WHERE THE DREAMS COME FROM

Me encantaría decir que Naruto y los demás son míos, pero todos le pertenecen a Masashi Kishimoto.


Diez años atrás

Estrellas. En el cielo. Brillantes. Y muchas.

¿Habría una sola que le escuchara?

Un niño pelirrojo de ocho años miraba las estrellas desde el tejado de su casa. Sus ojos aguamarinos reflejaban una profunda tristeza, que ni siquiera las radiantes lucecitas conseguían alumbrar.

- Sois brillantes y hermosas, pero estáis tan lejos... - suspiró, con ganas de llorar - Me pregunto si será cierto lo que me dijo mi tío.

"Si le pides un deseo a una estrella que cae, te lo concederá".

El pequeño Gaara quería intentarlo, por eso hacía ya varias noches que se subía al tejado a mirar las estrellas, anhelando que alguna cayera mientras abrazaba su osito de peluche. Hasta el momento no había tenido suerte, pero era mejor que estar sin hacer nada, esperando que Shukaku se apoderase de él.

De repente, su defensa automática de arena se activó, sobresaltándole. Tardó un poco en reaccionar, pero varios kunais y otras armas se clavaron en su barrera. Gaara sintió la ira y el odio hervir en su interior, porque sabía muy bien lo que pasaba. Otra vez... otra vez lo estaban haciendo, un nuevo intento de asesinarle. ¿Por qué? No lo comprendía, él no le había hecho nada a nadie, y sin embargo todos en la aldea...

El dolor de su pequeño corazón despertó a Shukaku, y un minuto después la arena de su alrededor se teñía con la sangre de cuatro nuevos ninjas. Gaara los miró aterrorizado, respirando agitadamente, ya sin poder contener las lágrimas que salían de sus ojos. Se dio la vuelta para no seguir viéndolo, y cayendo de rodillas, levantó su mirada al cielo. Justo entonces una estrella fugaz recorrió la bóveda, y rápidamente el pequeño pelirrojo cerró sus acuosos ojos y entrelazó las manos.

- Yo... - lloraba desconsoladamente - ¡No quiero estar para siempre solo! Deseo una persona, una sola persona, que no quiera matarme ni me mire con miedo. Por favor estrellita, dame una persona que me quiera, te lo ruego...

Sobre él, las estrellas continuaron brillando.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Ep. 1: Pide un deseo

Sobre él, las estrellas continuaban brillando. Diez años habían pasado desde aquella noche, y ahora era un pelirrojo Kazekage de 18 años quien las contemplaba desde el balcón de su dormitorio. Sus ojos aguamarinos seguían destilando tristeza, aunque ya no una tan desgarradora como antes, gracias a las personas que había conocido: tenía la amistad de Naruto y Sakura, el cariño de sus hermanos, el aprecio de los habitantes de Suna, la confianza de Konoha...

Ciertamente, las cosas eran distintas ahora. No tenía ya a Shukaku sellado en su interior, y podía dormir tranquilamente como cualquier persona normal; como consecuencia, sus enormes ojeras negras hacía tiempo que habían desaparecido. Además era el Kazekage, y se había ganado la estima de la aldea y la lealtad de sus ninjas. No importaba que su deseo nunca fuese a ser realizado, de todas formas Gaara consideraba que había sido demasiado ingenuo al pedir algo tan... imposible, era la palabra exacta.

Unos golpes en la puerta atrajeron su atención, y al abrir se encontró con Baki, su antiguo sensei, que ahora era uno de sus consejeros.

- Lamento molestarte a estas horas, Kazekage - se disculpó - pero hemos recibido un mensaje de Konoha. Al parecer, el ninja médico que solicitamos para colaborar en nuestro hospital llegará mañana al mediodía.

Gaara solamente asintió para expresar su conformidad, y Baki se retiró. Tras cerrar la puerta, el pelirrojo se quitó la capa de Kazekage y la dejó bien doblada sobre una silla, para luego ir a darse un relajante baño.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

A las 12.00h exactamente, una kunoichi de larga melena rubia y hermosos ojos azules cruzaba las puertas de Suna, siendo recibida por el Kazekage y su consejo (y por una leve tormenta de arena también).

- Sé bienvenida a la Villa Oculta de la Arena, ninja de Konoha - habló Gaara muy formalmente.

- Gracias, Kazekage - le sonrió Ino - Es un placer estar aquí para ayudar a nuestros aliados.

- Recuerdo quién eres - rebuscó en su mente de qué la conocía - Ino Yamanaka, kunoichi de Konoha, hija del clan Yamanaka que posee una floristería. Alumna de la Godaime en cuanto a ninja médico, por lo que veo.

- Así es, Kazekage - otra sonrisa - Has acertado en todo.

