-Parece mentira que no conozcas a tu hermano- Una chica castaña y de pelo enmarañado, con cara de sabelotodo y ojos marrones hablaba con su compañero de mesa, un chico alto y moreno, con gafas y unos ojos más verdes que las algas de la película de la Sirenita, mientras éste intentaba asesinar a la rana que tenían que transformar en botella.
-Es más tacaño que los gnomos de Gringots- y de la fuerza que hizo le metió la varita en el ojo de la pobre rana.
-Todavía no confía en ti porque te ve demasiado joven, ten en cuenta que el mapa y la capa tienen ya muchos años y no quiere que se estropeen- mientras consolaba a su amigo, la chica ya había hecho de la rana una perfecta botella de cristal con adornos en la superficie.
Albus Potter le dirigió una mirada capaz de destruir la mismísima torre Eiffel a su amiga y compañera de pupitre, Rose Weasley.
Ambos cursaban ya su sexto año en Hogwarts, sin embargo Albus seguía más cabreado que una manada de centauros a régimen debido al concepto que tenía su hermano James de la palabra "compartir". Hacía tiempo que su padre les había regalado una capa que te hacía invisible y un mapa donde salían todas las personas que habitaban en el castillo y su ubicación, unos objetos pertenecientes a su juventud y que sólo había utilizado en caso de extrema necesidad (sí, ya, claro claro…), sin embargo, su "querido" hermano se había apropiado de esos tesoros y no los soltaba ni con agua caliente.
-¡Potter! Creo que la pobre rana ya ha sufrido bastante por hoy. Para mañana quiero una redacción de 30 centímetros sobre el uso indebido de los seres a transformar- la profesora Spinnet miraba severamente al moreno. Con su seriedad y sus gafas cuadradas recordaba a la antigua profesora McGonagall, que tras la batalla final se retiró a una casita cerca de un lago en Escocia a descansar (pensamos que la mujer se sentía demasiado cansada después de tantos años de docencia aguantando a jóvenes magos que ni si quiera conseguían transformar pájaros en copas)
-Genial, solo falta que mi hermana pequeña se haya echado novio- Rose miró para otro lado intentando hacerse la disimulada.- ¡NO ME DIGAS QUE UN DEPRAVADO ESTA INTENTANDO DESPRENDER A MI POBRE LILY DE SU INOCENCIA!
La clase se quedó en silencio mirando al joven Potter con cara de circunstancias.
-A ver… el chico solo le ha pedido que la acompañe a la próxima excursión a Hogsmeade.
-Granos horribles por toda la cara, manchas verdes poco favorecedoras, uñas de las manos ultra largas, pelo repentinamente grasiento…- Albus enumeraba todas las posibles "acciones inofensivas" que podría hacerle a todo aquel que se acercara a su hermana mientras pasaba olímpicamente de Rose. –Las brujas feas del cuadro del tercer piso van a quedar preciosas en comparación con él.
-No es por nada, pero creo que todavía no sabes quién es.
-Yo no, pero mi prima querida, la más guapa y la más lista de todos cuantos habitan en ese castillo seguro que sí.
-Albus, me alagas como una pera a una manzana (osea, nada), pero una promesa es una promesa y sabes que no puedo faltar a mi palabra.
-"Y sabes que no puedo faltar a mi palabra"- la imitó Albus con voz de pito. –Pues si tú no quieres ayudarme a mantener a mi hermanita libre de las garras de esos magos de segunda clase, lo haré solo.
En ese momento sonó el timbre y los alumnos salieron de las aulas dispuestos a llenarse los estómagos con una deliciosa comida en el Gran Comedor.
***
-Como te iba diciendo, el otro día estuve con Alice Thomas, la prefecta de Ravenclaw.
-¿Y todavía puedes tener hijos? He oído que es un poco reservada con esto de los tíos.
-Una monja, vamos.
