Stana avanzó unos pasos por el set de Castle hasta que divisó a Nathan sentado en su silla jugueteando con su teléfono. Se permitió unos segundos para coger aire antes de dirigirse a él. Tenía que hacerlo lo antes posible, no le quedaba mucho tiempo antes de continuar rodando.
Caminó a un paso firme hasta que se puso en frente a él. Aunque Nathan sabía que estaba ahí continuó centrado en su teléfono.
- Nathan, ¿puedo hablar contigo un momento?- Stana pretendía que su voz sonase segura,pero fracasó estrepitosamente, se sentía una niña pequeña. ¿Cómo podía ponerle tan nerviosa aquel hombre?
Nathan se quedó soprendido ante aquella pregunta, pero siguió unos segundos con la mirada perdida en el móvil, antes de centrar la atención en sus ojos, aquellos ojos que tanto le embelesaban.
- Tú dirás.
Stana sacó un pequeño papel de su chaqueta y se lo pasó a Nathan.
- ¿Puedes firmarla, por favor? Tienes sitio al lado de mi autógrafo.
Nathan se quedó unos segundos mirando aquel trozo de papel, era la entrada de Duran Duran. La reconoció enseguida. Nunca se lo confesó a Stana, pero él también guardaba la suya.
- Un año sin hablarme fuera del rodaje y ahora me pides un autógrafo. Tienes un sentido del humor muy peculiar.
- Nathan, por favor, no quiero sacar ese tema. Sólo fírmala y te dejo en paz. - Stana estaba empezando a desesperarse, no tenía fuerzas para enfrentarse a él y nunca las tendría.
- ¿Para que necesitas mi firma?
- La voy a subastar. Si la firmamos tendrá más valor. - Aquello le sentó a Nathan como un jarro de agua fría, las cosas entre ellos estaban del todo menos bien, pero siempre pensó que guardaría los recuerdos, al igual que hizo él.
-Vaya, supongo que así te deshaces de todo lo relacionado conmigo.
-No tiene nada que ver contigo, necesito dinero para ATP. - Stana miró hacia al suelo, no quería esta conversación y sus peores temores se habían cumplido.
-Estás mirando al suelo.
-¿Y?
-Puede que llevemos mucho tiempo sin hablarnos, pero sé perfectamente cuando mientes.
-No me conoces Nathan, ¿puedes simplemente firmar la puta entrada y dármela?
Nathan la miró con furia, sabía que no la vendía porque necesitaba el dinero, pero lo que más furioso le ponía era que él no tuviese el mismo valor para deshacerse de ese recuerdo. Firmó y se la entregó sin mirarla a los ojos.
-Gracias – Stana cogió la entrada e intentó contener las lágrimas que amenzaban con caer hasta llegar a su camerino. Se dió la vuelta y caminó en la dirección opuesta hasta que la voz de Nathan la sorprendió.
-Siempre nos quedará Nueva York.
Y por primera vez en mucho tiempo, ambos se miraron sin rencor y sin dolor, y en las sonrisas que se dedicaron podían verse los restos de un amor profundo y sincero. Sus mentes se llenaron de recuerdos de aquellos días, de sus besos, de sus canciones, de los fríos paseos, del sonido de sus risas, de aquella felicidad que parecía no tener fin.
- Sí, siempre nos quedará Nueva York.
