I

El ejemplar de El Profeta arrugado y medio destrozado del día anterior seguía en su escritorio. La fotografía que ocupaba la primera portada mostraba una enorme calavera con una serpiente metiéndose por sus orificios, dibujada en el cielo de Londres.

Lily Evans estaba recogiendo los últimos libros y metiéndolos en su baúl. Vestía el uniforme y la túnica de Hogwarts y su varita estaba lista en el bolsillo de esta. Una sonrisa iluminó su rostro cerrar el baúl.

Era uno de setiembre e iba a empezar su séptimo año en Hogwarts.

Su último año en el Colegio de Magia y Hechicería.

Se asomó a la ventana de su habitación y miró el cielo. Las nubes grises anunciaban el suave chirimiri del otoño. Se habían acabado los días soleados y calurosos del verano. Recorrió con la mirada su calle, llena de árboles con hojas de colores rojizos y castaños que salían volando cada vez que soplaba el viento. Al final de la calle vio la casa. Cerrada a cal y canto. Abandonada tras la repentina muerte del señor Snape a principios de verano y la señora Snape a mediados de este. Los vecinos ignoraban si había habido funeral, así como ignoraban el paradero y la suerte del retoño de los Snape. Nadie se había preocupado de él, ni siquiera Lily. Ella podía hacerse una vaga idea de su paradero y de lo que estaba haciendo. Se le revolvía el estómago cada vez que leía los titulares de El Profeta y relacionaba las fatales noticias del mundo muggle con las del mundo mágico, pues sabía que él había tenido que ver en esas masacres.

Lily llegó hasta el escritorio, agarró de un manotazo el ejemplar del periódico mágico del día anterior y volvió a leer el titular: "Conversión masiva. Decenas de brujos y brujas se definen fieles al mago oscuro." Enfadada, se dejó caer sobre su baúl y volvió a mirar la fotografía. No debía y no quería, pero cuando algo está a punto de terminar es imposible no recordar cómo comenzó. Siete años atrás Severus Snape le había prometido que estarían juntos desde el comienzo hasta el final de Hogwarts. Claro que siete años atrás eran niños y siete años atrás un mago oscuro no le había declarado la guerra al mundo mágico. Siete años atrás Severus Snape era su amigo y no un asqueroso mortífago. Lily tiró el periódico a la basura, embrujó su baúl y abandonó su habitación. Era la última vez que malgastaba su tiempo pensando en él.

'¿Tuney?' – Lily picó en la puerta de la habitación de su hermana mayor, pero no obtuvo respuesta. Rodó los ojos y se aclaró la garganta. – 'Petunia Evans, sé que estás ahí. No me obligues a echar la puerta abajo por mis métodos tan poco ortodoxos. Vengo en son de paz a despedirme. No me volverás a ver hasta junio.'

Lily esperó en silencio como una tonta a obtener una respuesta que nunca llegó. Suspiró y decidió usar la táctica.

'Tres…' – Contó en voz alta. – 'Dos…'

Petunia Evans le abrió la puerta antes de llegar al uno, reflejando un miedo en el rostro que desapareció al ver que su hermana pequeña no tenía el peligroso palo en las manos. Tuney le dedicó una desagradable mirada a Lily y ella no la culpó, James se había pasado tres pueblos con el novio de su hermana mayor una vez que coincidieron los cuatro en su casa. Las leyes mágicas necesitaban una reforma inmediata, pensaba Lily, para evitar cosas como esas. Lily abrazó a su hermana y bajó por las escaleras sin esperar ni obtener respuesta.

Lily se plantó frente al espejo del recibidor con una sonrisilla de orgullo. Sacó una diminuta placa de su bolsillo y se la colocó en la túnica de Hogwarts. La placa dorada rezaba "Premio Anual". Ni se preguntó quién sería el otro Premio Anual, daba por supuesto que sería Remus Lupin. Suspiró con satisfacción al imaginarse las tranquilas tardes de estudio que le esperaban junto a Remus en la tranquila torre de los premios anuales, lejos de las maquinaciones su novio, James Potter. Lily sabía que no iba a ser un año tranquilo, pues James había sido claro una de aquellas tardes de verano mientras paseaban por Londres: "Lily, solo te digo que es mi último año. Tengo que dejar huella en Hogwarts, mi amor. Lo siento por ti."