James Potter, entraba en el Gran Comedor seguido de sus dos grandes amigos de toda la vida, Evan Ryan, rubio y de ojos azules, seguramente el más sensato de los tres y con un don especial para las pociones y Miles Dingle, de pelo negro azabache, hijo de magos, guardián en el equipo de quidditch de Gryffindor y poseedor de un cuerpo por el que más de la mitad del alumnado femenino dejarían que les peinara un troll ciego.
James era lo más parecido a su abuelo que te pudieses imaginar, alto, guapo, moreno y de ojos castaños. Algunos de los fantasmas que pululaban por el castillo lo solían confundir con el mismísimo Cornamenta, lo que a él le encantaba. Sentía admiración por el que fue su abuelo y de ahí que en su segundo año le cogieran como buscador del equipo.
-Miles, eres más vasto que unos calzoncillos de esparto- Evan se sentaba en la mesa seguido de los otros chicos.
-Eso lo dices porque todos sabemos que Charlotte Higgings solo aspira a cogerte de la mano. Dentro de poco tendremos que montar un monasterio con tantas monjas que hay por aquí.
-Habló el señor "tengo sexo salvaje con quien quiera y cuando quiera"- Roxanne Weasley, la prima de James (hija de George Weasley) acababa de sentarse en la mesa con el resto de chicos. La chica rompía con la tradición de los Weasley de pelo rojo, pues tenía un cabello chocolate largo hasta la cintura. Pese a no ser un chico encajaba bastante bien en el grupo, pues también jugaba en el equipo de quidditch como guardiana y su lado femenino estaba más bien "reservado", aunque era bastante guapa.
-¿Acabas de decir "sexo salvaje"? Pensaba que esas palabras no entraban en tu vocabulario, Weasley- Miles y Roxanne compartían un pique constante a raíz de unas citas estropeadas por ambas partes y algunos alumnos inocentes que acabaron en la enfermería.
Roxanne cogió la chuleta que Miles acababa de servirse y se la comió de un bocado.
-Ezto te enzeñadá a no poned en duda mi vocabuladio- y antes de atragantarse y morir horriblemente asfixiada se bebió un vaso de zumo que Miles acababa de ponerse en un vaso.
Con la tontería, los dos comenzaron a comer cantidades industriales de comida. Desde unas chuletas, pasando por pastel de riñones, patatas (fritas y asadas), pollo y de postre un trozo de tarta de melaza, de chocolate y de manzana. Era imposible que todos esos alimentos cupieran en unos cuerpos tan delgados. La explicación de Evan era que su metabolismo se había ido de vacaciones a Australia, aunque también influía mucho el hecho de que practicaban deporte continuamente (entiéndase como deporte correr constantemente por los pasillos y jardines, uno detrás de otro profiriendo insultos y amenazando con una maldición imperdonable).
Cuando los cuatro terminaron de comer (impresionantemente terminaron todos a la vez) decidieron ir a relajarse a la sala Común. Roxanne decidió ir a la biblioteca a terminar una interminable redacción sobre qué hacer con un unicornio que tiene manchas verdes por el pelaje y canta opera cada 30 minutos exactamente.
-Miles, sabes tan bien como nosotros que Roxy y tú acabareis juntos.
-¡Eh, que es mi prima!- James aceptaba bastante mal el hecho de que sus familiares femeninas pudiesen salir con hombres y opinaba que los treinta era una edad maravillosa para comenzar a entablar una relación
-Pues Macho, el día que tu hermana salga con alguien…- James saltó enseguida del sillón mientras Miles reía incontroladamente.
-¿Mi hermana? ¿Mi Lily? ¿Con un depravado que quiere robarle su inocencia? ¿Dónde?- miraba para todos lados algo histérico.
-Vaya, un dejavú- Rose acababa de entrar en la sala cargada con algunos libros y subió rápidamente a su habitación con una expresión algo confusa.
-Ey tío, calma, que era coña- Miles y Evan miraban preocupados a James, que amenazaba con su varita a todo aquel que pasaba.
***
A todo esto, Lily se encontraba en los jardines, sentada bajo un gran haya con su amiga Kristin, una bruja de pelo azul (sí, azul como los pantalones de Homer Simpson, se sospecha que fue un hechizo fallido de su madre) que le conferían un aspecto muy atractivo, sus ojos avellana y su nariz redondita le daban la apariencia de una modelo de estas del escaparate de Victoria's Secrets).
