-Pero miren qué tenemos aquí...

Se escuchó el eco de una voz siniestra y profunda entre la húmedas paredes de la prisión.

-Hasta el hombre más honrado viene a hacer pactos con el diablo...

Entre las tinieblas apareció una figura, un hombre vestido de negro que avanzaba con paso lento pero decidido. Su silueta era iluminada por la luna cuyo resplandor se abría paso entre los orificios del techo en ruinas.

Alzó la vista, y su mirada de rojo brillante penetraba el alma.

El hombre que lo había invocado no se inmutó. Aquella honradez se había perdido hace mucho tiempo con la guerra. Ahora simplemente era una persona desesperada que buscaba la salvación.

-Sabes por qué te llamé...- dijo sin miramientos manteniendo la vista enfrente a través de las rejas que lo separaban -Quiero hacer un trato contigo.

El hombre soltó una sonora carcajada y como si de una pesadilla se tratara, los guardias y los demás ocupantes de la celda siguieron sumergidos en un profundo sueño.

-¿Y qué es lo que buscas? ¿Poder? ¿Riquezas?- lo miró fijamente a los ojos cortando la distancia entre ellos -...¿Vivir?-

-Quiero que nos saques a todos de aquí, a cambio te daré mi alma...- dijo con voz grave.

Una sonrisa siniestra apareció en su rostro -Lo lamento pero tengo que declinar...

El teniente abrió sus ojos sorprendido.

-...P-pero...- si las leyendas eran ciertas el alma era la moneda y forma de pago por un favor, si se negaba sólo podía significar una cosa...

-¡No puedes dejarnos aquí!- exclamó sujetando con fuerza las rejas de la celda que lo aprisionaban.

Les había prometido a sus hombres que los sacaría, que hallaría la forma de escapar. No podía fallar de nuevo, no después de lo de...

Apretó los ojos inhalando con fuerza.

-¡Te dare mi alma! ¡Mi vida! ¡Cóbratelo de una vez!

-Tú me pides que te salve a ti y a tus hombres- Lo interrumpió mientras hacía desaparecer su cuerpo para trasladarse a otro punto de la prisión, a un lado del guardia que debía estar vigilando a los prisioneros.

-Sin embargo con tu alma no será suficiente... los tratos que manejo son por persona- dijo mientras jugaba con las llaves que colgaban de la pared desinteresadamente -Y lo que tú me propones simplemente no me beneficia...

El teniente lo miró estupefacto, pues había pensado que un pago bastaría, no podía obligar a sus compañeros a hacer lo que él.

-¡Entonces sácame de aquí! ¡Así podré liberar a mis compañeros! ¡O... no sé! ¡Sólo dame las llaves o algo! -exclamó angustiado pensando que tal vez si sólo salvaba su vida se cobraría un alma y así él tendría la oportunidad de proteger a sus compañeros.

-Crees que podrás salvarlos...- comentó con interés.

El capitán miró a sus espaldas, sus amigos profundamente dormidos contaban con él. Ciegamente confiaban en él.

-... Hay una delgada línea entre lealtad y estupidez... que fácilmente puede llevar a la muerte.

El hombre de ojos rojos hizo gala de sus poderes de nuevo y apareció dentro de la celda.

-No sólo puedo liberarte, sino salvarte- el otro lo miró con desconfianza. -Pero no puedo decir lo mismo de ellos...

-¡No importa! ¡Ayúdame a mí y yo los ayudaré a ellos! ¡Me encargaré de sacarlos a todos de aquí!- exclamó valerosamente -Los soldados no nos verán y cuando amanezca ya estaremos muy lejos.

-Eso no va a pasar...

El hombre golpeó las rejas frustrado pues se le estaban acabando las opciones. Había perdido casi toda esperanza.

-¡He pasado cosas peores! ¡Sobreviví la refriega del Monte de las Cruces y Valladolid! ¿¡Qué puede ser diferente ésta vez?!

-Que no sólo ustedes morirán ésta noche...- El hombre de traje negro apareció afuera de la celda y se paseó en frente de la reja con la espalda erguida haciendo sonar sus espuelas doradas al caminar.

-El fusilamiento es el menor de tus problemas.

-¿Qué?

-Se acerca una amenaza que ni siquiera sus armas podrán detener y tus hombres no verán el amanecer...- dijo sonriendo.

¿A qué se refería? ¿Los atacarían más realistas? Pero por lo que había mencionado, probablemente era algo completamente diferente ...y peligroso. Si era cierto lo que decía entonces no tenía opción.

-¿Por qué me estás diciendo todo esto?

-Son conveniencias...

-Pero no quieres mi alma...

-No exactamente...

Soltando un suspiro contestó -¿Qué tengo que hacer?

En su rostro se dibujó una enorme sonrisa y esos ojos rojos brillaron con más intensidad. De la nada apareció en sus manos una daga de obsidiana tan obscura como la noche con un mango de plata y un enorme rubí incrustado en el centro.

Le extendió la daga, pero antes de que pudiera recibirla su mano se detuvo en seco. Como si su cuerpo rechazara por sí solo aquella propuesta.

En ese mismo instante se escucharon gritos y disparos.

El soldado que cuidaba de los prisioneros se despertó de un sobresalto al oír el alboroto y la destruccion de afuera, los demás ocupantes dentro de la celda hicieron lo mismo. Sin embargo nadie parecía percatarse del intruso que esperaba pacientemente a un lado de la celda.

Se escucharon preguntas y suposiciones mientras otros intentaban ver lo que ocurría entre las rejas de la ventana. El soldado abandonó su puesto para unirse a la batalla.

Todo estaba pasando muy rápido.

-Se te acaba el tiempo...

A cada segundo se sumaban más gritos desgarradores y un temible rugido resonó por todo el edificio.

Con pesar sostuvo la daga entre sus manos, y una visión se apoderó de su mente. Su objetivo, su misión. Ya sabía lo que tenía que hacer.

La reja se abrió