Sí, otro fic mío de mí. Don't judge me. Esta vez, será respecto a Avengers: Age of Ultron, o como dirían algunos: AoU Esta es mi expectativa de cómo puede terminar, ¿sí? Un hermoso Stony y Hulkeye para quienes quieran. [Steven Rogers/Anthony Stark - Bruce Banner/Clint Barton]

Si no te gusta este tipo de historias, favor de regresar por donde viniste. Gracias. Estoy de vacaciones (en una semana más y estoy en la escuela), así que por el momento podré actualizar un par de días más. Yei. Disfruten.

·Si pudiesen dejar un hermoso review, me darán más fuerza para continuar este fic.

Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen, son propiedad de Marvel & Disney. Sólo los agarré para crear esta historia.


Necesitas verte fuerte.

Capítulo Uno. Si tan sólo supieras cómo duele la culpa.

La culpa no era de él, ni de nadie. Bastantes fueron las vidas que se sacrificaron. No, no era su maldita culpa. Sin ganas aún de dormir, abrir los ojos en plena madrugada le funcionaba demasiado bien. No era que se encontraran en medio de la nada, no era de por sí el frío o siquiera la inquietud que tenía. La ansiedad y la culpabilidad le estaban comiendo por dentro. Con irritación golpeó la pared de su habitación.

— Si tan sólo pudiera, si tan sólo pudiera… —con voz ahogada y ronca, tembló por un momento. No había condición fuera de lo normal. No había números en esta ecuación, sólo la soledad y él. La desesperación era lo que lo mantenía aún despierto.

El sonido de los apagadores de las luces de la casa, comenzaron a escucharse hasta la habitación suya. Era momento de salir y dar un largo paseo hasta la nada y donde el viento lo llevara. Reaccionó segundos después de escuchar pasos dirigirse a su habitación, ¿tanto ruido hizo al golpear la pared? Bueno, estaba en silencio, ¿qué quería? El ruido tuvo que escucharse hasta afuera de la casa.

Al dirigirse a la puerta y abrir con la perilla, para su gran suerte, enfrente de la entrada se encontraba Banner, al menos no era alguien más que le sermoneara. Con una sonrisa característica de él, posó una mano en el hombro de Tony, dándole a entender que todo saldría bien. Bruce, abrió la boca para agregar algo a la silenciosa conversación que se instaló en la escena, sin embargo, Tony reclamó primero.

— No, sólo seré yo. Iré a tomar una caminata. Quisiera reacomodar mis ideas y las memorias. —entre palabras y un tono frío, calmó la interrogación de Banner. Con paso decidido, salió al pasillo para encontrarse con las escaleras.

Observó por última vez el rostro de su amigo. Y una sonrisa no muy convincente, bajó los escalones poco a poco, por no hacer ruido, para no distraerse más de lo debido.

Con una pequeña playera para dormir y unos pants de un color gris, salió a plena oscuridad. Aun cuando el reactor de su pecho le brindaba luz, no era la suficiente. El viento frío interactuando con el canto de los grillos, hacía que se relajara un poco más y tomara un respiro profundo antes de comenzar con su caminata. Maldita suerte la suya, quizá no había nadie a quien salvar ahora, tal vez el mundo entero lo odiaba. No era, no fue. Steve se encontraba en hospitalización por su miserable culpa, mientras que Thor se había ido a su pueblo lejano. No dijo nada a nadie.

Ella había enseñado cosas que jamás hubiera pensando tener en sus pensamientos. Tan tristes, y revivir el recuerdo de sus padres. No era lo que tenía planeado desde un principio. La culpa le hizo ver cosas que eran futuras, y que sucedieron. Tomó un respiro sólido mientras caminaba y veía el brillo de las estrellas combinado con el de la luna. Cerró su puño, con enojo hacía él mismo. Engreído, egoísta, que sólo le importaba su físico, de cómo se vería. No pensaba en lo que les sucedía a los demás, nunca.

Una lágrima cayendo, rodando encima de su mejilla, hizo que rápidamente se la limpiara. El gran Tony Stark, tenía sentimientos después de todo. Siguió caminando, hasta perder de vista la casa de campo. Sí, eso era verdaderamente algo increíble de saber: Clint Barton teniendo una granja, ¿quién lo diría? Viviendo lejos a la ciudad. Siquiera dio disculpas, no se disculpó con Steve. Todo era su culpa. Sentimientos errados, que jamás llegaron a él, comenzaron a entrometerse a su vida. Si tan sólo no hubiera ido a aquella presentación a Afganistán, todo lo que sentiría ahora no estaría pasando.

Eso no era lo que deseaba. No, no más dolor para los demás, ni para él mismo. Primero Pepper, después sus amigos, sí, a ese grupo de inteligentes –aunque no tanto como él- los consideraba amigos.

