Este fic ya está terminado sólo tengo que arreglar unas cosas y de eso dependerá cada cuando suba los capítulos. Además escribo desde un telefono asi que tal vez me tarde un poco más.
Disclaimer: South Park pertenece a Trey Parker y Matt Stone, yo sólo uso sus personajes para mi diversión y de quien me lee sin fines de lucro.
–Eres un idiota Cartman.
Kyle Broflovski, un chico maduro y muy listo desde pequeño siendo generalmente la voz de la razón junto con Stan en aquel pueblo en donde sucedían las cosas más insólitas que cualquiera podía imaginar. No era alguien estúpido a uién se podía engañar fácil con cualquier pendejada. Siempre buscaba la verdad de las cosas aunque no fuera agradable descubrirla en algunas ocasiones pero ya no era un niño y sus dieciséis años su madurez aumento al grado de aceptar cuando algo inverosímil era una realidad. Con la única excepción, por supuesto, de que fuera algo que le contara Cartman.
–Eso lo dices porque no crees en la magia como todos los judíos, pero yo sé que es real.
Por otro lado se encontraba Eric Cartman, el muchacho con problemas de obesidad, manipulador. hijo de puta sin escrúpulos para conseguir todo aquello que quiere. Al contrario que Kyle él no había madurado en lo absoluto e incluso quienes lo conocían desde niño podían jurar que se había vuelto malcriado y caprichoso. Sin embargo los años no habían pasado en balde y no, no sólo su personalidad había empeorado sino que sus métodos chantajes también puesto que conseguía todo lo que quería. Que por el momento era ganarle aquella discusión a Broflovski, justo como cuando tenían nueve años.
–¡Carajo Cartman!–estalló el pelirojo–, te digo que el hada de los dientes no es real.
En efecto, el castaño le había salido con la babosada de que el hada de los dientes era tan real como ellos, cosa que en definitiva no podía creer por más que el gordo se lo jugara. Por aquel entonces al descubrir que eran sus padres quienes les daban el dinero por los dientes se decepcionó tanto que tuvo una crisis existencial, pero hasta donde recordaba la dichosa hada no existía, si hasta Cartman trato de aprovecharse de ello haciendo negocio, como siempre.
–Kyle, Kyle, Kyle...–dijo su interlocutor negando con la cabeza y usando aque tono que tanto le irritaba.
–¡¿Qué?!–su tono exasperado mostraba la poca paciencia que le quedaba.
–En todos estos años que hemos pasado juntos no puedo creer que después de todo lo que te dije y demostré que era real y posible sigas dudando de mi.
–Todo eso tenía una expicación lógica–replicó de inmediato. Cartman levantó una ceja pues no todo la tenía y él lo sabía, aün así no le iba a dar una victoria sin pelear primero–. Además tú mismo te diste cuenta de que no era real.
–Cierto–el castaño se encogió de hombros restandole importancia a las palabras y ceño fruncido de Kyle–, pero siempre guardé la esperanza de que lo fuera y como ves fui recompensado.
El aire de satisfacción y superioridad de Cartman hizo bufar al pelirrojo. Todo le sonaba tremendamente ridículo.
–Explicate–exigió cruzandose de brazos.
La sonrisa del otro lo irrito más, ai es que era posible. Sabía de sobra que era un mentiroso compulsivo y no dudaba ni por un instante que ya estuviera preparando alguna idiotez para contarle. Aún así quería escucharle para burlarse de las babosada que fuera a decir.
–Cuando se me cayó mi último diente de leche–inició–, lo puse debajo de la almohada antes de dormir y cerré la puerta para que mi madre no entrara. Casi al amanecer una luz muy brillante me despertó, al abrir los ojos vi una pequeña saltar por mi ventana. Inmediatamente revisé debajo de mi almohada y... ¡voila!–levantó ambas manos como si de un truco de magia se tratara–, ahí estaba mi dinero.
Kyle lo miro por escasos dos segundos antes de decir:
–No es cierto.
–Sí lo es... Kahl–en verdad le jodía que usara ese tono.
–¡Claro que no y tú eres un mentiroso de mierda!
No eran precisamente los arrgumentos que preparo con cuidado en su mente pero esas palabras tambien funcionaban. Porque quizá tenían más efecto, después de todo ser directo con Cartman era lo que le llegaba al ego.
–¡Que sí y no lo soy judío estupido!
