El amante: Capítulo único
Llevaba rato observándola.
Había entrado al bar acompañada por la menor de los Weasley, ambas demasiado arregladas para mi gusto.
Tacones del mismo largo que mis manos, medias negras y un vestido gris que no la hacía ni por un segundo menos visible que la pelirroja enfundada en su vestido brillante. Llevaba el cabello corto, un cambio comparable con mi visión de ella más de dos años atrás.
Llevaba dos años sin volver a Londres, el lugar francamente me traía amargos recuerdos.
-Más-repitió clavando sus uñas en mi hombro.
-Ni siquiera tienes que pedirlo-aseguré tomando su cadera y hundiéndome con mayor profundidad en su interior.
-Sí, Draco, sí-afirmaba cuando rompió en el segundo orgasmo de la noche.
Poco después nos encontrábamos todavía en cama, compartiendo en silencio un cigarrillo, un hábito mío que se le había pegado en los últimos dos meses.
-Hermione-dije-¿estás bien?
-Dos orgasmos, ¿cómo no puedo estar bien?-dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
-Sabes que no es lo mismo-comenté.
Una llamada interrumpió lo que fuera que ella iba a decir.
-Sí cariño-dijo al teléfono-sí, solo ocupada en el trabajo. Por supuesto, te veo en la cena.
Colgó y rebuscó en su mesita su anillo de compromiso. Se vistió con rapidez y arregló su maquillaje. Una rutina que llevábamos demasiados meses practicando.
-No entiendo por qué sigues con él-la miré-ni siquiera creo que te he visto sonreír las últimas dos semanas.
-La boda se acerca y estoy agotada-dijo sin sentimiento, como si hubiera ensayado y repetido mil veces la frase.
-¿Por qué casarte con la comadreja entonces?-me atreví a preguntar por primera vez.
Se quedó un par de segundos pensándolo, cualquiera diría que ella debería contestar automáticamente "amor", pero si hubiera amor no habría estado 10 minutos antes acostada en mi cama.
-Compromiso-fue lo único que dio como respuesta, tomó su cartera y salió de mi apartamento.
La tarde siguiente apareció en la misma hora de siempre en mi apartamento, ella era la única persona que podía aparecerse a su antojo en el lugar.
-Hola preciosa-dije desde la cocina.
Ella se sacó su abrigo, colocó su cartera en el mueble más cercano para luego entrar en la cocina y abrazarme por la espalda. Empezó a tomar respiraciones profundas con su sien pegada a mi hombro.
-¿Mal día?-pregunté todavía revolviendo el estofado de carne, su plato favorito.
-La prueba final del vestido-dijo tomando más respiraciones. No estaba seguro de si le faltaba el aire o simplemente quería grabar mi perfume en su nariz.
-Si fuera tú, cancelaría la boda-dije sin pensarlo.
El silencio reinó en la habitación.
-El mundo mágico lleva esperándola por casi dos años-lo dijo con el tono que usaría un reo con pena de muerte-todos en mi familia y en la de él están tan emocionados, yo solo no puedo romper el corazón del mundo entero.
-Pero puedes romper el tuyo entonces-declaré no midiendo mis palabras.
Ya no me abrazaba por la espalda, ahora yo la enfrentaba con ella recargada en el mesón de la cocina, siendo apuntada con una cuchara de palo, qué ridículos debíamos vernos.
-Alguien debe hacer el sacrificio-dijo finalmente como respuesta.
Comimos en el más completo de los silencios. Tomó mi plato cuando terminé y lo llevó junto al de ella a la cocina, luego regresó y se sentó en mi regazo, escondiendo su cara en el hueco de mi hombro.
-Voy a irme pronto-confesé-no me quedaré a que rompas mi corazón junto con el tuyo.
-Lo sé-me abrazó con más fuerza.
La tomé en mis brazos y la llevé a la cama, la cama en la que habíamos hecho el amor innumerables veces.
-Escógeme-pedí, aún sabiendo cuál sería su respuesta.
-No puedo-dijo tomando mi mejilla.
Entonces procedí a hacerle el amor por última vez.
