Los personajes utilizados en este fanfic son propiedad de Kōhei Horikoshi.

Aclaraciones y Advertencias:Los personajes no me pertenecen. OC. OCC. Una historia ramdon con sus debidos momentos serios. (?)

Summary: Shouto ama a su mamá. ¡Ella es la mejor madre del mundo! La ama tanto, que moriría por ella sin pensarlo dos veces. Shouto sólo quería que ella sea feliz, él odia verla llorar y que aparezca con moretones de vez en cuando.

Su deseo se hace realidad un día. Tienen que mudarse, pero su madre por fin luce tranquila; Fuyumi está inquieta y nerviosa, Asahi y Homura están enojados y no hablan con ella, lo que hace a Shouto sentirse un poco molesto. Pero en el fondo, Shouto sabe que las cosas van a estar bien.

O: Todoroki Miyuki decide que fue suficiente y antes de romperse, presenta cargos contra su esposo y pide el divorcio. {El what if que los Todoroki se merecen}


Tears


Miyuki estaba en su límite.

Después de varios años, finalmente le había dado a Enji lo que quería: un heredero, un hijo con un quirk múltiple. Había logrado el propósito de su matrimonio arreglado. Por fin, había cumplido su rol como esposa de ese sujeto.

Su papel de madre estaba lejos de acabar.

No iba distanciarse de sus hijos como si nada hubiera sucedido en todos esos años, prescindiendo del hecho de que existían… no, sus pobres niños habían tenido suficiente indiferencia en sus cortas vidas. Apenas el quirk de sus vástagos se manifestaba, Enji solía perder todo interés en ellos: ignoraba totalmente la existencia de Homura, no volvió a dirigir su mirada hacia Fuyumi y ya ni siquiera se molestaba en criticar a Asahi. Y ninguno de ellos entendía por qué.

Les hacía daño con su frialdad, pero Miyuki había tratado de explicarles que ellos no eran como las otras familias y que había una razón tras el comportamiento de su padre. Trató. Esa era la palabra clave, pues ninguna mujer que se haga llamar madre insinuaría que sus hijos eran fallos. Sus hijos no eran errores. Relación forzada o no, a diferencia de Enji, ella jamás los llamaría defectuosos.

Pero Shouto… se sentía horrible por siquiera pensarlo, mas hubiera deseado que su hijo menor fuese defectuoso.

Si había pensado que sus niños eran lastimados con el desinterés de ese hombre, ver cómo trataba al único que tenía su atención era mil veces peor. La piel nívea de su pequeño estaba cubierta de moretones tan seguido, que Miyuki de ninguna manera se atrevía a mandarlo a la Escuela; la gente lo notaría y empezarían a hablar, y eso era algo que él no iba a permitir.

En consecuencia, ahora tenía otro compañero en aquella prisión que llamaba casa. Shouto lloraba, gemía y se encogía de dolor todos los días. Y ella lloraba con él.

Se sentía tan impotente. Cuando trataba de intervenir para detener los entrenamientos, en el mejor de los casos, Enji simplemente le alzaba la voz; en el peor, ella tenía que inventar una mentira convincente en la cena para que sus hijos creyeran que la inflamación en su rostro era por un accidente.

Shouto era el único que sabía la verdad, su mirada culpable siempre se clavaba en su tazón de arroz para no romper la promesa que habían hecho.

No puedes decirles a tus hermanos, Shouto —le había rogado la primera vez que presenció cómo ese hombre le pegaba. Recordaba haber sostenido sus manitos temblorosas, después de haber conseguido que cesara su llanto tras un par de horas—. Prométemelo, ¿sí? Esto es un secreto sólo entre mamá y tú.

¡P-pero él te hizo daño! —la mirada de su hijo era como la de un ciervo frente a un par de faros—. ¡Él te…! ¡Él…!

