Esta es una colección de one-shots acerca de las memorias de Shion de Aries que de alguna manera incluyen a Yuzuriha de Grulla, algunas felices, algunas tristes. Es poco probable que alguna vez termine esta historia, ya que Shion ha vivido por mucho y a mí me puede dar inspiración para un nuevo capítulo en cualquier momento.
Advertencia de Spoilers: Este fanfic está basado en el manga Lost Canvas, lee bajo tu propio riesgo. Aunque ha sido un tiempo desde que leí el Lost Canvas así que algunas cosas podrían estar fuera de lugar.
Este fanfic se encuentra ubicado en el mismo universo que Eliel y Mi querido amigo, sería una buena idea que lean esos fics primero, ya que algunos capítulos pueden hacer referencia a éstos.
Disclaimer: Si yo fuera dueña de Saint Seiya los dorados no habrían muerto y los de bronce no serían los héroes.
Capítulo 1: Las memorias de Shion
Shion trepaba lentamente la Colina de las Estrellas. Se detuvo a medio camino para descansar, sentándose pesadamente sobre una roca y observando el Santuario mientras sacaba un pañuelo para secarse la frente.
"Estoy demasiado viejo para esto." Murmuró mientras esperaba a recuperar el aliento. Sin querer su mirada se dirigió al cielo y el buscó su constelación. Aries brillaba con intensidad y Shion sonrió, dándole gracias a su guardián en silencio.
Se levantó una vez más e hizo el trayecto hasta la cima de la Colina. Una vez allí, en vez de discernir los destinos trazados en las estrellas, Shion se dirigió hacia una habitación conectada al observatorio, la cual servía oficialmente de aposentos temporales, en caso que el patriarca necesitara pasar la noche contemplando el futuro. En dicha habitación había una cama, un escritorio y una estantería repleta de libros de Astrología, Mitología entre otros temas varios.
Extraoficialmente Shion la utilizaba como bóveda para los efectos personales que no quería que nadie tocara ya que que nadie estaba permitido en la Colina de las Estrellas, ni siquiera las damas que hacían la limpieza tenían permitido subir. Así pues, éste era el mejor lugar para ocultar sus tesoros. Dichos tesoros consistían de un viejo baúl que descansaba al pie de la cama y, ocultándose detrás de una cortina que partía la habitación, una caja de pandora.
Shion corrió la cortina y sonrió tristemente al ver la capa de polvo que cubría la caja, tomó un pequeño taburete y se sentó enfrente. Abrió la caja y sacó sus herramientas del pequeño morral que había traído consigo. Frente a él se alzaba orgullosa la Grulla, no pudo evitar dar una breve caricia a la armadura y suspiró cuando el primer recuerdo lo asaltó.
"Psst… ¡psst!" Shion se sobresaltó y miró alrededor, entonces notó largos cabellos dorados que desaparecían tras una derruida pared y no pudo evitar la sonrisa que apareció en su rostro. Siguió a la dueña del cabello rápidamente, asegurándose que nadie se había dado cuenta de su desaparición.
Cada vez que le parecía que la estaba por alcanzar, ella desaparecía nuevamente. Dejándolo que siga sólo un destello de cabello dorado o el susurro de la estola en el viento. Eventualmente llegaron a las afueras del Santuario y ella se detuvo tan de repente que Shion casi chocó contra su espalda.
"Shion…" murmuró ella aún dándole la espalda.
"Zuri…" contestó el en un suspiro. Ella volteó y Shion se sobresaltó, allí donde esperaba ver el rostro de su amada no había más que metal. Ella jugueteó con su capa hasta dejarla caer y los ojos de Shion se abrieron aún más, pues Yuzuriha estaba cubierta con el elegante plumaje plateado de la Grulla. Shion sonrió suavemente.
"¡Tu armadura, la conseguiste!" exclamó el muchacho acercándose un par de pasos, ella rió suavemente.
"¿Qué esperabas? Eventualmente el maestro se cansó de tenerme de mensajera y me dejó venir a conseguir mi armadura. ¿Qué te parece?" preguntó ella dando una vuelta para mostrársela. Shion la abrazó de la cintura y dejó que el aroma de Yuzuriha lo envolviera.
"La Grulla resalta tu belleza aún más. Aunque…" su voz desapareció mientras miraba la fría máscara que cubría el rostro de su amada, sus dedos fueron hasta la mejilla metálica y trazó los dibujos que la cubrían.
"Hazlo" susurró ella y él tragó saliva nerviosamente, con cuidado sus dedos fueron hasta la mandíbula de Yuzuriha y le quitó la máscara delicadamente. Ella estaba sonriendo.
"Ahora debes matarme o amarme." Susurró Shion. Yuzuriha se puso de puntillas y sus labios se encontraron.
Shion sacudió la cabeza para despejarse y miró a la armadura tristemente.
"Yo también la extraño." Murmuró Shion, para luego cortarse la muñeca y derramar su sangre en ella una vez más. "Sólo espero poder terminar contigo antes de morir." Agregó y comenzó a vendarse la muñeca. Era algo egoísta de su parte pero nunca había dejado que la Grulla vistiera a nadie desde aquella Guerra Santa. En vez de eso, había traído el ropaje sagrado hasta aquí y se había puesto a trabajar en él. Por más de 200 años la Grulla se alimentó de su sangre dorada y sus herramientas la moldearon hasta que obtuvo una nueva apariencia.
"Moriré antes de verte vestir a otra, pero así al menos podrás protegerla como si fueras una de las doce." Comentó Shion mientras le daba forma a una de las últimas piezas que faltaban.
Eventualmente, calzó la nueva pieza al cuerpo y asintió cuando vio que se adaptaba perfectamente. Guardando sus herramientas se dispuso a marcharse, estaba agotado y debía aún bajar de la Colina y regresar a sus aposentos. Cerrando la puerta con llave, cruzó el observatorio y de reojo captó movimiento. Se detuvo antes de salir y observó detenidamente lo que las estrellas deseaban decirle ésa noche.
Pudo ver cómo la constelación de Aries parpadeaba brevemente y un suspiro escapó sus labios. No necesitaba que le recordaran cuán cerca de morir estaba, realmente no lo necesitaba. No cuando Atenea estaba tan pronta a nacer, aunque le consolaba saber que podría verla antes de partir.
"Al menos cuando muera podré ver a Zuri." Murmuró y luego se marchó a paso rápido, ya era tarde y debía regresar.
