CAPÍTULO ➀
Turno de noche.
Odio los malditos turnos de noche.
Y sobre todo, si los tengo que hacer por alguien. A veces, pienso que debería aprender a decir que no. Pero cuando se trata de Olivia, eso es prácticamente imposible.
Me ha pedido que la cubra esta noche ya que tenía que encontrarse con alguien muy importante. Y sé perfectamente quién es ese "alguien muy importante". Un chico.
He estado pisando el suelo de este hospital desde las cuatro de esta tarde, y no he podido parar debido a las horas extra que decidí hacer. Ahora gracias a mi amiga y compañera, voy a seguir deambulando por estos pasillos blancos y deprimentes hasta las dos de la mañana. No estoy diciendo que no me guste mi trabajo, de hecho desde pequeña siempre quise ser auxiliar de enfermería, pero pasar aquí demasiadas horas cansarían a cualquiera. Además, decorar estos túneles un poco no haría ningún mal a nadie.
Solo me quedaba una habitación por organizar y comprobar antes de poder irme a casa, la de Alfred. En cuanto entré en el cuarto, el viejo me saludó y empezó a mirarme de arriba a abajo. No le di mucha importancia porque siempre lo hace cuando yo o mis compañeras pasamos por aquí, así que me dispuse a cambiar el suero cuando empezó a hablar.
− ¿Dónde está Olivia? ¿No tenía ella el turno de noche hoy? − preguntó mirando como mis manos quitaban la bolsa de plástico del atril del que se sostenía.
− ¿Se sabe nuestros horarios de memoria? − inquirí mirándolo con una ceja levantada. − No ha podido quedarse porque tenía un "asunto" que resolver. − dije exagerando la palabra asunto.
− Oh, entonces esta noche va a dormir en una cama más cómoda que la mía. − dijo el anciano, refiriéndose a la camilla en la que estaba sentado, levantando y subiendo las cejas a modo de insinuación a la vez que bebía un poco de agua. De la nada empezó a toser y casi se ahoga.
− Eso le pasa por decir esas cosas. Y sí, seguro que se está divirtiendo más que yo. − solté una risa ahogada y terminé de colocar el suero y las mantas en la mesa cerca de la cama de hospital sobre la que Alfred descansaba. − Y usted debería irse a dormir ya, que mañana tienen que realizarle bastantes pruebas.
− No eres divertida, Kayla. − me sonrió una última vez para después acostarse por completo y cerrar los ojos.
Salí cerrando la puerta detrás de mí y caminé hasta los vestuarios para cambiarme, recoger mis cosas y acabar por fin con este interminable día. Los autobuses solo pasan por esta zona del pueblo hasta las once de la noche, lo que significa que voy a tener que seguir arrastrando mis pies sobre el asfalto durante unos 30 minutos más. Suspiré.
"Mañana voy a tener una pequeña charla con Olivia sobre esto."
El aire fresco de la calle me ayudó a despejarme un poco, pero todavía estaba enfadada. No es la primera vez que me hace esto. De hecho, siempre me digo que la próxima vez que me pida algo así le diré que no puedo quedarme, pero siempre consigue persuadirme y termino aceptando.
Estoy más enojada conmigo misma por el simple hecho de que siempre cedo ante todo y me resulta complicado negarme. Espero que pueda cambiar en ese aspecto con el tiempo.
Cuando llegué a casa, dejé mi bolsa con la ropa del hospital en el suelo de la entrada y colgué la chaqueta en el perchero situado al lado de la cómoda del ancho y corto pasillo. Encendí las luces y fui directa a mi habitación para ducharme y ponerme algo más cómodo para ir a dormir.
Antes de acostarme, bajé a la cocina a coger un vaso de agua y me quedé mirando por la ventana por unos minutos.
Cuando decidí comprar este lugar, al principio no estaba muy segura ya que pensaba que estaba demasiado lejos del centro y muy cerca del profundo bosque que rodea una parte del pueblo, pero acabé acostumbrándome y es muchísimo mejor que vivir cerca de todos esos sonidos típicos del centro de una ciudad. Salir a pasear por el bosque es algo que me gusta, me relaja y me ayuda a pensar, aunque hacerlo por la noche no es algo muy inteligente.
Los ataques de lobos y osos son comunes en esta zona, o por lo menos lo eran hasta hace poco. Desde que me mudé, no he escuchado nada acerca de animales salvajes actuando de forma agresiva. Obviamente se pueden escuchar lobos aullando y otros animales correteando por el bosque, pero jamás se han atrevido a acercarse a mi casa, ni siquiera al pequeño porche que hay en la parte de atrás. Por lo que no es un tema que me preocupe demasiado, aunque siempre debo estar atenta en caso de que a alguno le pique la curiosidad y venga a visitarme.