Shh. Todo está bien ahora, Shouto —mintió con la voz más dulce que pudo expresar. Era apenas un hilo de voz, pues ganas de romper en lágrimas tampoco le faltaban, pero resistió lo mejor que pudo; si se rompía frente a él, el pobre niño tendría otro ataque de pánico—. Mamá está bien. Mamá es fuerte. Ella todavía puede soportar un poco más.

Eran puras falacias, y tal vez una pequeña parte de Shouto lo sabía, pues sus reclamos no aminoraron.

¡Pero…!

Shouto —aquella fue la primera vez que lo llamó de forma autoritaria. No quería hacerlo, esa era la forma en que él les hablaba, pero tenía que hacer que su hijo la escuchara—. Mamá no quiere que salgas lastimado innecesariamente, ¿comprendes? Es la única cosa que no podría soportar. Así que, por favor, sé un buen chico. Obedece.

Se sintió tan enferma pronunciando esas palabras. Pero era lo único que podía hacer en ese momento, lo único que podía decir para evitar empeorar las cosas.

Shouto era un niño tranquilo, no era sumiso, pero sí un poco tímido. En comparación al resto era el más frágil, sensible y amable de sus hijos. El niño tenía un corazón de oro. Y Enji lo estaba rompiendo a un ritmo vertiginoso, terminando de quebrarla a ella en el proceso.

De todos sus hijos, Fuyumi era con la que compartía el lazo más estrecho. No era sólo la complicidad entre una madre y su única hija lo que las unía de forma diferente al resto, sino el hecho de que era la única de sus hijos que había heredado su quirk de hielo.

«Mía. Es mía», repetía su subconsciente con frenesí. «Es mi hija, no de él. Ese hombre es un monstruo. No es un padre».

Su salud mental se estaba deteriorando a un ritmo vertiginoso a causa del estrés y el miedo constante.

Tras mucho llanto a solas, finalmente había encontrado su determinación para moverse hacia adelante. Decidió que tenía que hacer algo antes de que fuese demasiado tarde, independientemente de las consecuencias. ¿Qué era lo peor que podría pasar? Su vida ya era un infierno, de todas formas.

Por eso, mientras Enji estaba en una misión, Shouto durmiendo la siesta y Homura y Asahi jugando fútbol afuera, Miyuki vio su oportunidad.

Tenía que salir de esa casa, dejar atrás ese ambiente tóxico. Pero no planeaba hacerlo sola.

—… Fuyumi.

Su hija se sentó incómoda frente a ella, percibiendo el extraño halo de ominosa seriedad alrededor de su progenitora. Nunca la había visto con aquella expresión en el rostro. Así que Fuyumi sabía, por instinto, que aquella plática sería reveladora y aplastante en más de un sentido.

—Voy a ser sincera porque creo que eres lo suficientemente madura para comprender lo que está pasando —la mujer inhaló profundamente, tratando de aflojar el nudo en su garganta o al menos conseguir disimular un poco el temblor en su voz—. Antes que nada, te pido perdón. No he sido una buena madre. Una buena madre no habría permitido que esto sucediera. Lo lamento, Fuyumi… lo siento por no haberte dado algo mejor.

—M-Mamá, tranquilízate, me estás asustando.

Fuyumi estaba creciendo como una chica nerviosa gracias a su aguda intuición. Siendo la más perceptiva, aunque nunca había puesto las piezas juntas, recogía pequeñas pistas en el comportamiento errático de su madre y había intentado leer a su padre más de una vez, sin mucho éxito cabe destacar. Gracias a esto no sabía exactamente en qué tipo de terreno se encontraba parada y por eso siempre sentía que estaba caminado sobre cáscaras de huevo, al menos cuando se trataba de su hogar y dinámica familiar.

—¿A qué viene todo esto de repente? Si es porque has estado pasando más tiempo con Shouto últimamente, no estoy enojada o celosa —se forzó a mentir—. N-no puedo decir lo mismo de Asahi y Homura, pero yo entiendo que él es el más pequeño y todavía necesita mucha atención, especialmente ahora que desarrolló su quirk, y…

—Ese es el problema —la cortó—. Fuyumi, ¿recuerdas cuándo tu padre dejó de mirarte, aunque estuvieran en la misma habitación?

