Capitulo 1

Capitulo 1. El Recuerdo de Rin Higurashi.

Caminaba detraídamente por unos callejones, agotada tras las duras horas de trabajo en un restaurante de comida rápida, un local de mala muerte cuya paga era escasa y miserable, peor al menos obtenía algo de dinero, algo que necesitaba sin duda alguna.

Ignorante de los rumores acerca del peligro de caminar sola a esas horas por aquellas calles precisas, avanzo en busca del camino más corto de regreso a casa. Y por poco no vuelve nunca más.

De pronto, sin que nada los hubiera delatado con anterioridad, tres figuras surgieron de algún lugar que ella no logro ver, tan solo fue consciente de su aparición y tembló, al reconocer sus propósitos.

-Una belleza como tú no debería andar solita a estas horas, guapa.

-Pero para nosotros tanto mejor- agrego otro de ellos, con una mirada lujuriosa-Podremos divertirnos un rato. ¿Verdad, muñeca?

La escena se ensombreció y el primero en hablar, un hombre rudo, gordo y bastante feo, la agarro inmovilizándola completamente, a la vez que su segundo compañero se acercaba a ella con una sonrisa repugnante en los labios y, arrancando los botones de cuajo, le sustrajo la blusa.

La joven comenzó a gritar desperada, pero la zona estaba desierta, y lo único que pudo hacer para calmar su miedo fue comenzar a llorar, mientras uno de aquellos tipos tocaba sus pechos ahora ya sin sostén, disfrutando del horror de su víctima, que sintió como si el contacto la apuñalara del asco.

Noto como las manos de el descendían, predispuestas a librarla de más ropa, cuando algo ajeno a la situación ocurrió. Se escucho un sonido discordante, un chirrido insoportable que los obligo a soltarla y taparse los oídos.

Rin estaba libre, pero no pudo moverse, paralizada por aquel chirrido insostenible, con sus manitas también sobre la cabeza, cubriendo sus oídos, pero pronto todo acabo. Miro hacía el lugar de origen del ruido y se encontró la cosa más rara que hubiera visto en su vida.

Allí, junto a un coche rayado de extremo a extremo y con una larga uña aun sobre la tapicería, había un chico, bastante joven a su parecer, de facciones y figura… irreal. Tenía una larga melena blanca que caía por su espalda y dos grandes mechones por delante, reposando en su pecho. Increíblemente, sobre su cabeza resaltaban dos orejas de perro y unos profundos y vivos ojos dorados, que la dejaron clavada en su sitio, sin poder realizar un movimiento siquiera.

El chico vestía completamente de negro, con unos pantalones de cuero y una especie de top cobre su pecho, por su espalda colgaba una larga capa oscura, mientras que unas cadenas rodeaban su cintura, quizás sosteniendo el pantalón, quizás no. Y otras rodeaban sus muñecas provocando que los extremos del metal quedaran libremente suspendidos en el aire.

Una sonrisa despiadada se dibujo en sus labios y la chica pensó que había ido a parar de las brasas al fuego. Y él dejo escapar su voz, dura, pero bastante animada y, sin dudar, orgullosa.

-Os estaba buscando.

Los tres hombres temblaron, reconociendo sin duda a el salvador de la muchacha.

-Según el acuerdo- prosiguió, ignorando a la joven allí presente- Hoy se acababa el plazo de tiempo. Hemos cumplido, así que ya sabéis que os toca, ¿no?

Uno de ellos se abalanzo sobre el recién llegado, tratando de asestarle un golpe desesperadamente, pero no logro más que él realizara cuatro movimientos rapidísimos, pareciera que se desplazaba con el viento y el agresor se convirtieras en victima, cuando el peliplateado le asesto un golpe seco en la cabeza y cayó con estrépito al suelo, sin respiración, muerto.

Ella soltó un ligero gemido de pánico, al comprender que lo había matado. Pero acallo el resto de gritos cuando las cadenas de él rodearon el cuello de los otros dos tipos, estrangulándolos con lentitud.

