Hola! Si, volví, y con nuevo fic! Aunque no puedo asegurar que sea bueno o no... Ja ja, bueno, espero que la historia les guste y sino, ya saben que recibo todo tipo de comentarios, así como también todo tipo de verduras, frutas y botanas! XD. Muchas gracias a los que me siguen mandando reviews por "abre tus ojos", me halagan mucho, pero no voy a poder continuar traduciéndolo porque la verdadera autora dejó de actualizar el fic, asi que no tiene caso que lo siga :P. Igual, muchas gracias! Bueno, es obvio que ninguno de los personajes es mío, a excepción de los extras que salieron de mi mentecita.
Que les guste y... hasta pronto!
720 Horas
CAPITULO I : El irresistible Draco Malfoy
Suaves e inmaculadas sábanas se enredaban gentil aunque traviesamente, delineando un perfectamente desarrollado y, desde el ángulo en que se lo contemplara, deseable cuerpo. La tenue luz lunar, que se filtraba sin vergüenza alguna a través de un alto ventanal de cristal, bañaba una rubia cabellera platinada, que cubría el rostro de su dueño de una manera casi infantil. Por un momento, cualquiera que lo hubiera visto hubiera creído que aquel muchacho era un ángel caído del cielo. Casi.
Lucía dormido, pero se encontraba lo suficientemente despierto como para sentir un cálido y dulcemente femenino cuerpo desnudo bajo en suyo. El pecho de su dueña ascendía y descendía plácidamente, demostrando cuan profundo ésta dormía. Draco mantenía su gris e imponente mirada oculta tras sus párpados, pero aún con sus ojos cerrados podía deducir que aquel era el cuerpo de la mujer que amaba. Gracioso¿no es cierto? Un Malfoy, el último y no por eso menos importante heredero de su dinastía, conocida por sus estrechas relaciones con el Señor Oscuro y un pasado sangriento, sin mencionar claro estàla descorazonada y despiadada personalidad característica de cada miembro del linaje, amaba realmente a alguien.
Con sus ojos cerrados todo el tiempo, deslizó suavemente su mano, recorriendo cada centímetro de aquel cuerpo, disfrutando de su sentido del tacto como jamás en su vida lo había hecho. Percibió cuan suave la piel de aquella muchacha era, como sus dedos resbalaban en cada una de sus curvas, hasta terminar en su rostro. Un rostro que a su juicio, era uno de los más bellos, sino el más bello. Todo esto Draco lo dedujo con su afinadísimo y delicioso sentido del tacto. Pues sus ojos jamás divisaron otra cosa distinta de la oscuridad a la que sus párpados los mantenían confinados. Sentía su perfume penetrarlo y acelerar su corazón, embriagándolo. Acercó su rostro instintivamente al de ella, encontrando sus labios y besándolos suavemente. Sintió el cuerpo de la muchacha despertar calmadamente, y luego su delicada mano acariciando las duras y atractivas facciones del rubio. La oyó con un dulce suspiro pronunciar su nombre, y el joven dragón no pudo resistir las ansias de abrir sus ojos y contemplarla.
Y así lo hizo.
Su sorpresa no fue para nada grande al comprobar que de hecho se hallaba solo y cubierto a medias por aquellas delicadas mantas, que dejaban ver su espalda desnuda aunque dueña de una musculatura perfecta gracias a sus muchos años como jugador de quidditch y su arduo entrenamiento de auror. Su brazo se encerraba alrededor de una de sus almohadas, a la cual dirigió una mirada socarrona acompañada de una mueca a tono, dejando que la resignación se apoderara de su voz.
Otra vez ese maldito sueño.
Todas las noches era lo mismo. O al menos, la mayoría de ellas. Y aún así, no lograba acostumbrarse. Cada noche se acostaba y ahí estaba ella. Hermosa, delicada, entibiándolo con su calor, derritiendo su helado corazón. El joven besaba cada rincón de su cuerpo y ella suspiraba con cada una de sus caricias. Pero siempre, por culpa de su ansiedad o su propia curiosidad, abría sus ojos y la muchacha se desvanecía en la claridad del alba. Ya no se sorprendía en lo absoluto, tal era la impasividad característica del rubio. Sólo lo molestaba el pequeño hecho de que se sentía burlado cada madrugada. Por supuesto, nada ni nadie osaba meterse con él sin luego pagar un alto precio por ello.
Se sentó en su cama y deslizó sus dedos por su cabello. Observó como su habitación, la habitación principal y la única habitada en toda la imponente mansión, parecía más acogedora de lo que en realidad era al ser iluminada por los primeros rayos del sol. El día despuntaba bellamente, aunque se encontraba el país en pleno invierno. La temperatura era baja, pero haciendo caso omiso de esto, nuestro slytherin descansaba con nada más que sus boxers y las sábanas que lo cubrían.