La cuestión en sí misma se sintió como un gancho al estómago, pero Fuyumi asintió a pesar de la dificultad. Era difícil no recordarlo. Un día, su padre la trataba como si fuera la cosa con más valor en el mundo; al siguiente, ella no valía ni cinco segundos de su tiempo.

—Fue… ahora que lo pienso, creo que fue poco después de que desarrollé mi quirk.

Sí, tenía la misma edad que Shouto en ese entonces. Había despertado con el futon y tatami de su habitación cubiertos por una delgada capa de hielo. Fuyumi recordaba haber corrido emocionada a la habitación de sus padres, sólo para recibir una mirada de desaprobación al terminar de contarles lo sucedido.

Shouto nació un año después.

—Sí —Miyuki asintió, los labios apretados y una expresión en blanco en su rostro; no quería hacerlo más difícil antes de tiempo—. Y además de la edad, ¿puedes decirme cuál es la diferencia entre Shouto y ustedes?

La cuestión hizo que Fuyumi la mirara con cierta confusión. ¿A qué se estaba refiriendo su madre con aquella pregunta? Para ella, la única diferencia existente fue eliminada por su propia progenitora en ese momento; sin embargo, pronto se dio cuenta que estaba equivocada, recordando cómo había empezado ésta conversación.

Fuyumi tenía un quirk de hielo. Homura y Asahi tenían quirks relacionados con el fuego. Y Shouto, él…

—Shouto… él… él tiene un quirk doble, ¿no? Tu hielo y el fuego de papá.

Esa era otra cosa difícil de olvidar. El día en que Shouto manifestó su quirk, su padre lo había mirado con ojos que reflejaban un sentimiento que Fuyumi anhelaba volver a ver desde hace mucho tiempo: orgullo.

Fuyumi no sabía la razón detrás de la mirada, en ese entonces estaba demasiado perdida en sus propios celos para prestar atención a los detalles; Shouto tenía lo que a sus tres hermanos de repente se les negó sin explicación y eso había sido frustrante para todos, por muchas razones. Pero ahora creía entender.

—… ¿Es por eso que papá es tan frío con nosotros? —inquirió con un hilo de voz, deseando que la conjetura fuese simplemente una idea descabellada—. ¿Es por qué Shouto tiene un quirk múltiple y nosotros no?

Miyuki contempló qué decir durante un momento. Tenía que ser rápida, para no herir a Fuyumi más de lo necesario con su silencio. Al mismo tiempo, tenía que ser sincera, pero no develar demasiado sobre lo malas que eran realmente las cosas.

—Tu padre siempre ha querido un hijo que tenga ambos quirks, el suyo y el mío —decidió que esa simple confirmación haría menos daño que cualquier otra respuesta.

Los ocelos de su hija cayeron, repentinamente sintiéndose atraídos por la mesa. Había querido una respuesta para justificar el comportamiento de su padre durante años, ¿ahora? Habría preferido jamás recibirla. Era más fácil lidiar con su envidia hacia Shouto en silencio, que afrontar el peso de la verdad: cuando ninguno de ellos resultó ser lo que quería, su padre los había abandonado sin más.

Abandonados en su propia casa. Cuán irónico se escuchaba.

—… Oh.

—Eres perfecta como eres, Fuyumi. Tu padre es el problema. O, mejor dicho, tu padre es el origen de todos nuestros problemas —las manos de su madre encontraron las suyas sobre la superficie de madera—. Dime, ¿sabes por qué Shouto no va al Jardín de Niños? ¿Sabes por qué ya no se acerca a jugar con ustedes? ¿Sabes por qué reaccionó de esa manera cuando Asahi le tocó el hombro anoche en la cena?