Al margen de la discusión, como siempre que esos dos peleaban sin sentido, Stan y Kenny estaban sentadoa al borde de la acera viendo el espectaculo impacientes porque alguna ganara de una vez. El pelinegro se apretaba el puente de la nariz como solía hacer mientras que observaba como sus compañeros peleaban por algo realmente estúpido. Kenny, bueno Kenny estaba muy ocupado en no perder detalle de un buen par de tetas que iban pasando por ahi.
–Kenny–lo llamó Stan sacandolo de su concentració–, estoy harto de esto, ¿quieres ir a mi casa a jugar videojuegos?
El de la parka naranja echo un vistazo al par que discutía para luego volverse al pelinegro y dijo algo inentendible para las personas comunes pero que sus amigos solían traducir como un "de acuerdo". Se levantaron de la acera donde estaban sentados y se dirijieron a la casa de Stan, cosa que no pasó desapercibida por Cartman.
–Maldita sea gordinflon, ya tienes dieciseis años, ¿cómo puedea seguir creyendo en el hada se los dientes?
Si Kyle no estaba arrancandose mechones de cabello era por el motivo de que sus uñas trataban de clavarse en sus palmas atraves de los guantes. Era en extremo exasperante tratar de hacer entender al idiota aquel una realidad que se negaba a aceptar.
–Esto es una estupidez–dijo más que fastidiado.
El castaño lo miró de arriba a abajo con intensidad y cuando por fin sus ojos volvieron a su rostro una sonrisa medio macabra que le dio la impresión no auguraba nada bueno. Estaba planeando algo, como siempre, pero esta vez un escalofrío le recorrio toda la espina dorsal.
–Esta bien Kyle, ¿apostamos?
El chico judío sonrió, no porque encontrara gracia en la infantil creencia del culon sino porque le daba risa que creyera que después de toda la experiencia acumulada en el tiempo de conocerse lo iba a hacer. Kyle no era estúpido y no aportaría con Cartman de nuevo, no desde lo del duende. No cumplió realmente con lo acordado pero gracias a Stan, aunque sinceramente no lo culpaba, ante el pueblo y todos los seres de imaginacionlandia le chupó las bolas a Cartman. Dejó escapar un suspiro de frustraión al recordar aquello. Desvió la vista un segundo y cuando la regresó encontró al gordo sacando un cuaderno de la nada que en la portada decía "Contratos". Alzó una ceja incrédulo.
–Oh, por favor Cartman–dijo sosteniendo el puente de su nariz tal y como Stan hace unos momentos atrás–, ésto no va a ser como lo del duende, ¿verdad?
El adolescente obeso abrió el cuaderno en una página marcada con anterioridad y le señaló con su dedo donde es es que tenía que firmar. El judío observó la línea sin mucho interés que a diferencia de las letras escritas era roja.
–No lo voy a firmar–descruzó los brazos se dio la vuelta para irse a su casa.
–No seas gallina–se burlo alcanzandolo.
–No soy gallina–Kyle se detuvo y se giró para plantarle cara, por poco y el castaño casi choca con él–, además tú siempre haces trampa.
Cartman rió.
–Sólo busco la forma más rápida de ganar.
–Trampa.
–Sí, sí, lo que tú digas.
Una brisa les rodeo, el viento siempre era frío en South Park y le golpeó suavemente en la mejilla relajandolo. Sabía de sobra que hacer tratos con él era la peor idiotez que podía hacer y aún así un impulso loco lo invadió de pies a cabeza. Es decir la apuesta que quería hacer Cartman era algo sin sentido para el mismo, no había manera de que pudiera ganar esa apuesta. Entonces por que no aprovecharse de eso, él ganaría y si se quedaba con algo del panzón luego podría chantajearlo para que lo dejara en paz o para que hiciera lo que él quisiera.
–No hemos dicho que apostaremos.
Una sonrisa triunfal se reveló en la cara regordeta. El chico levantó su dedo para señalar su dedo otro par de líneas rojas un poco más arriba, entre las letras pequeñas del contrato.
–Por eso estas lineas están en blanco, ahí escribiremos lo que uno quiere del otro.
A pesar de que perder era una de las cosas que más odiaba a parte de él, seguía con esa estúpidez de querer apostar. Era una tontería incluso aunque ganara. Tal vez el balonazo que le dieron mientras jugaban futbol esa tarde le afecto más de lo creyó.
