***Exención de responsabilidad: La historia y los personajes fueron creados por Stephenie Meyer. Esta historia fue escrita por MeraNaamJoker; yo sólo me adjudico la traducción, ya que tengo el permiso del autor.
"Bella, no lo hagas. Por mí. Por favor." La voz era sólo un suspiro, desvaneciéndose con el viento entre los árboles.
"No te quedaras conmigo de otra manera," le recordé a Edward, que estaba equilibrándose de pie sobre el borde del acantilado. El agua negra se agitaba por debajo de nosotros. Me detuve, de pronto temerosa, pero luego recordé que cuanto más pronto salte más pronto podré subir a la cima otra vez y escuchar su voz una vez más. Me quité mis zapatos y me acerqué más, encrespando los dedos de mis pies alrededor de las rocas. Tomé una respiración profunda, y me incliné hacia delante.
Dolor.
Mi mundo entero era dolor. No era el tipo de dolor que estaba esperando, el dolor que venía de golpear contra la superficie del agua. Era mucho más específico, situado sobre todo en mi cabeza. No estaba mojada, tampoco, todavía estaba en tierra firme. Algo me había empujado lateralmente en el momento justo en que estaba a punto de caer por el borde. Abrí mis ojos -¿cuándo los había cerrado?- para ver dos furiosos ojos marrones devolviendo la mirada.
"Estúpida mierda," él dijo entre dientes. "¿Qué carajo estabas pensando?"
"¿P-Paul?" Gimoteé. "¿Cuando-?"
Él me estaba mirando fijamente. No dijo nada, pero su mandíbula cayó abierta y una mirada aturdida dominó el rostro anguloso al que anteriormente sólo había visto mirando a través o más allá de mí. Me sentí... caliente. Tan caliente como si alguien me hubiese sumergido en un jacuzzi. El frio de mis ropas húmedas parecía evaporarse bajo su mirada -de hecho, las mismas ropas podrían haber desaparecido también, por cómo me recorría de arriba a abajo con sus ojos. Una luminiscencia invisible parecía acompañar el calor; podía sentir algo irradiando a través de mí de la cabeza a los pies.
"¿Por qué estás aquí?" Volví a intentar.
"¡Que estúpida, pequeña coge sanguijuelas egoísta!" Rugió, siguiendo donde lo había dejado. Tomó mis hombros y me sacudió. "¿Qué demonios pensaste que iba a pasar allá abajo? ¡El agua está tan turbulenta que incluso tu maldito y precioso Jacob no intentaría saltar hoy! ¿Estás tratando de matarte y hacer que parezca un accidente?"
"No-o-o," traté de decir, pero con mi cabeza yendo para adelante y para atrás se me hacía difícil hablar. "¡Ow-oh-Paul, detente!"
Él se congeló, y luego inspiro de forma agitada. Sus manos temblaban al recogerme del suelo. Por un instante tan breve que pude haberlo imaginado, él me sostuvo contra su torso desnudo, y entonces me puso sobre mis pies, lejos de él, con un ruido sordo.
"Si no estabas intentando matarte," gruñó a través de dientes apretados, "entonces, ¿puedo preguntar qué carajo querías hacer? ¿Es por esto que Jacob me tiene vigilándote hoy? ¿Le dijiste que ibas a intentar ganar un premio Darwin o algo? Jesús, ¿coger a la garrapata absorbió tu cerebro también?"
"¡Yo no cogí a Edward!" Chillé, empujando la mano que había dejado en mi cintura para estabilizarme. "Ya te lo dije antes, estúpido; ¡tú-no-sabes-nada de mí!" El calor había desaparecido; en su lugar fría, oscura desesperación floreció desde el agujero en mi pecho.
Se encogió, pero aún se veía lívido. "¿Con quién hablabas?"
"¿Hablaba?" Mantuve la cabeza entre mis manos, tratando de presionar contra el dolor. "Yo... Yo no estaba hablando con nadie."
