Los personajes de este FanFic no me pertenecen, son propiedad de la maravillosa escritora Cassandra Clare. Sin embargo, la historia me pertenece.

My heart will keep you.

Fanfic Clary & Jace.

Capítulo I, ¿Te conozco?

De todas las veces que me he cuestionado a mí misma, siempre he obtenido la misma respuesta: soy total e irrevocablemente común. Antes podría pensar que ser común es algo bueno, no debes preocuparte por destacar, tampoco por mostrar alguna diferencia, simplemente ser lo que todos esperan que seas. Sin embargo, no siempre he estado de acuerdo con eso. Años atrás ser común estaba de moda, todos en la escuela con el mismo estilo de ropa, el mismo tipo de música se escuchaba por todos lados, mismos cortes de cabello, mismos gustos. La moda era ser de alguna manera iguales. Tan solo dos de cada veinte personas se oponían a ser más del montón y a estos se les calificaba como raros. Sin embargo, años posteriores las cosas tomaron un giro. En la escuela era fácil diferenciar lo común con lo no común. Siempre existía una separación entre chicos populares y nerds. Ambos bandos comunes. Pero, ¿qué hay de esos que les gustaba más leer un libro de fantasía o ciencia ficción que ir a fiestas o estudiar?, ¿Qué hay de los que preferían bailar y hablar de amores platónicos que tener sexo o estudiar? Cualquiera pensaría que también forman parte del grupo Nerd, yo sin embargo, pienso distinto. Siempre habrá una diferencia, algo fuera de lo común.

Suena el timbre del almuerzo.

-¡Clary, despierta! –chilló Isabelle por tercera vez, haciéndome reaccionar.

-Um, ¿Qué ocurre? –dije soñolienta, ganándome una mirada acusadora de su parte.

-¿Qué quieres decir con qué ocurre? –estalló- ¡dormiste toda la clase!, tienes suerte de que el Sr. Harrison se haya tragado el cuento de que estabas enferma, por poco te manda a la enfermería.

-Eres la mejor –se me ocurrió decir- lo siento.

-Ya tendrás tiempo para pagarme, ahora levántate, muero de hambre.

Me levante de mi asiento y juntas caminamos hasta la cafetería. El día anterior había sido pesado, demasiados deberes por entregar, muchos exámenes por cuales había que estudiar y pocas horas de sueño, realmente no entendía cómo es que todos en la escuela estaban como si nada, y frescos como lechugas, ¿así se dice no? En fin, faltaban tan sólo cuatro semanas para las vacaciones de verano y ¡habían demasiados exámenes! Este era mi último año de secundaria, pero en vez de pasar los últimos días de escuela feliz y relajada, estaba llena de trabajos por entregar. Por otro lado, a Isabelle, mi mejor amiga desde la infancia, no parecía importarle en lo absoluto las obligaciones escolares.

-Falta muy poco para el baile de graduación, ¡estoy tan emocionada! –canturreó- Quisiera tanto que Alec me invitara…

-¿Él no era gay? –dije seguido de un bostezo- No creo que sea buena idea.

-¿Bromeas? ¡Es demasiado guapo para ser gay! –dijo y esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Sacudí mi cabeza sonriendo y ella me dio con codazo.- por cierto, ¿Por qué andas tan cansada? ¡Debes estar feliz, es nuestro último año!

-A pesar de otras personas, yo si hago mis tareas y estudio –insinué-, además, hay algunas cosas preocupantes por las cuales pensar y evitan que duerma tranquila, ya sabes.

-¿Tu madre otra vez? –pregunto preocupada.

Asentí y decidí cortar el tema antes de entrar a la cafetería, no quería entrar en detalles porque sabía que si lo hacía, significaba tener que deprimirme el resto del día y sinceramente con el sueño que cargaba era suficiente. Supuse que Isabelle lo comprendió puesto que no pregunto más, a pesar de que su cara aun mostraba preocupación.