-Un trato es un trato- exclamo con un deje de fastidio- Morir.

Y los fuertes metales que envolvían sus gargantas presionaron con tal brutalidad que las cabezas rodaron por el suelo, decapitadas. La sangre broto de los cuellos abiertos de sus cuerpos sin vida y, en cuestión de minutos, se formo un enorme charco del líquido escarlata.

Justo tras esos sucesos, en ese preciso instante, él la miro con sus ojos dorados envueltos en maldad. Se aproximó a ella, que indefensa como estaba trato de retroceder, hasta que su espalda choco con la pared del callejón. El individuo por fin acabo con toda la distancia y, quitándose la capa, cubrió su cuerpo semidesnudo, en el cual no había reparado hasta entonces, para después inclinarse ante ella, reduciendo al mínimo el espacio entres sus cuerpos, acorralándola en aquel callejón sin salida.

-Hace frío- dijo por toda respuesta- Estos no son lugares para una virgen.

Abrió los ojos desmedidamente, ¿Cómo podía él saber que era virgen? Todos le decían que aparentaba mas edad de la que en realidad tenía, lo normal hubiese sido que opinase justo lo contrarío. Enrojeció, algo molesta por que él hablara despectivamente de su estado, olvidando completamente qué estaba frente a un asesino que acababa de matar a tres hombre frente a ella, de una forma totalmente anormal.

-¿Que no vas a darme las gracias?- sonrió burlón- Te he salvado.

-Tú ya ibas… a matarlos- milagrosamente, su voz no tartamudeaba, aunque sonaba muy débil y asustadiza- Acabas de… reparar en mí.

-Vaya- la sonrisa maliciosa se acentuó- Una chica lista. Pero de todas formas, te he ayudado. No puedes obtener nada sin dar algo a cambio, ¿no crees?

No contestó, no sabía a donde quería ir el a parar, pero el miedo a que intentase hacerle lo mismo que los otros creció en su mirada, cosa que el supo con un simple vistazo a sus ojos oscuros.

-No-repuso con seriedad, adivinando sus pensamientos- No quiero eso.

-¿Entonces?

-Es algo…- acorto la distancia ente sus cuerpos y entonces, supo lo que el quería. Lo que iba a robarle, lo que exigía como pago a una ayuda que ella, para su desgracia, había pedido a gritos-… más sencillo, pero igual de valioso.

Y la beso. No fue un beso tierno, ni cándido, mucho menos dulce. Al comienzo, le repugnó que la lengua de el acariciara la suya así, con fuerza, lamiéndose entre ellas, pero, cuando la obligo a corresponderle, sintió toda la pasión y el deseo que había en ese contacto entres sus bocas y no pudo sino corresponderlo, impresionada de su propio descaro.

El chico de cabellos plateados se separo de ella con satisfacción, con el brillo en los ojos de quien ha logrado lo que se proponía.

-Tu primer beso- la chica se asusto, de nuevo sin comprender como demonios él podía saber tanto de ella- Es mío.- comenzó a alejarse, con paso lento, mientras en la lejanía, las sirenas de la policía se dejaban escuchar en tono su esplendor- Espero no volver a verte. Por tu propio bien.

Sintió que él se desvanecía y su cuerpo con él, perdiendo la noción de las cosas.

Rin despertó sumamente inquieta, con el rostro perlado de sudor y la respiración algo agitada. La cara contraída por una mueca de horror. De inmediato, volteo la cabeza para avistar la hora del despertador. Las 4.30 de la noche, aun no tendría que levantarse hasta las 7:30 para el instituto, pero dudaba mucho que fuera capaz de dormirse nuevamente.

Con pesadez y medio adormilada tomo dirección al baño, caminando de puntillas y más despacio al pasar junto a la habitación de Kagome, su prima, que tenía un sueño ligero y una curiosidad innata para meterse en los asuntos ajenos. Sobre todo en asuntos que era mejor no indagar.

