¡No me arrepiento de naaadaaa! *corazones, corazones*
Desde hace tiempo que quería escribir algo AyaHina.
Lo sé, probablemente no es la historia más romántica, o con mejor trama, pero... es mi primer bebé AyaHina. *pterodactylus scream* Espero lo disfruten, aunque sea un poco.
Aclaraciones: TG:Re ni ninguno de sus personajes me pertenecen, todo es propiedad de Ishida Sui. Yo sólo los tomo por mero amor, sin ningún fin lucrativo. Gracias.
Reviews?!
Happiness
Headcanon Post TG:Re 31.
Ayato sólo se podía culpar en silencio.
¿Por qué ella se había quedado dentro del edificio de la subasta? ¿Por qué él no había ido antes por ella? Y lo más importante aún: si estaría viva, o no. Aunque lo más razonable era, no.
No obstante, todavía tenía una pequeña, mínima, esperanza de que no fuera así.
Si bien, no eran grandes amigos. Probablemente ni siquiera eran amigos en realidad. Hinami era... como una pequeña lucecita perdida en medio de la inmundicia. Una pequeña luz que, para su propia desgracia, poco a poco perdía el brillo.
—Yo… —recordó de la voz de Hinami cuando Eto la presentó—, lo único que puedo hacer es café…
La ciudad de Tokio era un paisaje de noche, con sus luces de neón y sus grandes edificios contrastando con lo oscuro del firmamento. La brisa nocturna comenzaba a ser más fría, indicio del invierno que se avecinaba. El olor a café recién hecho, proveniente de algún lugar de la ciudad, penetró de forma sutil por sus fosas.
Quería uno. Él que ella le preparaba.
ɞ
Invierno, cruel y frío.
Repentinamente su kagune chocó violentamente con el de ella.
Sus ojos se entreabrieron un poco más debido a la sorpresa. ¿Qué estaba haciendo allí? Fueguchi usaba una banda distintiva del CCG. ¿Qué estaba pasando? Por un momento Ayato quiso detenerse para preguntárselo —quizá reclamárselo—, pero otra cosa atrapó su atención. La mirada de la chica.
No eran los mismos ojos sombríos, mirada opaca, que tenía en el Aogiri. Su mirada era más viva, más colorida; y él sabía a quién se debía. Estaba al lado de Haise —Kaneki—, su hermanito como ella se lo refería.
Un suspiró salió de sus labios.
—Ayato… —Hinami pronunció su nombre pausadamente, sorprendida también.
Él solamente pudo apretar los dientes.
—Quédate con ellos —carraspeó serio—, es mejor.
Hinami exhaló el poco aire que retenía, mientras él se marchaba.
Ayato no se lo decía por su seguridad; el Aogiri tenía muchas más probabilidades de ganar. Ayato sólo hablaba de la felicidad de su compañera.
