To Aru Uta Utai Ningyo no Kiroku

La maldición de los gemelos

Hace mucho, mucho tiempo, en lo profundo de un bosque, solía hablarse de los gemelos malditos. Dos mitades de un perfecto ser, del cual una de sus partes era la destinataria de un fuerte poder.

Los gemelos eran inseparables, compartían un mismo cuerpo, idénticos. Ambos sabían sobre su destino, pero aún así jamás habían discutido las pautas. Eran felices juntos, se amaban y su inocencia era tanta y tan pura. Era imposible dañar a uno sin dañar al otro, como un espejo...

Pero claro, todos los espejos se rompen, así como las personas se distorsionan.

"¿Qué pasa si no soy yo la mitad indicada?" se preguntaba angustiada la hermana menor "¿Y si estoy destinada a desaparecer?"

Su angustia y sus dudas crecían a cada momento.

Ella era la dulce gemela de su gemelo, una de las seleccionadas por un "dios" para ser la posible portadora de un poder.

Ahora tenía miedo de ser solo un extra, un agregado, alguien vacío que solo servía para completar la existencia de alguien más.

"Hermano, tengo miedo de desaparecer"

"¿Eh?"

"Ya sabes, uno de nosotros dos será poderoso y portador de un destino, el otro se convertirá en nada y formara parte del otro cuerpo."

El hermano al oír esto de su pequeña y pura hermana, al ver las lágrimas caer por su blanco rostro, no pudo hacer más que sentirse culpable por hacerla sentir así. La abrazó fuertemente y la llamó por su nombre, el cual compartían. Después de unos minutos, ella comenzó a cantar una triste melodía.

Es en el fondo del bosque

donde los gemelos malditos

los que comparten su nombre

se ocultan

Es en el fondo del bosque

donde la maldición

de la cual no se puede escapar

acecha a aquellos que

sus nombres enlazan

El hermano también lloró, aunque solo fueron unas pequeñas lágrimas resbaladizas.

"No te preocupes hermana, yo siempre te protegeré"

Luego de decir estas palabras, el mayor comenzó a desaparecer lentamente entre los brazos de su gemela, la cual no pudo evitar llorar desconsoladamente.

"Me quedaré sola"

"Por supuesto que no, yo siempre estaré... en tu interior"

Las inocentes lágrimas de la joven se convirtieron en una amarga sonrisa y su puro corazón se estrujó en su interior.

"Ya puedo ser feliz, tengo los poderes que tanto deseaba, ¿y mi hermano?"

Era la maldición de los nombres, aquella que dictaba que los que compartieran el mismo nombre y mismo cuerpo estaban destinados a pelear por el poder, pero que aquel que resultara vencedor sería es portador de un terrible destino.

¿Donde esta mi felicidad?