El frío era inminente, no se podía cubrir con casi nada. Era época de frío aún, enero. Mientras más lejano a la ciudad, peor el frío es. No le importó en lo absoluto, siguió su camino con lágrimas resbalándose por sus mejillas. Temblando por el frío, y estornudando de vez en vez. Era tiempo, tiempo de disculparse con todos ellos. Era tiempo de irse de sus vidas, que no sufran por culpa de él.

La luna, los grillos, parecía una canción de cuna. Sus ojos comenzaron a cerrarse poco a poco, sus pasos no eran más que centímetros. Se arrodilló en el suave pasto frío y delicado. No podía dejar de temblar, pero Morfeo hizo que parara. Durmió lo que no pudo hace unas horas atrás. Haría lo que tendría que hacer, no podía dejarlo así más tiempo. Pensando en lo último, dio por hecho que sus sueños no serían buenos, pero cerrar los ojos por un tiempo más no haría daño.

Despertó unas horas después, en un lugar cómodo, acolchonado con algo caliente arropándolo. Un escalofrío recorrió su columna. ¿Dónde se encontraba? Abrió por completo sus ojos, despertándose por completo.

— ¿Romanoff? —comentó con sorpresa. Ella le regresó una media sonrisa. Parecía ser sincera. — ¿Cómo?, ¿cuándo…?, ¿pensé que yo…? —no podía siquiera formular una pregunta bien. La sorpresa era mayor de lo que tenía aún de sueño.

— Calma. Hoy por la mañana, Bruce fue en busca tuya. —empezó a explicar con una voz ronca. Efectivamente, Banner no escondería bastante bien un secreto, pero hablando de Natasha, veía muy lejana esa opción. —Era cuestión de tiempo. Estaba preocupado, sabría que harías una estúpida acción. —juntó ambas manos. Y ella lo volteó a ver, observó detenidamente su rostro, ojos rojos y un par de ojeras se alcanzaban a ver. —No era el único que se encontraba preocupado por ti, Tony. —primera palabra de aliento del día.

— No sería de esperarse. —decía chasqueando la lengua. No estaba malhumorado, no se estaba echando para atrás, no era que se encontrara mal. —¿Natasha? —se acomodó en el sofá en el que durmió, probablemente una hora antes. —No quisiera que nadie más sufra. —agachó su mirada de la de ella. Probablemente Natasha no era el tipo de persona que podría lidiar con la situación, pero la ocasión lo ameritaba.

— Nada de lo que pasó fue tu culpa. —agarró una mano de Tony y la rosó con la su mano delicada. Ella se levantó de su asiento, y se sentó al lado de Tony. —No te culpes a ti. —expresó con una sonrisa completa y sincera. Se paró del sofá, no sin antes tocar el suave cabello de Tony.

Al menos se sentía mejor que la última vez, aquella que pasó meses antes. Después de que todo terminara de momento. Su estómago ahora reclamaba por algo de comida, por si fuera poco, él no había comido desde hacía un par de días. Después de enterarse de que Steve se encontraba en el hospital…

— Nat, no creo que sea un buen momento, pero… —comentaba un serio Clint con teléfono en mano. Su tono de voz, grave, serio, era lo que no le agradó a Natasha desde el momento en el que lo miró entrar por la puerta de la cocina. Agarró el teléfono de la mano de Clint.

— ¿Hola? —pregunta con tono delicado.

¿Romanoff? —del otro lado de la línea, una voz conocida hace que el corazón de Natasha acelere un poco.

— ¿Wilson? —preguntó con alerta. — ¿Qué ocurre? —nuevamente pregunta en alerta. La voz seria de Sam, no era lo que le preocupaba en ese momento.

Es Steve, creo que… Es mejor que vengan de inmediato. No puedo siquiera describir lo que ocurre. —definitivamente algo estaba mal. Del otro lado de la línea, la voz ronca de Sam mientras sus susurros no iban demasiado bien en la situación, hicieron que Natasha colgara inmediatamente.

Los dos agentes salieron rápidamente de la cocina. Natasha sólo llevaba un plato con un sándwich de atún para Tony, quien por sorpresa se encontraba sentado allí, aún en el sofá. Cabizbajo, parecía tener una pelea consigo mismo. Con un toque delicado en su hombro, Natasha, sin tener alguna expresión de sobresalto o de pánico –fácil para ella- ofreció el plato con el sándwich a Tony, pero él negó rotundamente el plato, retirándolo.

— Steve, ¿no es cierto? —dijo aún con la cabeza gacha. No era que había espiado, sino que la conversación se escuchaba hasta la sala en donde se hallaba. La casa no era tan grande que digamos, la cocina se encontraba a cinco metros de la sala. —Escuché. —todavía con la cabeza gacha, se levantó del sofá.

