Bueno, hola para los nuevos, ya he resubido el capítulo. No está completamente igual, pero hace más de un año que escribí el primer capítulo de este fic y bueno, no puedo evitar que no sea exactamente igual. Vuelvo a pedir disculpas por haberlo borrado, fue un error y a mí también me fastidió bastante.

Os dejo ya con el fic, ¡disfrutadlo!

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen, si no a sus respectivas compañías.

CAPÍTULO 1

Unos pasos acelerados se escuchaban por las calles de Madrid, algunos pensarían que la prisa de la chica de pelo platinado se debía a que iba completamente sola y de noche, pero se equivocarían, otros le echarían la culpa al frío puesto que iba con un vaporoso vestido muy poco adecuado para estar en el último día de octubre (realmente a ella no le molestaba esa cuestión). La verdadera razón era que llegaba tarde, mucho, había quedado con sus amigos hacía más de media hora, seguro la iban a matar. Pero ¿qué culpa tenía ella de haberse entretenido de más con la chica con la que había quedado aquella tarde? Sinceramente no se arrepentía de nada.

Cuando alcanzó el local cuatro cabezas se giraron hacia ella y antes de que pudiese salir una palabra de su boca comenzaron a avasallarla.

-¡Por fin llegó la reina de las nieves! Que tú no tengas terminaciones nerviosas no significa que el resto no nos estemos muriendo de frío – una muchacha embutida en un traje de guerrero samurái fue la primera en hablar.

-No seas exagerada Mulán, no es para tanto – Elsa reconoció a Jack debajo de ese disfraz de Jon Snow y se rio internamente, era irónico teniendo en cuenta el parecido de sus apellidos.

-Pues yo me muero por unos abrazos calentitos – comentó un chico bajito con la cara completamente pintada de blanco, una zanahoria de plástico por nariz y un intento de sonrisa macabra. Olaf quería parecer un muñeco de nieve diabólico o algo así, pero no le había salido y lo que daba no era miedo si no ternura.

De repente una flecha con una ventosa al final acabó pegada en la frente de Elsa, al mirar en la dirección de donde había surgido se encontró con una Mérida ceñuda y cruzada de brazos.

-¿Siempre vamos a tener que estar esperándote porque te quieras tirar a cada cosa que ande y tenga tetas?

Elsa hizo una reverencia hacia su mejor amiga.

-Lamento mucho haberos importunado reina de los ladrones de ricos.

Ante la payasada que acababa de hacer su amiga solamente pudo poner los ojos en blanco y sonreír, no podía estar mucho tiempo enfadada con ella.

-Bueno, ¿listos para la mejor noche de Halloween de vuestras cortas vidas? – preguntó entusiasmada Elsa.

-¡Siiii!

La contestación al unísono de sus amigos fue igual de entusiasta y ¿cómo no serlo? Iban a su local favorito para este tipo de eventos y, aunque la música no fuese lo mejor, la bebida era barata y solían hacer cosas especiales para las fechas marcadas en el calendario, por ejemplo, esa noche solo dejaban pasar a gente disfrazada. Aparte, ¿qué mejor lugar que un local en Chueca para un grupo íntegro de desviados?

Cuando pasaron la música taladró sus oídos y les iba metiendo en contexto. Elsa dio una mirada general por todo el lugar, un primer reconocimiento para ver lo que había por allí aquella noche. Saludaba a varias personas que le conocían, siempre había ciertas personas que eran frecuentes de la zona y al final se acababan conociendo todo el mundo. Al llegar a la barra pidieron el primer chupito para inaugurar la noche oficialmente y después de bailar con sus amigos y beber algo más uno a uno fueron dejando el grupo para acercarse a su presa (o una de ellas) de esa noche. Lo más divertido era ver ligar a Mérida, la chica rechazaba todo concepto romántico, pero para ella la física nada tenía que ver con la química. Elsa hizo lo suyo y acabó por irse también, tenía planeado (y seguro que lo conseguiría) batir su record de "chicas en el bote en una sola noche" como lo habían bautizado sus amigos, y no era otra cosa de con qué cantidad de chicas se podía liar una noche de fiesta.

La pelo platino se movía por el pub provocando a la gente, rozaba hombros y caderas, se chocaba suavemente "por accidente". Eso causaba risas nerviosas en algunas ocasiones, en otras miradas sugerentes e incluso algún sonrojo. Iba ya buscando la tercera chica con la que liarse cuando se fijó en un grupo, le extrañó no conocer a ninguno, puesto que como he dicho antes casi todos se conocían por allí, y eso solo significaba una cosa: carnada fresca. Le llamó sobretodo la atención un par de chicos, una pelirroja bajita y un rubio que parecía un armario, ya que reconoció sus disfraces, iban de Hansel y Gretel cazadores de brujas, eran geniales, ellos sí que parecían alemanes de verdad. Al principio alucinó con las armas ya que estaban hechas con una fidelidad pasmosa y parecían de verdad, pero eso se le fue de la mente cuando su mirada se cruzó con los ojos más increíbles que había visto en su vida, eran grandes, de un precioso verde azulado, casi aguamarina, fue solo un momento, pero supo que tenía que conseguir un beso de esa chica como fuese.

