TITULO: UNA BODA ESCANDALOSA
SAMANTHA JAMES
GÉNERO: HISTORICO
PROTAGONISTAS: EDWARD CULLEN Y BELLA SWAN
ADAPTADO POR: MARS992
PERSONAJES DE: STEPHANIE MEYER
LONDRES, 1820
CAPÍTULO 1
Si hubiera sabido lo que el destino le deparaba, nunca se le habría ocurrido besarlo.
Pero lady Bella Swan, hija única del marqués de Norcastle, no actuó sólo por mera frivolidad. Oh, no. A decir verdad, estaba desesperada buscando un final a su difícil situación.
Estaba convencida que su única esperanza residía en el escándalo. Por desgracia, tenía muy poco tiempo. Su padre le había comunicado aquella mañana que debía elegir un marido durante la medianoche de aquel mismo día.
O lo haría él.
No se trataba de una amenaza vacía de contenido, Bella estaba completamente segura. Para humillación de su padre, había pasado mucho tiempo rechazando todas y cada una de las propuestas de matrimonio que había recibido. Y ahora la paciencia de su padre se había acabado. Durante las últimas dos semanas había recibido tres propuestas de boda. Su padre no era un tirano, pero cuando se encontraba en uno de sus días de malhumor, su presencia imponía y lo mejor era no cruzarse en su camino. Aquella noche sólo tenía el compromiso del baile de los Remington y debía darse prisa. Mucha prisa.
El baile era una típica fiesta de gala. Voces estridentes se elevaban en el aire y docenas de parejas giraban en la pista al son de un vals. El salón de baile y el salón contiguo habían sido decorados con enormes ramos de rosas rojas y rosas.
Haciendo una profunda reverencia de cortesía, Bella se desligó de los brazos de su última pareja de baile, y se dirigió entonces a un extremo del salón, cerca de las puertas de la terraza. Allí no había tanta gente y necesitaba tiempo para pensar. Y tiempo para actuar, porque sólo quedaban pocas horas hasta la medianoche.
Alguien le rozó el brazo. Bella se volvió hacia su buena amiga Alice Brandon. Dos años más joven que ella, Alice acababa de entrar en sociedad. Su amiga se la quedó mirando con sus ojos castaños ligeramente suplicantes.
-Bella, te ruego que no lo hagas. A lo mejor tu padre tiene razón, que deberías de haber elegido marido hace tiempo. Ciertamente no es por falta de admiradores..
Jóvenes pomposos y engreídos que vienen por mi dote, entre los que no hay ninguno con el que quisiera compartir mi vida. -Mientras hablaba, Bella levantó una de sus castañas cejas. Y aunque su tono era ligero, la fuerza de su resolución no lo era en absoluto.
Había entrado en su primera fiesta social con estrellas en los ojos y romanticismo en el corazón, soñaba que se enamoraría locamente de un joven guapo y elegante. Luego se casarían y vivirían el resto de su vida en un dichoso encantamiento.
Otra de sus amigas más queridas, Angela Weber, también compartía su mismo sueño.
Fue Angela quien primero encontró a su príncipe. Perdió la cabeza por el vizconde Ben Chaney en el instante en que se conocieron. Bella no envidiaba la buena suerte de Angela, no, en absoluto. No habría podido, porque nunca había visto tan feliz a Angela. No hizo caso de los rumores que decían que la propuesta de matrimonio de Ben se debía a su deseo de casarse con una heredera, porque Angela era una rica heredera. Ben amaba a Angela, estaba segura de ello porque era su amiga.
La felicidad de Angela no duró más de tres meses.
A Bella le recorrió un escalofrío. Intentó no recordar, pero no pudo dominarse.
Cierto día estaba paseando con Angela por Hyde Park. Su amiga acababa de decirle que esperaba un hijo. Se detuvieron a descansar y se sentaron en un banco desde el que se veía una de las avenidas del parque y desde donde podían contemplar a los paseantes y recibir el agradable sol de aquella mañana de primavera.
Ante ellas pasó una pareja. Era evidente que el caballero y la dama estaban enamorados. La mano enguantada de ella rodeaba el brazo del hombre y la otra estaba en la de su pareja. Mientras las jóvenes los contemplaban, se detuvieron y unieron sus labios en un dulce beso.
-Debe de ser el aire de Londres, Bella. Estos días todo el mundo está enamorado... -había dicho Angela riendo.
