Nota del primer cap: Esta historia, aunque no parezca incluye merodeadores, y nadie muere en este capítulo (recuerden esto último) (NO, NO MUERE NADIE EN ESTE CAPÍTULO)

Todos los personajes pertenecen a J.K. Rowling salvo los que invente yo.

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EL HOMBRE QUE VIVIÓ

La noche se ofrecía cubierta por la más absoluta oscuridad. Sobria como siempre, dejaba apreciar algunas estrellas que no lucían demasiado ante las insipientes nubes que se empecinaban en ocultarlas. La luna, en cuarto menguante, no reflejaba suficiente luz para divisar los rostros de tres individuos quienes, con aspecto lamentable, trataban de refugiarse en la oscuridad.

- ¡Vamos, no se detengan si es que quieren sobrevivir para el amanecer!- gritó el más alto del grupo, claramente lastimado y agotado, con una cabellera larga y rubia, toda despeinada- ¡pero les digo que corran, idiotas-
- Todo está perdido Lucius… ha muerto… el amo ha muerto- murmuraba como perdida en su miseria la única mujer presente. Había sido alcanzada por varias maldiciones poderosas durante su última batalla; su túnica toda desgarrada y manchada de sangre; su rostro demacrado, sumergido en el más oscuro terror- Oh, que voy a ser sin Mi Señor, Lucius…
- ¡Cállate de una vez, Bella!- le espetó sacudiéndola tomado de los restos de su túnica- ¡Sí, murió, pero si crees que voy a seguir su camino estás totalmente desquiciada!- Yo voy a sobrevivir, sí, sí, ya verás, como lo hice hace casi veinte años, sobornaré a todos y en unos meses me pasearé nuevamente por el Ministerio, otorgando suculentas donaciones. Verdaderamente es una lástima que haya muerto, pero en lo que a mí respecta todo acabó. Es momento de volver a repartir galeones. Tengo suficiente como para comprar a cualquier Ministro de Magia.
- ¡TRAIDOR!- le gritó la mujer con una ira incontenible- ¡TÚ, QUE FUISTE SACADO DE AZCABAN POR ORDEN DE ÉL, CUANDO DEBISTE QUEDARTE HASTA PUDRIRTE!- el odio y el deseo de venganza por la muerte del Señor de las Tinieblas corría por su cuerpo claramente deteriorado, a una velocidad inconcebible- ¡JUSTO TÚ, QUE TE CONFIÓ SU DIARIO PARA QUE LO CUIDARAS COMO EL MÁS PRECIADO TESORO! -a esta altura era ella la que lo había tomado de su túnica- ¡Y QUÉ HISISTE: SE LO ENTREGASTE A LA NIÑA MÁS ESTUPIDA QUE ENCONTRASTE, BASURA!;¡TÚ QUE CUANDO CAYÓ LA PRIMERA VEZ NO ACUDISTE EN SU AYUDA Y TE REFUGIASTE EN EL BOLSILO DE FUDGE¡ERES UN TRIADOR HIJO DE PUTA!
- Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja… ¿crees que tus insultos me afectan? -la risa se le mezcló con una mirada de soberbia propia de su apellido- Para tu información EL me sacó de Azcaban porque necesitaba algo de mí, de lo contrario me hubiera mandado a matar. En cuanto a lo del diario, solamente intenté que recuperara su cuerpo. No funcionó, por supuesto, pero no es momento para llorar. Después de todo, ahora sabemos que nuestra derrota era inevitable.
- ¡Si lo dices por la profecía no olvides que por tu culpa se perdió¡Era tu deber encontrarla y fallaste¡Te venció un simple niño!
- Te recuerdo dos cosas mi querida Bella: primero, tú me acompañaste esa noche así que eres tan culpable como yo y no veo que EL te haya matado por eso. Y segundo -no la dejó interrumpirlo- no te olvides que ese simple niño acaba de derrotar al mayor mago oscuro de todos los tiempos, así que si quieres sobrevivir ahora que EL ya no está te recomiendo que no lo subestimes. Yo, por lo pronto, te aseguro que no lo volveré a hacer.

Bellatrix no salía de su asombro. No podía entender que un vasallo de su Amo lo traicionara de esa manera, justo cuando era su deber hacer todo lo posible para que el Señor Oscuro retornare nuevamente o, al menos, vengar su muerte.

