Castillo de Naipes.
La escena ocurre como continuación de Babylon.
Después de que dejaron de sonar las trompetas llegó un silencio incomodo, Mulder y Scully permanecía allí tomado de las manos sin decir nada, y la mirada de Scully comenzaba a hablar y decir: "Qué rayos", entonces Mulder decidió romper el silencio y decir:
"Vamos Scully te prepararé un café" y comenzó a caminar con ella de la mano de vuelta por el mismo camino, otra vez en silencio, hasta que Scully preguntó: "¿qué fue lo que escuchaste?" y Mulder respondió: "Las trompetas, no las oíste?, "no estoy segura, si oí algo, pero no sé exactamente qué", "puede ser también sugestión", respondió Mulder.
"¿Sugestión colectiva?" preguntó ella.
"Tal vez la humanidad entera sabe que está acabando con el medio ambiente y creó este fenómeno como forma de manifestar su miedo hacia el fin de mundo, y con las redes sociales y los smartphones es más fácil que la noticia se esparza. Esta sugestión se transmite de persona a persona, como un virus y por eso el fenómeno se puede estar presentando en tantos países. Eso explicaría un poco por qué miles de personas lo han reportado, incluidos nosotros…" así en medio de la conversación llegaron al pórtico en donde Scully esbozó una sonrisa y respondió con dulzura mirando fijamente a Mulder:
"Me encanta tenerte de vuelta".
Mulder sonrió y luego de una pequeña pausa dijo: "He tenido una buena doctora, y he seguido al pie de la letra sus indicaciones". Luego abrió la puerta y le hizo un ademán a Scully para que entraran y luego cerró la puerta, tras una mirada de duda fingida y dijo:
"Sin embargo, después de esta última experiencia, he estado pensando que puede haber un tratamiento más efectivo, sería algo experimental, un poco audaz, necesitaría de tu apoyo".
"Mulder no te voy a recetar ninguna sustancia alucinógena…." Respondió a forma de reproche a Mulder, quien se acercaba lentamente con una pequeña sonrisa en los labios.
"No es tu experiencia como médica la que necesito" afirmó mientras la tomaba por la cintura para acercarla a su cuerpo con una mano y con la otra sostenía su cuello para acercarse su cabeza y darle un beso.
Scully se dejó llevar, pero luego de unos segundo dijo: "un momento nosotros ya no…" a lo que Mulder le interrumpió sin dejar de acariciar su cabello y acercarla más a su cuerpo, mientras le susurraba al oido "es solo un experimento médico, sin efectos secundarios", a lo que Scully solo respondía un ahogado "a ha" y se dejó llevar por completo respondiendo a los abrazos y caricias.
Así poco a poco se fueron desplazando hacia la alcoba, Scully de despojó de su abrigo y Mulder desabotonó un poco su camisa. Luego la empujó hacia la cama y justo antes de acostarse sobre ella se quedó pensativo a lo que Scully respondió con frustración y la respiración entre cortada un: "Qué?" a lo que él respondió un gesto de concentración "Estoy analizando para ver si funciona el tratamiento..." luego de un corto silencio respondió con un "Sí funciona muy bien" y se acostó sobre ella para continuar besándola y desvistiéndola, "¿estás seguro de que el placebo que te suministró Einstein no eran unas pastillas azules?" susurró a su oído Scully, Mulder soltó una pequeña carcajada, "no eran blancas….".
Así, con el afán producto de los años de abstinencia y separación y la certeza de conocerse perfectamente el uno al otro, se fueron dando las cosas con gran intensidad. Con la sincronización que se da entre dos personas que se conocen y complementan a la perfección. Cada caricia en el lugar indicado, cada beso en su justa medida, para llegar casi de forma sincronizada al climax.
Unos minutos después, pero aún con la respiración agitada, cada uno descansaba un poco acostados boca arriba en la cama, sin decir nada. Ella del lado derecho, y el del izquierdo.
"No creo que esto sea saludable para nosotros" comentó Scully.
"Por qué no, hicimos mucho ejercicio" contestó Mulder con una sonrisa.