De repente se detuvo y Bella se volvió a mirar a la pareja en cuestión.
El hombre era Ben, el marido de Angela.
Bella no olvidaría en toda su vida la expresión de su amiga. Fue testigo de cómo el corazón de Angela se rompía en mil pedazos. La estuvo consolando durante todo el día mientras Angela lloraba con desconsuelo. Y fue a despedirla cuando su amiga se fue al campo dos días mas tarde.
Ben se quedó en la ciudad donde continuó la relación con su amante, lady Marian Winter, una viuda.
Desde aquel día, Bella había perdido la cuenta de las amantes que había tenido Ben. Angela estaba casi siempre en el campo y Bella sólo la había visto unas cuantas veces desde aquel día horrible, pero el cambio que se había producido en Angela era evidente. Ya no era aquella joven alegre y vivaz. Su mirada ya no poseía aquella luz y había perdido su pícara sonrisa.
Poco a poco volvió a centrar su atención en Alice.
-Oh, vamos -estaba diciendo su amiga-. Bella, cuando pienso en tus admiradores... ¡no pueden ser todos tan terribles! Tu padre acaba de proponerte a tres pretendientes. ¿Qué te parece el vizconde Newton?
Bella hizo un gesto despectivo con la boca.
-No puedo soportar la arrogancia de ese hombre -replicó cortante a su amiga.
-¿Y Tyler Cronley?
-Es un patán, Alice, lo sabes muy bien.
-Queda James, el hijo menor de lord Dunmire...
-Es un grosero y un estúpido, Alice. Me he cansado de decir que no quiero casarme con él. Y, además, le gusta demasiado el juego.
-Bella, te ruego que lo reconsideres.
-No hay nada que pueda hacerme cambiar de opinión, Alice. -Arruinarás tu reputación...
-Efectivamente -repuso Bella con expresión sombría.
-¿No quieres casarte por lo que le ha pasado a tu amiga Angela, verdad? -preguntó Alice tras lanzar un suspiro-. Pero te recuerdo, Bella, que no todos los hombres son tan sinvergüenzas como su marido.
-Soy plenamente consciente de ello, Alice. Además, a veces me divierte mucho su compañía. -Era cierto. A Bella le gustaba reír, bailar, pero ya no era tan inocente como la primera vez que entró en sociedad-. Pero te recuerdo que acabas de entrar en sociedad -le dijo a su amiga alzando la barbilla-, y yo ya no soy tan ingenua. He sido testigo de muchas infidelidades: maridos con queridas, viudas con amantes. He visto perder y amasar fortunas al volver un naipe. La ciudad está llena de hombres despreciables cuyos vicios sólo son superados por su monstruoso ego.
-¿Nunca te casarás, entonces? -preguntó Alice sin demasiado convencimiento.
-Nunca me enterraría en el campo como ha hecho Alice -contestó Bella con expresión sombría-. Pero hace tiempo que he dejado atrás todas esas ridiculeces sobre el amor y el matrimonio. He aprendido que las bodas se conciertan para ganar dinero, posición, poder o tierras, también para tener un heredero, o quizá por todas estas razones juntas.
-Pero te vas a pasar la vida sola, Bella -dijo Alice abanicándose con expresión angustiada-, sin un marido, sin unos hijos. ¡Esta idea me parece intolerable?
-Bella no contestó. No podía negar que la dolorosa experiencia de Angela le había dejado una marca, porque no quería sufrir una traición como le había sucedido a Angela. No iba a permitir que ningún hombre la utilizara como un instrumento para su propio beneficio...
Sintió una punzada en el corazón, porque una parte de ella estaba dividida, había una parte de ella que no desdeñaba del todo el amor. Sus padres se habían amado, de esto no tenía ninguna duda. Hacía ya casi diez años que su madre había muerto pero Bella todavía recordaba aquellas discretas miradas de complicidad entre sus padres, aquellos ligeros roces en el hombro tan elocuentes...
Si alguna vez se casaba, sería con un hombre al que amara lo bastante para confiar... ah, pero ¿podía confiar lo bastante para amar?
No tenía respuesta.
Sólo sabía que no podía desperdiciar su vida como Angela, en medio de un melancólico desespero, junto a un hombre que nunca iba a compartir sus sentimientos... que nunca iba a amarla..
No estaba dispuesta.
Prefería vivir sola.