- Supongo que tu hijo pensará igual que tú… ¿no… Draco?- lo encaró al chico murmurando entre dientes.
- No puedo mentirte… en verdad dividiré mi tiempo entre dos empresas: recuperar la imagen de mi apellido junto con mi padre para salvarnos de Azcaban y… hallar la forma de destruir a Potter -le contestó a la mujer con un rastro de furia- Pero si crees que me dedicaré a llorar el resto de mi vida la muerte de nuestro Señor estás más loca de lo que creí -el rostro de la mortífaga no salía de su rabia y asombro– …después de todo –continuó- Él lo subestimó en contra de las advertencias de mi padre que, junto con otros, lo enfrentó en batalla en los últimos años y de suerte está aquí de pie para contarlo -Bella caminaba hacia atrás negando con la cabeza como no creyendo lo que escuchaba- Ahora nosotros debemos cargar con ese error y si queremos salvarnos tendremos que olvidarnos de "nuestro Señor" por unos largos años, por no decir para siempre -mientras el menor hablaba la mujer buscaba la varita entre sus ropas. - Verdaderamente Bella no sé que te extraña tanto, después de todo somos Slytherin; buscamos oportunidades. -Lucius mantenía esa mirada propia de los Malfoy.
- Ya veo… ya veo –de pronto se dibujó una brillante sonrisa en el arruinado rostro de la mortífaga, recuerdo de sus días en Azcaban- Sí, debo reconocer que mi Señor se equivocó…
- Me emociona que tomes conciencia Bella, pero insisto: debemos salir de aquí si queremos sobrevivir… – de pronto y de la nada la que se hacía llamar la servidora más fiel del Señor Oscuro lanzó una carcajada y sacó su varita, apuntándoles.
- ¡Expelliarmus! –el rayo de la varita de Bellatrix se dividió en dos y desarmó al instante a padre e hijo, que la miraron con el más absoluto terror.
- ¡QUE DEMONIOS CREES QUE ESTÁS HACIENDO ESTÚPIDA! -recriminó el mortifago mayor, acompañado por la mirada de miedo de Draco.
- Corrigiendo el error que cometió mi Señor al perdonarles la vida -el odio de Bella era inabarcable, tanto, como el pavor que demostraban los dos rostros que tenía en frente- Mi señor debió saber que lo traicionarías otra vez en la menor oportunidad, así que yo corregiré lo que debió hacerse hace ya mucho –Bella apretaba su varita con las últimas fuerzas que le quedaban mientras comenzaba a respirar entrecortadamente- Debo informarte Lucius… antes de matarte claro… que estás equivocado. No todo está perdido ya que queda una última carta que me pienso jugar… aunque no pueda disfrutar de la victoria de mi señor –el rostro de la mortífaga de llenó aún más de ira y apuntó su varita hacia él- Adiós Lucius…
- ¡Espera, espera! –se arrodilló ante ella como una comadreja mientras, con terror, suplicaba- ¡Por favor, si todavía hay una esperanza yo puedo ayudarte! –Bella negó con la cabeza y con la mirada cargada del más profundo odio y concentrando sus menguadas fuerzas, apretó aún más su varita.
- ¡AVADA KEDAVRA! –un rayo verde chocó contra el cuerpo del hombre lanzándolo por los aires.
- ¡NO! -gritó Draco, quien a los pocos segundos cayó al suelo a causa de la misma maldición imperdonable que acabó con su padre, lanzada por segunda vez.