Se acercó a ella que estaba de espaldas y apartó una de las trenzas en las que llevaba recogido su cabello, dejando el cuello al descubierto y acercando sus labios al oído de la muchacha.

-Debe de haberte enviado el diablo, porque esos ojos son el pecado en la tierra – soltó sin más, debido al estado en el que se encontraba no podía sacar nada mejor, el alcohol es un buen amigo cuando se quieren decir idioteces.

La chica se giró y quedó encarada con Elsa que era algo más alta que ella, por lo que tuvo que alzar la cabeza para mirarla. La sonrisa llena de diversión que puso al escuchar aquella frase encandiló a la rubia y de sus labios salió una respuesta que no esperaba.

-Si los míos son un pecado los tuyos pegan completamente con tu disfraz, son del color del cielo reflejado en el hielo de un iceberg.

Espera, ¿qué? Pensó Elsa ante tal respuesta. Soy yo la que flirtea con las chicas, no ellas conmigo. No pienso dejarme ganar.

-¿Y cómo debo llamar a esta preciosidad? – preguntó acerándose hasta que sus narices casi se rozaban.

-Me llamo Anna – dijo lentamente y tan bajito que por culpa de la música Elsa casi no escuchó.

-Encantada Anna, yo me llamo Elsa – su mano pasó de juguetear con el pelo pelirrojo a posarse sobre la mejilla de la chica.

Ambas se quedaron calladas, mirándose entre ellas. Elsa observaba las pecas que recorrían todo el puente de la nariz de Anna y se hipnotizó con esos ojos, también enmarcados de esas manchitas, quería trazar el recorrido con la yema de sus dedos e inconscientemente así lo hizo, con el pulgar de la mano que tenía posada sobre la cara de la chica hizo un pequeño arco pasando sobre las que tenía a su alcance.

Un carraspeo las sacó de donde fuese que estuviesen y Anna al darse cuenta de que seguía en el grupo con sus amigos se puso del color de su pelo. Nerviosa como estaba empezó a presentárselos a Elsa, la cual no prestaba atención a ninguno de los nombres, ella solo quería besar esos labios que se habían quedado a centímetros de los suyos, y ahora sería imposible hacerlo ya que una vez presentados no podía ser indiferente a los chicos que iban con ella.

-Oye… ¿te apetece un chupito? Invito yo – probó a decir.

-Por supuesto – dijo Anna con una sonrisa –. Vamos a la barra.

¡Bien! No sabías si iba a funcionar, pero oye, si cuela, cuela. Cuando el barman les sirvió lo que pedían Elsa elevó el vasito.

-Por haberte conocido esta noche – lo apoyó contra la barra y se lo llevó a la boca bebiéndolo de un solo trago.

Después de que su compañera la imitase Elsa no se andó con más remilgos y se lanzó a besar los labios de la pelirroja. La chica correspondió al intenso beso con sabor a alcohol que le estaban dando con las mismas ganas y enterró sus dedos en el pelo de la rubia lo que provocó que algunos mechones de su trenza se soltasen. Después de un rato sin despegarse siquiera para respirar ambas se separaron, con una sonrisa y la respiración entrecortada Anna decidió despedirse de la rubia y volver con sus amigos.

-Gracias por la comida – dijo con un tono pícaro.

Le dio un último pico y se marchó, dejando a Elsa mirando su espalda (y lo que no era su espalda) mientras se alejaba. Aquellos besos le habían vuelto completamente loca y se juró que esa noche jamás la olvidaría.

oOoOo

Un punzante dolor en la cabeza la despertó a la mañana siguiente, resaca, oh sí, aquella había sido una gran noche. Intentó recordar cómo había llegado a casa, ¿le había traído Mérida? Cuando se incorporó le vino un mareo que casi la vuelve a dejar k.o. en la cama, definitivamente necesitaba una pastilla. Como pudo llegó a la cocina de su apartamento y se sentó con un vaso de agua y una pastilla entre las manos, mientras se lo tomaba intentaba recordar todo lo que había ocurrido la pasada noche, pero después de tanto beber sus recuerdos solo llegaban hasta la segunda chica con la que se había liado, y ya le constaba recordar sus facciones.

Lo intentó con un poco más de fuerza, pero fue incapaz de sacar nada de esa laguna mental en la que prácticamente todo era negro. Se encogió de hombros, no se preocupaba demasiado, seguramente alguno de sus amigos hubiese llevado la cuenta de su juego.

Pero justo antes de olvidarse del tema por completo para pasar a otra cosa, una imagen le asaltó como si estuviese grabada en sus retinas, eran un par de ojos de un color aguamarina que la miraban intensamente. No sabía de quién eran, pero quiso averiguarlo en ese mismo momento.