"No me digas ni una puta mentira, maldita sea," dijo entre dientes, entrando en mi espacio otra vez. Retrocedí un paso; él siguió. "¿Quién no se quedara contigo de otra manera?"
Sentí lágrimas llenando mis ojos. Mi alegría secreta, mi vergüenza secreta -una y la misma cosa, y Paul de todas las personas tenía que ser el que me sacara a la luz. "Eso no es asunto tuyo."
Resopló con disgusto. "Déjame adivinar. La sanguijuela. Estas hablando con el imbécil. Sabía que era telepático, pero esa es tremenda conexión, nena."
No pude detener el sollozo que escapó de mis labios "Idiota. No tengo una conexión como esa con él. Sus poderes no funcionaban conmigo. Soy la única en la que no funcionaban. Y de todas formas no podía responder con su mente; sólo podía oír."
Él se acercó aún más. Defensivamente alcé mis manos para mantenerlo a distancia, pero en su lugar llegaron a descansar en su musculoso estómago. Podía sentir su pulso acelerándose bajo mi tacto. Su pecho se desinfló mientras arrastraba el aire en sus pulmones. Lo había asustado, me di cuenta con un destello de intuición. Se enojaba cuando se asustaba; eso es todo lo que era. Traté de retroceder una vez más, pero mi trasero golpeó contra el tronco de un árbol. Arrinconada.
"Si no estabas hablando con él, entonces ¿por qué dijiste eso?" Preguntó, inclinándose más cerca, un brazo sobre mi cabeza apoyado en el árbol detrás de mí.
Ooh, estaba tan cálido. He estado helada por meses, un año, desde que me mudé a Forks y ahora calidez irradiaba de su cuerpo, inundándome con comodidad de pies a cabeza. Mis manos no se sentían bien donde estaban; las deslicé por su frente, luego alrededor de su cintura para acercarlo más. No, espera. Eso no era lo que quería hacer. Intenté alejarme, pero él agarró la muñeca más cercana a su brazo libre y la sostuvo contra él, luego me tiró más cerca subiéndolas al mismo tiempo hasta que estuve presionada contra su cuerpo y el árbol. "No lo... sé..." Murmuré, aturdida y hablé de verdad. Mi corazón comenzó a martillear; me di cuenta con una especie de asombro distante que había regresado a su lugar. "Paul, te sientes... No lo sé, pero... Puedo respirar ahora por primera vez en mucho tiempo."
"¿Puedes?" Él preguntó, sonando indiferente, pero me di cuenta que le importaba porque él descansó la palma de su mano justo debajo de mi clavícula, sintiendo el aire entrando y saliendo. Más espirales calientes se abrieron paso a través de mi piel, hasta el centro de mi ser. Sentía como si hubiera estado atrapada en invierno y ahora ha llegado la primavera con una brutal ola de calor.
Paul se inclinó y sujetó mis muslos con sus manos, debajo de mi trasero, levantándome. "Así que tú y el chico purpurina nunca cogieron, ¿eh?"
"No," dije, aprovechando nuestra nueva posición de ojo a ojo para mirarlo ferozmente. "No es que eso tampoco sea de tu incumbencia."
"Ahora ahí es donde te equivocas," murmuró. Volvió la cabeza hacia un lado, mirando mi boca como si nunca antes hubiera visto un par de labios.
"¿Por qué estoy equivocada?" Apenas podía forzar las palabras a través de la bola de miedo y excitación. Envolví mis piernas alrededor de su torso para estabilizarme.
"Debería irme..." dijo, pero entonces su boca se encontraba sobre la mía, devorándome. Chillé con terror; nunca había experimentado nada más que los besos suaves y cuidadosos de Edward y, aparentemente, Paul no compartía la creencia de Edward en mi fragilidad. Él agarró mis caderas, cavando ranuras en mi piel con sus dedos, y empujó su pelvis entre mis muslos. Podía sentir su pene totalmente erecto, esforzándose por llegar a mí y, para mi total sorpresa, se sentía bien, exactamente donde estaba. Me froté contra la dureza, gimiendo por el repentino dolor vicioso entre mis piernas.