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Nadie en el mundo mágico podía creer que una noche tan importante no ofreciera mayor espectáculo que una apagada luna y unas escasas estrellas lejanas. El momento más ansiado y, por muchos, impensado, había llegado. Aquél que de tantas formas se hizo llamar y conocer, mas una innombrable, había desaparecido para siempre: lord Voldemort había muerto de una vez por todas. Los incrédulos no salían de su asombro, mas sabían que era verdad, que aquél que había venido al mundo para salvarlos había cumplido con su destino. Aquéllos pocos que mantuvieron la esperanza no necesitaban El Profeta de la mañana siguiente para confirmar el rumor, pues no dudaban en su veracidad. Harry Potter, el niño que vivió cuando nadie más lo había logrado, aquél que enfrentó cientos de batallas y miles de sufrimientos sacrificándolo todo, había derrotado para siempre a su antítesis, salvándolos de nuevo.
Para esa noche apagada ya todo era pasado. Unos y otros, los que mantuvieron la fe y los que la habían perdido rápidamente, festejaban como nunca antes lo habían hecho. Ni dieciocho años antes victorearon tanto, aunque había una clara razón para semejante alegría. Todos sabían que esta vez su derrota era total. Con la fuerza de un rayo la profecía tan celosamente ocultada por Dumbledore había volado de boca en boca más rápido que una snitch dorada. Ahora todos conocían la verdad, aunque algunos siempre la intuyeron. De una forma u otra, incrédulos o no, confiaban en que Harry lo derrotara otra vez. La muerte de Dumbledore, dos años atrás, le había quitado casi toda ilusión al mundo mágico. El único a quien el Innombrable había temido estaba muerto y hasta los más fuertes de corazón temieron lo peor: la destrucción del mundo entero. Todo recaía en Harry pues, si él no hallaba la forma, nadie más lo haría. Y lo hizo. Sacrificó todo, claro, hasta su propia alma, pero al fin lo logró. El nombre de lord Voldemort no causaría nunca más terror. Por lo menos eso es lo que todos pensaron; lástima que no fuera verdad.
Los muggles no comprendían el por qué de esa multitud de personas a lo largo del mundo que, en las calles y vestidos con raros ropajes largos y túnicas anticuadas, festejaban como si una guerra, desconocida para ellos, hubiese terminado.
Los propios magos no se preocupaban por aparentar ante los muggles, sino todo lo contrario. Decían frases sin sentido para el mundo no mágico mientras, otros, gritaban y brindaban por la salud de un hombre desconocido pero con un nombre muy común en el mundo muggle: "¡Por Harry Potter!". Algunos portaban carteles salidos de la nada inscriptos con ese nombre. Otros se juntaban alrededor de fogatas improvisadas que no dejaban de arder, aún cuando bomberos de todas las ciudades intentaran apagarlas. Allí, personas con lágrimas en los ojos de la emoción, lanzaban al fuego máscaras blancas manchadas de sangre y especies de pergaminos con gravados de una extraña serpiente enroscada, parecido al símbolo de una secta.
En la oficina del Primer Ministro de los muggles reinaba el desconcierto. Hacía casi dos horas que ese cuadro odiado por este político inglés le había anunciado que el Primer Ministro de Magia solicitaba una audiencia urgente, solicitud que lo hizo saltar de su Sillón junto a su tasa de té caliente que se precipitó, imparable, sobre sus faldas. El consecuente insulto fue escuchado por su secretario que se hizo el desentendido pues tenía orden de no acudir al despacho hasta nuevo aviso. Parecía ser que el anuncio debía salir de boca del propio Rufus Scrimgeour.
El fastidio del líder del partido laborista inglés conductor los destinos de su país parecía inagotable. La audiencia no había sido solicitada, sino mas bien "ordenada". Estaba harto ya de dar torpes excusas a la opinión pública sobre extraños hechos que se sucedían día tras día, sobre todo en lo que iba de ese año. Lo que más le sacaba de quicio era no poder decir la verdad, lo cual parecía hasta una ironía del destino: Un político que quería afrontar "el problema" con la verdad, pero que se veía impedido de hacerlo. Después de todo quién le hubiera creído que todo fuera culpa de un mundo paralelo que vivía al ritmo de una vara de madera.
De pronto, la puerta que lo comunicaba con su secretario se abrió, dejando ver un rostro cargado de una sensación encontrada: alivio y absoluta tristeza.

- Disculpe Primer Ministro que no haya acudido a su llamado pero se me ordenó que no lo hiciera hasta nuevo aviso –le informó Kingley Shacklebolt antes que su "jefe" pudiere interrumpirlo- Ud. entenderá… cuestiones de seguridad.
- No sé si comprendo o no, pero le puedo asegurar, querido amigo, que sí soy conciente del tiempo que he perdido desde que esa pintura desquiciada interrumpió mi descanso –El primer mandatario inglés mostraba los últimas cuestes de su infinita paciencia mientras se sacudía su traje de corte inglés, ahora arruinado.
- Le reitero mis disculpas Señor, pero la información era de absoluta reserva y debía ser confirmada. Además, dada la importancia de la misma, el Primer Ministro Scrimgeour tenía la intención de comunicársela personalmente. Lamentablemente eso resulta imposible por el momento, así que me ordenó que sea yo quien le informe las novedades.
- Bueno y se podría saber qué es eso tan importante que ha valido dos horas de mi ocupada agenda.

Hubo un breve pero marcado silencio entre ambos hasta que el mago lo rompió:

- La guerra… ha terminado…-la boca del ministro se abrió de par en par y calló sobre el sillón de su escritorio.
- Eso quiere decir que…
- Sí, el Innombrable ha muerto –hizo un breve alto en su alocución- Los mortifagos que quedan están siendo perseguidos, así que lo peor ya ha pasado.