Lily miró nerviosa el reloj del recibidor mientras se ponía la chaqueta y vio que faltaba algo más de media hora para volver a ver a James. A pesar de todas sus marcadas diferencias, Lily quería a James con locura y no soportaba pasar mucho tiempo sin él. No desde que casi había perdido a James para siempre a finales del curso pasado por culpa de aquel grupo de Slytherins que también intentaron acabar con ella en su momento por ser hija de muggles. Sangre Pura, los desgraciados seguidores de Lord Voldemort, entre los cuales estaba Severus Snape, que una noche antes se habían convertido en mortífagos.

Lily se ajustó bien la bufanda y la boina, aquella que había comprado en Francia la semana que estuvieron en casa del hermano de Anthea. Se colocó el cabello pelirrojo, se miró con sus ojazos verdes en el espejo y sonrió contenta al verse bien. Salió de casa con una radiante sonrisa pintada en el rostro, emocionada por volver a Hogwarts.

James Potter volvió a llamar a su madre, exasperado. Tenía la mitad del cuerpo sacado por la ventanilla trasera del costoso coche muggle de su padre y gritaba a pleno pulmón:

'¡¡¡¡MAMÀÀÀ!!! ¡¡¡VAMOS A LLEGAR TARDE!!!'

'James, hijo, intenta tranquilizarte.' – Le pidió su padre, que estaba apoyado en la puerta del copiloto, aún sabiendo que era imposible que James se quedara quieto. – 'Falta más de media hora para que parta el tren. Tenemos tiempo de sobras.'

'¡Lily va a estar ahí de las primeras! ¡No la voy a hacer esperar!' – James se despeinó el cabello negro, histérico. Cogió aire y volvió a gritar: - '¡¡¡MAMÀÀÀ!!!'

'¡Por Merlín, James! ¡Cállate!' – Le gritó su padre, ya harto. – '¡Vas a despertar a todo el vecindario! ¡Estás no son horas!'

'Muy bien.' – James se metió en el coche y sus vivaces ojos castaños se clavaron en las llaves del coche que estaban puestas en el contacto. Una sonrisa traviesa se extendió por su rostro. – 'Papá, nos vamos sin mamá si no aparece en cinco minutos, ¿vale?'

Charlus Potter contó hasta diez con los ojos cerrados para tranquilizarse. Era en momentos como aquél cuando se preguntaba porqué había decidido tener un hijo. Pensó en su otro hijo con anhelo. Si Sirius hubiera estado allí, James hubiera estado distraído maquinando con él las gamberradas que harían ese mismo día y no poniéndole la cabeza como un bombo. Pero claro, Sirius había decidido aprovechar al máximo sus vacaciones en Grecia con su chica, Sam Hewitt. Una carta de Sirius del día anterior les había informado de que él y su novia estaban ya en Londres y que habían decidido alojarse en una posada aquella noche, pues se iban a pasar la tarde comprando todo el material necesario de aquel curso a última hora. Charlus Potter se preguntó como se las apañaba Sirius para soportar a su hijo todo el año, pues seguía escuchando de fondo a James refunfuñar. Por suerte, su mujer, Dorea Potter, salió de casa y James dejó de taladrarle la cabeza. El alivio fue notorio. Charlus Potter se giró para meterse en el coche y…

'¡¡JAMES POTTER, SUELTA EL VOLANTE AHORA MISMO!!'

Como James no tenía ni puñetera idea de conducir un coche muggle, acabó por estamparlo contra la verja del jardín. Si Charlus Potter no mató a su querido único hijo por aquella abolladura en el capó del coche, fue solo por su esposa. Dorea estaba encantada con la plaquita dorada que James llevaba colocada en la túnica abierta de Hogwarts y se las pasaba todas.

'¡Mi niño siendo Premio Anual!' – Exclamó la madre de James por enésima vez una vez se pusieron en marcha. – '¡Estoy tan orgullosa de ti, cielo! ¡Seguro que Lily también lo estará!'

'Y lo mejor de todo mamá…' – Comentó James con aquella sonrisa arrogante que tanto le caracterizaba. – '…es que los Premios Anuales tienen una torre para ellos solos. ¡Ja! ¡Sirius se va a morir de la envidia!' – James suspiró satisfecho, se repantigó en el asiento y colocó los brazos tras la nuca.

