Había pasado la peor noche de su vida. Ver cómo los médicos luchaban por la vida de Sam había sido una experiencia que no olvidaría nunca. Sam había sufrido dos paradas respiratorias antes que lo llevaran al quirófano, mientras ella lo miraba todo sin poder hacer nada, y ahora… sólo quedaba esperar.

Tras tres horas en la sala de espera, que le parecieron interminables finalmente salió el cirujano. Todos se levantaron y tras unos segundos en los que se hizo un silencio absoluto, respiraron tranquilos cuando el doctor les explicó, que aunque seguía grave, Sam había superado la operación y que las próximas horas iban a marcar su recuperación o… no quería recordar esa parte de la explicación.

Miró en la sala y no vio a Marlo. En un principio había creído que se había quedado en la comisaría prestando declaración a Asuntos Internos, y después sinceramente, con la tensión del momento se había olvidado totalmente de ella, pero ahora, cuando por fin alguien podría acompañar a Sam en su habitación de cuidados intensivos, se sintió incómoda, Marlo a ojos de todo el mundo seguía siendo la novia de Sam.

Frank: Creo que deberías ir tú. Sam necesita alguien a su lado y bueno… no veo a nadie más adecuado que tú en este momento por aquí –dijo Frank- echando una rápida mirada alrededor.

Sin saber cómo se encontró de repente en la habitación de Sam. Estaba tan pálido que por un momento sintió cómo su corazón se paraba. Él que era tan fuerte, se veía tan vulnerable conectado a aquellas máquinas que ayudaban a que siguiera con vida.

Flashback – Dos días antes.

Swarek: McNally –gritó Sam desde la otra punta de la comisaría-. ¿Dónde crees que vas?

McNally: A casa. Ha sido un día horrible –contestó Andy saliendo del recinto y dando con la puerta en las narices a Sam-.

Swarek: ¿Y cuándo no lo es? –preguntó Sam intentando alcanzar a Andy-. ¿Puedes parar un momento? –volvió a preguntar Sam, mientras agarraba a Andy por un brazo y la llevaba a un lugar aparte lejos de las miradas de todo el mundo-.

McNally: No tengo ganas de jueguecitos, Sam.

Swarek: ¿Cuándo me vas a hacer un poco de caso?

McNally: ¿Nunca?

Swarek: No me rompas el corazón, McNally –dijo él adoptando una pose teatral, mientras se ponía ambas manos en el corazón-.

McNally: ¿Yo? En eso tú eres el jefe, ¿no recuerdas? Llovía, estábamos en la puerta del Penny…

Swarek: ¿Cuánto tiempo me vas a seguir recordando eso?

McNally: El que sea necesario. Y ahora si no tienes nada más que decirme, me voy –dijo ella intentando zafarse de él-.

Swarek: ¿Hasta cuándo McNally?

McNally: ¿Hasta cuándo qué?

Swarek: Me vas a hacer sufrir.

McNally: No sé porque dices eso. Tú tienes a tu novia y yo…

Swarek: Sí ya lo sé. Tú estás con Nick.

McNally: ¡No, yo no estoy con Nick!

Swarek: ¿Cómo? ¿Cuándo pensabas decírmelo? ¿Desde cuándo?

McNally: Casi tres meses. Desde la noche de la pelea.

Swarek: ¿Desde entonces? ¿Por qué no me habías dicho nada?

McNally: Porque se trata de mi vida. Tú, tú… no tienes nada que decir a eso.

Swarek: Yo soy parte de tu vida.

McNally: No te equivoques Sam. Tú dejaste muy claro hace tiempo que no me querías en tu vida.

Swarek: Pero las cosas han cambiado…

McNally: ¿Qué ha cambiado? ¿Te has cansado de tu novia?

Swarek: No es mi novia. Bueno, no técnicamente.

McNally: ¿Ah no? ¿Y cuándo pensabas decírmelo?

Swarek: Touché.

McNally: Jajaja. Te pillé.

Swarek: Sí, me pillaste.

Bueno, entonces… ¿Vamos a tomar algo?

McNally: No, quizás otro día. Estoy cansada, de verdad.

Swarek: Vale, vale… ¿qué te parece si te hago la cena mientras tú te relajas en el sofá?

McNally: ¿De verdad piensas qué me vas a convencer con eso? ¿Con una cena?

Swarek: Ya sabes que cocino muy bien.

McNally: Síiiii, demasiado… Y que eres bueno con las herramientas y un buen conductor…

Swarek: Entonces… ¿quieres que te prepare una rica cena?

McNally: Ummm… ¿Por qué conocerás todos mis puntos débiles?

Swarek: ¿Eso es un sí?

McNally: Supongo que sí.

Swarek: ¡Vamos! Te acerco a tu casa y me voy a comprar algo para la cena.

McNally: ¿No me has dicho que ibas a cocinar tú? –preguntó Andy un poco decepcionada-.

Swarek: Sí, pero conociéndote cómo te conozco, seguro que no tienes nada en la despensa.

McNally: Es verdad –dijo Andy un tanto avergonzada-.

Sam abrió la puerta de la casa de Andy, con las llaves que ella le había dado un rato antes. No había nadie a la vista y todo estaba a oscuras, a excepción del pequeño resplandor que parecía venir de la habitación de Andy. Llegó como pudo hasta la barra de la cocina, cargando con todas las bolsas de la compra y comenzó a guardar las cosas que sabía que no iba a utilizar esa noche.

Swarek: Ya estoy en casa –gritó con su característica voz ronca-. No voy a tardar. En nada tengo todo preparado, ya verás.

¿McNally? –preguntó después que hubieran pasado cinco minutos sin que ella hubiera dicho nada.

¿McNally? ¿Estás bien? –volvió a preguntar esta vez con voz más baja mientras se acercaba a la habitación.

Andy estaba en la cama. Llevaba puesto un albornoz y una toalla envolvía su pelo. Se había quedado dormida en diagonal.

Sam aprovechó el momento para deleitarse mirándola. Desde que la había conocido, se había sentido atraído hacia ella. Desde ese momento no podía dejar de mirarla, fuera cual fuera la situación. Por esa razón podía pasarse horas mirándola mientras dormía, acariciándole el pelo, un brazo, lo que fuera… La había echado tanto de menos…