La actitud del Primer Ministro fue de un gran asombro y alivio a la vez, pues sólo podía significar que esas interrupciones cesarían, así como también, los inexplicables sucesos que le había provocado a su gobierno un fuerte costo político. Por supuesto que ese llamado lord Voldemort también era una amenaza para su mundo, aunque por más que se tratara de un hombre con tantas responsabilidades no dejaba de ser un muggle y, como tal, nunca había llegado a comprender en su totalidad lo cerca que estuvo el mundo de sumergirse en la más cruel oscuridad.
Más allá de su alivio no pudo dejar de llamarle la atención lo poco efusivo que se mostraba su secretario. Si fuera él el que hubiera ganado una guerra mostraría una mayor algarabía. Por supuesto que no pudo evitar hacérselo notar.

- Lamento si parezco inoportuno pero no lo noto muy alegre por la victoria de los suyos.

Otra vez el silencio se interpuso entre ellos, aunque esta vez duró menos.

- No me malentienda Señor Ministro, ya que por supuesto estoy aliviado por el final de la guerra. No sé si recuerda Señor que soy un Auror, o sea, un cazador de mortífagos. Mi deber hubiera sido pelear en esa guerra pero, ya sea por desgracia o por fortuna, se me asignó otro. La desaparición del Innombrable es la mejor noticia que se ha producido en décadas, sobre todo, por lo cerca que estuvimos de perder esta guerra. Y esto sí se lo aseguro: de haber ocurrido Ud. no hubiera ocupado su puesto por mucho tiempo más.
- Entonces más a mi favor en cuanto a su poca efusividad mi querido "asistente"- remarcó con sorna su último vocablo.
- Lo que no entiende Señor es que sólo los políticos se alegran por las guerras, sobre todo cuando son más sangrientas –a esta altura le había perdido el poco respeto que le imponía su investidura- ¿Es que todavía no entiende Señor lo que nos ha costado esta guerra?; ¿no se da cuenta que no nos ha dado ni tiempo para sepultar y llorar a nuestros muertos?; ¿no entiende la cantidad de personas valiosas y brillantes que hemos perdido en pos de una guerra que creímos perdida?; ¿no se da cuenta, por más doloroso que sea, que la causa principal de esta masacre la debemos encontrar en la gran soberbia sobre la cual nos arrogamos el derecho de hacer miserable la vida de muchos?; ¿no se da cuenta, Señor Ministro, que las causas que en el pasado originaron esta guerra siguen tan vivas como siempre? –el Primer Ministro no sabía dónde esconder su rostro- No, Señor, no hay nada para festejar; sólo nos resta llorar a los que ya no están y agradecer a Merlín que esta masacre haya finalizado.

Los silencios cada vez resultaban más extensos aunque fue esta vez el Primer Ministro quien lo hizo cesar, cambiando de tema.

- ¿Se puede saber quién lo derrotó.
- Sí, se puede saber…fue Harry Potter.
-¿Ud. se refiere al mismo niño que lo derrotó hace casi veinte años? –el Primer Ministro mostraba incredulidad en su tono de voz. Otra vez lo disculpaba su ignorancia.
- Sabe Señor: lo trágico de todo es que en parte son la misma persona y en parte no, pero resumiendo la respuesta es sí.
- Le agradecería si abandonara esa soberbia propia de los suyos pues, si le soy sincero, me tiene un poco podrido. ¡Vaya al grano.
- Ese niño que hace dieciocho años casi acaba con él, tuvo que crecer al ritmo de los golpes del destino para convertirse en un hombre. -su voz mostraba aun más tristeza- Lo sacrificó todo para salvarnos y al fin lo logró.
- ¿Está… vivo?
- Podríamos decir que sobrevivió otra vez.

Los dos hombres volvieron a mirarse desafiantes. Nuevamente Kingley retomó su papel para cumplir con las formalidades.

- Le informo Señor que continuaré siendo su secretario por unos meses más hasta confirmar que su vida ya no corra peligro, –el Primer Ministro no podía demostrar mayor alivio- luego podrá prescindir de mis servicios.

- No puedo negar su gran eficiencia como secretario después de todo, pero si le soy sincero prefiero alguien de mi confianza.

El Auror ignoró el comentario y, dispuesto a marcharse sin pedir permiso previo, se dirigió a la puerta que lo comunicaba con su escritorio. Antes de tomar el picaporte entre sus manos giró su cabeza hacia el Primer Ministro.

