Nunca había recibido un abrazo tan largo, Peeta Melark la rodeaba en sus brazos firmemente mientras susurraba en su oído feliz cumpleaños de una manera que le decía que no quería que nadie más escuchara. Y cuando por fin la soltó el resto no fue más que una seguidilla de gente con más felicitaciones y sonrisas forzadas.

Cuando la locura terminó y las felicitaciones y saludos decrecieron Katniss se encontró en el patio trasero de la casa. La noche estaba estrellada, y junto con la luna llena todo se iluminaba con una luz plateada mientras una briza suave y cálida soplaba. Hacía años que en su cumpleaños el clima era algo que no estaba en su favor así que era sorprendente lo perfecto que había sido ese día desde el principio. El ruido de pasos contra el césped la quito de su ensoñación.

-Katniss…

No había sido más que un susurro y no necesitaba nada más para saber quién era, el ruido de los pasos y el aroma a canela y jabon junto con algo completamente único que flotaba en el aire cuando se acercaba eran suficientes para saber que Peeta estaba ahí. Y honestamente, era justo lo que estaba buscando evitar, era por eso que se había quedado en el costado de la casa porque nadie la iba a buscar ahí y porque él no tendría que estar ahí. Él no tenía que estar ahí.

Estaba lista para irse, era exactamente lo que tenía en mente cuando se paró. Salir de ahí, buscar otro lugar donde estar hasta que su cabeza deje de girar sin control en pensamientos innecesarios. Pero él no pensaba igual, no iba a dejar que se vaya tan fácil, porque hacer las cosas fáciles no era lo suyo. Así que antes de que pueda dar un paso en la dirección contraria la tenía envuelta nuevamente en sus brazos, apoyada contra la pared, sin salida.

Y de repente un pensamiento cruzó su cabeza, quien querría alejarse en ese momento si la noche súbitamente era fría comparada con lo que la esperaba en esos brazos. Sus frentes se tocaron y el resto del mundo desapareció, se lo merecía. Ella se merecía esto, era su cumpleaños y había recibido muy poco en la vida.

Sus manos recorrieron un camino de su espalda a sus brazos y alcanzaron sus manos para traerlas entre sus cuerpos. Tomó su mano derecha primero y rozo los nudillos con sus labios manteniendo siempre la vista fija en ella. Luego hizo lo mismo con la izquierda y puso sus brazos detrás de su cuello donde si estiraba solo un poco sus manos hacia arriba podía entrelazar los dedos en el suave cabello rubio del chico. Todo se movía lentamente, cada caricia y cada movimiento estaba hecho deliberadamente lento, estaba alargando el tiempo porque después… Era mejor no pensar en después.

Un beso suave fue depositado en su mejilla. Ella lo merecía, todo. Más besos fueron acariciando su cara, su cuello y sus hombros cada uno dejando un cosquilleo hasta que lo único que podía sentir era fuego circulando por sus venas. Quería más, siempre quería más con él, porque nadie podía hacer esto con ella, algo tan inconcebiblemente abrazador que retumbaba en cada fibra de su ser hasta que él la consumía completamente. Así, moviendo su cabeza con sus manos lo atrajo hacia ella.

Sus bocas están tan cerca que respiraban el aliento del otro. Repentinamente estaba temblando, porque sabía que si se movía a penas un milímetro más lo iba a besar, y probablemente se lo merecía. Pero nunca, jamás, Madge, se iba a merecer que ella besara a su novio. Así que igual a como lo trajo hacia ella lo alejo. Él dio un paso atrás y se disculpó, no con palabras nunca con palabras cuando estaban tan cerca de hacer algo que ninguno de los dos se perdonaría, simplemente la miró a través de sus pestañas dejando que sus ojos siempre tan profundamente azules y transparentes hablaran por él.

Ella merecía muchas cosas, pero era lo único que necesitaba lo que no podía tener.