Remus Lupin se golpeó la frente con el cristal de la ventanilla y se despertó de un sobresalto. Dormir con el ruidoso traqueteo del tren era casi imposible. Se frotó los ojos de color ámbar con la mano, antes de intentar enfocar la hora en su maltrecho reloj de muñeca. Tenía ojeras moradas y un par de rasguños en la cara, además del cuerpo engarrotado y dolorido, resultado de una noche de luna llena. Una sonrisa se dibujó en su rostro cansado cuando anunciaron que la próxima parada era la estación de King's Cross. Quitó de su regazo el gato de Sam, del que había estado haciendo de niñera mientras ella y Sirius pululaban por Grecia aquella última semana de vacaciones y se estirazó. Trató de peinarse un poco con la mano el cabello rubio para tener un aspecto algo más decente y se dispuso a bajar su equipaje. Consiguió bajar el pesado baúl a pulso sin que se le cayera y agarró el libro que había estado leyendo antes de quedarse dormido. Una fotografía cayó de él.

Remus esbozó una sonrisa al verse a él con aquella chica de rostro aniñado en la fotografía animada. Se moría por verla. Estaba seguro de que iba a volver a quedarse sin habla otra vez en cuanto la tuviera delante. Ya le pasó cuando Ió llegó a la mansión de William y Ayleen Landry. Ió estaba más hermosa que la última vez que la vio aquel treinta y uno de junio, pues aunque su rostro aniñado no había cambiado en nada, su cuerpo no había seguido la misma pauta. Y Remus era un trozo de pan y tenía un corazón bondadoso - aunque pareciera algo prohibido para un licántropo- pero no era de piedra. La atracción que le provocaba Ió era ahora una atracción fatal. Si antes la quería y deseaba, ahora ya no sabía qué nombre ponerle a lo que la Ravenclaw le provocaba. Pero claro, hasta nueva orden, él y Ió eran solamente amigos, así que había tenido que reprimirse todas las veces. Lo peor de todo era que el capullo de Sirius se había dado cuenta de cómo se encendía él y había amenazado con que se le escapara algo delante de Ió accidentalmente. De ahí que estuviera haciéndole de niñera del gato de Sam, que era de todo menos cariñoso.

Porque claro, Lily había estado fuera aquella última semana también, a Anthea y a Axel no le podían mandar con una lechuza al gato hasta Francia, a Ió no había quien le pasara nada sin que fuera sometido a una vigilancia extrema por parte del Ministerio, de Peter no se fiaban nadie, Kaienne seguía desaparecida en algún lugar remoto de la faz de la tierra con su novio y de James…Sam no quería que su gato acabara con una cresta teñida de rosa a lo punky y el resto del pelo rapado al 0. Así que, traicionado por sus hormonas y vilmente chantajeado por su amigo, Remus se había visto convertido en la niñera oficial del gato de Sam. Sirius se las iba a pagar en grandes cantidades de chocolate, Remus lo sabía. Solo tenía que esperar a que metiera la pata y Remus estaba seguro de que Sirius no iba a tardar ni dos días.

Por fin el tren se detuvo y una voz neutra y profesional de mujer anunció que habían llegado a King's Cross.

Ió Keith estaba impaciente dando vueltas en su enorme habitación como un león enjaulado. Había perdido la cuenta de cuantas veces había hecho y desecho las dos pequeñas trenzas rubias para matar el rato. Estaba ansiosa por pisar el andén 9 y ¾ para reencontrarse con sus amigas y con él. Sus grandes ojos azules volaron a la fotografía que había encima de su baúl. En ella, Remus Lupin y Ió salían abrazados en la entrada del castillo de Vitré. Sonrió con cariño y besó la fotografía. Aún pensaba en montarle un altar a Anthea por aquella semana inolvidable en la Bretaña Francesa, donde el hermano mayor de esta se había instalado.

Recorrer la hermosa ciudad medieval de Vitré de la mano de Remus, sintiéndose tan cómoda y tan bien con él a su lado, había hecho que sus últimas dudas se disiparan con un soplo de viento. Ió había terminado por aceptar, después de largos meses de dudas y de miedos, que la Licantropía era parte de Remus y que no por eso él era un monstruo peligroso como decían los libros y las leyendas. Ió Keith le había dado prioridad a la única certeza que ella tenía por propia experiencia: amaba a Remus. Tan simple y fácil como eso. Pero claro, ¿tendría el valor para decírselo a él? Se mordió el labio y se puso colorada solo de pensarlo, pero a pesar de la vergüenza que sentía, se dijo que no iba a perder el tiempo.