- ¿Se molestaría si le diera un consejo, Señor?
- Adelante, total no creo que pueda ser más irrespetuoso de lo que ya resultó ser esta noche.
- Esta guerra me ha enseñado muchas cosas, sobre todo, a preferir siempre la verdad sobre la mentira, así que aquí va mi sugerencia: Cambien su forma de vivir; dejen de tratar a sus semejantes como ratas; abandonen la interminable burocracia y recuperen su dignidad pues, de lo contrario, vuestro futuro no se diferenciará de nuestro pasado más próximo.
- No comprendo de qué me habla.-le contestó con indiferencia. Mientras revisaba su agenda del día siguiente.
- Las mismas causas que generaron el terror en mi mundo están presentes en el suyo y más fuertes que nunca por lo que he observado durante mi estancia en esta oficina. Se celan entre Uds; se oprimen; se denigran y se creen superiores a cualquiera –el Primer Ministro parecía ahora desconcertado por las palabras de su interlocutor- Hágame caso Señor que este consejo es gratis. Cambien pues, de lo contrario, no habrá salvación para Uds. como casi no la hubo para nosotros…

Giró nuevamente su cabeza y abrió la puerta, dispuesto a retirarse. Antes de poder dar un paso, el Ministro volvió a dirigirle la palabra.

- Más allá de este bonito discurso se puede saber cómo mató el Sr. Potter a ese Volde o como se llame.
- Con un poder que usted no conoce…
- ¿Y se puede saber cuál es ese poder?

- Amor…

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Aquél de quien todos hablaban por esas horas caminaba con alguna dificultad divisando los restos de la última batalla. Decenas de cadáveres se encontraban dispersados por el campo y, el olor a carne quemada, se podía sentir a leguas de distancia. A medida que avanzaba sin rumbo determinado, se detenía de tanto en tanto para divisar algún rostro familiar que no había corrido con suerte. Ante cada confirmación de muerte, el joven de rostro desencajado se limitaba a un largo suspiro, acomodando lo más dignamente posible a aquél que, con valor, se había lanzado hacia una muerte segura en pos de un futuro posible. Entrelazaba las manos del desdichado junto a la varita (cuando la encontraba) y cerraba los párpados ante los casos de imperdonables.
No todas eran muertes, muchos habían sobrevivido pero, o agonizaban, o gritaban de dolor por las maldiciones recibidas. Algunos lloraban, mientras, otros aguardaban la muerte en el más absoluto silencio.
Los que se encontraban en condiciones se ponían de pie ante su paso, en señal de respeto y admiración. Otros lo abrazaban y murmuraban agradecimientos entrecortados por llantos de alegría.

- ¡Harry, Harry… quédate, no te vayas por favor! – le imploró uno de los tantos rostros desconocidos que agonizaban esperando una muerte segura.
- Tranquilo que ya pasó todo, pronto los medimagos se harán presentes y lo atenderán, tenga calma –lo decía forzando una sonrisa no muy creíble.
- Dime Harry¿lo hemos hecho bien?... ¿es cierto lo que dicen?... ¿ganamos?... – le preguntó con la poca voz que conservaba, mientras su cuerpo sufría múltiples espasmos. - Sí, Voldemort ha muerto… Has peleado con valor y gracias a hombres y mujeres como tú lo hemos derrotado. Tu sacrificio no ha sido en vano. Te lo agradezco -Harry supo, al observar con más detalle los rastros de las maldiciones recibidas por el desdichado, las nulas posibilidades que tenía de sobrevivir.
- Yo… te agradezco a ti… Harry Potter. Ha sido un honor… luchar… a tu lado. Valió la pena y… te aseguro que me voy sin rencores y… enfrento la muerte… sin temor –el rostro del moribundo, lleno de sangre y tierra, era surcado por las lágrimas- Únicamente te pido que te quedes hasta… hasta… que me haya ido… no quiero morir sólo.
- No temas que falta poco… yo me quedaré a tu lado. –le parecía mentira que fuera capaz de formular esas palabras con tanta tranquilidad.

Se arrodilló y tomó su mano para acompañarlo hacia su destino. La espera duró unos minutos hasta que el hombre largó un último suspiro y aflojó su cuerpo. Harry hizo lo mismo que había hecho ante los demás cadáveres y continuó su rumbo impreciso.
En medio de ese campo manchado de sangre y sumergido en la oscura noche, una leve voz llamó su atención pues le era familiar. Se le erizó toda la piel ante lo débil que sonaba. Aún sin fuerzas y todo lastimado, corrió como lo había hecho en el cementerio cuatro años antes para volver a su colegio, junto al cuerpo de Credic. Al hallar la fuente de esa voz no pudo más que desesperarse.

