Polvo de Estrellas.

Disclaimer: Los personajes le pertenecen a J.K. Rowling, yo sólo los uso un ratito.

Este fic participa del reto "Amortentia al Azar", del foro La Sala de los Menesteres.

"Because you're a sky, because you're a sky full of stars, I'm going to give you my heart. Because you're a sky, because you're a sky full of stars, Because you light up the path."

(Porque tú eres un cielo, porque eres un cielo lleno de estrellas, voy a darte mi corazón. Porque tú eres un cielo, porque eres un cielo lleno de estrellas, porque iluminas el camino.)

Coldplay – A sky full of stars.

Capítulo Uno.

El chocolate une a las personas.

Ted Tonks suspiró por quincuagésima vez en lo que llevaba de clase, mientras observaba cómo Slughorn desfilaba de un lado al otro, con expresión meditabunda, caminando en círculos alrededor de las mesas abarrotadas de concentrados alumnos, que revolvían con concentración sus calderos rellenos con Amortentia, poción que venían trabajando ya hacía unas tres semanas.

Sus ojos mieles estaban fijos en el caldero, que desprendía numerosas volutas de humo en forma circular que ascendían, perdiéndose en la inmensidad de la mazmorra. Se acercó a observar si había logrado el brillo nacarado que debía obtener para estar bien realizada, cuando un olor dulzón llegó a su olfato.

–¿Chocolate? –Su voz sonó confundida, similar a un murmullo. Se estaba preguntando quién podría oler a chocolate cuando notó un sonido a su izquierda: Andrómeda Black, su compañera de banco, había volteado hacia él, sus ojos grises abiertos desmesuradamente.

Y entonces lo recordó.

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Era una de aquellas tardes frescas que anunciaban a voces que un invierno frío y crudo estaba ya a la vuelta de la esquina. Las mejillas rojas se multiplicaban, y una repentina gripe había atacado a aproximadamente medio alumnado, especialmente al grupo de jóvenes que se escaqueaba de las clases para internarse en el Bosque Prohibido sin importar el frío monumental que se gestaba afuera.

La profesora Merrythought les sonrió a modo de bienvenida cuando un tembloroso y bastante asustado grupo de alumnos atravesó el umbral de la puerta en una vacilante fila india, con la mirada puesta detrás de ella, en un armario que se movía incesantemente, haciendo que el piso de madera temblara con irregularidad.

Bienvenidos, queridos. Su suave voz se impuso ante el expectante alumnado. –Hoy tendremos una clase muy especial, como ya se habrán dado cuenta. –Con una pálida mano, señaló el entorno que los rodeaba. –Hoy veremos los Boggarts. ¿Alguien sabe qué son?

Edward Lupin sonrió al sentir el rumor de una mano alzándose como una flecha, y volteó a ver a la bella y orgullosa Andrómeda Black, que observaba a la profesora con sus ojos muy abiertos.

¿Sí, señorita Black? –Repuso la profesora, sonriente.

Los Boggarts son seres que no tienen forma y, al uno enfrentarse a ellos, adquieren la forma de aquello a lo que más temen. –Andrómeda sonrió, acomodándose la larga melena castaña que tenía recogida en una pulcra coleta de caballo.

¡Exactamente! ¡Diez puntos para Slytherin! –La voz de Merrythought sonó jovial, y una sonrisa de orgullo se dibujó en los rosados y carnosos labios de la muchacha de ojos grises. –Bien, queridos. Ahora se enfrentarán a su peor miedo. Deben recordar que no es real, y que lo que acaba con un Boggart es la risa. Para ello, cuando estén frente a él deben pronunciar: ¡Riddikulus! ¿Quedó claro?

Docenas y docenas de alumnos pasaron frente al armario, y el dichoso Boggart fue metamorfoseándose en diversos objetos, e incluso personas: arañas, serpientes, e incluso un payaso de ésos que solían estar en los parques muggles.

Hasta que llegó su turno.

Ted alzó la cabeza, se cuadró de hombros y tragó grueso antes de enfrentar al armario. Cerró sus ojos fuertemente al sentir el chirrido de la puerta abriéndose, y volvió a abrirlos, presenciando ante sus ojos un espectáculo que le heló la sangre.

Su familia estaba allí, sonriente, mientras una sombra negra se cernía ante ellos. De repente, un rayo de luz verde golpeó en sus espaldas y, paralizado, el muchacho de cabellos rubios observó cómo sendos cuerpos caían, desprovistos de vida, al suelo.

Olvidó que todo era ficticio, dejando de lado el ser racional que solía ser, y las lágrimas comenzaron a derramarse por sus mejillas. Estaba perturbado, congelado, y ni siquiera el firme "¡RIDDIKULUS!" que una voz conocida para él había lanzado, desgarrando el incómodo silencio, pudo detener el manto oscuro que cubrió sus ojos de repente.

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Un sacudón.

Dos sacudones.

Tres sacudones.

Sus ojos comenzaron a abrirse, lentamente, más por inercia que por otra cosa. Ante él, un rostro salpicado levemente por unas pequeñas pecas del color de la canela dibujaba una mueca de preocupación que, de no ser por encontrarse en una especie de trance, le hubiera resultado adorable.

¿Estás bien? –El suave y delicado tono de la voz de Andrómeda Black llegó lejano, casi como un susurro, a sus embotados oídos. –¡Joder, Tonks! ¿Qué te pasó?

Otro sacudón más bastó para volver a Ted a la realidad, quien se incorporó como pudo, notando que estaba tumbado en el frío suelo de algún aula perdida. Al abrir los ojos completamente, notó que la pequeña y delicada mano de la pequeña de las Black se extendía hacia su dirección, y un gran trozo de chocolate reposaba quedamente entre éstas.

Come. Te ayudará, créeme. –Ted arqueó una ceja. La muchacha, al ver que no lo tomaba, frunció la nariz con disgusto. –¡Oh, vamos! ¿En serio? ¡He salvado tu trasero con el Riddikulus, le he pegado un puñetazo en la nariz a Rita Skeeter por burlarse de ti, te he arrastrado hasta aquí yo sola y todavía crees que quiero envenenarte o algo parecido? ¡No jodas, Tonks!

¿Debería hacerlo? –Una sonrisa de medio lado ocupó la cara del muchacho, que notó que la jovencita se encontraba dolida por su actitud esquiva.

Las comisuras traicionaron a Andrómeda y comenzaron a elevarse, formando dos adorables hoyuelos en sus rosadas mejillas. Una melodiosa carcajada escapó de sus labios, y a Ted le sonó como música para sus oídos.

Idiota. –Entre risas, la castaña depositó un golpe cariñoso en su hombro, y el Hufflepuff notó que nunca había sentido nada parecido desde que había metido los dedos en el enchufe a los dos años de edad.

Y así comenzó su curiosa relación con la aún más curiosa Andrómeda Black.

¿Quién diría que el chocolate podría unir de esa manera a las personas?

¡Buenas y santas! Bueno, espero que les guste y quiero aclarar que, a pesar de haber estado aquí durante más de seis meses, sigo siendo un queso con la separación de los párrafos y mis textos me quedan absolutamente comprimidos, así que perdón por eso.

Creo que me tengo que convertir en Flash (el fic participa en el concurso que mencioné previamente de La Sala de los Menesteres, y tengo que subir dos capítulos más antes de mañana, así que veré qué hago, ya que mi computadora me anda asquerosamente horrible), pero espero lograrlo.

Espero que les haya gustado, y les pido por favor si pueden dejar su review (sea bueno o malo), así sé qué les pareció.

¡Saludos!

Martu.