Scully volteó su cara para verlo a los ojos: "Me refiero a otra cosa, no deberíamos mezclar las cosas por nuestro bien, no en este momento, no creo que estamos listos…"
Mulder la interrumpió con un "no te preocupes, era solo un experimento, y creo que funcionó muy bien; ya me siento notablemente más optimista, luego podríamos discutir la administración de nuevas dosis.. " y se dio la vuelta para acariciarla y besarla y se acercó a ella. Ella se quedó mirando en su pecho las marcas rojas. Las cosas habían pasado tan rápido y estaba tan concentrada en disfrutar cada instante, que no se había percatado de ese detalle "qué te pasó ahí" exclamó intrigada, a lo que él respondió sin pensarlo mucho, más bien estaba concentrado en sus siguientes movimientos: "me lo hizo la Agente Einstein imitando un escena de las 50 sombras de Grey".
Scully quedó sentada como si acabara de recibir un balde con hielo y comenzó ponerse su ropa, no sin antes lanzar a Mulder una mirada de desapruebo total, con mezcla de celos y rabia.
"No espera, eso no pasó… me expliqué mal" titubeo Mulder al caer en cuenta de la bomba que acaba de soltar y lo mal que eso sonaba.
Scully lo miró con su típico gesto de –explícame- y una ceja alzada en su máxima expresión. Mulder estaba totalmente desencajado y no sabía bien qué responder "…No sé cómo explicarlo… no sé cómo realmente pasó, estaba hablando de mi alucinación, allí fue que ví a la agente Einstein vestida con cuero negro, tenía un látigo y…."
Scully lo interrumpió con una mirada aún peor de reproche, y después de un hondo suspiro de desilusión contestó con un firme: "No sé en qué estaba pensando, creo que de hecho no pensé, definitivamente esto no fue buena idea y no me interesa saber más de tus fantasías eróticas con la agente Einstein, ni con otras mujeres", terminó de vestirse y salió de la habitación.
Mulder se puso de pie para tratar de detenerla y antes de que pudiera decir algo, Scully se despidió con un tajante: "Nos vemos en lunes es en la oficina".
Mulder se quedó unos instantes ahí de pie viendo como Scully salía decididamente. Escuchando sus pasos marcharse y el sonido de la puerta al cerrarse y luego el motor de su camioneta al partir. Después se dejó caer de espaldas en la cama en medio de un largo suspiro.
"Como pude decir eso…. Fue la agente Einstein…" pensó. "como pude ser tan torpe" cayó en cuenta de lo ridículo y mal que sonaba.
Se tapó la cara con las dos manos como tratando de aclarar su mente. "todo estaba perfectamente planeado: cada palabra, cada movimiento. Había esperado tanto una oportunidad así, que había ideado complejos planes para tratar de seducir a Scully, tantas veces en su cabeza, que no entendía como lo había arruinado este tan torpemente. Se sentía como un niño que acababa de derrumbar el enorme castillo de naipes que acaba de construir con un simple estornudo.
Lo que más retumbaba en su cabeza eran las últimas palabras de Scully: "nos vemos en la oficina". Sabía lo que significaba, sabía lo que le esperaba, eso ya lo había vivido antes. Ella llegaría a la oficina como si nada hubiera ocurrido, fría y callada. No se vería en su mirada ninguna señal de sentimiento alguno, ni siquiera rabia. Sabía que eso le dolería mucho, pero que tendría que seguirle el juego y no podría demostrar ni la más mínima señal al respecto.
Ya vendrían de nuevo esos silencios incomodos, que él tendría que llenar con alguna información de trabajo; información que fuera lo suficientemente interesante como retar la inteligencia de Scully y distraerla un poco de su inerte resentimiento y al menos despertar en ella interés profesional como para tener de que hablar y romper el hielo.
Otra vez, sentiría esa sensación que odiaba: sentirla cerca, pero tan lejana, tan ajena. Pasarían semanas antes de que algo interesante los volvería a unir, a que otra oportunidad de oro se volviera a presentar, si era que se presentaba. ¿Cuánto tendría que esperar, semanas, meses o años?
Giró su cabeza y vio sobresalir en la almohada un cabello claro; la siempre clara señal de que Scully había estado allí. Esa señal que en otras ocasiones le había estremecido el corazón al pensar en qué le habría pasado, pero esta vez le llenaba de un caluroso y reconfortante sentimiento. Acercó la almohada hacia él y aún conservaba su perfume, ese embriagante aroma que le traía a la mente los mejores momentos de la jornada. Con suerte el olor permanecería lo suficiente para ayudarle a conciliar el sueño y hacerle compañía en su ya acostumbrada soledad.
