¿Por qué no eres tú?
(Jon/Damian)

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Dedicado a: La Emperatriz Rompecorazones.

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Todo comenzó con una visita a la cafetería y después con la composición de una patética, encantadora y reveladora melodía. En aquel entonces, no creyó que le molestaría tanto, que funcionara su malévolo plan, que la chica correspondería o peor aún, que Damián y ella durarían cuatro años de un tortuoso estira y afloja que aparentemente, estaba llegando a su fin.

Como mejor amigo de Wayne había soportado y observado tras bambalinas todo este tiempo. Le había visto componer la música, los coros y perfeccionar la letra. Llegado el gran día, hasta podría decir que le ayudó a conquistarla y cada que quería "regresar" era el primero en decirle:

—Si eso te hará feliz entonces, ve.

Bebe de sus labios, enróscate en su cuerpo, dile que disculpas sus infidelidades o mejor aún, confiesa que te las cobraste con lujo de intereses.

Había olvidado los nombres de las chicas que constantemente se llevaba a la cama. Sus conciertos solían terminar bastante tarde y cuando Emiko no lo esperaba, cuando la veía marcharse con otros chicos desde su lugar en el escenario, Damián se enredaba con la primera dama o caballero que cruzaba su mirada. Aunque si a él se lo preguntaban, seguía prefiriendo eso a su segunda opción.

Cuando lo descubrió lloró lágrimas de impotencia y rompiendo sus códigos de moral, no se abstuvo de golpearlo hasta deformarle el rostro y sangrarse los nudillos. Sus hermanos estuvieron de acuerdo en su acción. Los dos mayores, ya que el de en medio sólo se limitó a llamarlo maldito estúpido. Guardaron el secreto de su padre pero Jason amenazó con romperle los huesos si permitía que su pequeño Demonio volviera a caer en eso.

Drogas.

Facilitadas por algún traficante de los que vendía en los tugurios donde se presentaban. Intentaban tocar en lugares de élite, después de todo Gotham era la Ciudad que nunca dormía, tenía de todo, de lo más alto a lo más bajo y el presupuesto de Wayne les permitía soñar en grande pero aún así. No se deshacían de los traficantes o proxenetas.

No creía que Damian se hubiera acostado con alguna ramera, seguía siendo endemoniadamente apuesto y además como líder de su grupo, nunca le faltaban las ofertas. Su predilección eran los cuerpos altos y delgados, de cabellos negros, ojos alargados y delineados en colores azul o verde, piel morena clara o excesivamente blanca.

Creía tener alguna posibilidad, pero su mejor amigo nunca se embriagaba o drogaba de más.

Alguna ocasión estuvo por besarlo. Atrapó su rostro en sus manos, lo acorraló contra la pared más cercana. Se estaban cambiando después de un concierto y Emiko desapareció entre la muchedumbre rodeada de varios sujetos que parecían matones.

Su juego de traición y dolor, no llevaría más que a la perdición. Todos lo sabían, lo hablaban a voces, apostaban por cual de los dos se destruiría primero o peor aún, perdía el control y asesinaba al otro por pasión.

Regresando al momento.

Damián lo miró a los ojos. Primero pensó que estaba fúrico, luego apostó por ebrio, finalmente cayó en la cuenta de que se había inyectado y estaba perdiendo el control de su cuerpo. Sintió dolor de verlo así, lástima de que volviera a caer y pena porque no merecía todo lo que le hacía esa mujer. Repasó con sus ojos el gesto oscuro y atormentado del mayor. No sabía qué era lo que estaba pensando pero lo veía como algún rompecabezas o acertijo verdaderamente complejo.

—¿Por qué no puedes ser tú?

—¿Qué…? —a pregunta lo tomó por sorpresa. —¿Por qué no podía ser quién?— en quien pensara todo el día, quien le arrebatara la vida, el que rechazara sus sentimientos y lo hiciera caer a lo más obsceno.

No hubo ocasión para preguntar. Damián se excedió con la "dosis" y cuando parecía que iba a besarlo en realidad, se estaba desmayando. Cayó fulminado sobre él y apenas si alcanzó a sostenerlo o de lo contrario se habrían derrumbado los dos.

Le gustaba.

Le gustaba tanto que algunas veces creía que era el ser más estúpido del planeta. Pudo aprovecharse de él sinnúmero de veces, pero no era así como quería que pasara. Quería que se enamorara, que lo buscara, que le escribiera canciones y lo celara.

