Puede que nadie lo sepa, pero en algún lugar de su habitación, más precisamente en el fondo de una caja negra que se encuentra debajo de la cama, Chuck Bass guarda un secreto.
Mejor dicho, una libreta.
Si alguien la leyera, creería que son solo un par de nombres (de mujeres) sin ninguna relación en común. Tal vez los nombres que le gustaban a Chuck por si algún día tenía una hija.
Pero él sabe la verdad. Sabe que hay exactamente cincuenta nombres de chicas del Constance, anotados prolijamente desde sexto grado hasta el día de hoy, y esos nombres representan nada más y nada menos que las chicas con las que tiene que acostarse antes de morir.
La mayoría ya están tachados (ninguna sorpresa, ya que nadie se resiste o quiere resistirse a Chuck Bass y su limusina y sus manos traviesas bajo tu vestido de marca), pero claro, hay algunos que todavía siguen intactos desde hace varios años.
Chuck no tiene apuro. Sabe que en algún momento lo conseguirá, y también sabe que si no estuvo con esas chicas es por dos motivos: o tienen novio, o todavía no se esforzó lo suficiente.
Seguro todos quieren saber el contenido de esa lista.
Bueno, basta con decir que la numero cincuenta es Georgina Sparks. Fue la primera en ser anotada hace unos cuantos años, y también fue su primera chica (vamos, eran dos niños). Pero fue la que hizo que Chuck descubra ese maravilloso mundo del sexo y el placer.
Y después de ella, vienen varias más, a algunas las sigue viendo, a otras no, pero a todas las recuerda, de alguna forma u otra.
La primera chica en esa lista fue siempre desde hace algunos años Serena Van Der Woodsen.
Vamos, si nadie se resiste a la rubia e inocente (si, claro) Serena.
Nunca había llegado a suceder; algunas veces estuvo cerca, pero Serena se quedaba dormida bajo el efecto del alcohol en su limusina… y ahí ya no era divertido.
Las chicas tenían que estar sobrias (o aunque sea entender la situación) para que sea válido, y Chuck pueda tachar sus nombres.
Pero hace unos meses, el nombre de Serena había ocupado el segundo lugar en la lista, y eso que Chuck nunca había hecho ningún cambio.
El puesto uno… bueno, aún le duele ver ese nombre escrito ahí, con letra firme pero enojada, con manchas de tinta alrededor, como si intentara de alguna forma, tacharla de su vida.
Pero Chuck sabía que era imposible hacer eso.
En realidad, le llevó mucho tiempo poder escribir ese nombre. Vamos, si Nate se enterase, explotaría el mundo.
Están juntos desde jardín de infantes (o eso dice la gente) y ya tienen una casa comprada y sortijas de casamiento, sus familias se conocen y ellos se aman.
O eso creía Chuck hasta esta noche.
Hasta la noche en la que al fin, había caído rendida a sus pies.
Tomó la pluma con una sonrisa de satisfacción, y la paso repetidas veces, una y otra vez por encima de ese maldito nombre. Ese maldito nombre que le había enseñado la diferencia entre sexo y amor. Ese maldito nombre que lo hacía sentir vulnerable, confundido y enojado.
Sonrío al ver que la hoja se había roto un poco por lo fuerte que había presionado, pero no lo importó. Tampoco le importó mas esa estúpida lista, total, ya había conseguido el nombre número 1.
Al diablo con Serena. La que había tenido sexo con él en su limusina, no era otra que
Blair Waldorf
