Disclaimer: Code:Breaker no pertenece, es propiedad de Akimine Kamijyo.

Advertencias: Posibles errores ortográficos y ooc. Me disculpo.

Notas de Autora: Quizá sea pretencioso creer que alguien pudiera entusiasmarse con "mi actualización", pero de haber alguien, me disculpo. He retomado este fic, lo edité ―por eso el reposteo― y pretendo darle continuación y final, pero como para eso me estoy volviendo a leer el manga, quizá tarde un poco. Lamentablemente, tengo menos tiempo del que solía tener para leer. Gracias por su comprensión y apoyo.


Los caminos de jamás debieron cruzarse.

—Code:breaker—

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—Uff. Ese fue bastante ejercicio por un día, ¿no creen cachorros? —cuestionaba la chica de largo cabello, mientras secaba el sudor de su frente—. ¡Esos fuegos realmente me subieron el ánimo! ¿Creen que los chicos los vieron desde algún lugar?

Los cachorros, solo la observaron.

—¡Sí! —afirmó animosa— Sé que algún día volveremos a verlos todos juntos. Y ustedes dos… —Señaló a los más pequeños— Van a conocer al resto de la familia.

Caminó por largo rato, hasta que se detuvo precisamente frente a la mansión Shibuya. No estaba camino a su casa, sin embargo sus piernas traicioneramente la condujeron hasta allí.

Sonrió con nostalgia, miles de recuerdos se hicieron paso por su mente.

Siempre juntos. —pensó.

Los recuerdos del tiempo en que todos habían estado viviendo juntos, solían presentarse cada vez que visitaba la vieja mansión. Nada había cambiado, aun después de la reconstrucción, todo se encontraba en su sitio y aun así visitar a su padre era siempre una mezcla casi dolorosa de sentimientos. Las ausencias dolían.

La mansión no era la misma sin ellos, aun cuando el lugar se hallaba lleno de Code Breakers en entrenamiento, no se sentía igual. Pero su padre hacía el intento, eso era algo a destacar.

Su padre, sonrió. Ella definitivamente era una cosa rara, tantos niños sin familia en el mundo, y ella contaba no con dos, sino con cuatros padres para amar. Aun cuando Sakurako fuera más una visitante ocasional, que una madre.

"Code breakers en entrenamiento", también era algo interesante a analizar. Eden había sido cerrado desde aquel incidente, y se le había dado a los niños sometidos a la experimentación por parte del Primer Ministro, la opción de unirse al equipo si lo deseaban, y dado el escaso número de niños que recordaban o tenían una familia, muchos aceptaron.

—Es algo tarde —comentó—, ¿creen que debamos visitar a Papá Shibuya? —cuestionó, y sus cachorros ladraron en afirmación.

Se dirigió a la entrada, y con un suave golpeteo llamó a la puerta. Nadie contestó.

Quizá esté fuera entrenando. —pensó, y luego se marchó.


—¡Que no bebí tanto! —los gritos de Toki resonaban, mientras luchaba por liberarse de las sogas de luz que lo mantenían aferrado a la silla.

—Heike, ponle un bozal —ordenó Oogami.

—¡¿Qué estás diciendo, maldito?!

—Sería una excelente idea, ¿no crees Nenené?

—¡Sí, Ma-kun! ¡Un bozal, un bozal!

—¡Qué no! de todos modos, ¡¿por qué trajiste a mi hermana?!

—Apruebo lo del bozal —aseguró Rui, ignorando el escándalo de su compañero—. En fin, Orgami, ¿te encuentras bien?

Él sonrió.

—Sí. ¿Por qué no lo estaría? Me encuentro perfectamente.

La chica lo miró con sospecha.

—Se me ha hecho tarde, tengo un reporte que realizar así que me marcho.

—¿Tan pronto? —cuestionó Heike sin desprender la vista de su libro.

—Nos vemos —se despidió el moreno con una media sonrisa, alejándose de sus compañeros.

—¡Espera, Ogami! ¡Creo que no entendiste a que me refería! —gritó Rui.