-¿Al final que le vas a decir a Bott?- preguntó mientras las dos miraban al cielo distraídamente.
-Ni idea, el chico es majo, pero… como lo vean mis hermanos acabará en la enfermería.
Lily era lo más parecido posible a su madre y por supuesto había heredado su impresionante belleza. Estaba en quinto, y ya era el objeto de agitación de miles de hormonas masculinas de todo el colegio, sin embargo la pelirroja había asumido el papel ultra-hiper-mega-protector de sus hermanos, que encantaban a todo el que se le acercaba más de lo estrictamente necesario. De todas formas a ella no le interesaban demasiado los chicos, bueno, ninguno excepto Evan. La chica suspiraba por el rubio cada vez que lo veía pasar y sus ojos azules le hipnotizaban más que la serpiente del Libro de la Selva. Lily estaba absolutamente enamorada de Evan desde que en su primer día de colegio le ayudó a llegar a tiempo a la clase de transformaciones. Desde entonces, cada vez que veía su sonrisa de anuncio de Signal se volvía monocromática y Lily-tomate-Potter desaparecía por un pasillo. Sin embargo el año anterior superó ese miedo escénico y consiguió que el rubio fuese su profesor particular de pociones (sí, la chica había heredado la habilidad, bueno, la poca habilidad, de su padre para las pociones). Aprender no aprendió mucho, pero descubrió que el pelo de Evan parecía más rubio a la luz del fuego del caldero, que tenía las orejas perfectamente simétricas y que su nariz era más perfecta que la del David de Migue Ángel.
-Siempre puedes pedirle a Evan que te acompañe- Kris se arrepintió profundamente de haber hecho ese comentario después de que de su pelo comenzaran a salir margaritas. –Joder, ahora parezco un macetero con patas- y deshizo el hechizo que le había lanzado Lily.
-Sabes que lo mío con ese dios griego es imposible. Él solo me ve como la hermanita pequeña y dulce de su amigo de toda la vida.
-Pues nada chica, tendrás que buscarte otro Adonis al que admirar.
Lily suspiró sonoramente y recapacitó sobre su historia de amor imposible.
***
Uno de los secretos mejor guardados de Albus Potter y Rose Weasley era que ambos eran animagos. Un día, mientras vagaban por la Sección Prohibida escondidos bajo la capa de invisibilidad, encontraron un libro bastante gastado sobre cómo transformarse. Tras mucho esfuerzo y mucha práctica, los dos amigos consiguieron que sus cuerpos cambiaran hasta adoptar la forma de un animal. Albus era un ciervo, como lo fue en su día James Potter y como el patronus de su padre (y el suyo). Rose, sin embargo, era una loba, de pelo rojo y suave. Los dos conocían la historia de los Merodeadores, pues cuando encontraron el libro no pararon de enviarle lechuzas a Harry hasta que les contó la historia (suponemos que fue porque su casa parecía un zoo con tanto bicho entrando y saliendo), pero en su grupo no había ningún licántropo. De todas formas, los dos primos salían la noche que podían a dar una vuelta por el bosque. Habían visto cosas que nadie pudiese imaginar. Durante sus excursiones se encontraban con todo tipo de animales fantásticos: thestrals, unicornios, alguna acromántula… sin embargo ya se habían topado varias veces con un zorro de pelaje color chocolate, que por su actitud llegaron a la conclusión de que era un animago como ellos.
-Claro, ponemos carteles "Se busca animago que se convierta en zorro de pelaje castaño oscuro", ya verás la de candidatos que salen por toda la escuela- Albus seguía emperrado en encontrar al zorro, pero los argumentos de Rose eran de bastante peso. -Además, descubriríamos lo nuestro y no es plan de montar aquí un zoológico, sin tener en cuenta que con nuestra transformación rompimos decenas de reglas del colegio, con lo cual el castigo sería importante…
Albus pasaba un poco bastante de su prima en ese momento. Acababan de entrar por el retrato de la Dama Gorda su hermana Lily con su amiga Kristin. Era increíble como la bruja del pelo azul le llamaba tanto la atención. Cada vez que la veía sus hormonas bailaban la conga y cuando la escuchaba hablar, hacían la ola.