- ¡PROFESOR LUPIN! –inmediatamente se arrodilló a sus pies y contempló las múltiples heridas del último merodeador vivo, las cuales sangraban enormemente.
- Tranquilo Harry… que sobreviviré –su aspecto no corroboraba la seguridad de su voz. Sin oír eso último, improvisó vendas rasgando sus propias ropas y comenzó a cubrir sus heridas. Cuando consideró que las más graves estaban tapadas, tomó su varita y apuntándole murmuró algunos hechizos para hacer cicatrizar o disminuir, al menos, el sangrado.
- Gracias Harry… estoy mejor –aunque sabía que su profesor tenía razón no podía quitar la preocupación de su rostro. No estaba dispuesto a perder a nadie más. Ya había sido suficiente.
- No hable y guarde fuerzas que pronto lo ayudarán… ¡DONDE DEMONIOS ESTÁN ESOS MALDITOS MEDIMAGOS.
- No te alteres que pronto llegarán…
- Se tardan demasiado –miraba hacia todos lados con la esperanza de encontrarlos. Lupin lo observaba, emocionado. No pudo evitar recordar a sus amigos muertos ni lamentar que no estuvieren presentes para contemplar a este muchacho.
- Debo confesarte Harry que siempre he estado orgulloso de ti pero hoy más que nunca… has peleado estos años con un valor que yo no creía posible. Tus padres también estarían orgullosos, tal vez más. –al muchacho como siempre le incomodaban esos comentarios- te pareces tanto a tu padre…
- ¡No me hables como si estuvieras despidiéndote Remus porque no voy a permitir que te mueras!. ¡Ya estoy harto de esto.
- Veo que vamos progresando… ya me llamas por mi nombre.-Remus improvisó una sincera risa que no pudo dejar de contagiar al hijo de su amigo. -¿Dónde están los demás?.

A Harry se le cerró la garganta. Había decidido despejar su mente por el momento para poder ayudar a los heridos y, de paso, no revivir las muertes que hace poco había presenciado. Remus arqueó sus cejas en señal de preocupación.

- ¿Qué ha pasado?.

Juntó fuerzas de la nada para enfrentar lo que se le venía. No sabía cómo empezar pues temía que, al contárselo, su propio ser confirmara la realidad, tornándose irreversible.

- Voldemort no fue el único que murió esta noche –por los restos que mostraba la batalla, esta frase no parecía muy reveladora, pero Remus se asustó ante el penoso rostro de Harry- Ojo loco, Elphias Doge y Hestia Jones han muerto… Mcgonagal está inconciente y no despierta aunque creo que vivirá. No sé nada de Hagrid pero seguro que está bien… sabe cuidarse sólo.

- ¿Quién más?

No quería continuar. Tenía miedo de la reacción de Remus. Lo miró fijamente a los ojos y se preparó para afrontarlo.

- Lo lamento profesor pero no pude ayudarla. Hermione estaba en problemas serios y yo… tuve que elegir –Remus temía lo peor- lo siento pero Tonks no pudo con Bellatrix…- La mirada de Lupin se perdió en la nada. Su única posibilidad de ser feliz se le había escapado de nuevo. Otra vez se quedaba sólo, más que nunca. Tapó su rostro con sus manos mientras Harry se alejaba un poco para brindarle privacidad al dolor del último merodeador.

Por unos minutos reinó el silencio. Ninguno de los dos tenía intenciones de interrumpirlo, pero había dudas sin aclarar.

- ¿Cómo está Hermione? –su voz afloró débil desde el más profundo vacío.
- No sufrió heridas graves, aunque le costará recuperarse…
- ¡Por qué no dejas de ser tan misterioso Harry y me dices la verdad de una vez! –la siempre y tan característica calma de Lupin se había perdido.
- Alguien más ha muerto… y también ha sido mi culpa…

Remus trató de acomodarse mejor para tratar de aclarar la mente del chico. Ya estaba cansado de esa actitud.

- Harry te digo esto y no lo volveré a repetir. Nadie ha muerto por tu culpa, ni Sirius, ni Ginny… ni tampoco Tonks… ¡no quiero que te culpes más.
- Este caso es distinto –no lo dejó continuar- se interpuso ante una maldición asesina que iba dirigida a mí. No la vi venir, pero él sí… no pude evitar que se interpusiera… pasó otra vez… como hace dieciocho años… pasó otra vez.
- ¿De quién estás hablando? –la pregunta era un mero formalismo porque no tenía dudas sobre la identidad de la última víctima.

Aquél que salvó a todos se puso de pie y le dio la espalda a su ex profesor a tiempo que comenzaban a llegar decenas de medimagos, demorados por la gran cantidad de heridos que ya había en San Mungo. No daban abasto.