Que hiciera por él todo lo que había hecho por ella y viera lo bien que le podía corresponder.

Llamó a su padre y hermano esa vez. No tenía ganas de averiguar si Jason le rompería los huesos o solo la cara. La verdadera preocupación de ambos era que Damián lo estuviera mal influenciando. Les dijo que no. Jamás le había ofrecido beber de su vaso de vino adulterado, fumar de su cigarro hecho a mano, o inyectarse las porquerías que no sabía de dónde es que seguía comprando. Estaba solo, terriblemente solo y perdido.

No tenía idea de lo que era el amor y resultaba irónico que ambos cantaran sobre el amor. Emiko era el problema, su perdición y veneno, más porque seguía empeñado a tenerla a su lado.

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Esperaba que esta vez fuera diferente.

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Damián llevaba los últimos seis meses viviendo con él, dejó el departamento que compartía con la mujer y aunque estaban algo apretados en el suyo, lo prefería así ya que cada recoveco estaba impregnado de él.

Su colonia, su shampoo, el enjuague para después de afeitar y sus humores.

Damián había llevado algunas citas a su apartamento. Le advirtió las primeras dos veces para que durmiera afuera o se encerrara en su recámara. La última sucedió de improviso.

Sabía que no debió mirar, pero no se abstuvo de contemplar. Lo despertaron las llaves abriendo la puerta a las tres de la madrugada, las prendas siendo arrebatadas y por ultimo el amor siendo consumado.

Damián dormía en el sofá cama de la sala y por una vez quiso echar una mirada.

Necesitaba verlo. —¡Jodido infierno, quería verlo!— Aunque ya conocía su cuerpo desnudo por la desintoxicación que lo había obligado a arrancarle las ropas y meterlo en la bañera hasta que dejara de gritar, retorcerse y perder, además del sentido la vergüenza.

¿Cómo podía gustarle tanto? ¿Y jamás atreverse a besarlo?

Necesitaba un loquero aunque en ese momento, pensó que lo mejor para él, era verlo haciendo el amor.

Lo que observó, francamente lo desconcertó. Su ultima pareja no era una chica parecida a su novia sino un muchacho que se parecía físicamente a él.

Estaba totalmente desnudo frente a Damián, haciéndole una felación. La más grandiosa del mundo debido a la satisfacción que veía en los ojos del mayor. Las manos de Damián estaban enredadas entre los negros cabellos de quien le hacía el amor, marcaba su ritmo, le decía exactamente cómo llevarlo a la rendición.

Su amigo, no estaba desnudo por cierto. Tan solo se abrió el pantalón y de lo que alcanzó a ver, el chico tenía prohibido tocarlo de vuelta.

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"¿Por qué no puedes ser tú?" —esas palabras regresaron a su memoria. Recordándole además que no habían vuelto a tocar el tema. Damián dijo no recordar nada de lo sucedido y luego regresó con Emiko.

De aquello había pasado un año, creyó que lo había imaginado pero después de esto, ya no estaba tan seguro.

¿Qué sentido tenía? Haber regresado a su cama, masturbarse y tener fantasías eróticas donde era él quien bebía de su sexo y se tendía a los pies de Damián aún a sabiendas de que era todo lo que le dejaría probar.

Ninguno.

A no ser que fuera masoquista y comenzaba a convencerse de que lo era.

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Lo había visto salir hace unas horas perfectamente arreglado.

No era una cita cualquiera, iba a verla a ella. Se lo confesó por si su siguiente llamada tenía que ver con sacarlo de alguna casa de adictos.

—¡Damián, prometiste no volver a drogarte!

—Y lo he cumplido.

—Entonces, no vayas.

—Dijo que tenía que decirme algo importante. Tal vez, nuestro rompimiento ya es definitivo.

—¿Y eso amerita que te destruyas a ti mismo?

—Aprecio el esfuerzo Kent, pero ambos sabemos que si algo me pasa sólo tú vas a llorar. Puede que Dick se ponga algo sensiblero pero Jason lo calmará.

—¡Jason va romperme la cara! —gritó aferrándose a su brazo. Damián era más alto y fuerte que él pero aún así dejó que lo sujetara y continuara con su perorata —¡Y si no te matas, Conner lo hará!

—También me acuerdo de eso. Tu hermano es bastante intimidante cuando está molesto.