Una vez en el recinto, se desnudo y sin pensárselo mucho, se introdujo en la ducha, encendiendo la manguera y liberando un fluyo de agua que rápidamente calmo su tenso cuerpo, asaltado por el temor inexplicable a sus propios sueños. ¿Cómo podía ser posible que aun recordase aquello con tantísima intensidad que le parecía vivirlo de nuevo al soñar? ¿Qué clase de extraño hechizo cayó sobre su persona esa noche de Febrero? Bueno, hechizo, mejor dicho maldición…

Cerró los ojos, sintiendo como el agua correr libre por su rostro y su cuerpo, en una dulce pero helada caricia. ¿Desde cuando se le convirtió en rutina no poder dormir o despertar en mitad de la noche para ya no volver a cerrar los parpados? Y todo por una cosa tan ridícula como un sueño que se repetía cual estrambótica ceremonia noche tras noche, desde hacía ya unos cuatro meses, justo desde que se mudo con su prima Kagome a esa ciudad, para estudiar en el prestigioso instituto Shorkuyaa Hight School, en donde cursaba Bachillerato.

Lo más extraño de todo, era que en los tres años desde que sucedió aquello nunca antes lo había soñado, ni ello adornaba sus pesadillas. ¿Solo la asaltaba desde que cambio de vida, por ser un cambio repentino? Tras haber estado acudiendo a un psicólogo durante dos años tras aquello, convenciéndose que fue una pelea entre callejeros o algo más simple, obviando las palabras o la crueldad que rezumbaba en aquel chico, logrando olvidarlo todo y continuar con su vida.¿Qué tenía ahora que pudiese atormentarla hasta el punto de no volver a dormir al evocar esas memorias, encima de forma involuntaria? Algo que antes había podido ignorar con el más mínimo esfuerzo por su parte, ahora no podía hacer nada, no tenía poder de controlar sus sueños.

Salio de la ducha y se envolvió en al toalla, comenzando a peinar su largo cabello castaño sin mirarlo demasiado. Alzo la vista y choco con su reflejo en el espejo que había sobre la pica. Ya no era ninguna niña, ahora era toda una adolescente en pleno desarrollo y así lo delataba su figura, delineada en finas curvas que aun debían pronunciarse algo más, mientras su cabello alcanzaba la imperiosa longitud de caer justo hasta sus caderas y sus ojos oscuros como una noche sin estrellas parecían ocultar el mismísimo secreto de la vida, poseedores de un brillo angelical.

Su carácter, era dulce y apacible, pero tenía una enorme capacidad de deducción y casi tanta curiosidad como Kagome. En inteligencia, eran las dos alumnas más aventajadas de su curso, pero en recursos, eran bastante pobres y ambas debían trabajar tras las clases para comprar comida y el material que necesitasen. Gracias a Dios que el piso era de su familia y no debían pagar alquiler, por que si no, les sería imposible apañárselas.

Suspiro y se dirigió al Salón, en penumbras, pensando que no era únicamente con ella que algo iba mal, por que Kagome también estaba extraña. La chica, que desde su más tierna infancia se había caracterizado por su dulzura y bondad, ahora era la viva imagen de la tristeza la mayoría del tiempo. No sabía muy bien que le ocurría a su prima y no iba a meterse en sus asuntos sin su consentimiento, como Kagome hacía a menudo.

Rin sabía esperar, sierpe había sabido hacerlo. No presionar, dejar que las cosas siguiesen su curso y, con el tiempo, eran las mismas personas afectadas quienes contaban sus temores, miedos, incertidumbres o secretos. Por que los seres humanos necesitaban sentirse apoyados, tener a alguien que los comprendiese y loa ayudase. Pero sobre todas las cosas, las personas ansían sentirse amadas.

Y, fuese lo que fuese que atormentaba a Kagome, estaba relacionado con el amor. Como que ella se llamaba Rin Higurashi que así era.

Un ligero sonido interrumpió sus pensamientos, sobresaltándola al comprender que aquel sonido era su propio despertador, al cual segundos después se le unió a dúo el de Kagome. Sonriendo, fue a despertar a la perezosa de su prima, que tenía la agradable manía de mandar su despertador contra la pared casi cada mañana.

