan horas… –
–¿Cuántas horas exactamente? –la sonrisa tomó por sorpresa al acompañante del legitimo heredero al trono, una soberbia y exquisita que hacía temblar a quienes no estuvieran a la altura, una llena de vida y entusiasmo.
El viaje fue largo y prolongado, las miradas iban de allá para acá, era la primera vez para ese miembro de la realeza en salir de sus tierras, el aliento se le cristalizaba cuando llegaban a las costas de Inglaterra, suspiró un poco y tosió dejando un caliente vapor en el aire mientras sus pies daban con la nieve, la cual se derretía con suavidad con el contacto, la fría zona le produjo un cosquilleo en la piel, entre delicado y pegajoso.
–Hemos llegado su majestad…–
En el puerto no había nadie, un simple eco y unos murmullos y un ser de rubio cabello en melena se acercó con una mirada coqueta, tenía la piel cristalizada por el frío como todos los lugareños, los árboles cubiertos por los cristales de agua estremecieron su corazón, volviendo al muchacho que venía a recibirlos era común, pero el americano pudo notar en su sonrisa que casi parecía de su tierra, de la del fuego, esa viva expresión y las coquetas señas.
–¿Su majestad del fuego? –se sintió observado de arriba abajo cuando el sujeto de acento francés se acercó más –Veo que los extranjeros son realmente candentes como se dice…–sonrió un poco más–Pero basta de presentaciones, su cejona majestad quiere conocerlo en secreto…y en persona, quizás qué cochinadas quiere que le haga el Rey del fuego…–
Si esa cejona majestad hubiera estado allí, Francis, cual era su nombre, sabía que no viviría para contarlo.
–¿Su cejona majestad? –el americano poco menos se imaginó a un King Kong como reina o a un hombre de la nieves… ¿cómo se llamaban? ¿Yeti? Algo así, por seguridad, su escolta tuvo que quedarse en el puerto para que los habitantes de Inglaterra no se pusieran hostiles, el rey le dio una orden con una sonrisa.
Si no volvía dentro de cuatro días a su tierra sus habitantes eran libres de realizar cualquier acción que no ordene él, eso incluye una guerra. Siguió al extraño y vigoroso hombre de mirada pervertida que se fijaba a cada paso de las señoritas de bello cuerpo o de un apuesto muchacho, rió un poco, y se supone que en su tierra ellos son los "calientes pervertidos". La mansión o cúpula de hielo donde lo condujeron era grande y de diseños de mármol, se sentían los pasos de la gente entrando y saliendo haciendo diligencias, todos los que lo miraban al ver la antigua ropa ceremonial daban una pequeña reverencia.
–La pieza de al fondo…–
–¿No me acompañas? –preguntó el estadounidense con una risa graciosa.
–¿Con el humor de esa bestia? ¡no gracias! espero salga con vida joven guerrero, su majestad odia a los de su raza…–susurró algo sombrío el sujeto de acento francés, perdiendo su animado carácter por uno de resentimiento.
El norteamericano se puso serio de golpe, el pequeño esplendor de esa ciudad lo había cautivado hasta el tope de olvidar un poco lo que sentía hacia esa tierra.
–El sentimiento es mutuo, también los aborrezco… son ¡son malvados! –rechinó algo infantil.
El francés apretó los labios tratando de que un par de verdades no salieran de sus labios.
–En fin, espero no se maten…–
Y dejo al estadounidense sin rumbo fijo mirando de manera casi taciturna el lugar, mientras debajo sus pies se formaban suaves charcos por la estructura cristalizada de al menos esa parte del gran corredor hecha de agua, decidió apurar el paso, mantener la mirada seria hacia adelante. Y entró, las dos presencias chocaron.
Calor y frío.
La gélida criatura sentada en un amplio sillón adornado de leones de nieve blancos amenazaron casi salir de su letargo de criaturas talladas y atacar al intruso del cuarto, se sintió sofocado, sólo pudo ver los hombros descubiertos y el cabello rubio, la parte del cuello de un pálido blanco sobrenatural pero hermoso, mas estaba de espalda, no podía apreciarlo como le hubiera gustado.
–Alfred F. Jones…–el estadounidense se estremeció con la voz aterciopelada que resonó en la habitación, el ritmo cardiaco aumentó como una inyección de adrenalina, como la euforia de tener sexo, cuando las mujeres se entregaban a él hasta morir para complacerlo, todo dentro de él estalló ardiendo su sangre sagrada dentro de sus venas, sus ojos azules flameaban con brillo ante la inercia que se producía ante esa deliciosa voz.
La hallaba exquisita y tentadora, sobrenatural, era masculina, después de todo esa es la esencia de un rey, imperturbable, pero algo dentro de él se encendió con un fuego de tonalidades rojo sangre, tratando de devorar el hielo que lo contenía a su alrededor y clamar como propiedad únicamente suya esa voz, encerrarla en una botella como típico cuento.
–Es unilateral… esto es unilateral, yo no conozco su nombre…–la voz le salió ronca, ni todo el hielo de esa habitación detuvo lo que nacía en él.
Un instinto de cazador.
La mano blanca rodeado en un pelaje plomo alzó su brazo y se puso de pie, una ropa esquimal más decorada y fantasiosa se veía levantarse junto a la criatura, y volteó, los ojos fríos y hermosos lo miraron destrozando la cordura que le quedaba refrenada en su pecho.
Ojos verdes penetrantes y mirada distante, produjeron estragos en su mente. Recuerdos de algo que jamás vivió o así lo creyó volvían a su mente, labios rojos que opacaban su piel y un collar colgando de su cuello, uno que contrastaba con su ropa clara y celeste como ese mundo helado.
Era rojo, un collar rojo cristalizado.
Llamas siendo opacadas por el frio.
¿Acaso era un reto?
–Me llamo Arthur Kirkland, rey de estas tierras heladas. –
Y algo volvió a latir en su pecho, a estremecerlo como un barco en una tormenta causada sin voluntad aparente, los ojos verdes lo observaban con odio, quería devolverle el gesto, mas no podía, el corazón le latió más rápido, no fue muy difícil identificar el sentimiento que se formaba como un pequeño grano creciendo velozmente, acaparando su pecho por completo.
Era deseo.
Era pasión.
Sus ojos se dirigieron a la delicada criatura y a la vez poderosa que tenía en frente.
Quería tenerlo, quería que fuera suyo. Y lo sería. Lo juraba por su reino, lo sería.
N.A: Y aquí está esta historia, consta de dos capítulos nada más, es claro que sería más larga pero yo soy incapaz de hacer cosas largas por mi extrema flojera. En fin, espero les guste el siguiente capítulo. Que viva el USxUK :D
PD: Mañana actualizo "Secuestrado por un idiota" y con suerte, "Manual de supervivencia".