Caminamos en silencio hasta la larga fila de estudiantes para comprar la comida. Realmente era infinita.

-¿Por qué demonios hay tanta gente comprando? –inquirió exasperada mi mejor amiga.

-No lo sé, estoy considerando comprar algo en la máquina, de todos modos no tengo tanta hambre.

-Si quieres ve –dijo con una sonrisa comprensiva- yo si esperare porque muero de hambre y se me antoja una pizza –añadió y se relamió sus labios exageradamente.

Reí- Esta bien, ahora vuelvo.

Salí del gran salón de paredes amarillo pollito, y me dirigí a uno de los pasillos donde se encontraban los baños y las máquinas expendedoras. ¡Y no había fila para las máquinas!

Gloria Dios –pensé.

Camine tranquilamente hasta una de las máquinas, introduje un billete en la abertura y apreté el botón que indicaba un chocolate con almendras. Definitivamente necesitaba algo dulce para activarme. Segundos después el dulce calló por la rendija inferior. Cuanto estuve a punto que agacharme para recoger el chocolate, alguien tropezó contra mí, derramando algún liquido caliente sobre mí. Sentí como el líquido me quemaba la piel.

-Otra vez no –dijo una voz lamentándose- de verdad lo siento.

Levante mi vista y me encontré con dos ojos verdes escondidos detrás de unas gafas de marco circular mirándome. Realmente eran ojos muy hermosos, pero decidí ignorar ese detalle, es decir, ¡estaba empapada de chocolate caliente!

-No hay problema –dije evitando sonar molesta, era obvio que no fue intencional.

-No, de verdad, no fue mi intención, es que siempre hago estas cosas, yo siempre…

Lo corte, ¡vaya que hablaba demasiado!- En serio, no es problema. Esta camisa de todos modos no me gustaba.

El chico de ojos lindos rio avergonzado.- Toma mi pañuelo para que te limpies mi desastre, de verdad lo siento. -¿Cuántas veces había dicho lo siento en menos de dos minutos?

Tome el pañuelo que me había ofrecido y me seque un poco el rostro.- Gracias, entrare al baño… ¿Hasta luego?

-Está bien –dijo y se acomodó el suéter verde de cuello en V que llevaba puesto y después me sonrió aún algo avergonzado.

Cuando hablaba de que necesitaba algo dulce, no me refería a algo tan literal. Pero igual no quería echarle la culpa al podre chico, se veía realmente arrepentido, y ahora que recuerdo, ni sabia su nombre. En fin, entre al baño de damas y lo primero que hice fue verme en el espejo. No me veía tan mal, trate de convencerme. Simplemente me lavé la cara un par de veces para limpiar el pegoste y recogí en una cola de caballo mi cabello rojo que ahora estaba sucio. Decidí buscar un suéter que guardaba en mi casillero para ocultar la camisa blanca que llevaba puesta y que ahora tenía manchas marrones. Problema resuelto.

Poco después camine de vuelta a la cafetería y busque con la mirada a Isabelle. Después de un minuto buscando la encontré sentada en una de las mesas azules con otra persona al lado. Camine hasta la mesa y me alegre por completo al darme cuenta de quién era el que acompañaba a Isabelle.

-¡Hola pequeña! –me saludo Magnus con entusiasmo y se levanto de su asiento de forma dramática, abriendo sus brazos para mí.

Magnus es realmente especial, es una de las pocas personas que siempre entendía mis problemas y sabía como darme aquellos consejos tan sabios. Lo conozco desde hace ya diez años más o menos.

-¡Magnus! –lo abrace como pude.

-Hueles a chocolate, muy sexy de tu parte –dijo el moreno de forma coqueta cuando se rompió el abrazo.

-Cierra la boca –le respondí riendo.