-Ey Al, ¿puedes prestarme unas plumas? Es que no me quedan- Lily acababa de acercarse al sillón donde estaban sentados, seguida de Kristin, que le miraba sonriendo de una manera increíblemente preciosa.
Albus le pasó un libro sobre plantas mágicas con cara de embobamiento total.
-Joder Albus ¿qué concepto tienes tú de plumas?
Rose salió en ayuda del moreno y le dio a Lily una de las suyas. Entonces se marcharon.
-"No, a mi no me gusta Kristin", "¿Quien es esa, la de pelo azul? ¡que va!- Rose imitaba la voz de Albus y repetía las frases que decía el chico cada vez que ella le preguntaba por Kris.
-Tú no lo entiendes.
-¡Vamos que no! Cada vez que ves a la chica babeas, mira, todavía tienes un charquito debajo.
Albus le miró con cara de "ojalá te quedes muda para siempre" y ambos siguieron leyendo algunos libros que necesitaban para las clases del día siguiente.
***
-Ey, ¿qué te ha pasado en la mano?- James y Miles acababan de entrar en la biblioteca y se habían encontrado con Roxanne, que tenía una herida bastante fea en la mano derecha.
-Nada, un golpe sin importancia, mañana estará curado.
En realidad, se había fracturado una pata mientras caminaba por el bosque prohibido en su forma de zorro. Unas ramas mal colocadas, un traspiés y ale, pata a tomar por saco. Ya había pasado por la enfermería y la señora Pomfrey le había curado la fractura, sin embargo ésta lucía de forma bastante llamativa y parecía que se había peleado con un lazo de diablo hiperactivo.
-Weasley, no hace falta que escondas el verdadero misterio de la lesión- Roxy se alteró un poco mientras Miles le miraba fijamente – James, creo que tendremos que cambiar de guardiana, esta es demasiado torpe.
-¡Ni de coña!- Roxy se levantó instintivamente de su asiento mientras intentaba ahorcar a Miles - ¡Ese puesto es mío y lo defenderé hasta mi muerte!
-O hasta que salgas de Hogwarts, lo que ocurra antes- dijo James mientras intentaba separar a su prima y su amigo.
La bibliotecaria llegó corriendo hasta su mesa y los jóvenes tuvieron que prometerle que estarían callados para que no les expulsaran de por vida.
-Bueno, me marcho que he quedado – James cerró sus libros y se fue rápidamente.
Miles y Roxy siguieron haciendo sus complicados ejercicios de Transformaciones cuando el moreno le arrebató el libro que la chica estaba utilizando, para usarlo.
-Dingle, quieres tener una muerte prematura, ¿verdad?- Roxanne le miraba como un depredador mira a su presa.
-A ver Weasley, ¿entiendes el concepto compartir? – la castaña ya se había lanzado a por el libro, cayendo encima del chico y haciendo que los dos cayeran estrepitosamente en el suelo, uno encima del otro. Sus caras quedaron a escasos centímetros y la pelea por el libro pasó a un segundo plano. Miles miraba fijamente a Roxy, deleitándose en sus ojos avellana. Sin saber por qué, la castaña se acercó lentamente al chico le besó. Fue un beso corto, algo precipitado.
Separaron lentamente sus labios. De momento, Roxy le pegó una fuerte bofetada al chico y cogió el libro que había caído cerca.
-Este libro es mío y punto- se levantó, recogió sus libros y se marcho corriendo de la biblioteca.
Miles se quedó algo confundido. Había besado a Weasley pero… le había gustado, es más, le había encantado. Y la chica lo único que había hecho era pegarle tal bofetada que su mano se había quedado marcada en su mejilla. En ese momento, Roxy se daba cabezazos contra la pared de un pasillo cercano mientras algunos alumnos la miraban como si estuviese loca.
