Título: Camino de virtud
Pareja: Marufuji Ryo/Tenjouin Asuka
Notas: Temporada 4º.
Rating: T
Género: Romance/Hurt/Comfort
Tabla de retos: Virtudes Capitales
Tema: 2. Pureza


Como muchas cosas habían cambiado y como la vida seguía avanzando, retorciéndose y girando, trayendo de este modo los nuevos retos en la trama de su vida, así también sabía ella que cualquier cosa podría pasar en el futuro, cualquiera, impredecible como una tormenta, alegre, triste... Curiosamente, nunca se le ocurrió pensar que una de esas cosas inevitables, a las cuales somos empujados por las manos de una fuerza superior infinitamente más inteligente, sería encontrarse con Ryo.

Sus caminos se habían separado al finalizar el primer año de ella en la Academia y a partir de ese momento, justo cuando el duelo de Ryo contra Juudai terminó, sus vidas parecieron separarse casi definitivamente. Y llegaron rumores, enfrentaron peligros diferentes, pero casi igual de mortíferos, siguieron avanzando, olvidando esas noches en las cuales les gustaba charlar junto al faro, como si fueran un recuerdo de la infancia, bonito pero innecesario. Precisamente por eso Asuka nunca creyó que volvería a tratar con el mayor de los Marufuji, aquél que fue una vez su más cercano amigo.

Se acercaban los días finales, el baile de graduación y las sonrisas llorosas que uno siempre ve en las despedidas. El último episodio de dolor y tempestad había sido causado por Yubel, causado y arreglado por Juudai. Así pues, ella había regresado a su rutina diaria, clases por la mañana, algún duelo recreativo por la tarde, clases extra... Eso fue hasta que Sho le comentó por casualidad que habían encontrado a su hermano, salvo pero no del todo sano, debido a esos problemas del corazón que según le habían contado, se habían acrecentado en el Mundo Oscuro, tras un descabellado duelo contra Yubel usando el cuerpo de Johan.

Por supuesto, la mujer se sintió aliviada de saber que un viejo amigo se encontraba bien y sólo eso. Sin embargo, con el transcurso de la tarde y sin duda alentada por las preguntas curiosas de Momoe y Junko, comenzó a juntar cierta certeza en su pecho, misma que sólo terminó por eclosionar cuando Ayanokuji-sensei le pidió que fuera a verlo.

—Está un poco decaído —le comentó la mujer, al encontrársela en un pasillo, de camino hacia los dormitorios de las chicas—. Eras muy buena amiga suya y estoy segura de que le encantará verte.

La rubia no estaba muy segura de eso, pero asintió ante la petición de la profesora. Ryo no se había molestado en hacer contacto con ella, mientras que por su parte, ella había tenido la cabeza ocupada en otras cosas —las locuras acontecidas en ese lugar, alzándose una tras otra sin tregua—, y tampoco le había interesado contactarlo. Así que dudaba mucho que algo de su amistad se conservara tras dos años de separación y muchas anécdotas oscuras de por medio, como un abismo profundo que los separaba en lados opuestos, sin que a ninguno de los dos le interesara realmente sortear dicha trampa.

—¿Vas a ir? —Fubuki la encontró unas cuantas horas después en la salida de los dormitorios, camino hacia los bosques que poco después desembocaban en una playa—. Mándale saludos de mi parte.

A Asuka le pareció extraño que Fubuki no se empeñara en acompañarla y alegrar a Ryo de esa manera a veces tan peculiar y grotesca que tenía, pero lo agradeció al cabo de un rato, mientras esquivaba unas cuantas ramas que amenazaban con golpearle la frente. Si su hermano hubiera estado presente se habría excusado prontamente, dirigiendo algunas palabras corteses, no por eso falsas, antes de salir pitando de ahí. Pero ahora que no estaba, tocaba enfrentarlo. Sola. Y por obligación, por moral.

Se abrió paso hasta el lugar y se descubrió conteniendo el aliento antes de tocar algunas veces en la puerta, reverberando un ruido seco contra los árboles a su espalda.

—Adelante —indicó una voz cansada, que ella llegó a reconocer, pese a que lo estaba dudando, tras tantos años en la oscuridad. Era Ryo, debajo de todo ese dolor y sufrimiento. Era Ryo.

Entró con pasos rápidos sin perder la compostura, sólo para encontrarse con que el hombre no estaba en el sofá de la pequeña salita que tenían ahí, a modo de pequeña vivienda para él. Estaba en cama, pálido y sin duda bastante letárgico, como si nada más le quedara y quizás así era, debido a su condición cardiaca.

—Hola, Ryo —murmuró ella, mientras se acercaba hacia el pie de la cama, sonrisa nerviosa en los labios y escrutando, no sin cierta perplejidad, los aparatos que mantenían su condición y su estado debilucho, diferente del Ryo que ella recordaba.

—Hola, Asuka.

Ryo realmente no esperaba muchas visitas en aquél inhóspito lugar y mucho menos aún cuando la graduación estaba a la vuelta de la esquina, robándole el sueño a muchos de ellos. Sin embargo, salvo la visita de rigor de su hermano, pensó que tal vez vería a Fubuki de vez en cuando. Raro fue cuando en lugar del castaño apareció ella. Raro fue sentir que la reconocía, pese a tantos años y catástrofes creando un abismo de comunicación entre ellos.

Seguía siendo la misma de siempre, quizás más madura, pues también había tenido su propia ración de experiencias dolorosas; seguía siendo la misma de siempre, la que no le exigía palabras para comunicarse, ni las necesitaba. Rezumaba dignidad, pureza tras sus ojos dorados, cierta melancolía...

La charla no inició de inmediato y por supuesto, cuando inició no fluyó como agua por el mar, cristalina y limpia: pero lo hizo, eventualmente, como un barco que gana velocidad al compás del viento caprichoso, pero siempre latente, ahí, esperando el momento más adecuado.

Asuka nunca le diría a Ryo —quizás porque ni ella misma estuvo consciente de dicho pensamiento—, que ella también podía ver debajo de todas esas capas de oscuridad que se había puesto sobre los hombros, que podía ver... La pureza en sus ojos enmarcados por ojeras, la misma pureza que tenía el día en que se marchó de la isla, lleno de sueños que después terminarían rotos.