Percibiendo la ligera desesperación oculta en las preguntas de su madre, Fuyumi se obligó a tomar una respiración profunda y empujar la desilusión al fondo de su mente. Había algo más que su progenitora quería decirle. Algo sobre Shouto, al parecer.

«Últimamente, todo parece ser sobre él», sacudió su cabeza ante el pensamiento y trató de enfocarse.

Ciertamente se había fijado en el comportamiento extraño de su hermano menor, pero ya que había ciertas fricciones entre ellos por haberse convertido en el centro de atención, Fuyumi asumió que Shouto les estaba dando espacio.

Eso no explicaba su repentino sobresalto ayer en la cena.

Seguro, Asahi era brusco y Shouto muy menudo y frágil, mas el mayor nunca lastimaría al otro apropósito, incluso si estaba tentado. Pero el hecho es que Shouto se había incorporado de repente, gritando; no de la forma en que uno hace cuando se está asustado, sino como si… como si Asahi le hubiera hecho daño.

Entonces un recuerdo de la semana pasada la invadió.

Se había escabullido de su habitación en dirección a la cocina por algo de tomar, cuando de repente percibió una figura por el rabillo del ojo. A pesar de estar en quinto grado, Fuyumi se estaba quedando corta de vista, por lo que saltar ante la más mínima señal de movimiento en su visión periférica se estaba volviendo una ocurrencia común para ella.

Sin embargo, lejos de ser un gato callejero colado (había ocurrido un par de veces antes) o un secuestrador (sí, eso también), lo que encontró pasado el susto fue la visión de una silueta familiar cruzando por el pasillo paralelo, al otro lado del pequeño jardín interior.

Fue fácil reconocer a Shouto por la simétrica distribución de color en su cabello y sus pequeñas dimensiones en general. Aquella noche, no obstante, se veía más pequeño de lo habitual y no tenía que ver con la distancia que los separaba; su hermano estaba encogido sobre su región abdominal mientras, por la velocidad en la que avanzaba, prácticamente arrastraba sus pies en un patético cojeo que daba pena contemplar.

Fuyumi había creído que tenía un fuerte dolor de estómago y necesitaba ir al baño, por lo que no prestó mucha atención y siguió con su camino.

Ahora, una voz alarmante en su conciencia le había recordado que Shouto iba en sentido contrario al baño y que en aquel pasillo era donde estaba el Ala de Entrenamiento de su padre.

La idea que acababa de instalarse en su cabeza a continuación tenía que ser una mentira.

—Papá… ¿Papá golpea a Shouto? —la incredulidad se abrió paso en sus características cuando su madre permaneció en silencio, sus ojos mirando hacia cualquier parte menos los de su hija—. No —dijo con horror—. ¿Por qué? Él no ha hecho nada para hacerlo enojar, ¿verdad?

Fuyumi podría tener celos por el hecho de que Shouto parecía ser todo el mundo de sus padres, pero ahora empezaba a creer que… quizá ella había sido una niña afortunada.

Sí, tal vez Endeavor nunca la hubiera mirado con orgullo ni otorgado palabras de aliento después de que desarrolló su quirk, pero el hombre nunca le había pegado sin motivo tampoco. Y estaba segura de que ni a Homura o Asahi les había levantado la mano más allá de lo necesario. Entonces, ¿por qué, Shouto? Él era el más tranquilo de los cuatro. Además, ¿no se supone que era su favorito? ¿Su hijo más valioso? Simplemente no tenía sentido.

Las siguientes palabras de su madre hicieron aún más perturbadoras las cosas:

—Tu padre está empeñado en que Shouto se convierta en un Héroe, como él. Tu padre… él… ha empezado a… a entrenarlo.

—¡¿A ésta edad?! ¡Pero eso es una locura! ¡Sólo tiene cinco años!

Fuyumi sentía no podía estar sentada por más tiempo, así que se levantó y empezó a caminar frenéticamente por la habitación; su mente era un torrente de información descarriada que erosionaba su cerebro como las olas a las rocas de los acantilados.