-Chocolate, ¿eh? –comento Isabelle con una sonrisa. En frente de ella estaba una bandeja amarilla con un plato con restos de pizza y una lata de refresco dietético ya vacio. ¿Comió rápido o me tarde demasiado? Quizás sea lo primero.- Empezaba a preguntarme por qué tardabas tanto, veo que estabas ocupada –acuso seductoramente. ¿Qué rayos les pasaba a mis amigos hoy? El olor a chocolate no es para nada sexy.

-Un chico derramó su bebida sobre mi sin querer –explique y riendo puse los ojos en blanco.

-¿Un chico? –dijo Magnus y movió sus cejas.

-¡Quiero todos los detalles! –chillo Isabelle.

Microsegundos después, el sonido del timbre abrumo nuestros tímpanos. Salvada por la campana, pensé. Sin más, los tres nos fuimos de la cafetería y cada uno se fue a su clase correspondiente. Las clases restantes se hicieron eternas, pero por fin cuando el timbre sonó indicando la hora de salida, fue como escuchar a los ángeles cantar. Todos los estudiantes inmediatamente salieron de la escuela y la mayoría fue hasta el estacionamiento para buscar sus automóviles. Yo primero busque a Magnus y a Isabelle, los cuales iban saliendo del laboratorio de Biología y luego nos fuimos juntos al estacionamiento. Me despedí de mis mejores amigos e Isabelle se fue en el llamativo auto amarillo de Magnus y yo me fui en mi discreto y pequeño auto negro. Conduje hasta mi casa y estacione el automóvil en la entrada, como todos los días.

Al entrar por la puerta me encontré con una nota pegada en la pared del recibidor.

Clary, llegare tarde del trabajo, te deje la cena en el microondas.

Te quiere, Papá.

Papa trabajaba en un bufete de abogados desde que nací y siempre tenía grandes cantidades de trabajo atrasado; por lo cual no me sorprendía nada que otro día llegara tarde a casa. Tarareando mi canción favorita, subí al segundo piso y camine hacia mi cuarto. Entre directo al baño y tome una ducha larga, necesitaba sacar de mi cuerpo el chocolate. Minutos después salí del baño, busque ropa cómoda en el closet, me vestí y desenredé mi cabello mojado. Con pereza me acosté en mi cama y tome mi celular. Tenía cuatro llamadas perdidas de Isabelle, así que sin preámbulos la llame de vuelta.

Después de tres tonos, contestó.

-¡Por fin apareces! –exclamó enseguida.

-Nos vimos hace como una hora –reí- ¿Qué ocurre?

-¡Vamos esta noche al Pandemónium y no se acepta un no como respuesta! –casi gritó.

-¿Qué? ¿hoy? –respondí con pereza. Realmente planeaba quedarme en casa leyendo un libro o algo. Es decir, era viernes, quería disfrutar de mis escasos y preciados días libres de tarea.

-¡Si, así que ponte algo sexy y recógeme a las 8! –exigió y colgó.

Demonios.

Renunciando a la noche tranquila que tanto esperaba, decidí empezar a leer el libro que planeaba leer en la noche. Apenas eran las 4:24pm, me quedaba tiempo de sobra para leer un poco. Pasadas las horas, a las 7:15pm decidí que era tiempo de arreglarme. Busque en mi closet un vestido negro que me llegaba un poco más arriba de las rodillas y unos tacones bajos de color rojo brillante. Me vestí y acomode un poco mi cabello, pero al final decidí dejarlo suelto, dejando libres mis rizos rojizos que me llegaban hasta la cintura. Me maquillé solo un poco, coloque un poco de perfume sobre mi cuerpo y luego de haber terminado, me dirigí a la cocina. Moría de hambre, así que calenté la comida que me había dejado mi papa y comí todo con calma. Después lave mis dientes, cogí mi cartera y salí de la casa. Entre a mi auto y antes de ponerlo en marcha, mande con mi teléfono dos mensajes, uno para mi padre informándole de mi salida y otro a Isabelle avisándole que iba saliendo para su casa. Conduje hasta la casa de Isabelle la cual se encontraba a cuatro cuadras de la mía. Estacioné al frente de la gran mansión Lightwood, la cual estaba constituida por tres pisos, paredes blancas, grandes ventanales, una elegante puerta de entrada y un porche gigante, en resumen, era una de las casas más espectaculares del vecindario. La familia de Isabelle siempre ha sido una familia adinerada, el padre de Izzy es un gran empresario y su madre es médica y muy conocida en la ciudad; y eso explicaba su gran fortuna. Aunque ser millonaria no siempre era una maravilla, según Isabelle, puesto que sus padres siempre habían aspirado a que ella fuera a una universidad importante como Harvard o Yale y cuando descubrieron que Izzy quería entrar en UNY (Universidad de Nueva York), casi les da un infarto. Para mí, UNY era perfecta, ni muy grande, ni muy pequeña. Ambas entraríamos allí, junto con Magnus y Maia; la cual era una vieja amiga que estaba de viaje por Jamaica en estos momentos.