—¿Es que no puedes simplemente olvidarla?

—¿Podrías tú?

—¿Perdón? —Damián lo miró a los ojos, la misma profundidad que advirtió aquella vez en los vestidores.

—¿Si verdaderamente creyeras que amas a alguien podrías olvidarlo?

—No…—su corazón se encogió y se rompió en mil pedazos porque entonces la amaba y él era algo así como un ser de lo más insignificante. Damián se soltó de su agarre, le prometió hacer lo posible para que sus hermanos no los golpearan. Es más, cuando terminara con ella, le llamaría.

—Escribiremos una canción sobre lo maldito que es el amor.

—De acuerdo.

Volvió a su apartamento a practicar con la guitarra eléctrica. En realidad, él ya había escrito una canción.

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Escucho las llaves en la puerta,
otra vez estás llegando tarde.

Moviéndote en las sombras,
maldito tu amor,
malditas tus mentiras.

Si no puedes amarme ahora,
entonces no me amarás jamás.

Estoy cansado de observar en las sombras,
pero es el único lugar dónde me dejas estar.

¿Por qué no puedo romper el silencio?

Maldita sea la oscuridad,
Maldita sea la luz.

Si no puedes amarme ahora,
entonces no me amarás jamás.

Todavía puedo oírte decir
que no la dejarás jamás.

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Eran casi las dos de la madrugada cuando dio por perdidas sus esperanzas, debió regresar con ella. Emiko Queen debía tener la vagina más lubricada y apretada del mundo, los pezones más duros y rosados, la cintura estrecha, las caderas…si seguía por ahí se iba a vomitar. No le parecía especialmente hermosa, era delgada, plana y cualquiera que la viera de espaldas la confundiría con un muchacho de no ser por la larga cabellera y los zapatos de tacón alto.

Había ocupado gran parte de su tarde en tocar la canción que le escribió hasta que sus vecinos amenazaron con llamar a la policía. Luego de eso comió algo ligero, Damián era un Dios en la cocina, su especialidad eran los tallarines y el sushi. Lo suyo era comprar congelados o enlatados, meterlos en el microondas y acabar con la hambruna, leer a la luz de la ventana, ignorar a la gente que pasaba.

Cuando limpió la cocina y terminó con la lectura de su novela erótica procedió a masturbarse en el sofá que olía a él.

"¿Por qué no podía ser él?" —pensó con desazón. Y el jodido bastardo se lo restregaba en la cara.

Lo odiaba, claro que lo odiaba, pero también lo amaba. Estaba por correrse cuando su celular comenzó a sonar, era el tono de Damián. La canción que escogió para él era: Can't Stop feeling de: Franz Ferdinand.

"Tú no puedes sentirlo, no puedes sentirlo,
tú ya no puedes sentir nada"

Contestó al terminar esa frase, tratando de que su voz no sonara demasiado ronca. Al escucharlo, obviamente se corrió. El peor momento para hacerlo ya que su amigo se escuchaba tremendamente mal. No le dijo muchas cosas, en realidad, sólo fue una oración.

—Lo arruiné Jon, ayúdame…encuéntrame.

¡Oh, maldición! —¿Dónde estaba?— la llamada se acabó al instante y ahí estaba él, hecho una delicia o una auténtica vergüenza, con los pantalones abajo y su miembro en la mano. Se cayó del sofá en lo que intentaba a recomponer su estado y llamar a sus hermanos.

Richard dijo haber puesto un rastreador en su teléfono móvil, aún si tenía los datos y el G.P.S apagados podría localizarlo, pasarían por él si tantas ganas tenía de encontrarlo. Les dijo que sí, quería encontrarlo aún si Jason amenazaba con golpearlo.

No lo hizo, para calmar sus ansias sólo tuvo que decir que Damián fue a reunirse con Emiko. Le rogó que no lo hiciera pero no escuchaba a nadie cuando se trataba de ella.

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—Te lo dije Dick, debiste dejar que me encargara a mi manera.

—¡No vamos a contratar a un sicario para matar a la novia de nuestro hermano!

—¿Por qué no?

—Porque es ilegal.

—Bueno, al menos debiste dejar que Kate la secuestrara y le metiera un susto de muerte.

—¡Tampoco vamos a dejar que tu amiga psicópata la amenace de muerte!