Antes de comenzar a caminar otra vez hacia la nada, le contestó...

- Fue Ron… fue Ron el que se interpuso, Remus. Como ves, estoy destinado a perderlo todo y a cargar con más muertes de las que soy capaz. Sólo te pido que no te mueras tú también porque allí creo que sí sucumbiré –el joven adulto parecía totalmente derrotado. El triunfo sobre Voldemort le parecía insignificante por todo lo que le había costado. Sin dejar que Lupin dijera nada más y una vez que vio como los medimagos lo atendían, partió en búsqueda del cadáver de su amigo. Le faltaba enfrentar algo más difícil aún.

El muchacho caminó con paso firme y en silencio absoluto hacia su amigo, al cual ya había divisado a la distancia. Cuando llegó hasta él pudo observar, a unos treinta metros del lugar de dónde se encontraba, a la recién llegada Sra. Weasley junto a su esposo, abrazados. Estaba vivo, lastimado pero vivo. Los ojos del Sr. Weasley no pudieron reprimir las lágrimas por lo que Molly temió lo peor.

- ¿Qué pasa Arthur?.. ¿los chicos están bien, no?

Su esposo, con el rostro cubierto de lágrimas no se atrevía a mirar a su mujer. No sabía cómo decirle la verdad. Ella no resistiría otra muerte más. Tampoco él, pues ni siquiera había tenido fuerzas para acercarse al cadáver de su hijo.

- ¡DIME QUE DEMONIOS PASA!; ¿dónde están los gemelos?; ¿dónde están Chalie y Bill¿dónde esta…

De pronto se detuvo. Lo había comprendido todo. Ahora lo presentía. Algo le había pasado a su hijo más pequeño. Algo terrible.

- Dime que no le pasó nada Arthur…¡DIME QUE NO LE PASÓ NADA.
- Lo siento mucho Molly…- entonces ella se derrumbó sobre su esposo y gritó como si le hubieran arrancado el corazón. Se aferró a su mujer y trató de no llorar más pero no pudo evitarlo. Sus otros hijos también llegaron. Hermione se unió desde cerca. El único que faltaba era Percy.

Desde lejos, Harry comprendió que había llegado el momento. Se arrodilló y colocó los brazos de su amigo alrededor de su cuello. Con uno de los suyos se aferró a su espalda y con el otro lo tomó desde las rodillas. Haciendo un gran esfuerzo porque su cansancio era absoluto, logró ponerse de pie. Ante la mirada de todos y marcando cada paso como si estuviera subiendo un cerro, caminó cargando el cadáver de su amigo para entregárselo a su madre.
Cuando llegó ente ella la miro a los ojos.

- Lo siento mucho Sra. Weasley… pero no pude salvarlo… se interpuso ante la maldición que me lanzó Malfoy y… no pude…-aquél que siempre mostró valor para enfrentar cualquier adversidad se había quedado sin palabras. Esta victoria tenía demasiado gusto amargo.

Era él el señalado en la profecía para morir, no su amigo. Ron estaba destinado a vivir una gran vida, inclusive, de animarse, junto a Hermione. Ahora todo resultaba imposible. Depositó el cuerpo de su amigo en los brazos de su madre y se apartó pues no creía tener mas fuerzas para seguir aguantando y no quebrarse.
Molly se aferró al cuerpo de su hijo y lloró desconsoladamente impidiendo que alguno se lo quitara. Pasadas las horas, un poco más clamada pero destruida, tuvo que resignarse y entregar el cuerpo a los medimagos.
Harry se mantuvo alejado y perdido en esa interminable noche. Se había negado a ser atendido por los medimagos que se asustaban al ver algunas de sus heridas. Esos sangrados eran superficiales; había heridas en su corazón que no tenían cura.
De pronto una mano se colocó sobre su hombro derecho. Al darse vuelta vio que su amiga lo miraba con tristeza.
Se abrazó a ella y se quebró. No aguantó más todo lo que había sufrido esa noche. Toda la culpa que cargaba era infinita. Otra vez sentía la necesidad de no ser Harry Potter y mandar a todos al demonio. Lloró como nunca antes se había atrevido a hacer. Cuando pudo tranquilizarse su amiga insistió con lo que todos le repetían.

- No tuviste la culpa Harry… No sirve de nada culparte pues ni siquiera Molly lo hace.- Su amigo le esquivaba la mirara- Escucha… Ron hizo lo mismo que tú hubieras hecho. Esto era una guerra y ambos tomamos un riesgo al seguirte, pero lo hicimos convencidos en la necesidad de ayudarte a destruirlo. Él no hubiera querido que estés triste ni que sintieses culpa.
- Hermione tiene razón, Harry -de pronto, la madre de Ron algo más calmada, se hizo presente- Ven aquí por favor -le rogó.

