¡Hola, hola!

Aquí les traigo la ya
anunciada mini-historia
de los azules.

Esta parte es solo
la introducción al
conflicto principal de
la historia.

AU; rated T.

Historia dividida en cinco partes.

Basado en: "Home is such a lonely place", de blink-182.

PRIMERA PARTE

"FALLING FASTER"

La vida de convivientes no les estaba pareciendo el paraíso que pensaron que sería, y eso estaba por matar la relación.

Tampoco es como que vivieran realmente juntos, pero Bubbles pasaba más noches en el departamento de Boomer que en el que ella alquilaba junto con Robin, pero pasaban más tiempo juntos que con cualquier otra persona.

–Voy a preguntártelo una vez, y espero que me digas la verdad –dijo Bubbles.

Boomer, que estaba revisando sus redes sociales en ese momento, alza la vista para ver a su novia en una postura rígida, de brazos cruzados y con el ceño fruncido.

–¿Qué cosa? –dijo para que hablase.

–¿No se te ocurrió regar las plantas?

–No –respondió volviendo la vista su celular.

Bubbles suspiró pesadamente, Boomer ya sabía que se aproximaría una discusión por ese asunto, así que apoyó su codo en el pasamano del sofá para poder apoyar su cabeza en su puño.

–¿Y te costaba mucho hacerlo? –Boomer rodó los ojos.

–Son tus plantas –respondió–, no es mi problema.

–¡Ah! –exclamó Bubbles antes de girar sobre sus talones y encaminarse a la terraza–. ¡No puedo contar con tu ayuda ni para eso! ¡Eres increíble!

El problema más común en las relaciones eran los celos, ya sea por una parte o por ambas –es ahí donde se caía en una toxicidad más grande–, pero en caso de ellos, su problema era la diferencia de carácter y rutinas, de esas que parecían no querer ceder ante la otra.

Terminaban por ahogarse el uno al otro, incluso no queriendo que eso suceda.

Los únicos que se llevaban bien, eran sus mascotas: Hanta, el akita de Boomer, y Momo, la gata siamesa de Bubbles. Hanta solía estar acostado en su cama, y Momo, sobre él. Ambos ignoraban las usuales discusiones de sus dueños siempre.

–¿Entonces yo debo encargarme de las plantas tuyas? –encaraba Boomer.

–¡No te cuesta nada regarlas!

–Una vez las regué por dos días y me dijiste que no podía hacerlo porque no-sé-qué.

–¡De vez en cuando, Boomer!

–¡Entonces lo podrías hacer tú misma!

–¡Ayudarme no te cuesta nada!

–Yo sí te ayudo –relamió sus labios–. ¿Quién crees que es el que le deja la comida y la leche a Momo cuando tú vas tarde a clases? ¿Tu ángel de la guarda? –ironizó.

–Vamos, Boomer –suspiró la chica.

–¿Ves que son conflictos sin sentido? –sobó su sien–. Regué tus malditas plantas hace tres días.

–Pues ya es hora de volver a regarlas.

–Entonces hazlo tú. Son tus putas plantas –insistió.

Bubbles no dijo nada, solo se quejó y se abrió camino hasta el baño para encerrarse ahí por unos minutos… o hasta una hora. Saldría cuando ya estuviera relajada.

Boomer, en tanto, solo la observó hasta que ella estrelló la puerta, chasqueó la lengua, le echó un vistazo a sus mascotas que salían a la terraza y fue tras ellas. Miró las plantas, y se dio cuenta de que, en verdad, ya parecía que era tiempo de echarle agua.

–Pero es que son sus plantas –masculló.

Un ladrido de Hanta lo alarmó, por lo que miró en su dirección y vio que el perro estaba mirando la regadera mientras movía la cola. Desvió la mirada por unos segundos antes de acercarse a la regadera, llenarla con agua y regar las plantas. Luego de terminar eso, se encerraría en la habitación de invitados –que utilizaba como sala de lectura– para relajarse un rato.

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El conflicto del riegue de las plantas quedó en el olvido, al menos por ese fin de semana, hicieron como que eso nunca hubo pasado. ¡Qué va! Ellos siempre le han demostrado a todos que son una pareja muy feliz, unida, que se entienden bastante bien… Y la verdad es que sí se entienden y complementan y todo lo que a ustedes se les ocurra, pero también tienen conflictos, y no, no son conflictos pequeños.

Siempre se llega a un punto en el que… se termina.

Recuerda que una vez Butch le comentó aquello que, en un inicio, se negó a creer; claro, hasta que lo experimentó en carne propia: Boomer tiene malhumor al despertar, pero es aun peor los días lunes.

Ella se encontraba preparando el desayuno, cabe decir que las noches en que ella se quedaba a dormir, regularmente salía más temprano hacia la universidad, por lo que dejaba hecho el desayuno, claro que Boomer también lo hacía cuando le tocaba irse antes de que ella, cuando ve que Boomer sale de la habitación y se encierra en el baño, cerrando la puerta tan fuerte que hasta Momo que dormía sobre Hanta se despertó –y baña que es una gata dormilona.