— Stark, necesitamos que te quedes aquí. —comentó Clint seriamente. —Últimamente no estás actuando de una manera adecuada, aparte, no has descansado bien ni has comido. —sin pensarlo, su voz seria, ahora parecía preocupada. —Al menos, ¿te has visto en un espejo? —la broma era inminente. Pero la seriedad y preocupación seguía en su semblante.

— ¡Es oportuno!, ¡la oportunidad lo es! —entre señas con sus manos y señalando la puerta, comentó casi en un grito, pero su garganta estaba más seca que un desierto. Tosió.

— Sabemos, todos lo sabemos, que no eres el único que se preocupa por él, no tanto como tú. —intentó calmar Natasha con una voz suave y calmada. El ambiente se hallaba en presión absoluta.

— Romanoff, ¿¡has visto cómo está él!? —fue exasperada su reacción. No sabían si haría algo tonto o haría algo malo. Sólo los dos personajes se le quedaron viendo unos segundos. —Iré. —con un toque de amargura en su voz, salió con llaves de una camioneta en mano.

— ¿Sabes lo que acaba de hacer? —preguntó Clint observando a Natasha, un poco sorprendido por lo que le había dejado hacer a Tony.

— No. A nosotros no nos tocaba esa visita. —reaccionó con un tono frío, seco. Tony, se encontraba en una situación terrible.

En las escaleras, se hallaba una figura. Banner, había escuchado toda la conversación, temía que por él sufriera su amigo aquellos sentimientos y esa desesperación. Si tan sólo le hubiera dicho antes lo que necesitaba él escuchar, nada de todo eso estuviera pasando.

Soltó un suspiro, y subió nuevamente las escaleras. Ahora, eran eternas a comparación de la bajada. Sus pensamientos rondaban en muchas cosas, las dos primeras: lo que ocurrió hacía unos meses atrás, y todo lo que estaba pasando en la casa. Todos se encontraban preocupados, tanto por la salud de Tony que por Steve y viceversa.

Recordaba haber tenido una plática con Rhodey, amigo de Tony, días antes de lo ocurrido. Había escuchado entre palabras, que Tony decidía hacer las cosas solo, no con ayuda de nadie. Eso era lo que le preocupaba en ocasiones. ¿Cómo había conseguido entonces el traje?, siempre pensaba en las infinitas posibilidades, pero al saber la historia detrás, nunca se imaginaba todo eso. En fin de cuentas, los dos se empezaron a llevar bien, con una comunicación casi inusual, pero como una relación de amigos informal.

Entre pasos lentos, llegó a su habitación. Cuando llegaron a la casa de campo de Clint, todos agarraron su propia habitación. Gracias que había más de un piso. Se acomodaron así: Clint, ya tenía su propia habitación en el piso de en medio, mientras que Natasha, Bruce y Tony, se quedaron en las habitación del último piso, y la habitación que faltaba, era para Steve, en el piso de en medio. Las recámaras se hallaban separadas una de las otras, las tres habitaciones del segundo piso, una se separaba por un baño completo común, una de las dos habitaciones tenía un baño completo privado, el primer piso sólo se hallaba un baño común, las siguientes tres habitaciones eran sólo alcobas. La planta baja, estaba integrada por una sala pequeña, con una cocina amplia y un pequeño patio con un hermoso jardín. Al lado de las escaleras, se hallaba un librero viejo, aunque con libros interesantes. Cada que alguien tenía insomnio, bajaba a las escaleras, y tomaba un libro y se acomodaba en el sofá, para después despertar en su cama cómodamente.

Los primeros días, fueron increíbles, pero después de dos semanas, todo comenzó a ocurrir. Parecía que todas las heridas que se hicieron durante la pelea, se abrieron paso noche tras noche, más para Tony. Él, cada que bajaba a desayunar, disimulaba que todo estaba perfecto, como siempre. Nadie le creía esas mentiras.

Cerró la puerta de su habitación y se recostó en su cama, mirando con atención el techo y sin pensar en nada. Su mente estaba en blanco, no podía pensar en otra cosa. Era suficiente. Se podía escuchar claramente como alguien subía las escaleras, y caminaba con silenciosos pasos el pasillo hasta la puerta de su habitación. Tocaron la puerta, Bruce, se limitó a decir un simple adelante. En la habitación se pudo sentir su presencia.

Un suspiro desgastado salió de su boca, ¿desde cuándo el equipo se comenzó a ir por su propia cuenta? Hacía menos de un año que se unieron, ahora que ese destello escarlata les hizo mirar lo peor de los demás, no es lo mismo.