—¿Y qué hacemos con este? —interrumpió Yuuki.

—¡Qué no estoy ebrio!

—Ah, eso. Le dije que no bebiera, ahora es su responsabilidad.

Dicho esto, se marchó, dejando a una frustrada Rui en el proceso. Por un instante, todos se mantuvieron en silencio hasta que el hombre de los cabellos blancos, habló.

—Debo admitir que no me esperé lo del muelle —vociferó.

—Nadie lo sospechó —afirmó la chica bebiendo un sorbo de su bebida—. ¿Cómo lo sabías tú, Yuuki?

—Sentía nostalgia y estuve observando a Nyanmaru, y mientras lo hacía encontré a Ogami haciendo lo mismo.

—Aún lo hace ¿eh? Día tras días durante los últimos cinco años. ¿Cómo puede conformarse con solo observarla? —comentó el rubio, serenándose—. Aún en las misiones fuera de la ciudad se las ingeniaba para saber de ella.

—El amor es algo complicado, Toki-kun. Si abandonaras un poco las fiestas, quizá lo entenderías —afirmó Heike con superioridad.

—No existimos, ¿recuerdas? Es por eso que no debemos involucrarnos.

—¿Hacen cuatro años ya? —El tono apagado de Rui llamó a todos la atención— Desde la última vez que hablamos con ella.

—Sí.

—Para ese entonces, creí que la charla que habían tenido un año atrás sería olvidada —admitió el pelirrojo.

—Sin embargo cuatro años después, esto es lo más cerca que podemos estar todos juntos.

—No te preocupes, Quinta, tengo el presentimiento de que en algún momento podremos volver a estar juntos en la mansión Shibuya.

—¿Sabes algo más que no sepamos, Yuuki? —cuestionó intrigado Toki.

—No en realidad, pero jamás perderé la esperanza de revivir esos días. Podríamos hasta invitar a Yukinko, Shigure, el novio de la Quinta y a todos los demás.

La sonrisa de los chicos no dudó en aparecer.

—Espera, eso no… él no —intentó Rui, comenzando a sonrojarse.

—Pronto también veremos a Mee-tan y Hee-tan, ¿verdad, Ma-kun?

—El destino es algo impreciso —Le sonrió—. Pero sería interesante ver que sucede en el futuro.

Conformes con la respuesta, todos asintieron perseverantes.

—Quizá deberíamos imitar a Ogami y marcharnos —indicó Rui.

—Sí, estuvimos mucho tiempo aquí.

—Mañana debo visitar a Makoto y llevarle algo de queso a Shigure.

—Yuuki, insisto en que eso podría resultar ofensivo.

—Sí, quizá deberíamos irnos. Esperen, ¡desatenme! ¡No se vayan sin mi! ¡¿No piensan soltarme?! ¡Heike! ¡¿A dónde llevas a mi hermana?!


—Así que esta es la nueva generación de Code Breakers —comentó el hombre de piel morena y largos cabellos negros, mientras observaba a la distancia a montón de niños vestidos de Nyanmarus.

—¡Yukinko! —saludó el pequeño gato rojo, saltando sobre su cabeza.

—Veo que te excediste —señaló en alusión a su forma perdida.

—Es culpa del Cuarto.

—¡Que no me culpes a mí! —gritó el niño rubio que ingresaba por la puerta.

—Ambos en su forma perdida en una misión tan sencilla, creo que tendré que restarles puntos a ambos —contempló muy calmado Heike, con su libro en manos. Rui entró detrás de él.

—Nuevos code breakers, calificaciones, creí que no habría más Eden —comentó Yukihina.

—No lo hay. Estos chicos no tenían familias a las cuales regresar, los que no aceptaron unirse fueron reubicados exitosamente.

—Afortunadamente esta nueva generación crecerá con la ideología de combatir el mal salvando vidas, no destruyéndolas nada más —aseguró la chica de cabello azul claro.