Presione el botón del claxon y minutos después Isabelle salió por la puerta vestida por un vestido rojo espectacular y bastante corto, llevaba tacones de unos veinte metros, bueno solo exagero, pero si llevaba tacones realmente altos. Llevaba su cabello negro recogido y a los lados de su cabeza caían dos mechones de cabello ondulados. Entro y se sentó en el asiento de al lado del conductor con elegancia.

-¿Qué tal? –dijo coqueta y luego posó como si estuviera en una sesión de fotos para una revista juvenil.

-Muy… elegante –dije riendo.

-Gracias, tu también estas genial –me guiño un ojo-, Magnus nos está esperando en la puerta del club.

Acto seguido conduje hasta el gran club de Nueva York. Al llegar estacione mi auto en el parking el club y ambas bajamos del coche y caminamos hacia la entrada. Con una llamativa camisa de botones de color verde y unos pantalones negros, nos esperaba recostado a la pared, Magnus.

-Bellas damas –anuncio jugando-, están hermosas esta noche.

-Gracias –contesto Izzy- tu estas guapísimo.

-No tanto como tu –contradijo el moreno.

-Basta –dije riendo- compremos las entradas y entremos, hace frio.

-Yo ya las compre –me dijo Magnus y me guiño un ojo- adelante, entremos.

Los tres caminamos hacia la pequeña fila de apenas cuatro personas para entrar y cuando íbamos llegando hacia la puerta en donde se encontraba un enorme señor vestido con un traje negro, el cual era quien tomaba las entradas y hacia pasar a las personas para dentro del club; recordé que había dejado mi cartera en el auto y allí tenía mi identificación la cual era obligatoria para entrar.

-Chicos, deje mi identificación en el auto. En un momento regreso –dije.

-¿Quieres que te acompañemos? –preguntó Isabelle.

-No, tranquila, entren y yo voy rápido.

-Está bien, toma tu entrada –dijo Magnus con una sonrisa y me entrego un cartoncito azul brillante.

-Gracias –le sonreí de vuelta y camine hacia el estacionamiento.

Apreté el botón del pequeño control para desactivar el seguro del carro, abrí la puerta y tome mi cartera, al cerrar la puerta me encuentro con una figura de un hombre a lo lejos. El hombre miraba en dirección a mí, pero apenas podía verlo por la poca iluminación que había en el parking. Como me considero una persona paranoica, en teoría fui corriendo hasta la entrada, pero llegando a la puerta sin darme cuenta, choqué contra algo duro. Era un chico.

-Lo siento –dije inmediatamente, subí mi mirada y me encontré con un par de ojos dorados observándome detalladamente. Lo curioso es que eran extrañamente familiares. Instantáneamente sentí calor en mis mejillas.

-¿Te conozco? –pronunció el chico de hermosos ojos y cabello dorado; ignorando mis disculpas.

-Eso creo –reconocí con voz torpe, su cercanía desataba mi nerviosismo-, soy Clary.

-Soy Jace –dijo con delicadeza.