— Nada es lo mismo. —decía en susurro Bruce. Sus brazos, abrazaban su cuerpo. Ironía era lo que sentía. —Sólo por ella cambiamos, y sólo por él estamos como estamos. —nuevamente tomó un poco de aire, soltándolo en un suspiro.

— No. —comentó Clint sentándose en la cama de Bruce. —Él nos hizo pensar eso. —se recostó al lado de Bruce, sonriendo levemente y mirándolo. —Él no nos cambió. Nosotros lo decidimos.

La mañana se había hecho eterna, la ciudad estaba lejos de donde se encontraban ellos. Jamás debió gritarle de esa manera a Natasha, pero su ira consigo mismo le limitaba pensar dos veces. Se rascaba su nuca de vez en vez, y pensaba en las posibilidades del porqué de la llamada de antes. Intentaba no pensar en lo más inútil posible. Sí, no quería más sacrificios por los cuales no valdría pena.

Después de una hora completa yendo por el camino correcto, llegó a su destino. El hospital del pequeño pueblo, o en dado ciudad. Estacionó la camioneta en un lugar no muy lejos de la entrada principal del hospital. Y con disimulo entró al mismo, en la recepción lo atendió una mujer de mediana edad, rubia con unos ojos hermosos.

— ¿Tony Stark? —preguntó la mujer con una sonrisa radiante. Él sólo asintió con su cabeza. Sabía perfectamente que Fury había mandado indicaciones específicas al hospital. Tal como secreto. Hasta en ese mismo hospital trabajaba personal aún de SHIELD, los que se llegaron a salvar.

Entre puertas, y unos cuantos pisos más arriba, llegaron al fin al cuarto donde se encontraba Steve. ¿Qué pasaba?, ¿qué ocurría? La mujer lo dejó en el cuarto exacto, sin embargo, una mano se posó en el hombro de Tony, por lo que volteó con rapidez.

— Calma. Anthony Stark, ¿no es así? —preguntó casi insatisfactoriamente, temiendo que fuese alguien más. —Sam Wilson. —extendió la mano.

— Sí, Tony Stark. —extendió también la mano, entendiendo el ceño.

— Pensé que llegaría Natasha. Ella fue quien contestó la llamada. —comentó algo confuso.

— Sí, igual yo. Cambio de planes, amigo. —aún sin comer o dormir, aquel toque sarcástico jamás se iría de él. Era una seña peculiar en él. — ¿Qué ocurrió? —preguntó con vacilo. ¿Había sido una buena decisión haber preguntado tan presuroso?

— Hace un par de horas, dicen los enfermeros y doctores que sus respuestas verbales, no son buenas que digamos. Le han hecho pruebas neurológicas, y aunque suene raro admitirlo y viniendo de Steve, su nivel de conciencia, patrón respiratorio y demás. Tal vez sea un diagnóstico presuroso, pero puede haber síntomas de un coma. —explicó Sam con delicadeza y lo más tranquilo posible.

— Espera, ¿qué? —con sorpresa abrió sus ojos. Observó la ventana que traspasaba al cuarto. Dos enfermeras se encontraban observando sus niveles, como se hallaba. Antes de que pudiera formular otra palabra… Un pitido destacó en sus oídos.

El rostro de Steve, con grandes cicatrices, él fue quien había sufrido demasiado más que los demás, más que Bruce, más que Thor. ¿Por qué siempre tiene que tomar el camino difícil? Tony, quien observaba del otro lado de la ventana, se quedó observando la escena trágica. Sintió una mano en su hombro, recibiendo apoyo del propietario. Eso no era lo que quería.

Segundos después, agachó su cabeza. Y con un simple: gracias abandonó el pasillo, sentándose en una de las bancas que el pasillo del piso ofrecía. Con manos en su rostro, cubriéndolo por completo. Gritó como si no hubiera mañana.

— ¡Rayos!, ¡rayos! —decía entre palabras forzadas.

Habían pasado no menos de cuatro horas. Nada de noticias, y Sam se encontraba a su lado, sin decir alguna palabra al respecto. El silencio era ahora su amiga con la que podía hablar. Su estómago reclamaba algo de comida, mientras que sus ojos pedían un descanso. Observó con atención el clima que se miraba a través de las ventanas. Gris, con pequeñas gotas de lluvia disparadas de las nubes y golpeteando las ventanas.

— Iré a caminar. —se paró del asiento sin voltear a ver a Sam, él sólo se limitó a asentir con su cabeza.

Al salir por la puerta del hospital, observó que la lluvia se intensificaba más. Caminó hacia su derecha, sin rumbo. Las personas con paraguas y él sin nada que lo protegiera. Sin embargo, una silueta entre la lluvia, hizo que parara su camino, esta persona se acercó a él, llegando hasta donde estaba.

— Tal vez la cercanía no lo fue todo, no más que tu culpa, ¿no es así, Stark? —susurró.