Sin mediar más palabra, el joven líder y su séquito se giraron y caminaron a Suna, para indicarle a su invitada cómo llegar a la torre del Kazekage, lugar donde vivían Gaara y sus hermanos y también donde ella se alojaría. En cuanto le dieron la espalda, Ino cambió su hermosa sonrisa por una mirada de cautela, y es que Gaara no le inspiraba simpatía precisamente. Sabía que allí estaba a salvo, no tenía que esperar ningún peligro por parte de él, pero... por mucho que Naruto y Sakura le dijeran que había cambiado, la rubia sólo podía pensar en el chico sediento de sangre que conoció en su primer examen chuunin. Hacía ya seis años de eso, pero apenas éste era su primer encuentro cercano desde entonces.

Y bueno, ni decirse que la situación ya no era ni remotamente similar. Gaara ya no tenía a Shukaku, ahora era el Kazekage de Suna y además amigo de Naruto y Sakura; por otra parte Ino tampoco era la misma, era una poderosa jounin que optaba al ANBU y también ninja médico. La etapa de genin ya había quedado muy atrás, ambos habían madurado y encontrado un camino para ser fuertes. Y sin embargo...

Ese sin embargo se empeñaba en aparecer siempre que la rubia se sumía en sus meditaciones. ¿Y sin embargo qué? No tenía nada de lo que arrepentirse, a cada momento había intentado dar lo mejor de sí misma y aprendido muchas cosas en cada misión (algunas valiosas, otras no). Era una kunoichi de alto nivel que honraba el nombre de Konoha, y sin embargo... algo le dolía en el alma cuando veía a otras chicas de su edad pasear por la calle cogidas de la mano con sus novios, o cuando veía a las madres abrazando a los niños que salían de la escuela, o incluso cuando veía parejas de ancianos rezando juntos en el templo.

Quizás ella nunca tuviera algo así, por mucho que su mejor amiga Sakura le dijera que era tonta al pensarlo, ya que ella y Naruto eran pareja y se casarían en un par de años. Pero la Yamanaka procuraba no hacer caso de esos pensamientos, porque comparándose con las otras mujeres de la aldea, se sentía muy superior a ellas... o al menos intentaba convencerse a sí misma de eso. En fin, tan sólo míralas: no pueden luchar, no saben hacer jutsus ni utilizar el chakra, son totalmente débiles e inútiles... En caso de peligro Ino tendría que protegerlas, y sin dudarlo daría la vida en ello si fuese necesario, porque para eso había entrenado tanto y se había vuelto fuerte.

Pero aun así, siempre ese y sin embargo acudía a su mente. ¿Cuál sería el final de todo aquello?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Gaara se dejó caer boca abajo sobre la cama, después de haber tomado una buena ducha caliente para aliviar el cansancio de ese día. Cerrando los ojos, vino a su mente la imagen de su invitada de Konoha. No lo había esperado, creía que vendría Sakura por los detalles que había recibido: una mujer joven, agraciada físicamente, algo escandalosa pero muy responsable, excelente médica, alumna de la Godaime... Pero había resultado ser otra. Bueno, no importaba, mientras hiciera bien su trabajo.

Pero había algo que le inquietaba de ella, ¿qué era? Se dio la vuelta y miró al techo, apoyando una mano sobre su frente. Ino Yamanaka no suponía ninguna amenaza, aunque desconfiara de él (porque naturalmente que Gaara había notado la mirada cautelosa de ella). Dejando aparte que eran aliados, la rubia no podía medirse con él (o eso se creía el Kazekage). Entonces, ¿qué era? ¿Qué había en Ino Yamanaka que tanto le incomodaba? No lo sabía.

Con un suspiro, se levantó de la cama y se asomó al balcón. Era una noche bastante fría, tal como solían ser en una aldea desértica como Suna, pero Gaara no tomó nada para cubrirse, ya que su cuerpo todavía mantenía el calor de la reciente ducha. Levantando su mirada al cielo, las estrellas brillaban como siempre, reflejándose en sus ojos aguamarinos sin lograr alumbrar la tristeza que había en ellos. Se quedó allí un buen rato, contemplando la inmensidad del firmamento, hasta que vio caer una estrella. Inconscientemente, fue a juntar las manos, pero se dio cuenta de lo que estaba haciendo y desistió.

A fin de cuentas, era algo estúpido pedirle un deseo a una estrella. De niño era lo suficientemente iluso para creerlo, pero ahora sabía (o más bien, creía saber) que era sencillamente imposible. ¿Acaso una estrella no tenía nada mejor que hacer que andar cumpliendo los anhelos de la gente? ¿Qué le importaba a una estrella lo que quisiera un desamparado niño pelirrojo? Diez años le había costado aprenderlo, pero ahora el joven líder sabía que los deseos no se cumplían. Y a estas alturas, ya nada ni nadie le demostraría que estaba equivocado.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Baki de la Arena tampoco dormía, estaba demasiado preocupado. ¿En qué pensaba la Godaime para enviarles a esa kunoichi? Sabía que era muy competente, respecto a eso no tenía queja ninguna, pero... su carácter era el problema. Gaara era un chico atormentado por su pasado, y temía que el ánimo demasiado abierto de la joven causara algún estropicio. Mala cosa que no pudiera protestar, ya que ofendería a la Godaime a nivel personal, y eso perjudicaría las relaciones con la Villa Oculta de la Hoja. Habría que esperar acontecimientos.