—Kate no es psicópata, sólo tiene que pensar como ellos para lograr capturarlos. —Jason encendió un cigarro, Dick se lo arrancó de la boca, lo arrojó por la ventana y señaló que era su culpa iniciar en los vicios al más joven de sus hermanos.

—Bueno ya, si quieres me bajo del carro.

—¡No quiero que te bajes, sólo que te calles! —Jason hablaba de más cuando estaba preocupado. Richard buscaba culpables, Timothy se refugiaba en los negocios o más específicamente en el despacho de su padre y él, bueno él, estaba pensando que debió seguirlo aún si le había prohibido acompañarlo.

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Al menos sabría dónde estaba, habría escuchado lo que fuera con que lo terminara. Según Colín (el baterista de su banda) Emiko llevaba los últimos meses saliendo con el mismo estirado. Un tipo que les sacaba el doble de estatura, de tez morena y cabello rubio casi platinado. Si iban a cortar definitivamente, tenía que ser por él. —¿Qué tenía que no tuviera D? ¿Una polla de dos metros le ganaba a toda la fortuna Wayne?— Poco probable pero factible.

El G.P.S los estaba guiando a la zona más horrible, baja y vulgar de la City, así que la casa para adictos ya era un hecho y la culpa volvía a ser de Jay, ya que su novio había sido adicto y Damián tendría que comprarle información a alguien de confianza.

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El amor de Jason había sacado a Roy de aquellos senderos.

El amor de Emiko sumergía a Damián en ellos.

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Su chofer y guía. Richard John Grayson escupió más reclamos en cuanto apareció la motocicleta de Damián siendo desvalijada en una esquina.

—¡Si le pasó algo Jay…! Aunque sea tu novio, casi prometido y esposo, voy a matarlo.

—¿Cómo sabes que fue Roy quien le habló de este lugar?

—¿Cómo sabes tú que no? —bajaron del auto. El G.P.S indicaba que Damián estaba al interior de una estructura de tres pisos.

—Tal vez quieras…—comentó Dick, pero él le dijo que no.

Sabía la clase de lugares en los que se metía Wayne. Cada vez excavaba más profundo en el camino a su perdición.

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A sus padres no les importaba, luego del divorcio Bruce se quedó con él pero lejos de dinero, no proveía ninguna otra cosa. Le exigió un título profesional, Damian lo obtuvo en la Universidad de las Bellas Artes, que ejerciera una profesión y los buscó a él y a Colín para formar su banda de rock.

Los escándalos del chico daban de qué hablar cada semana en la sección de espectáculos, era el hijo más joven del hombre más adinerado y todos esperaban que hiciera algo más que ser fotografiado con una pareja diferente cada noche.

Una parte de él, creía que odiaba a su familia. Otra se convencía de que sólo odiaba las circunstancias en que vivía.

Emiko se parecía a su madre.

Eso lo enfatizó Maya, una de sus mejores amigas y que conoció a Damián durante el estudio de la carrera. Él se les unió cuando los tres estaban por titularse. Acababa de entrar a Música y se impartía en el mismo campus que las Artes.

Como sea, según Ducard, Damian estaba llevando su complejo de Edipo a otro nivel, buscando mujeres que sólo lo lastimaban y por último estaba, él. El símbolo del hermano o el padre. Quien verdaderamente lo cuidaba y se preocupaba. A quien puede que amara pero no lo quería arriesgar o perder.

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Amar….—¿Por qué había escogido esa semana para tomar un café con Maya? ¿Por qué había escogido ese día para llamarlo esa mujer desalmada? ¿A caso no sabía lo mucho que lo lastimaba? ¿Lo mucho que él la amaba? Si lo encontraban verdaderamente mal, hablaría con Jason en privado y él mismo le pagaría a Kate Kane para que borrara a Emiko Queen del mapa.

—Oh, Dios mío Jay…—Richard encontró el celular de su amigo tirado en el piso y no se veía rastro alguno de él.

—No entres en pánico, aún puede andar por ahí deambulando.

—Llamaré a Bárbara.

—Bien, pero dile a tu esposa que sea discreta, Bruce enloquecerá y nos devolverá a las calles de donde nos sacó, si algo le sucede a su único hijo de sangre.

—Ya lo sé…—se apartó para hacer su llamada, él se concentró en el aparato. La última llamada aparentemente era la hecha a él. ¿Qué sucedió después, a dónde se fue?