Paul estaba maldiciendo, un flujo constante de malas palabras que parecían no tener conexión con sus acciones. Se abrió camino por mi cuello con sus dientes, lo suficientemente fuerte para dejar marcas, y arrancó mi camiseta por mi cabeza. Jadeé y luego gemí otra vez ante el shock de placer cuando nos encontramos piel a piel.
"Sin corpiño," él dijo contra mi clavícula.
"No quería que se mojara," expliqué, jadeante, mientras me levantaba de nuevo y ponía su boca sobre mi pezón. "Oooh, Dios, oh, Dios, ¿qué demonios me estás haciendo?"
"Es al revés," él gimió alrededor de mi seno. "Carajo, oh mierda, mierda..." Se agachó y arrancó mis jeans y mi ropa interior directamente de mi cuerpo, luego desabrochó sus propios pantalones cortos, dejándolos caer al suelo. Me estremecí cuando una ráfaga de viento me salpicó con agua de las ramas del árbol encima de nosotros. Paul cambió al otro lado, succionando tan fuerte que casi no podía decidir si dolía demasiado como para ser bueno, pero entonces sus dedos acariciaron suavemente el seno que su boca había abandonado y dejé que mi cabeza cayera hacia atrás. Agarré su pelo, empujándome a mí misma en su beso.
Él movió un brazo a la parte baja de mi espalda y me mantuvo quieta mientras la otra mano viajaba entre nosotros, deslizándose hacia abajo a los pliegues entre mis piernas. Grité cuando alcanzó el pequeño manojo de nervios en la parte superior, acariciando y frotando y haciéndome temblar con satisfacción. "Eres mejor en esto... que yo," balbuceé, ni siquiera escuchando el sentido de las palabras hasta que era demasiado tarde. Él sonrió, feroz y caliente, y uno de sus dedos se deslizó dentro de mí mientras su pulgar seguía trabajando donde daría el mayor beneficio. Clave mis uñas en sus hombros; siseó ante el dolor pero no detuvo su mano.
"Paul..." Gemí, mientras otro dedo se deslizaba para unirse al primero. "Paul, ni... siquiera... te conozco..."
Hundió el rostro en la coyuntura de mi cuello y hombro y mordió mi piel; cuando sus dientes se cerraron alrededor del musculo, quedé floja en sumisión. "Maldición... Ya sé... eso..." resopló. "Mierda, mierda, mierda, carajo. Estás tan húmeda, sólo dámelo, sólo dámelo ahora-"
"Está bien," jadeé. Ni siquiera sabía lo que estaba diciendo, pero estaba fuera de mi mente por la lujuria. Debía tenerlo, debía tener algo para llenar el anhelante vacío que empeoraba en segundos.
Él alejó sus manos. Gimoteé, "¡No!" cuando sus dedos salieron, y me murmuró, palabras sin sentido, con la intención de confortar y calmar, mientras se recostaba en el suelo y me llevaba con él. Él estaba sobre su espalda; su pene se veía realmente doloroso mientras palpitaba entre nosotros.
"Tú estás arriba," instruyó, separando mis piernas para quedar a horcajadas sobre él.
"No sé qué hacer." susurré, encontrando su mirada de ojos ardientes con desesperación.
"Jesús, ¿eres una maldita virgen?" exclamó.
Reí, de repente mareada por la ridiculez de la situación. "No creo que eso sea posible."
