Intro.
Luego de resolver exitosamente la misión de Saito, Cobb finalmente se retiró del grupo para reunirse con sus niños, dejando al grupo a cargo de Arthur ya que éste era el más fiel compañero de Dom y conocía con exactitud todos los métodos de trabajo que ambos habían implementado durante tantos años. Así que sin más, a Eames y a Ariadne no les quedó otra alternativa que quedarse en el grupo, aunque teniendo en cuenta la condición de la muchacha, de que sean trabajos a corta distancia ya que no planeaba dejar sus estudios. Por lo que, por el momento el grupo trabajaba en Francia y a sus alrededores.
Habían realizado un par de buenas misiones que les había dejado dinero considerable, al menos para que Arthur y Eames pudieran pagarse una buena pensión por allí.
Todo marchaba sobre ruedas pero Arthur, ahora nuevo líder del grupo, sentía la notable falta de Cobb a su lado. Generalmente era él el que traía las misiones consigo y planeaba en gran escala como realizarla, mientras que su papel era el de investigar cada detalle mínimo de la víctima en cuestión y de asegurarse que todo marchara en perfectas condiciones. Él era una persona sumamente cuidadosa, metódica y detallista… muy al contrario de Eames, que era más despreocupado y más descuidado en ciertos aspectos. Y eso, claro está, sacaba de las casillas a Arthur. Él necesitaba a alguien a quién dejarle la tarea de investigar a fondo las costumbres de la persona en la cual iban a introducirse para tener bien detallados los posibles errores que podrían cometer.
Pero Eames no colaborada demasiado, al menos en esa tarea, porque debía reconocer que muchas de sus ideas espontáneas los habían sacado de varios aprietos mientras realizaban la extracción. Eso era lo que principalmente Arthur, en secreto, admiraba de ese hombre. Tenía la capacidad de sacar buenas respuestas en momentos desesperados además de hacer un rápido análisis de las personas cuando se introducía en sus sueños. O mismo cuando las observaba en vivo y en directo.
Así continuaron las siguientes misiones, una tras otra el grupo se iba acostumbrando a las maneras de trabajar del otro y hasta se movían como uno sólo, aunque Arthur notaba que Ariadne y Eames tenían una especie de feeling de la que él no estaba incluido. Era mínima, casi sutil, pero allí estaba. Y eso por algún motivo le cosquilleaba algo por dentro. Pero siempre prefería pensar que eran tonterías de él y que no debía de darle importancia.
Aunque fuese difícil de creer ellos aún podían seguir soñando, claro que siempre tenían su tótem a mano por si las dudas.
Y así ocurrió.
Una noche Arthur soñó algo que lo perturbó. Y eso fue el cambio repentino de un porvenir de cosas de las cuales no tendría capacidad de manejar.