Molly lo abrazó lo más fuerte que pudo e intentando no perder sus pobres fuerzas le habló al oído:

- Yo siempre te he querido como a un hijo y has sido como un hermano más para Ron y si tú no pudiste hacer nada entonces no había nada por hacer –sus palabras parecían de protocolo pero sonaban absolutamente sinceras.
- No sabe… cuanto lo lamento…
- Sí que lo sé. Puedo sentir cuánto te duele. Además, no puede ser de otra forma pues si no tuvieses el corazón que posees, Vol...demort –se le erizó la piel al pronunciarlo- seguiría vivo –le dio nuevamente un abrazo y besó su frente- Gracias Harry… por salvarnos…

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A kilómetros de distancia, una mujer entraba a una casa abandonada hace años la cual guardaba para ella un tesoro invaluable: el último giratiempo tomado del Departamento de Misterios cuatro años atrás. Todos los demás habían sido destruidos durante aquella fatídica noche en el Departamento de Misterios. Este último había recibido daños considerables pero, con la ayuda de su Señor, lo había reparado. Claro que lord Voldemort le había prohibido usarlo salvo en caso que la vida de su amo o sea, la suya, estuviere en serio peligro. Aún el mejor mago tenebroso de todos los tiempos conocía los riesgos de jugar con el tiempo. Más aún, le había prohibido modificar lo ocurrido hace dieciocho años en la casa de los Potter; sabía que la sangre con la protección de Lily Potter que corría por sus venas lo hacía más fuerte que nunca. Los catorce años de sufrimiento valían la pena.
Pero todo era ya distinto. Su Señor estaba muerto y ella lo haría volver, aunque no estuviese viva para verlo vencer. Le iba a entregar su vida y no podía sentir mayor felicidad.
El giratiempo no estaba totalmente reparado. Funcionaba, claro, pero necesitaba una fuente de alimentación, la cual sólo podía provenir de la fuerza vital de un mago. Por supuesto que esto consumía al mago pero no había otra manera. A su vez, sólo podía ser usado una vez, no existiendo margen para el más mínimo error Por si no lograba llegar viva al encuentro con el Señor Oscuro, tomó un pergamino y anotó la profecía completa con algunas sugerencias sobre lo que debería hacerse. Mas bien parecían órdenes pero se justificaba pensando en lo que se ganaba siguiendo sus instrucciones. Cuando consideró haber escrito la información suficiente, enlazó el giratiempo a su cuello y le dio vuelas la cantidad de veces necesarias para retroceder dieciocho años en el tiempo.
Necesitaba evitar que su amo marcara a Potter como su igual, sellando así la profecía. Debía, si quería evitar la muerte de su amo, impedir el nacimiento de Harry Potter y, con la información que le llevaba a su Señor, estaba segura de su éxito.
De pronto todo comenzó a girar a su alrededor y una cruel sonrisa se dibujo en su rostro. Sabía que triunfaría…

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Bueno aquí el primer capítulo. Les comento que aunque parezca que todos murieron en realidad no murió nadie pues el tiempo cambiará (recuerden el título del finc) ¿Si no nace Potter, entonces lo mataré? POR SUPUESTO QUE NO, pues el Potter que ha llorado la muerte de su amigo será salvado y con todos sus recuerdos. (ah, di demasiados datos pero es para que no me maten) (NO, RON NO MUERE)
¿Morirán sus padres?... Si los hechos de 1981 son alterados puede que no…¿y el resto de los merodeadores?...mmm puede que no…
Les aclarado que parto esta historia con todos los hechos del 5 libro, y cambio algunos (muchos) hechos del 6to libro (incluyo Hurcluxes) y sitúo la historia en el 7mo año. ¿No se entiende, paciencia pues en el segundo capítulo se aclararán muchas cosas. Creo que hablé ya demasiado.
Tengo la historia en la cabeza pero le iré escribiendo de a poco, cap por cap, así que puedo tardar en actualizar pero quiero completarla así que tengan paciencia.
DESDE YA EL INFALTABLE: DEJEN REVIEW POR FAVOR. MI PRIMER FINC. SE ACEPTAN CRÍTICAS. POR FAVOR. TODO EL QUE ESCRIBE AQUÍ LO HACE PARA QUE UDS. DEN SU OPINIÓN, BUENA O MALA. NO LO HACE PARA ESCUCHAR EL SILENCIO.