–¿En serio Cartman?–se cruzó de brazos nuevamente–, ¿de verdad quieres hacer ésto?, porque aunque sería muy divertido ganarte no creo que debamos.
–Vamos Kyle–insistió con su sonrisa más burlona–, ¿tienes miedo de perder o de lo que vaya a pedir.
La calma con la que hablaba, la desbordante confianza del culón era lo que le hacía dudar de sus propias palabras en algunas ocasiones, pero eso era algo que jamás le demostraría. Por lo general era seguro de si mismo y tanto así que estaba seguro que la dichosa hada no era más que un invento. No obstante temía que le jugara sucio y la verdad, siendo honesto consigo mismo, sí tenía miedo de perder y darle o hacer lo que sea que ese gordo psicopata quisiera pues cuando se trataba de ganar no tenía límites. Comenzaba a dudar.
–Escucha Kyle puedes pedirme lo que sea–le miró sin poder creerlo–, te daré lo que sea.
–¿Lo que sea?–de repente una vocecilla se escucho en su mente diciendo que lo hiciera pues tenía todas las de ganar.
–Sí–la afiirmación del otro fue todo lo que necesitó.
Una idea pasó por su mente, sabía muy bien cuanto quería Cartman a Mr. Kitty, el gato ese no era precisamente el más bonito pero le tenía un afecto especial. Probablemente fuera el único ser en el que se interesaba de verdad, bueno, había ocasiones en la que no lo trataba tan bien pero aún así. Con ésto en mente pensó que si Cartman estaba dispuesto a cederle lo que él quisiera era perfecto. Le pediría a Mr. Kitty.
–Esta bien–dejo ir en un suspiro.
–Vamos a casa para que firmes.
No se hallaban muy lejos del vecindario por lo que recogió su balón con el que habían estado jugando anteriormente en una relativa paz hasta que Cartman decidió salir con su estupidez, y se fue siguiendolo. No les tomo demasiado tiempo llegar, ambos entraron a a casa y fueron en dirección a la habitación del castaño. Antes de subir por las escaleras se encontraron con la señora Cartman, quién le saludó muy amable con una sonrisa en el rostro. Kyle le regresó el saludo porque así se lo dictaba la educación que había recibido en casa.
Además no era culpa de la mujer que su hijo fuera un cabron. ¿O sí? Quién sabe. Liane era una puta que se metía con todo aquel que se dejara. Alguna vez se preguntó si el ver tantos hombres se South Park, y de otros lugares también, entrar y salir de casa no había sido el detonante que provocó era falta de consciencia y moral en su amigo.
Tal vez tenía un trauma oculto que no había revelado a nadie y sufría en silencio por ello. Miró la ancha espalda mientras pensaba si esa era la causa de que le molestara tanto. Desquitar su propia irá y frustración en otros a causa de una mala experiencia le sonaba algo lógico. Muchos perturbados habían iniciado así. Pero tan pronto como llegó era idea la desecho enseguida, Cartman era un hijo de perra, literalmente. Desde niño había demostrado lo vengativo que era y lo sádico que podía llegar a ser cuando se lo proponía. Si le hubiera pasado algo así no dudaba que hubiera hecho algo para desquitarse.
Una vez que entraron a la habitación que muy poco había cambiado, lo único que había sido reemplazado era la cama individual por una matrimonial. Se rio internamente al pensar que el aumento de peso ya no le permitía caber en una cama individual y si seguía comiendo de la misma forma toda esa comida chatarra como hasta entonces pronto la cambiarían por una King size.
El castaño cerró la puerta detrás de ellos y tomó del cuello de su chaqueta para llevarlo hasta el escritorio donde puso el cuaderno abierto.
–Bien Kyle–dijo tomando una pluma de uno de los cajones de su escritorio y señalando una de las líneas–, aquí escribe la cantidad de dinero que vas pedirme.
Kyle tomo el objeto mientras que por su cara cruzaba una mueca divertida.
–¿Y qué te hace pensar que te pediré dinero?
–¿Qué me haría pensar que no?–le miró de reojo con cierta desconfianza.
En lugar de contestar simplemente se agachó sobre el escritorio para escribir, cuidando de que su brazo libre y su cuerpo cubrieron de tal forma de que Eric no pudiera ver hasta que terminara. Cuando al fin terminó fue empujado bruscamente por el otro que se apresuró a leer lo que escribió y claro que no le gustó en lo absoluto. El contrato decía que si Cartman perdía la apuesta tendría que renunciar a Mr. Kitty y entregarselo a Kyle.