Al principio fuimos bruscos, ella había leído en mi rostro que ésta era la despedida, así que nos tomamos nuestra última noche con locura. Estoy seguro de que a la mañana siguiente se levantaría con cardenales por todo su cuerpo, tal como estaba seguro que amanecería mi cuerpo también, pero a ninguno de los dos pareció importarnos. Luego, cambié el rumbo de la situación, reduje la velocidad de nuestro acto y besé cada pequeño centímetro de su piel que para cuando el orgasmo llegó, nosotros estábamos cubiertos de lágrimas. Finalmente, se abrazó a mi cuerpo con fuerza y lloró en mi pecho lo que restó de la madrugada.
Quise decirle que mandara el mundo al diablo, que me había enamorado de ella y que no quería perderla. Quise decirle que no importaba si yo había sido un maldito mortífago o si era ella una heroína de guerra, que nos la arreglaríamos para funcionar aunque todo el mundo estuviera en nuestra contra. Quise decirle que ésta no tenía que ser la primera y última vez que realmente se quedaba toda la noche y la madrugada conmigo, que ésta podía ser cada noche y cada madrugada por el resto de nuestras vidas. Quise rogarle que no se casara con el patético de Weasley, quise recordarle que incluso ella sabía que no sería del todo feliz, que sonreír y posar falsamente no era una mentira a la que ella se acostumbraría alguna vez, Salazar sabía cuánto tiempo yo había tenido que vivir en una.
Quise decirle todo mientras la sostenía en mi pecho y llenaba de besos su cabello, pero Hermione era la mujer más terca que había conocido en mi vida y sabía que no cambiaría su decisión sin importar cuán miserable se volviera. Así que cuando la mañana llegó, la vi vestirse y arreglarse como tantas veces atrás y la vi salir de mi apartamento sin apenas darme una mirada por última vez.
-¿Estás segura de que quieres irte por tu cuenta?- la voz de la pelirroja me sacó de mis pensamientos-puedes venir conmigo a casa hasta que el alcohol se te baje.
-Seguro que Harry te está esperando-aseguró con una sonrisa-además le he mandado un patronus a la niñera de que llegaría pronto.
El recuerdo amargo quemó mi cuerpo más que lo que cualquier whisky de fuego pudiera hacer esta noche por mí. La misma mañana en la que Hermione salió por mi apartamento por última vez, empaqué mis cosas y me fui a Australia, cortando el contacto con cualquier persona. Pansy me había encontrado tiempo después y cuando me atreví a preguntar por el trío dorado como quién no quiere la cosa, me dijo que ella tampoco había estado en Londres por mucho tiempo, pero que había visto a la sabelotodo visiblemente embarazada caminando con la comadreja menor en el callejón Diagon. Le resté importancia ante ella y no volví a preguntar sobre ello, Merlín sabía que la herida de no tenerla cerca todavía me sangraba.
Ella era esposa y madre, ¿por qué me encontraba en este bar observándola? Nadie sabía que había vuelto tres horas atrás a Londres y sin embargo mi primera acción había sido buscarla.
Bebí tanto whisky de fuego como dinero en mi bolsillo y debo asegurar que yo soy bastante rico. Cuando el bar cerró, decidí hacer la cosa más descabellada del mundo, decidí ir a su casa y hablar con ella. No me importaba si el patético de Weasley se aprovechaba de mi estado y me molía a golpes, incluso si me lanzaba un avada, yo ya llevaba muerto por dentro demasiado tiempo de todas formas.
Toqué la puerta varias veces, casi golpeándola. Vivía en el mismo apartamento que compartía con Weasley hace años y yo tenía que gritar todo lo que sentía aunque sea una vez.
-Merlín, ¿qué haces aquí?-me recibió una Hermione francamente sorprendida.
-Ha pasado mucho tiempo cariño, ¿no?-dije casi cayéndome en su regazo.
-Merlín Draco, estás borracho-mi nombre en su boca alivió mi alma.
-¿Dónde está el pobretón?-pregunté mientras ella me colocaba en el mueble más cercano.
-No está aquí-dijo todavía molesta de verme.