—Y teniendo en cuenta que están siendo entrenados desde pequeños por Shibuya, serán un gran apoyo en el futuro —comentó sin despegar su espalda de la pared, el chico de largos abrigo negro.

—Algunos de ellos son X, ¿verdad? —cuestionó el felino con angustia.

—Sí, pero con el debido entrenamiento, llegarán a ser chicos muy fuertes.

La sorpresa fue grande al escucharlo, nadie había notado al enorme Nyanmaru que se había escabullido dentro de la habitación.

—Eso es muy bueno —aseguró Rui.

—Sí, realmente podría decirse que…

—Buenas tardes. Lo siento, estaba abierto y por eso entré. Necesito…

La frase se quedó inconclusa, mientras que la boca de quien hablaba se mantuvo abierta.

Con su mirada atenta, y con sus manos aún en el cabello que había estado tratando de desenmarañar desde que había entrado a la habitación, se quedó perpleja al notar quienes estaban en la habitación.

Había deseado ver esa escena desde hacía mucho, un año desde que habían dicho adiós y eso era demasiado. Había estado decena de veces en la mansión desde entonces y siquiera había logrado ver al Príncipe, a pesar de saber que aún vivía allí.

Segundos eternos se pasaron, y sus ojos no lograron despegarse de esas cinco figuras que tanto había extrañado. Intentó contener sus lágrimas, pero fue en vano, al sentir los brazos del Príncipe fuertemente aferrados a alrededor y el roce de aquel minino de color rojo sobre su hombro y entre su cabello hasta acariciar su cuello, se derrumbó.

—¡Nyanmaru! Te extrañé.

—También los extrañé, chicos.

No se contuvo al corresponder al abrazo, y tampoco lo hizo cuando cuando corrió hacía el pequeño niño de hebras doradas y lo tomó entre sus brazos.

—Toki-kun —gritó con emoción, y el chico sonrojado la abrazó también.

Incluso a Heike le dedicó un sorpresivo y rápido abrazo. Sonrió a Yukihina, y finalmente se dirigió a él.

Había estado evitando mirarlo, incluso lo había dejado al último aun cuando era la primer persona en cuyos brazos quisiera haber saltado. Dejó escapar una sonrisa aún más grande que la traía consigo y sintió como sus rodillas se debilitaban al momento en que sus miradas se conectaron. Procedió a abrazarlo, pero se detuvo.

"Yo jamás perderé este encuentro."

Sus pies se frenaron abruptamente, deteniéndose a unos pocos centímetros de su cuerpo, dio un paso atrás, y secando disimuladamente las lágrimas de sus mejillas, le extendió cordialmente su mano.

—Ogami —saludó.

—Sakuraouji-san —respondió, y estrechó su mano con la de la chica.

Estaba sorprendido, pero lo disimuló, él sabía de donde venía su actitud. Sintió una mezcla de profundo orgullo hacia la chica frente a él, y un enorme vacío que se hizo paso en su interior.

No mucho más podía recordar de aquel día, él se había marchado casi inmediatamente después de la llamada de Sakura a la mansión, dejando atrás probablemente su última oportunidad de hablarle.

—Somos de mundos diferentes, este es tu agradecimiento por todo lo bueno que ha hecho por ti —se dijo a si mismo, antes de sentarse sobre la cama.

Llevó su mirada a un lado, y el reloj junto a su vieja fotografía de sus días juntos, marcaba las cinco de la mañana. No tenía sueño, su mente había estado torturándolo todo la noche. Sin embargo, se sentía demasiado cansado como para colocarse en pie.

Volvió a dejarse caer sobre la cama, y apretó sus ojos con fuerza, llevando el brazo sobre su frente. Se mantuvo así un instante, hasta que su celular sonó.

—Heike —se quejó al identificar el número.

Consideró ignorarlo, pero finalmente contestó.

—¿Qué?

—Tienes que venir a la mansión Shibuya —le ordenó la voz al otro lado de la línea.

—¿Por qué?

—Para empezar, el presidente ha sido secuestrado.


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—1667—

—Gracias por leer—

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