Pero su padre insistía en que tenía que casarse... y lo cierto era que no quería enfrentarse a él.
Volvió a pensar en lo que iba a hacer, algo muy sencillo. Si era la protagonista de un escándalo sus admiradores no querrían participar en él. En cuanto a su padre, seguramente consideraría que su hija no tenía remedio y dejaría de esforzarse en casarla.
Retorció el pañuelo blanco entre los finos dedos enguantados y rezó con fervor. Perdóname, mamá. Su pobre y querida madre se habría horrorizado ante lo que iba a hacer, pero Bella no veía otro camino. Todo lo que necesitaba era un caballero que la ayudara a llevar adelante su plan.
El único problema era quién. A decir verdad, no se atrevía a acercarse a un hombre que ya conocía. Tenía que ser un extraño, porque sabía que no se iba a atrever a mirarle a la cara otra vez. Con este pensamiento en la cabeza, observó el mar de personas. Tenía que haber alguien...
Pasó rozando una figura vestida elegantemente de negro. Era un hombre alto, esbelto, de anchas espaldas, lleno de gracia masculina. Bella contuvo la respiración porque fue como si hubiera aparecido desde las profundidades de su mente, desde aquellos sueños que desde hacía tiempo había apartado de su lado. Lo siguió con la mirada mientras él atravesaba las puertas que daban a la terraza y salía a la penumbra del jardín.
Algo dio un brinco en su pecho. Algo le dijo que era el momento oportuno, que aquel era el hombre adecuado. Si todo iba como ella había planeado, a medianoche iba a ser por fin la dueña de su destino.
Se volvió hacia Alice y observó que su amiga iba a intentar detenerla de nuevo. Le pareció que estaba a punto de llorar.
Bella le dio unos golpecitos en el hombro.
-No pongas esa cara -la regañó con suavidad-. Todo irá bien, ya verás. Sólo tienes que aparecer en la terraza dentro de unos minutos, pero asegúrate de que alguien esté contigo. Y no olvides que tienes que hacer ver que te espantas cuando nos descubras...
-¡Estoy horrorizada! -exclamó Alice abriendo mucho los ojos-. Bella, cuando pienso en lo que estás a punto de hacer... elegir un hombre tú sola...
-Shhh. -Bella sonrió y pellizcó la mejilla de Alice-. Deséame suerte, querida -dijo, y sin añadir una palabra más, Bella se volvió y cruzó rápidamente las puertas de la terraza.
Tardó un momento hasta que sus ojos se adaptaron a la oscuridad. Aquel hombre estaba a unos diez pasos de distancia. Tenía las manos cruzadas a la espalda y la morena cabeza ligeramente inclinada mientras contemplaba fijamente la noche. Bella sintió que las piernas no le respondían. Pero el ruido de las faldas había revelado su presencia. Antes de que pudiera decir una palabra, el extraño giró en redondo justo cuando ella se detuvo.
Sus grandes ojos de color Esmeralda se cruzaron con los del hombre, de un verde acerado. Bella parpadeó y se sujetó las faldas para poderse mantener de pie. Sintió la aceleración de los latidos del corazón con una especie de temor y de prevención. El momento había llegado y no sabía qué decir, ni qué hacer.
Él habló primero.
-Si busca a alguien, me temo que tendrá una desilusión. Aquí no hay nadie más que yo.
-Oh, ya veo que está usted solo. Es a usted a quien deseo ver. -Las palabras salieron de su boca antes de darse cuenta y poder detenerlas y se ruborizó cuando pensó que debían de haberle parecido atrevidas y audaces. No lograba apartar la mirada del rostro del desconocido. Bella era una mujer alta y, sin embargo, él le sacaba media cabeza. Además, era sorprendentemente guapo, con unas cejas espesas, tan cobrizas como sus cabellos y una mandíbula cuadrada, muy masculina. Sus ojos eran lo que más le llamaba la atención, tan claros como el mar y con un brillo dorado. Bella pensó que debía de ser irresistible cuando sonreía...
Bella se dio cuenta de que él también la observaba con atención. El desconocido la inspeccionó detenidamente, desde el moño castaño hasta los pies. Y aunque Bella siempre se había vanagloriado de su capacidad para mantenerse serena cualquiera que fueran las circunstancias, en la mirada de aquel hombre había una perspicacia que le hizo sentirse incómoda.
-¿Ah, sí? -respondió con frialdad, alzando una de las oscuras cejas-. Creo que nunca nos habíamos visto antes.