No me habló más y se fue, para luego volver con un vaso relleno de alguna bebida apestosa.
-Te quitará la borrachera-aseguró.
Me gustaba estar borracho, me daba esa valentía de la que cualquier gryffindor presumiría; pero ella me estaba insistiendo beber la poción y yo no tenía más poder sobre mí que el que tenía ella como para negarme. Diez minutos después me encontraba despejado de la bruma alcohólica.
-Tan hermosa como te recuerdo-fue lo único que dije cuando conseguí pararme.
-y tú tan lleno de vicios-aseguró todavía molesta pero sin apartar mi mano del mechón de cabello de ella que acariciaba.
-No todos tenemos tu temple preciosa-aseguré todavía observándola fijamente a los ojos-algunos necesitamos calmar el dolor con lo que sea.
Yo podía hacer las cosas fáciles para ella, podía engañarla y decirle que también estaba casado y que tenía dos preciosos niños a los que adoraba, podía mentir y decirle que era feliz. Pero no era eso lo que quería, yo quería ser honesto y que me respondiera en la cara que su felicidad era auténtica.
-Dime que eres feliz-pedí tomando su mentón con mi mano-dime que eres tan feliz que no me echas malditamente de menos.
La respuesta no llegó en palabras, pero su beso me bastó para todas las respuestas de las preguntas que ya no le haría.
No sé cómo llegué a su habitación, entre besos me guió a ella y luego ya estábamos en su cama. Empujé todos mis pensamientos acerca de que esta era la cama que compartía con Weasley y que yo prácticamente volvía a ser su amante. No tenía tiempo para ninguno de esos estúpidos pensamientos, el amor de mi vida estaba en mis brazos y no iba a ser un caballero y detenerla para recordarle que podía estar arrepentida en la mañana.
La desesperación se notó en cada segundo y no nos detuvimos hasta que nuestra energía se acabó. Ella se abrazó a mí, de la misma forma en la que no había estado en demasiado tiempo y yo besé sus cabellos rememorando el hecho.
-Te amo-me sorprendí a mí mismo diciendo las palabras.
-También te amo-respondió con un beso delicado-no he podido dejar de amarte ni por un instante.
-¿Por qué no me detuviste?-pregunté-te habría dejado romperme el corazón quedándome si tan solo me lo hubieras pedido.
No es como si no estaba roto al irme, de todas formas.
-Te busqué esa misma noche-aseguró-tenía una razón para mandar todo al diablo sin importar si el mundo se explotaba a mi alrededor, pero ya te habías ido. Ni siquiera sabía que hubieras vuelto.
Comprendía la situación, incluso a Pansy le había tardado 8 meses encontrarme. Por otra parte, actualmente nadie sabía de mi regreso.
Un llanto proveniente de la habitación de al lado nos sacó de nuestra burbuja, bien, esto iba a ser incómodo.
Hermione salió de la cama con tanta rapidez que casi fue doloroso, pero lo entendía, ella tenía otras responsabilidades ahora. Procedí a tomar mis ropas y vestirme, no sabía cuándo estaría Weasley de regreso pero no quería causarle algún problema a ella.
La risa de un bebé se escuchó en la habitación mientras yo terminaba de colocarme los zapatos, tomé una respiración y me di la vuelta para que la realidad terminara de romper mi corazón.
El aire recién tomado escapó rápidamente de mis pulmones, dejándome incluso la boca seca.
-Bien-dijo Hermione sonriéndome-Scorpius, este es tu padre.
Una copia exacta de mí en miniatura me extendió sus pequeños brazos para que lo tomara. Cuando lo sostuve contra mi pecho, fue como si mágicamente mi corazón se reconstruyera de nuevo.
Hermione me dedicó una gran sonrisa, mientras se secaba las lágrimas con las palmas de sus manos. La atraje a mí y, oculto en su hombro, en medio de nuestro hijo, lloré por todo el tiempo que no me había permitido hacerlo.
¡Hola! Esta historia se me ocurrió esta tarde mientras descansaba en mi cama y no me pude quitar la idea de mi cabeza hasta que la escribí. Espero sea de su agrado amaré si dejan algún comentario.
