N/A: Hoy ha sido un día triste para mi. La muerte de Alan Rickman me ha sentado como un jarro de agua fría, no me lo esperaba y no lo he visto venir. Supongo que le alegraría saber que ha habido mucha gente que ha dicho de él cosas maravillosas. Yo no le conocí (¡ojalá!) y no puedo decir nada de él porque no sería cierto. Pero lo que si puedo hacer es hablar sobre uno de sus mejores personajes, uno que difícilmente olvidaré y que conozco tan bien como mi propio nombre. Por lo que este fic se lo dedico a él, a Alan Rickam.

Disclaimer: Aún sigo buscando un disclaimer divertido y original que diga que este maravilloso personaje fue creado por JK Rowling.


Está sentado en la mesa de profesores con esa mirada seria que ha hecho llorar a más de un alumno en los últimos años. No habla mucho y las pocas veces que lo hace está atento a las grandes puertas que se abrirán en cualquier comento con Minerva a la cabeza, como todos los años.

Aunque este año, 1991, va a ser diferente. Lo sabe, lo sabe desde hace mucho. Por mucho que diga Dumbledore que no va a ser tan distinto como se piensa lo va a ser. Ya que hasta ahora ha podido contenerse, no pensar en ella más de la cuenta. Pero a partir de ese día tendrá que ver, enseñar y vigilar a su hijo. Ese año Harry James Potter Evans llegará a Hogwarts. Estará en la mesa de los leones, como sus padres. Y seguramente será igual de malcriado, mimado, adorado por sus profesores, ligón y presumido que su padre.

Las puertas se abren y entran los niños de primero. Algunos más seguros (como Draco Malfoy, al que no le cuesta nada reconocer gracias a la forma altanera que tiene de andar desde hace unos meses y su pelo increíblemente rubio), otros un poco más asustados y tímidos. Y otras asombrados al ver la gran sala en la que desayunarán, comerán y cenaran durante los próximos siete años.

Y por fin, Minerva le llama. Y es como él pensaba: una copia exacta de su padre. Un poco más bajito si eso, y bastante más delgado. Aunque no puede evitar pensar en Lily, en lo asustada que estaba en ese momento cuando no quería separarse de él. Cuando todavía eran inseparables.

-¡Gryffindor!-exclama el sombrero seleccionador.

Lo sabía, no podía acabar en otra parte.


Severus está sentado en su despacho mirando papeles. Como todos los años por esas fechas es hora de tirar papeles viejos que ha usado ese año y dejarlo todo listo para cuando vuelva en septiembre. No quiere empezar el curso con una montaña de papeles que tirar.

Fuera están los alumnos de Hogwarts con sus baúles esperando las carrozas que les llevarán a la estación para volver a Londres. Sabe que Potter está ahí con Weasley y Granger. Los tres niños que más problemas le han dado desde que conoció a los merodeadores. Tres niños más curiosos de la cuenta que no han hecho más que traerle dolores de cabeza, y quitarle horas de sueño.

Sin contar con que el chico es un auténtico negado para las pociones. Nada que ver con su madre. Como bien demuestra el papel que tiene en sus manos. El primer examen de Potter, un auténtico desastre. Aunque al final ha aprobado, sin duda ayudado por Granger-menos mal que todavía queda alguien medio inteligente en la casa de los cabezotas-pero todavía dista mucho de estar a la altura de las notas de su madre. Incluso de las de su padre, que por mucho que fuera un chulo, sacaba notas algo mejores que las que tiene su hijo en la actualidad. Se queda mirando en papel un largo rato, viendo los trazos del niño y cómo son más parecidos a los de su madre que a los de su padre. Por mucho que digan de él que se parece a él, Potter tiene mucho más de su madre de lo que se piensan. Incluso hace el rabo de la a como el que hizo Petunia en esa carta que le mandó a Dumbledore hace ya tantos años pidiéndole ir a Hogwarts también. La campana suena, y él sale de su ensimismamiento. Y la hoja con el examen se queda en el montón de papeles que no va a tirar.

Se levanta y mira como los alumnos corren para ser los primeros en coger el "carro mágico que no tira nadie porque es mágico". No le cuesta mucho distinguir una mata de pelo rubia, escoltado como parece que va a ser su costumbre por sus dos amigos/gorilas. Y no muy lejos de ellos, tres cabelleras: una pelirroja, una con un rizo imposible y una negra. Tres cabelleras que le van a dar los siete años más complicados de su vida, lo sabe.

Unos golpes en la puerta le hacen girarse. En el umbral está Dumbledore.

-En cuanto se marchen los alumnos empezará la reunión del profesorado.

-Gracias Dumbledore-Snape recoge los papeles que le quedan y rápidamente los pone en los montones correspondientes. Cuando termina ve que Dunbledore sigue ahí.-¿Ocurre algo?

-¿Ha sido este año tan temible como te esperabas?

Severus sonríe internamente. Nunca conseguirá que admita en voz alta por segunda vez lo que piensa del chico.

-Potter va a acabar muy mal si sigue siendo tan curioso Dumbledore.

-Es como sus padres en su primer año. No te olvides de informarse si pasa algo este verano Severus.

-Descuide Dumbledore. Pasaré unos días en la casa de campo de los Malfoy.

-Hasta luego entonces-dice Dumbledore.

Severus no le contesta. Coge el montón de papeles que no necesita y los tira a la chimenea, luego coge la varita y con un gesto enciende un fuego que va quemando lentamente los papeles. Al mirar el fuego recuerda cuando Granger le quemó la capa porque pensaba que estaba hechizando a Potter en vez de ayudándole. Sin duda, tendrá que tener un ojo puesto en esos tres mocosos y no llegarán a la edad adulta de la cantidad de líos en los que presiente que van a meterse. Aunque por supuesto, ninguno sabrá que ha sido él el que les ha ayudado. Y mucho menos Potter.


Gracias Alan por hacer de este personaje uno de los mejores de la saga. R.I.P.