–¿A caso estas loco judío idiota?–cuestionó entre sorprendido y furioso.
–Tú me dijiste que podía pedir lo que quisiera, ¿no?
La mirada de Cartman no se mostró tan iracunda como esperaba, era una mirada tan filosa que podía sentir como le cortaba. A decir verdad sospechaba que algo raro se traía entre manos desde el principio pero era una sensación tan familiar a la que se había acostumbrado y por ende ya no le tomaba tanta importancia puesto que podría enloquecer. Justo con esa recién descubierta mirada tuvo un extraño y peculiar escalofrío le recorrió por todo el cuerpo. Desvío la nada a un lado no estaba seguro de si podría seguir soportando mirarlo directo a los ojos.
–¿Para qué quieres a Mr. Kitty?–preguntó con su tono habitual.
–Eso es algo que no te importa–contestó sin devolver la vista.
–De acuerdo.
El otro simplemente se encogió de hombros mientras le arrebataba el boligrafo a Kyle, quien empezó a mirarle de soslayo cuando comenzó a escribir sobre la linea. Al contrario que él no hizo ningún intento por averiguar lo que escribía porque estaba seguro de que algo realmente estúpido. Kyle no tenía nada que le pudiera interesar a Cartman al menos nada material. Estaba cien por ciento seguro que lo que le pediría sería algo absurdo comi ser su esclavo, ponerse en ridículo o algo por el estilo. Cuando terminó de escribir levanto el cuaderno frente a su rostro.
–Adelante, leelo–dijo con una malicioso sonrisa.
Kyle suspiró pesadamente.
–"Cuando Kyle Broflovski se equivoque y vea que el hada es real–rodó los ojos en ésta parte–, tendrá que hacer el amor con Eric Cartman y hacer todo lo que le pida durante el acto"
La última parte la leyó de prisa y casi gritando por la sorpresa. Se tapó la boca con una mano para no emitir una serie de gritos e injurias contra el culón y también para que la mandibula no se le esencajara. No esperaba que le fuera a pedir algo como aquello, siempre sospecho que era gay aunque siempre lo negó. Se quedó paralizado por unos segundos sin saber que hacer o decir, estaba horrorizado. Pasaron unos cuantos segundos en los que ambos se quedaron inmoviles sin dejar de moverse hasta que Kyle sintió como recuperaba el aliento.
–¡¿Estas loco?!–gritó, después de todo su cuerpo le exigía ese grito para desahogar toda esa incomodidad que comenzaba a sentir, luego añadió en voz baja para que ma señora Cartman no lo escuchara–, no me voy a acostar contigo.
–¿Y por qué no?–pregunto con fingida inocencia.
–No Sony gay–respondió de inmediato–, o es que acaso tü...
–Escucha colorado si estas tan seguro de que el hada de los dientes no es real entonces no tienes nada que temer, ¿o sí?–comentó ignorando la frase inconclusa del otro.
Tenía razón al menos en era parte. Si estaba tan seguro de que no existía no tenía nada que temer. El problema estaba en la seguridad con la que Cartman afirmaba lo contrario, si bien era ciento que muchas de las cosas que le había dicho resultaron ser verdaderas no significaba que en este caso lo fuera. ¡Por dios! Liane se lo confesó, ¿por que no podía creerlo? Lo peor es que tenía un mal presentimiento.
–Vamos judío–su voz lo sacó de sus pensamientos–,no tengo todo el día. Si yo estoy dispuesto a perder algo preciado tú deberías hacer lo mismo.
–No estoy muy seguro de esto Cartman–replicó mirando hacia la ventana.
–¿Qué pasa Kyle?–sonsacó el chico obeso mientras dejaba el cuaderno abierto sobre la mesa–. Temes que si lo haces conmigo te pueda gustar.
–No, no soy marica–regresó la vista con furia al otro.
–¿Entonces?, firma.
Kyle miró la línea donde debía firmar, no quería hacerlo. Apostar algo como el acostarse con Cartman cuando ni siquiera lo había hecho con una chica era algo que no quería ni podía hacer. Miró fijamente al castaño, tenía esa sonrisa socarrona de lado. Dejó escapar un gran suspiro y volvió la vista al cuaderno.
