Disclaimer: los personajes son propiedad de Suzanne Collins, yo solo los uso para mi entretenimiento.
Esta historia participa en el minireto del mes de mayo del foro "El diente de León". Personaje: Katniss Everdeen.
I. Katniss
Empieza con un estallido. Un retumbar en el cielo que nos toma por sorpresa tanto a mi como al conejo que estaba apuntando con mi arco. Mis dedos resbalan, la flecha se desvía y se clava profundamente en una de las raíces que sobresale del suelo, ahuyentando a la presa. Levanto la vista, sorprendida y mi mirada se encuentra con un cielo tan gris como mis ojos.
La primera gota cae sobre mi ojo derecho y se desliza por mi mejilla como si fuera una lágrima. Y luego viene otra… y otra… y otra más. Hasta que, en cuestión de un minuto, estoy calada hasta los huesos.
—¡Lluvia en primavera!— me quejo mientras veo el cielo con mirada acusadora. Me aparto los mechones de cabello que se me han pegado a la cara y meto el carcaj y el arco bajo la endeble protección que les puede brindar la chaqueta de mi padre. En mis manos, sostengo los últimos recuerdos que tengo de él y no puedo permitir que se mojen porque la madera podría podrirse.
Dejo mis armas en el hueco de un árbol y me apresuro a correr hacia la alambrada.
A veces, debo entretenerme durante horas hasta que los Agentes de Paz dejan de pulular en las calles, pero hoy corro con suerte: la lluvia los ha espantado a todos. Me deslizo con facilidad bajo el extremo suelto y, a pesar de que ya estoy empapada, me apresuro hacia mi casa.
Siento la ropa pesada y el saco de arpillera se balacea sobre mi hombro, ridículamente ligero: una ardilla y un puñado de hierbas que, muy posiblemente, se habrán convertido en una masa verdosa y pegajosa para cuando llegue a casa, eso es todo lo que he sacado de mi incursión de hoy en el bosque. Ahogo un quejido.
Un relámpago parte el cielo por la mitad y el trueno que lo acompañe hace que pegue un salto. Mis botas emiten débiles sonidos de succión y el lodo del camino hace que trastabille de vez en cuando. Cuando al fin llego a casa, los dientes me castañetean y siento la cabeza pesada.
Empujo la puerta y me quito las botas para no embarrarlo todo.
—¡Katniss! — Prim hace el amago de lanzarse contra mi cuerpo pero la detengo levantando un dedo. Ella toma nota de mi cuerpo mojado y se apresura a cubrirme con una manta, frotando mi cabello y usando sus pequeñas manos para arrancarme, tan pronto como sea posible, la ropa empapada de encima.
Nuestros ojos se dirigen con pesadez hacia la chimenea, apagada y vacía y luego, casi como si no pudiéramos evitarlo, hacia el depósito de carbón, también vacío. Prim me dirige una mirada de tristeza y yo me apresuro a sonreírle.
—No pasa nada. Enseguida entraré en calor.
…
Doce horas. Eso es todo lo que tardo en tener que tragarme mis palabras.
El fuego que no arde en nuestra chimenea parece consumirme desde adentro pero, a pesar de eso, tirito.
Mamá y Prim me envuelven en nuestros abrigos de lana para el invierno y me echan encima manta sobre manta, pero simplemente no hacen la diferencia. Mamá prepara una tizana ardiente que Prim me obliga a tragar a cucharadas, pero tengo la garganta tan inflamada que apenas si consigo hacer pasar la mitad antes de enfurruñarme y hacerme un ovillo.
Sea lo que sea, hace que mi cuerpo se empape en sudor, convirtiéndome en un saco ardiente rodeado de lana.
Pasa un día o tal vez dos y cada vez resulta más difícil distinguir el rostro de Prim. Por eso, no me sorprendo cuando, al principio, no son azules sino grises los ojos que me observan.
Unos dedos, fuertes, callosos e indudablemente masculinos, me recorren la frente.
Mis labios intentan formar una palabra, un nombre tal vez… pero ningún sonido consigue abrirse camino a través de ellos.
—Vas a estar bien, pequeña— mis ojos se abren por la impresión o al menos lo intentan. Mis párpados parecen pesar demasiado, pero necesito verlo, porque esa voz, su voz, simplemente no puede ser real. Él no puede estar aquí.
Lucho contra el apretado nudo que han formado las mantas alrededor de mi cuerpo.
—No, no. Será mejor que te quedes recostada. Tienes que descansar.
Agito vigorosamente la cabeza.
—Por favor…— le digo y odio el lloriqueo que emito al final.
Una caricia, sutil como las alas de una mariposa, me roza la frente, los párpados y la barbilla. Recuerdo esas caricias. El orden, la presión, el aroma de sus dedos después de los largos días en la mina.
—Papá… — y mi voz es un sollozo.
—Todo está bien, Katniss.
Niego la cabeza.
—Vuelve… ¿por favor?
El sonido de su risa es ronco y tan real que me hace estremecer.
—Por favor. Te necesitamos. Te necesito.
Siento el suave roce de sus labios sobre mi frente. Lo que mi memoria había olvidado mi cuerpo lo recuerda. Me aferro a él con todas mis fuerzas, segura de que puedo retenerlo a mi lado.
—No te preocupes, mi pequeña. Estoy contigo. Confía en mí— dice él— estarás bien — y lo siento desvanecerse, como la espuma alcanzada por el agua.
Intento luchar contra mis ojos cerrados, pero resulta inútil. Se ha ido.
…
Cuando consigo abrir los ojos, no es papá quien está sentado al borde de la cama. Es Prim.
—¡Katniss!—su voz es un susurro aliviado.
La veo sin saber que decir, porque el rostro, aunque amado, no es el correcto. Detrás de ella, mamá me mira con cansancio.
—Toma, me he encargado de secarlo para ti— dice mientras me pasa la chaqueta y el suave cuero roza mis dedos, las lágrimas se agolpan en mis ojos.
—¿Katniss?
Hundo la nariz en el material, intentado encontrar aquel aroma a humo, a hierba y carbón, a pesar de que sé que no está ahí. Aun así, me aferro a su recuerdo, sutil y esquivo, como si estuviera hecho del mismo material que las nubes. Afuera, el sol ha vuelto a brillar.
—¿Te encuentra bien? —la voz de Prim, teñida de angustia, logra llegar a través de mí.
La atraigo hacia mi costado y ella rodea mi cintura con sus esbeltos brazos.
—Lo estoy — le digo. — Confía en mí, vamos a estar bien.
Esta soy yo con esta miniparticipación en el minireto del mes de mayo para el foro El diente de León. El personaje central era Katniss Everdeen y quise orientar la historia hacia su relación con su padre. El límite de palabras era de 1000 y realmente fue un reto cortarme tanto, quienes me han leído con anterioridad, sabrán que suelo escribir historias muuuucho más largas.
A quienes se han detenido a leer ¡muchas gracias! Sé que ando desaparecida, pero pueden culpar de ello a mi nueva (segunda) carrera universitaria, que me trae de cabeza. ¿Pueden creer que, después de seis años de oxidación, estoy llevando un curso de matemáticas de nuevo? Y no me refiero a uno de esos cursos de contabilidad o algo así… Matemática Elemental: álgebra, funciones, trigonometría…. Si les parecía loca antes, estoy segura de que mi estado ha empeorado. XD
Bueno, bueno, como no viene a cuento todo esto, les mando un beso y un abrazo a todxs mis lectorxs. No se me han olvidado mis otros fics, pero francamente no he tenido tiempo para ponerme en ello y no me gusta hacer las cosas a medias.
Saludines, E.