Boomer se lavó los dientes, miró su reflejo con sumo odio. Todavía le costaba abrir los ojos, tenía el ceño fruncido, el cabello rubio muy alborotado. Luego de enjuagarse, sacó una toalla del armario y se metió a la ducha.

–Será mejor que me vaya, así me evito el mal genio de Boomer –susurró a las mascotas–. Nos veremos en la tarde, supongo.

Sin decir ni esperar más, se fue. Quería evitar que el malhumor de su novio le jodiera el inicio de la semana.

Boomer, cuando por fin estuvo listo y su malhumor ya se había ido, salió de la habitación, pero se dio cuenta de que ella ya no estaba.

Increíblemente, le importó un carajo si ella estaba o no, ya sabía que se le vendría una discusión esa tarde, si es que se veían.

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–¿Por qué te fuiste en la mañana sin siquiera despedirte? –le pregunta Boomer cuando entró a su departamento y vio que Bubbles estaba acariciando a Momo y que Hanta dormitaba a sus pies.

–Ah, "hola" para ti también –suspiró.

–Responde a mi pregunta.

–Por esto mismo, ¿no es obvio? –desvió la mirada–. No quería que tu malhumor arruinara mi día, pero al parecer va a arruinar mi noche sin lugar a dudas.

–¿Mi malhumor? –dejó su mochila sobre el sofá libre y esperó por una respuesta de su novia que no parecía querer llegar–. ¿Esa es tu excusa?

–Claro que sí –frunció el ceño–. Ni al beso de buenos días respondes. Despertaste con tu pésimo humor, ¿y se supone que debía decirte "adiós"?

Boomer guardó silencio, agachó la cabeza y suspiró.

–Ya, disculpa, no quería hacerte sentir…

–No me interesan tus disculpas –interrumpió la chica.

–¿Eh? –se extrañó Boomer.

–¿Crees que con disculpas se soluciona todo?

–¿Y qué se supone que esperas que haga? Si no me hubiera disculpado, me habrías recriminado eso.

–Lo dices como si te lo recriminara todo.

–¿Acaso es mentira?

Pero ella no respondió, solo frunció el ceño aun más y bufó.

–Siento, Boomer, que estamos colapsados.

–Ah, menos mal te diste cuenta.

–¿Qué? –se extrañó Bubbles, así que lo miró con sorpresa–. ¿Qué quieres decir?

–Que me he dado cuenta de que tú y yo estamos colapsados el uno con el otro, ¿no es obvio?

–¿Por qué lo dices?

Boomer inclinó un poco la cabeza confundido por la reacción que estaba tomando la chica.

–Porque a ti te molesta mi malhumor, y lo entiendo, y a mí me chocan tus dramas sin sentido.

–"Dramas sin sentido" –dijo Bubbles, incrédula, haciendo burla de la forma en que él se había referido–. Así que eso es lo que piensas.

–Sí –dijo Boomer, estando indispuesto a dejar que ella volviese a jugársela como lo hacía siempre–, eso pienso.

–Pues bien –tomó a Momo entre sus brazos, Hanta se sobresaltó al darse cuenta de que su punto de apoyo estaba moviéndose–, no pienso dormir aquí hoy.

Boomer bufó, se encogió de hombros y se dirigió a su habitación de lectura.

–Haz la mierda que quieras, no me interesa –dijo, solo porque estaba enrabiado.

Luego de cerrar la puerta, se arrepintió de haberlas dicho, pero no sentía que debía pedirle disculpas ahora, porque la pelea se iba a agrandar más y más.

Bubbles dejó a Momo en el sofá, fue a buscar sus cosas y las guardó en el bolso que ella misma había traído la última vez. No se demoró mucho tiempo. Entre lágrimas, eso sí, le hizo una seña a Momo para que entrase en la jaula, pero ella parecía negarse a dejar el lugar junto a Hanta.

–Vamos, Momo, no me lo hagas más difícil.

La tomó y la metió en la jaula. Se giró hacia Hanta, que la miraba y agitaba su cola, lleno de felicidad, seguramente porque no entendía lo que estaba por hacer.

–Adiós, Hanta –se despidió la chica, acariciando la cabeza del perro y dejándole un beso–. Quizás en cuánto tiempo más nos volveremos a ver, mi lindo perrito japonés.

Bubbles pidió un taxi cuando ya se encontró afuera del departamento, y aguardó en la calle. El recepcionista le había hecho una pregunta con respecto a si se iba de viaje, a lo cual ella le sonrió y le dijo que sí.

"Un viaje… a mi propio departamento".

Y es que ella sintió que ya llegó a un límite… por lo que decidió que ya no querría volver a visitar a Boomer por un tiempo, posiblemente un largo e ilimitado tiempo.


La segunda parte será publicada el 14/03. Ante cualquier retraso, avisaré en mi cuenta de instagram (floorvioleetta).

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