–Ya firma Kahl–apuro.
–No lo voy a firmar culón.
–¿Por qué no?
–¿Por qué sí?
–Mira Kyle–dijo el otro con ese tono de persución–, si no quieres firmar sólo tienes que admitir que el hada es real.
–No lo es–justo en clavo, pensó el castaño cuando el pelirrojo le miro desafiante.
–Sólo hay una forma de saberlo–canturreo.
A veces agradecía que el chico fuera tan obstinado en llevarle la contraria, eso siempre le favorecía.
–Pide otra cosa–suplicó desviando la mirada al suelo–, pero esto no.
–No, lo siento–se aferro.
Kyle miro a Cartman con desconfianza así como curiosidad sobre las intenciones que tenía para con él.
–Dime una cosa, ¿por qué te quieres acostar conmigo?
Había preparado un discurso en caso de que Kyle le preguntara el porqué de ello. Pero no contaba con los inquisitivos ojos del judío que le atravezaban tan profundo que por un momento efímero pensó en decirle, sin embargo recordó lo perjudicial que podía llegar a ser eso.
–Bueno–rio nervioso–, ya sabes.
–En realidad no, explícame–de ser necesario le iba a obligar a decírselo a base de golpes.
Y Cartman lo sabía, que Kyle no iba a firmar sin que le fiera un buen motivo para hacerlo. Fue en una fracción de segundo en la que se le ocurrió era patetica que los homosexuales novatos solían dar.
–Pues es sólo curiosidad, para saber como se siente–desvió la mirada.
–¿Curiosidad?
–Sí.
Le miró fijamente, parecía bastante avergonzado ante la declaración que acababa de hacer. Por costumbre le hubiera tachado de mentiroso pero a un segundo de hacerlo se dio cuenta que a Cartman no le convenía se supiera. De por si ya todos le tachaban de marica como para que él se descubriera solo siendo que cuidaba mucho su reputación, que no valía ni mierda pero él creía estaba por encima de los demás.
–¿Vas a firmar?–preguntó sin devolver la mirada.
–No lo sé–estaba dudando.
–Sólo hazlo–dijo chasqueando la lengua.
–¡Maldita sea Cartman!–explotó–, no me quiero acostar contigo.
No le importó que la madre del gordo escuchara, después de todo ella era una puta así que no debía sorprenderse de que su hijo siguiera el mismo camino. Al parecer a Cartman tampoco le importaba puesto que no le dijo que se callara, muy al contrario sonrió burlón mientras se sentaba en la silla del escritorio.
–Pues si el hada no fuera real no tendrías que preocuparte.
–No es real–afirmó con convicción.
–Dime Kyle, sí estas tan seguro de que no existe, ¿por qué tienes tanto miedo de firmar?
El pelirrojo miró al castaño, luego el cuaderno con el contrato. No estaba seguro de querer hacerlo, lo que quería era una aberración. Sabía que el hada no era real porque lo había confirmado y aunque le dolía admitir que el otro tuviera razón con lo que fuera no decía temer. El ganaría y tendría el puto gato.
–Está bien–dijo–, lo firmare.
Le dio el boligrafo y le mostró donde tenía que firmar, cosa que hizo todo incómodo. Sentía como si le vendiera su alma al diablo. Una vez que terminó de firmar le arrancó la pluma y firmó también.
–Listo Kyle, eso es todo–guardo el cuaderno en un balón que cerró con llave.
–Dime, ¿cómo harás para demostrar que existe?
–No te preocupes, tengo un plan.
–¿Ah sí?–levantó una ceja con incredulidad–, ¿y cuál es?
Cartman le detalló un plan, el cual consistía en quedarse a dormir en su casa o viceversa y luego golpearle hasta sacarle un diente. Cuando se negó propuso que le sacaran los dientes a Ike pero entonces feo de la ushanka se negó con más ferocidad.
–Olvidalo, tendrás que pensar en algo más. Se hace tarde y tengo que ir a casa. Adiós.
Kyle salió de la habitación de Cartman. Al cajas pasó por la sala donde Liane se encontraba viendo televisión. Se despidió amablemente de ella y salió de la casa. Mientras caminaba por la calle pensaba en que había cometido un error grave pero ya era tarde.
Ahora que lo pensaba mejor sólo un idiota le podría seguir el juego a Cartman y el idiota era él.