"Ven aquí," dijo, y todos los impulsos de reír desaparecieron con el profundo timbre de su voz. Él sostuvo mi cabeza contra su pecho con una mano. Con la otra mano, alcanzó y guio su pene hacia mi abertura, la cual ahora sentía como si estuviera chorreando. Frotó la cabeza en mi suavidad; ambos jadeamos otra vez ante la sensación. Anclé mis uñas en su piel; él gruñó y empujó de la forma más pequeña dentro de mí. Grité. Mis uñas rasguñaron hasta que sacaron sangre. Las pequeñas heridas cicatrizaron mientras observaba, mientras él apretaba los dientes y acomodaba el ángulo de sus caderas para empujar aún más en mí. Cuando llegó a la barrera de mi virginidad, sollocé.
"Tú quieres esto," dijo.
No podía decir si me estaba preguntando o informando, pero, "Sí," gimoteé. "Sí. Sí. Por favor."
Con un último empuje, se abrió paso. Sollocé otra vez, un par de lágrimas escapando por el rabillo del ojo y cayendo sobre su pecho. Me murmuró otra vez, frotando mi nuca y mis muslos, mientras temblaba de pies a cabeza. Él no se movió, dándome tiempo para adaptarme. No sabía si eso fuera posible. Paul. Este era Paul dentro de mí. ¿Cómo demonios había sucedido esto?
"Estás bien, estás bien," susurró. Su tacto era inesperadamente dulce. El dolor se desvaneció y, repentinamente, todo se sentía tan bien. Olas de calor y deleite emanaban desde el punto donde nos uníamos. Habían pasado seis meses desde que siquiera me acercara a sentirme así de feliz. "Isabella."
Nunca nadie me llamaba así. Siempre parecía ridículamente lujoso para alguien tan cotidiana como yo, así que insistía con Bella. Pero viniendo de la boca de Paul, sonaba como si estuviera hablando de algo indescriptiblemente indulgente, un postre de mil dólares o un Maserati o cualquier cosa él hubiera deseado pero que haya descartado como fuera de su liga y demasiado costoso. Dijo mi nombre, y supe exactamente cómo pensaba de mí. Levanté la vista; sus ojos tenían los parpados tan caídos que estaban casi cerrados, pero podía ver ternura allí.
"Isabella," él dijo otra vez, luego, distraídamente, "Eres tan estrecha..." Movió sus caderas, apenas.
"Paul..." Estaba tan cerca, tan cerca, esto era mucho mejor que cualquier cosa que pudiera hacer sola. Roté mis caderas, presionando contra su hueso púbico. Él chupó aire entre sus dientes y se movió dentro de mí con más fuerza esta vez. La mano que no estaba en mi cabeza se pegó a mi trasero y lo empujó más fuerte contra él, fijándonos juntos. Grité y me oprimí contra él una vez, dos veces más, y entonces estaba temblando incontrolablemente y gimiendo mientras el único orgasmo más poderoso de mi vida voló a través de mí como un huracán, y me dejaba sintiéndome como si hubiera sido despellejada. Maldiciendo tanto que no podía comprender las palabras, Paul me sostuvo por ambas caderas y se enterró completamente dentro de mí, llegando casi tan pronto como terminé.
Colapsé sobre él, jadeando y llorando. Mi cuerpo temblaba con réplicas de éxtasis y emoción. Sus brazos me rodearon, y luego sus manos comenzaron a acariciarme, desde mi cabeza hacia mis muslos y de nuevo hacia arriba. Todavía estaba duro dentro de mí. Sabía que no se suponía que debía permanecer así; ¿los hombres lobo lo mantenían erecto para siempre o algo por sus metabolismos?
"Ven aquí," él dijo, y me empujó para besarle la boca. Enrollé mis manos entre nosotros, dejándolo mantenerme firme mientras su lengua entraba profundamente en mí, imitando lo que acabábamos de hacer. Se sentó, sin esfuerzo levantándome con él, y me lamió, desde mi hombro todo el camino hasta mi oreja. Di una pequeña sacudida por la sorpresa; tomó mi pelo y me mantuvo quieta para que pudiera hacerlo otra vez, y otra vez -una y otra vez hasta que cubrió todo mi cuello. Debería haber sido asqueroso. Debería haberse sentido degradante. No era ninguno. Lentamente, con infinito cuidado, él nos rodó hasta que descansé sobre mi espalda, entre sus brazos. Él era mucho más alto y fuerte que yo, tanto que podía evitar que tocara el suelo casi en todas partes excepto mis talones.