Dejé mi vaso de agua en el fregadero y cuando me dispongo a darme la vuelta mis ojos apenas captan el movimiento. Una sombra sale de un arbusto que hay cerca de los árboles de mi casa y corre rápidamente hacia el interior del nido de troncos. Por un momento, estoy bastante asustada a la vez que sorprendida. Es la primera vez que pasa algo así. Lo único que conseguí ver fue un reflejo blanco huyendo a toda velocidad. Probablemente sería un conejo o mi imaginación jugándome una mala pasada. Después de todo estaba demasiado cansada.
La música de mi teléfono empezó a sonar en el momento en que me metí en mi cama. Acerqué mi mano a la mesita en la que estaba y miré el nombre que aparecía en la pantalla. Era mi padre.
- ¿Qué quieres a estas horas, papá? - pregunté molesta a la vez que bostezaba, aunque realmente estaba feliz porque me hubiese llamado.
- Buenas noches a ti también, Kayla. - me contestó, seguramente sonriendo de forma burlona - Solo llamaba para comprobar qué tal estabas. ¿Todo bien con el trabajo?
- ¿Llamas a la gente a las dos y media de la mañana para preguntarles como están y por su trabajo? No creo que hayas hecho muchos amigos allí con esa estrategia. - bromeé soltando una pequeña risa poniéndome más cómoda en la cama y preparándome para soltarle todo lo que había pasado hoy. - Ya sabes que en el trabajo todo va estupendamente. Bueno... Excepto en lo que respecta a Olivia. - resoplé tras mencionar el nombre de mi amiga.
- ¿Qué ha hecho esta vez? - soltó una carcajada. Mi padre la conocía también demasiado bien, ya que le hablaba mucho de ella y de sus andadas.
- Mmm... Pues ya sabes lo típico, me deja a mí su trabajo y se va a jugar a las cartas con un ludópata. - dije irónicamente mirándome la mano que tenía en ese momento libre.
- Espero que no sea un sujeto peligroso - mencionó siguiéndome el juego.
- Créeme, es de todo menos peligroso. - le informé y terminamos los dos riéndonos. Cuando paramos, me acordé de su trabajo allí y cómo se estuvo quejando la última vez que me llamó. - ¿Y cómo va todo por allí? ¿Te has acostumbrado ya al curro?
- Todo va de lujo por aquí. Me ha venido bastante bien esto del cambio de aires, aunque la vecina sigue siendo un gran problema. - me confesó suspirando y probablemente poniendo sus ojos en blanco, un gesto muy típico que siempre hacía cuando vivíamos los dos juntos y yo le molestaba para jugar.
- ¿La mujer china que escucha heavy metal y pega saltos por la noche? A mí me parece una señora muy divertida. - me burlé de él mientras colocaba las sábanas de la cama sobre mi regazo.
- Eso lo dices porque no vives aquí, pero si la tuvieses como inquilina en casa, no te haría tanta gracia. - se volvió a reír y escuché como abría una puerta a través del teléfono, seguramente la de su habitación. - Bueno, veo que estás estupendamente y no tienes problemas, así que ya he cumplido mi misión semanal como padre. Ahora tengo que irme, mañana tengo turno a las siete y va a ser bastante largo.
- Más largo que el que he tenido yo esta noche no creo que sea. - me volví a burlar y soltó una pequeña risa. - Yo también me voy a dormir. Estoy reventada. Menos mal que mañana tengo el día libre. - presumí canturreando la palabra libre.
- Maldita suerte la tuya. - refunfuñó. - Ya sabes que si necesitas algo no dudes en llamarme. Te quiero. Adiós. - se despidió mandándome besos por el dispositivo pegado a mi oreja.
- Yo también te quiero. Adiós. - colgué y dejé el teléfono encima de la mesita.
Hablar con mi padre me ayuda mucho, sobre todo cuando estoy en problemas, deprimida o necesito charlar con alguien. Además, sé que puedo confiar en él, y en Olivia. Ella es como una hermana para mí. Son las personas más importantes de mi vida y si las perdiera no sé que haría. En cuanto a mi madre, creo que es mejor no mencionarla, es algo que todavía le molesta a mi padre bastante.
Coloqué la almohada debajo de mi cabeza y pasé las sábanas por encima de mí. En cuanto mi cuerpo se relajó y sintió la suavidad de la tela del colchón, me dormí.