Plaaafff

-Maldición- gruño al llegar a la puerta de la habitación, sabiendo que el despertador había pasado a mejor vida, entro y se encontró con el familiar bulto que se negaba a abandonar la calidez de su camita- ¡¡Kagome!! ¡¡Despierta, baka, asesina de relojes!! ¡¡Encima que no nos sobra el dinero para consentirnos apenas dos caprichos hemos de estar comprando un despertador cada dos por tres!!

-Hummm… Tres horitas más…

-¡Argh!- "Calma, calma" pensaba la chica, "Paz interior, armonía… Un momento… ¡¿Tres horitas?!"- ¡¡Tú, cosa, intento de ser humano, ya te estas levantando, y se dice "cinco minutos más", no "tres horitas", vaga!!

-Rin-chan, eres cruel conmigo- exclamo la soñolienta morena, incorporándose en la cama- Además, ¿para que necesito un despertador si ya te tengo a ti?

-De verdad, no se que te pasa, Kagome- le dijo mitad fastidiada, mitad preocupada- Antes eras tu la primera en levantarse, incluso antes de que sonara la alarma. Nunca en tu vida habías llegado tarde a clase y ahora tienes la mitad de los días retraso. Por no mencionar esos en los que ni siquiera te dignas a aparecer por el instituto.

-Ahh…. Esta bien, lo capto- se levanto y tomo camino hacía el baño, mientras su prima observaba las ojeras que ya eran parte característica de ella- La gente cambia, Rin.

-No, Kagome- la miro intensamente, con el rostro muy serio- Esto es algo más que un cambio. No se que te atormenta, ni como puedes estar siempre cansada y triste. No eres la misma prima que tenía hace un año, pero no puedes seguir así. Haz lo que tengas que hacer, pero vuelve a ser la de antaño. Por que si no, muy pronto tendrás mayores problemas que la ocasional bronca de un profesor por tus faltas.

-Yo…- Kagome sonrió, como hacía tanto tiempo, contenta de que Rin se preocupara por ella y sobre todo, por que respetara su vida y o la obligara a confesar que la tenía así- Intentare hacer algo, pero no se si podré. Hay cosas por las que vale la pena sacrificarlo todo.

-Y hay sacrificios que te arruinan la vida, Kagome.- rebatió- Y tú estas echando la tuya a perder. No digo que no te diviertas, pero no creo que eso sea lo que estas haciendo. Nunca sales de casa, has perdido el contacto con casi todos tus amigos y la mayor parte del tiempo, te la pasas durmiendo. No se por que estas "sacrificando" todo, pero espero que te valga la pena.

La joven de cabello negro se alejo, ya cansada de hablar con su prima, como tantas veces había echo antes, sabiendo que no le haría ni caso. Kagome había cerrado los ojos y ensordecido sus oídos al resto del mundo y no aceptaba ningún argumento, como si hubiera tomado una decisión irrevocable acerca de algo y su voluntad permaneciera inamovible.

Suspiro de nuevo y salio del apartamento, cuando el grifo de la ducha se abrió y supo que Kagome iría al instituto, llegaría tarde, pero al menos iría. Se alejo por el pasillo del bloque y toco el botón del ascensor, que tardo algunos minutos en llegar.

Mientras bajaba, se cuestiono de nuevo que diantre era lo que podía estar cambiando así a Kagome. Y también que la estaba cambiando a ella, volviéndola tan sobria y malhumorada. Antes pudiera haber contado con los dedos de las manos las discusiones o las veces que perdía la paciencia, pero últimamente esos momentos habían aumentado de manera drástica. Era definitivo: aquellas pesadillas la estaban volviendo una amargada y le estaban aguando su carácter generalmente apacible y tranquilo, de la misma manera que a Kagome algo le estaba fastidiando su personalidad amable y cariñosa.

¿Qué demonios estaba pasando con ellas?

Muy pronto sabría, cuan acertada había sido esa pregunta.