Se desperezó y se abrió camino hacia el baño. Giró las canillas de la ducha y dejó que el agua corriera por su cuerpo. Una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro. En gran parte, aquello era realmente gracioso. Draco Malfoy soñaba a esa muchacha cada noche, soñaba su cuerpo, su aroma... pero jamás su rostro. Porque en todas las veladas, siempre al final de su sueño, el muchacho abría sus ojos para observar a su amada; y sólo encontraba su almohada frente a ellos, y el levísimo destello de las llamas dormidas de su chimenea. Era el hecho de no conocer la identidad de su mujer soñada sobre cualquier otra cosa lo que lo estaba enloqueciendo. En otras palabras, Draco, o al menos su inconsciente, adoraba perdidamente a una mujer cuyo rostro no conocía, pero cuyo cuerpo disfrutaba cada noche. Y cada noche avivaba su deseo por encontrarla. Aún cuando sabía bien que un Malfoy jamás nace con otro destino más que el amarse a sí mismo y al poder oscuro bajo la influencia del cual muchos han perdido la vida. Su padre lo había dejado en claro. Tal vez, sólo fuera mera curiosidad.
Pero aún así, curiosidad o no, Draco no perdía oportunidad de hallarla. Tampoco le hacían falta; ya que el muchacho gozaba de... "gran facilidad" en el campo de las mujeres, por así decirlo. Él era irresistiblemente atractivo, y lo sabía. Su helada y misteriosa mirada, su despeinado y dorado cabello, y aquel cuerpo marcado en la medida justa provocaba que las mujeres cayeran a sus pies, literalmente. Aun cuando no estaba en busca de placeres, éstas parecían debilitarse con una sola mirada de aquellos grises ojos. Y él, de más está decirlo, sucumbía ante el deseo.
Terminó de ducharse y salió del baño, enrollando una toalla alrededor de sus masculinas caderas y se dirigió hacia su antiguo y valioso clóset de madera de ébano con inscripciones en latín y un imponente dragón tallado en relieve. Lentamente y casi con desgano, colocó sobre su cama deshecha las prendas que vestiría. Echó una mirada indiferente a las almohadas y no pudo evitar que una sonrisa burlona floreciera en su rostro. Incontables mujeres habían descansado en ellas luego de noches ardientes de pasión, mujeres que luego imploraban porque el joven Malfoy las contactara, esperanza sin mucho éxito, ya que éste las olvidaba una vez que dejaban la cama. Las sábanas, las almohadas, el dosel de su recámara, eran, además de las mismas doncellas, testigos de que el rubio era... bueno, que tenía bien merecida su fama de "satisfactor". Muchas damas habían desfilado por su cuarto, y muchas más desde su madura adolescencia en Hogwarts, pero especialmente desde que ese sueño había comenzado a acosarlo. Buscaba encontrar a aquella mujer de ensueño, pero no había tenido éxito en absoluto. No era que le importara, claro, pero la curiosidad podía igual o más que el deseo.
Se vistió con algo de pereza, y con un movimiento de su varita, las sábanas se tensaron y la cama quedó hecha una vez más, cubierta por una gruesa manta de invierno color verde jade, con delicadas puntadas de hilo de seda. Si las mujeres no podían resistírsele a Draco, imagínense resistírsele en esa cama.
Salió de su mansión con dirección al Ministerio de la Magia en su jaguar negro, una de las únicas cosas muggle que admiraba. Su velocidad se asemejaba mucho a la que el corazón de su dueño podía llegar a latir pero, por supuesto, esta jamás lo había sentido. De hecho, nunca había latido de esa manera.
Cruzó las puertas del Ministerio sofocando un bostezo. Como auror sus responsabilidades se remitían a asistir cuartel general del escuadrón, reportarse y luego mantenerse en los alrededores básicamente. Solía toparse con Harry Potter durante el día, pero así como él, el ojiverde gozaba de menos responsabilidades que otros aurors, debido a que ambos habían sido los únicos que habían logrado detener un increíble y numeroso grupo de mortífagos, al parecer comandados por un debilitado Lord Voldemort; por esto habían recibido grandes reconocimientos y como parte de sus privilegios otorgados, podían mantenerse fuera del Ministerio, y ser llamados sólo si se trataba de algo de extrema urgencia o peligrosidad. Y sí, debieron también aprender a soportarse mutuamente. Por lo menos, ahora se llamaban por sus nombres de pila. Sí, eran los 2 aurors más importantes del escuadrón, con todo lo que eso significaba. Más responsabilidades, beneficios y mujeres, todas las que pudiesen querer. Era como si casi haber perdido la vida en duelo de repente acelerara las hormonas femeninas, además de claro estàsus destacables físicos. Pues si Draco Malfoy era deseable, Harry no se quedaba atrás. El morocho poseía esas dulces y verdes esmeraldas que hacían suspirar a las damas, aunque sólo había una en su mente: a cierta pelirroja le gustaba dar vueltas en su cabeza, y él no tenía ojos más que para ella. Draco, en cambio, no podía estar más disponible. En su camino hacia el cuartel, se topó con dicho muchacho.