—Kent —Jason llamó su atención colocándole una mano en el hombro. —Llama a tus padres para que controlen los escándalos de la prensa. —le dijo que sí y se adelantó un poco, aunque esa llamada ya la había hecho.

En lo que esperaba que fueran por él, llamó a Conner y le contó lo que pasó. Su hermano resopló al otro lado de la línea y le dijo que estaba bien. Si lo encontraban muerto o a medio camino de eso, debían enterarse ellos antes que toda la prensa. Sus padres podrían suavizar el escándalo. Eran los mejores reporteros de la City, incluso Conn se dedicaba a eso, como fotógrafo e investigador.

La oveja negra de la familia había sido él. Que decidió estudiar música en lugar de ciencias de la comunicación y obsesionarse con quien no quería ni una pizca de su amor.

Se separaron para encontrarlo. Richard ya estaba pensando en secuestros. Alguien debió reconocerlo porque era una figura publica y aunque no abusara de su dinero o nombre, seguía siendo el hijo del multimillonario Bruce Wayne. Jason sudaba frío cada que encontraba un cuerpo de cara al piso. Podía haberse excedido, combinar lo prohibido con lo divertido, provocarse un coma, enviarse sin retorno al país de nunca jamás.

También lo estaba pensando pero se resistía a creerlo. Si lo llamó es porque intentó detenerse y sostener su promesa. Dobló en una esquina metiéndose en un cuarto que parecía algo ajetreado. Reconoció sus cabellos negros, la forma de sus dedos, su cuerpo siendo ultrajado.

—¡¿QUÉ ESTÁN HACIENDO?! ¡ALÉJENSE DE ÉL! —gritó tan fuerte que antes de que pudiera hacer más, ya estaban Jason y Dick golpeando a todos lo que estaban junto a su hermano. Desgarrando sus ropas, quitándole los zapatos, todo lo que traía puesto valía una fortuna. El reloj de pulso, los anillos de oro. —No estaba únicamente intoxicado— lo golpearon en la cabeza para asaltarlo. La herida sangraba y eso lo asustó demasiado.

—¡Está herido! —anunció a voz en grito, acomodándolo en su regazo. Los dedos de sus manos rápidamente se llenaron de sangre, sus hermanos palidecieron. Jason perdió la aparente calma cobrándose las heridas con cuanto pobre diablo alcanzaran sus manos.

—¡Eres un grandísimo idiota! —Jason gritó al viento. Dick les recordó que Babs no podía estar demasiado lejos. La Capitana del Departamento de policía pensó en la ambulancia y escucharon las sirenas por lo bajo. Para mayor discreción, la mujer de alto mando se apeó de su personal más cercano. Estaban acostumbrados a los escándalos Wayne. En su momento se trató de las aventuras románticas de Grayson, los comas etílicos de Todd, las apuestas de Drake.

Ahora era Damián.

No les gustó en lo más mínimo ver al jovencito de veintidós años de edad metido en ese tugurio pero lo atendieron rápido. No lo llevarían a ningún hospital para mantener en secreto su identidad. Según su evaluación, podía recuperarse en casa, la herida en su cabeza requirió sutura pero no era profunda. La intoxicación pasaría, sus signos vitales eran fuertes y estables. No había perdido color o presión, sus pupilas estaban irritadas pero no era por la influencia de antihistamínicos.

Debió recibir una impresión demasiado fuerte esa misma tarde.

Ruptura de corazón. —pensó para sus adentros. Emiko debió terminarlo y él intentó suicidarse. Si tanto quería la muerte, él lo mataría por ser un maldito. ¡Estúpido, egoísta, ególatra! lo molería a golpes y después a besos, se hundiría en lo más profundo de su cuerpo porque esta vez, ya no se callaría.

Cuando abriera los ojos se lo diría y para ayudarse con eso o armarse de valor. Lo besó mientras dormía.

Sus hermanos aceptaron que se quedara en su departamento. Richard y Bárbara no podían recibirlo. No tendrían tiempo para atenderlo, lo mismo Jason y Roy, ellos trabajaban igualmente en el departamento de policía pero lo hacían en otras jurisdicciones. Crímenes violentos, Departamento forense, Unidad de Actividad Criminal.

Timothy no quería involucrarse directamente, pero mantendría a su padre ocupado, distraído con inversiones y cuentas para que no preguntara por su vástago y por eso él, era su mejor opción.

Sobretodo porque no dejaría que volviera a caer. Nunca más lo volvería a hacer.

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Continuará...