-No -concedió ella-. No nos conocíamos. -Bella sintió que la cabeza le daba vueltas, pero estaba allí con un propósito determinado, ¿qué hacer para no parecer una desvergonzada?
-¿Ha venido a buscarme y, sin embargo, no sabe quién soy? -Sí. Es que tengo que pedirle un favor.
-Un favor. A un hombre que no conoce.
-Efectivamente. Me encuentro en una situación en la que sólo usted puede ayudarme.
-¿Cómo? -preguntó, entornando los ojos.
Bella lanzó una risa forzada y dominó el impulso de dar la vuelta y salir huyendo.
-Hay hombres a los que les gusta arriesgarse, ¿verdad? Bien, pues mi amiga Alice me ha hecho un desafío que no he podido rechazar. Me ha propuesto que bese al primer desconocido que encuentre esta noche. Y yo, señor, le ruego que me haga este favor.
El momento era difícil y Bella aspiró y contuvo el aliento. No tuvo que esperar mucho.
-¿Hacerle el favor? ¿No nos conocemos, no es cierto? No sabe quién soy. Y yo no tengo la más mínima idea de quién es usted y creo que lo mejor es que sigamos así. -Su sonrisa era cortante-. En resumen, señorita, creo que lo mejor es que yo desaparezca de su infantil cabecita.
Bella comprendió; aquel hombre no era un joven frívolo y despreocupado como tantos otros de la ciudad. Era mayor y su comportamiento demostraba que era de aquellos que saben lo que quieren y lo saben muy bien.
Cuando el desconocido empezó a alejarse, Bella sintió pánico; al parecer, tenía la intención de volver al interior de la casa.
-¡Espere! -gritó-. ¡Se lo suplico, no se marche!
El desconocido se volvió y se encaró a ella. Bella se encogió cuando vio su expresión amenazadora.
Jovencita -dijo con severidad-, por favor, no lo haga más difícil...
Bella no escuchó el resto. Llegaron unas voces a sus espaldas, cerca de las puertas de la terraza.
Bella había sido educada. Se lo había pedido. Al parecer iba a tener que tomar la iniciativa. Rápidamente, antes de perder el valor, abrazó al desconocido y se apretó contra él.
Unas manos fuertes la cogieron por la cintura. Bella lo sintió tenso, pero no le dio la oportunidad de hacer nada más. Introdujo los dedos en los cabellos que le cubrían la nuca, le obligó a inclinar la cabeza y ella se estiró hasta su altura.
Sus labios se unieron a los del desconocido. Bella cerró los ojos. Le pareció que el mundo daba vueltas. Cientos de sensaciones diferentes la bombardearon. La boca del desconocido era suave, mientras su cuerpo era duro. Sintió el extraño impulso de agarrarse a él con fuerza, apretar su cuerpo contra el de él para sentirlo mejor... Se sintió consternada ante aquellos pensamientos tan impropios de una dama y, sin embargo, no podía negar la oleada de ansia que crecía en su interior.
De pronto escuchó la respiración de él y comprendió que el desconocido empezaba a sentirse como ella. Aunque sus dedos se apoyaron en sus caderas, no la apartó. Le recorrió un escalofrío porque no había imaginado que encontraría tanto placer en ese momento, un placer dulce, como un veneno. Bella abrió los labios, en una silenciosa invitación...
Oyó un jadeo a sus espaldas... Debía de ser Alice, pensó confusa. Consciente de que ya no estaban solos, Bella interrumpió el beso a regañadientes y se preparó para ver a Alice allí de pie, fingiendo una expresión de espanto. Lanzó un suspiro y abrió los ojos...
Bella se enfrentó a la mirada indignada de su padre.
-Oh, querido -murmuró. Alice estaba detrás de su padre, con los ojos muy abiertos. Su anfitrión, lord Remington, también estaba con ellos.
El desconocido también se había vuelto hacia la puerta. Por extraño que parezca, no retiró la mano de la cintura de Bella, con un gesto casi de protección.
Dios -exclamó con imitación-. ¿Quién demonios son ustedes? El padre de Bella se enderezó.
-Soy el marqués de Norcastle -dijo con severidad-, y le agradecería que soltara a mi hija.
¡Nueva Historia! ¿Qué les pareció? Pobre Bella, se le volteo la tortilla y ¿Edward como reaccionara?