¿Qué hay Malfoy? -saludó éste, con una media sonrisa. Aún después de algún tiempo de ser colegas, cierta aspereza podía sentirse. -¿Algo nuevo?
Nada -contestó el aludido, sofocando otro bostezo. -Demasiado calma...
Sí... Es cierto. ¿Vas al cuartel? -ante la respuesta afirmativa del rubio, replicó -Yo no esperaría mucha emoción allí tampoco si fuera tú. Hasta los del Comité de excusas para los muggles se divierten más.
Es el alto precio de ser héroes, Harry -dijo él, con ironía y una mueca -Gozamos de envidiables beneficios.
Pues yo ya estoy echando raíces de permanecer tanto tiempo sin hacer nada. -el rubio sonrió levemente. -Bueno... voy a dar una vuelta... Tal vez encuentre a Ron. Nos vemos por ahí.
Hasta luego -contestó Draco, reanudando su camino.
Llegó finalmente a destino, e ingresó. Harry tenía razón. Aquello estaba más muerto que un partido entre los Tornados de Tutshill y los Chudley Cannons. Algunos aurors deambulaban preocupados, cargando archivos con datos de antiguos y recientes ataques, otros sólo caminaban con expresiones consternadas y hasta aburridas; en el fondo de la amplísima habitación se oían suaves risas divertidas. Draco buscó su cubículo y allí se sentó, apoyando sus pies en el escritorio y resoplando con expresión sumamente aburrida. A diferencia de los otros cubículos repletos de fotos familiares y objetos, el del joven se encontraba casi desnudo, a excepción de un valioso reloj de plata y alguno que otro objeto sin importancia. Desde que él lo había ocupado, sus paredes habían permanecido desnudas.
Sobre el escritorio, además de sus pulidos zapatos negros, descansaba la edición del día de "El Profeta". Lo tomó con pereza, al tiempo que oía unos tacos acercarse, y segundos después una bonita y morena joven se hacía presente junto a él.
Buenos días, Sr. Malfoy -saludó con un tono de evidente coqueteo.
Buenos días, Laura -dijo éste indiferentemente, comenzando a abrir el periódico.
¿Desea un café o algo? -inquirió.
Un café, gracias.
¿Alguna otra cosa más?
No, gracias. Estoy bien.
Lo que usted desee, Sr. -dijo la muchacha, al tiempo que, a propósito, dejaba caer la lapicera que portaba, y profiriendo un débil "ups!" se inclinaba con todo descaro frente al rubio, quien tuvo en ese momento una visión panorámica de la retaguardia de la chica. Draco, notándolo (quién no lo notaría), sonrió burlonamente y volvió a concentrar su mirada en el diario. En la primera plana, una brillante foto mágica en sepia mostraba a una anciana pareja saludando con una expresión temerosa, bajo un encabezado que rezaba: "Pareja de hechiceros asegura haber divisado al Señor Oscuro en su patio trasero". Ante esto, Draco no pudo evitar soltar una carcajada. Él y todos los aurors que lo rodeaban sabían que no había habido noticias de Voldemort desde su última aparición en Budapest, hacía ya dos semanas. Ignoró la noticia y siguió hojeando el periódico. Cerca de la mitad del mismo, se topó con la sección semanal de chismes. Más de una vez le había dedicado 2 segundos de su precioso y ocioso tiempo cuando algún rumor sobre él era publicado ("El soltero más ardiente del Reino Unido busca novia", "Mujeres aseguran que el joven Malfoy sabe cómo hacerlo bien en la cama", "Draco Malfoy, de placer en placer"), pero esta vez le llamó la atención la identidad de la cronista de la semana. La sección apestaba a noticias sin importancia y mentiras para entretener a los lectores, pero ese nombre le llamó la atención poderosamente. Al final de un estúpido e inusualmente largo chisme, aparecía la firma de Hermione Granger. Draco alzó las cejas y con sorna declaró:
Alguien creería que después de 7 años de ser una insufrible sabelotodo escribirías cosas coherentes.
Su café, Sr. Malfoy -exclamó la voz femenina.
Gracias -dijo éste, volteando la página.
Bueno, este es sólo el comienzo, así que si no sorprendió mucho, no se preocupen, mejorará.
Gracias por pasarse por mi humilde fic y darle una leída.
Besos!
Pd¿curiosos por el título del fic? No se preocupen, lo descubrirán.. muajajaja :P
Rose...2005
