Tu actitud quiero cambiar.
Capitulo #1
Estaba una chica de ojos azules claros y cabellera azul marino llamada Dawn en camino a ciudad Plateada, atravesando el bosque verde, alrededor de una hora había transcurrido desde que se adentro en él, cuando sorprendida visualiza a un muchacho de su edad de cabello morado al que le pertenecía el nombre de Paul.
-¿Paul? – le dijo la chica de ojos claros.
El chico de cabellera morada solamente volteo de reojo con esos ojos oscuros que representan frialdad, sin decir ni una sola palabra y siguió su camino.
Ella repitió su nombre una vez más y al ver que este no respondía a su llamado, se molesto e indignada decidió tomar otro camino.
Antes de que ella pudiera tomar otro camino el chico de los ojos oscuros por fin hablo.
-¿Qué quieres? –.
Al escuchar esto en dicho tono logro que ella enfureciera un poco más por lo que no dijo nada y empezó la ruta nueva lejos de él. En ese momento un golpe se escucho, púes el muchacho yacía en el suelo inconsciente.
Sorprendida se acerca corriendo a lo sucedido. Sin saber que hacer solo es capaz de hablarle haber si volvía en sí.
-¡Paul! ¡Paul! – gritaba ella desesperada.
-¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué gritas mi nombre? – interrogó el muchacho apenas abriendo los ojos.
-¡Dime tu que paso! ¿Por qué te desmayaste? –
-¿Dawn? ¿Me desmaye? ¿Cuándo? – Las preguntas no dejaban de salir del pobre muchacho que no tenia idea de lo que acababa de suceder.
-¡Si! ¿Te sientes bien?-
-Me duele la cabeza, solo eso – respondió un muy confundido Paul.
-Tengo pastillas pa… - fue interrumpida.
-No las necesito, adiós – se levanto y se dio cuenta de que se encontraba un poco débil, tanto que casi vuelve a caer, solo que esta vez Dawn se dio cuenta y lo ayudo a sostenerse en pie, pero… -¡No necesito tu ayuda! – soltándose de los brazos de ella y dirigiéndose a un árbol para apoyarse –Sigue tu camino -.
-No seas terco y mira que apenas caminas, te ayu…-
-¡NO! – dijo casi gritando.
Sin hacer caso a las palabras del chico se acerco ella y puso su mano sobre la frente de él –Al parecer tienes fiebre, no al parecer, ¡si tienes! – Saco de su bolso un jarabe y en una cuchara intento dárselo.
-¡Déjame en paz! - lo dijo tirando el jarabe, haciendo que ella enfureciera.
-Esto es por tu bien… pero si no quieres mi ayuda ¡pues por mi quédate aquí, sólo y enfermo! – le grito.
-Está bien... es lo que quería, no te necesito… - lo dijo desviando la mirada yen el mismo tono serio de siempre, como si en realidad se sintiera bien.