Su padre los consideraba fracasos. Su padre golpeaba a Shouto, su supuesto único logro. Su padre golpeaba a Shouto, para entrenarlo. Su padre quería que Shouto fuese un Héroe. No, se corrigió: su padre lo estaba forzando a convertirse en un Héroe. Y su madre lo siempre lo supo todo.

Un momento, ¿su madre siempre lo supo…?

La niña volvió su mirada hacia su progenitora.

—P-papá golpea a Shouto… y a ti también —no era una pregunta—. Todas esas veces no fueron accidentes, ¡también fueron obra de papá!

—… Sí —Miyuki ya no podía contener sus lágrimas ni disimular la culpa en su cara.

Fuyumi cedió ante su propio peso y cayó con un ruido sordo. De repente se sentía tan, tan… enferma. Sabía lo que era el abuso. Había visto uno que otro caso al respecto en las noticias, pero nunca pensó que algo como eso estaría sucediendo en su propia casa, bajo sus narices. A su propio hermano y madre.

¡Shouto!

—Mamá… —tragó con dificultad, aterrada de la respuesta que podría recibir esta vez. Las otras habían sido lo suficientemente malas. ¿Ésta? Fuyumi no estaba segura de cómo iba a reaccionar—. ¿Shouto sabe que papá te…?

Miyuki se sintió impotente de nuevo. No podía tranquilizar a su hija y tampoco podía hacer nada por el desastre que era ella misma en ese momento, reducida a una masa de llanto inestable. Apenas consiguió asentir lentamente.

—Él… él no sabe con exactitud qué sucede, es muy pequeño para entenderlo todavía, pero en esencia… él sabe que las cosas están mal. Él… —tomó una bocanada de aire. Se sentía sofocada, no quería seguir hablando de ello. No quería seguir. Pero tenía que hacerlo, ya había llegado a este punto, así que debía continuar—. Shouto una vez vio cómo tu padre me golpeaba… él, yo estaba tratando de protegerlo y… le pedí que guardara silencio. Jamás ha vuelto a presenciar una escena como esa, pero cada vez que me aparezco con un vendaje, siento su mirada, y sé que él sabe.

Durante un tiempo incierto, el único ruido llenado la habitación consistió simplemente en el llanto y respiraciones agitadas de las dos féminas.

—… ¿Vas a dejar a papá?

Fuyumi ya no quería seguir cuestionando, pero se sentía perdida. Su mundo fue puesto de cabeza en apenas unos minutos, ahora necesitaba desesperadamente algo a lo cual aferrarse. Algo seguro. Y en ese momento lo único que le parecía seguro era la distancia; cuanto más lejos de Todoroki Enji, mejor.

—Fuyumi… —Miyuki se obligó a guardar la compostura—. Mamá tiene que luchar esta batalla sola, pero ella necesita que cuides de Shouto y tus demás hermanos. ¿Podrías hacer eso?

El miedo en los ojos de su hija le dijeron que había hecho una mala elección de palabras.

—¿V-vas a dejarnos con él…?

¡No!No, no es eso —se apresuró a calmarla—. Es… necesito ser cuidadosa, no podemos dejar que él se entere antes de que tenga los papeles del divorcio a la mano, y antes de eso necesito hacer algunos preparativos. No planeo salir de éste infierno y dejarlos aquí —le aseguró—. Voy a pelear por ustedes, es por eso que necesito asegurarme de que no voy a perder, ¿comprendes?

Fuyumi asintió lentamente, la opresión en su pecho disminuyendo rápidamente al confirmar que su madre no los estaba dejando a su suerte.

—Por eso necesito que seas la mujer de la casa por un tiempo. Necesito que seas fuerte un tiempo, por mí, ¿sí?

—Debo… ¿Debo decirles a Homura y Asahi?