"¿Más?" preguntó, moviéndose ya dentro de mí.
Mantuve mis brazos donde estaban, metidos entre nosotros, dejando que me apoyara en su abrazo. "Sí," susurré. "Por favor." No sabía lo que acaba de pasar, pero sabía que me sentía en casa dentro de mí por primera vez desde mi cumpleaños; no podía soportar decir adiós a la sensación. Frotó regularmente dentro y fuera; me concentré en respirar, amando el hecho de que podía hacerlo sin esfuerzo. Apenas noté que estaba excitando cada vez más, pero al final recostó mi cabeza y alcanzó entre nosotros para tocar mi punto más sensible. Tan pronto sus dedos me rozaron, convulsioné, cayendo sobre el borde y llevándolo conmigo.
Se deslizó fuera de mí y se agachó, besándome otra vez, pero mucho más suavemente de lo que lo había hecho antes. Sus manos acunaron mi rostro; sus pulgares frotaron mis mejillas y apreciaron mi mandíbula. Plantó pequeños besos a través de mi cuello, en mi barbilla, mis parpados, la punta de mi nariz. Se sentía como un sueño. ¿Cómo podía el violento Paul ser tan cuidadoso conmigo, la chica que él despreciaba? Se apartó para mirarme a los ojos. Traté de leer su expresión y fallé.
"Isabella," él dijo por tercera vez, sacando el pelo de mi cara con una caricia.
No lo corregí; cuando él lo decía, sonaba bien. "¿Paul?" Levanté una mano temblorosa para ponerla contra su mejilla. "¿Qué... Qué acaba de suceder?"
Él me miró fijamente, silencioso, y entonces preguntó, "¿Cuan dolorida estás?"
Me estiré debajo de él. "Nada mal, en realidad," noté con sorpresa. "Me siento... um, wow. Me siento muy bien."
Se sentó, totalmente despreocupado con su desnudez, y me levantó también. Juntos, nos paramos y nos cepillamos mutuamente. Él alcanzó para sacar un montón de agujas de pino muertas de mi pelo. "Eres un desastre."
"Tú también," dije, agachándome para limpiar sus rodillas con la palma de mi mano. "Eso fue muy raro."
"¿Todavía tienes ganas de saltar del acantilado?" preguntó. Lo miré boquiabierta. "No tú sola. Conmigo. Podría ser la mejor manera de limpiarnos sin que nadie nos vea o preguntándose qué ocurrió -o, ya sabes, oliéndonos. Puedes usar mis pantalones cortos y tu camiseta después de que salgas. Cambiare de vuelta a mi forma de lobo." Cuando titubeé, él bajó la vista hacia el suelo. "Sé que realmente querías hacerlo. Te mantendré a salvo." Levantó la cabeza otra vez para atravesarme con esos ojos marrones. "Lo prometo."
Estaba atrapada bajo su mirada, incapaz de desviar la vista. Finalmente, conseguí decir, "Está bien. Iré contigo."
"Vamos." Paul tomó la ropa en una mano, incluyendo los restos destrozados de mis pantalones y ropa interior, y tomó mi mano con la otra. Caminamos juntos hacia el borde del acantilado y miramos hacia abajo, a las olas agitadas. "¿Estás segura sobre esto?"
Lo miré y supe, con certeza irrazonable, que podía confiar en él para protegerme de cualquier cosa que viniera en nuestro camino. Me dio una sonrisa tentativa que se veía extraña en sus características formidables. Le devolví la sonrisa. "Estoy segura." Le sostuve la mano con más fuerza y miré hacia abajo. "Vamos."
Juntos, nos lanzamos del acantilado.