Miyuki se mordió el labio inferior, apenas evidenciando un poco la gran angustia en su interior. Necesitaba parecer confiable. No podía volver a quebrarse frente a su hija de esa manera, Fuyumi ya estaba lo suficientemente perturbada; si le daba más motivos para preocuparse era probable que terminase contándoles todo a sus hermanos, y ellos probablemente no le creerían. Siempre habían estado más apegados a Enji, aunque éste los tratara con indiferencia.

—Preferiría que los mantuvieras ajenos tanto como te sea posible. No te pido que les mientas, pero… no se los comentes. Cuantos menos sepan de esto hay más probabilidades de que funcione.

—E-entiendo —murmuró la niña—. ¿Mamá? ¿Qué pasará si… si no puedes llevarnos a todos contigo?

Oh, ciertamente se había planteado a esa pregunta antes, pero escucharla de su hija lo hacía más desgarrador.

Miyuki sabía que no podía aspirar a un final idílico donde todos fuesen felices. No, si ella presentaba los papeles del divorcio, era más que probable que fuese repudiada por su propia familia. No podía contar con el apoyo de los Yukinoshita. También necesitaba encontrar una casa o departamento. Y los niños…

En el mejor de los casos, ella sólo podría llevarse a dos de ellos. Eso si no presentaba los cargos de abuso. Pero si lo hacía, ella podría despedirse de cualquier esperanza sobre una vida pacífica. Aunque perdiera su licencia de Héroe, Enji no la dejaría a ella o sus hijos en paz, ese era el tipo de hombre que era.

—No voy a dejarte aquí, Fuyumi —prometió—. No quiero hacerlo sonar como si tuviera favoritos, pero eres mi única hija. Tengo una confianza en ti que no puedo poner en cualquiera de tus hermanos. Y Shouto es tan pequeño, inocente y frágil… jamás podré vivir tranquila si simplemente desaparezco, sabiendo lo que le espera sin nadie aquí para detener a ese hombre.

—Llévate a Shouto.

Miyuki parpadeó.

—S-sé que es probablemente lo que harías, pero quiero decirte que estoy bien con eso: si solamente puedes llevarte a uno de nosotros contigo, entonces… entonces llévate a Shouto —dijo Fuyumi, corta de aliento y los nudillos blancos por la presión en sus puños. Parecía a punto de romper a hiperventilar—. T-todavía estoy tratando de digerir esta situación. No sé qué pensar al respecto, mamá. No sé qué clase de cosas han estado pasando en mi propia casa mientras jugaba despreocupadamente con mis hermanos.

Otra de las cuerdas dentro de ella se rompió al ver a su niña de esa manera.

Por esto es que nunca había dicho nada, no quería ver a sus hijos sufrir por causas ajenas a su control. Pero Fuyumi necesitaba saber. Y Miyuki necesitaba que Fuyumi supiera, al menos ésta vez. Era la única manera de finalmente ponerle fin a toda esa pesadilla.

—No sé qué tipo de sufrimiento has estado llevando o desde cuándo– Me hago una idea, pero todavía no puedo imaginar la carga en tus hombros hasta ahora —los ojos de su pequeña se tornaron vidriosos de nuevo—. Lo único que sé es que, si papá te hace daño, no quiero que estés más cerca de él. Y tampoco quiero que Shouto lo esté. S-siempre voy a estar de tu lado, mamá.

Antes de saber cómo, Fuyumi estaba en sus brazos.

—¡Fuyumi…!

Lo que sucedió después era un borrón. Involucraba mucho llanto y murmullos inteligibles, y disculpas, muchas disculpas– Y un gracias.

Porque esas eran las palabras que Miyuki más quería escuchar.


Continuará


Nota de la Autora:

El prólogo en realidad era más largo, pero lel. Ocho páginas son más que suficientes.

Ahora, sé que la madre de Todoroki no tiene un nombre oficial todavía, pero hasta que Horikoshi no lo publique (eso si es que lo hace) le puse Miyuki. Usé Yukinoshita como su apellido de soltera y el de su familia.

So… si alguien le da una oportunidad, chévere. Si no también.

See' ya.