Guardó la foto en el baúl y lo cerró. Su mirada volvió al maldito reloj de su habitación. Trataba de sobrellevar lo mejor posible la espera, pero estaba teniendo poco éxito. ¿¡Por qué no pasaba el tiempo!? Casi había dibujado un sendero en el suelo de su habitación de tanto ir y venir. Por fin, su elfina doméstica se apareció en su habitación para avisarle:

'Señorita Ió, sus acompañantes ya han llegado. Su madre la espera en el salón principal junto a ellos.'

'¡Vale! ¡Muchas gracias!'

Estuvo a punto de desnucarse al bajar tan rápido las escaleras cuando la pierna izquierda, aquella que el Sangre Pura Antonin Dolovh le había roto a finales de junio en aquella batalla, le falló. Recuperó el equilibrio rápidamente y siguió a la misma velocidad. Llegó al comedor jadeando por la carrera y allí, frente a la chimenea, estaba su escolta.: una muchacha bajita de cabello castaño oscuro y un chico alto y delgado de aspecto serio. Nada más y nada menos que Alice Shackbot y Frank Longbottom.

Era impensable que los Keith salieran a la calle sin protección debido a los despiadados fieles del mago oscuro. La familia entera era consciente de que no durarían ni un mísero segundo vivos debido a que Robert Keith, el padre de Ió, era el centro de la oposición contra Lord Voldemort. La Ravenclaw sonrió contentísima antes de saltar a los brazos de la ex-estudiante de Hogwarts.

Anthea Landry se escondió tras la columna al verles. Apoyó la frente en los ladrillos rojizos de la columna y cerró los ojos castaños fuertemente, como si el hecho de no poder verlos pudiera hacer que ellos no la vieran. Axel y Darren Lance siguieron con mirada atenta el recorrido de aquella pareja de bien vestidos y enjoyados brujos que ni se habían molestado en vestirse a lo muggle y que estaban atrayendo todas las miradas de los viajeros.

'¿Se han ido ya?' – Preguntó la Anthea con voz contenida, sin atreverse a abrir los ojos.

Axel se metió tras la columna y la cogió de la cintura para ponerla de cara a él. Los ojos castaños de Anthea se encontraron con los azules de su novio. Axel le sonrió y le apartó de la cara el cabello rubio, antes de inclinarse sobre su moreno rostro y besarla en los labios suavemente. Cualquier atisbo de ira se esfumó en la cara de la muchacha y su expresión se volvió dulce con aquel contacto.

'Si te quedas aquí no te verán. Darren está vigilando sus movimientos.'

'¿Me están buscando, verdad?' – Preguntó con rabia. Axel asintió. – 'Pues solo me verán en fotografía, aunque me reviente tener que esconderme. Te dije que vendrían.' – Masculló enfadada para después suspirar. – 'Menos mal que Dumbledore me ha hecho este favor. No sé cómo habría llegado a Hogwarts si no pudiera pasar por esa barrera especial con Ió.' – Anthea le sonrió con algo de nostalgia y le acarició la mejilla. – 'Hogwarts no va a ser lo mismo sin ti. Ni el equipo, ni la Torre de Gryffindor, ni la Sala de los Menesteres…'- Añadió con una mirada pícara y una sonrisa juguetona. – 'Te voy a echar muchísimo de menos.' – Anthea rodeó la cintura de Axel con los brazos y le mordió el labio inferior. – 'Creo que tengo todas las papeletas para volverme loca este año porque no vas a estar conmigo.' – Giró a Axel hasta ponerle con la espalda contra la columna y le besó con furia.

Axel y Anthea se habían pasado el verano entero juntos, a caballo entre la casa de William Landry en Francia y la casa de los Lance en Inglaterra. Habían paseado cogidos de la mano por calles llenas de gente, se habían besado cada vez que les había apetecido delante de cualquier persona, se habían dicho "Te quiero" y "Te amo" sin importar que alguien más pudiera escucharles. Aquel verano, Anthea y Axel, noble y mestizo, le habían gritado al mundo entero que se amaban.

Para ambos había sido el mejor verano de sus vidas.

Darren, que se asomó en ese preciso momento para comunicarles que Ió y su escolta acababan de entrar en la estación, puso los ojos en blanco al ver a Anthea metiéndole la lengua hasta la tráquea a su hermano. Había visto tanto entre esos dos durante la semana que pasó en Francia con ellos y los demás, que ya era imposible que se asustara.

'¡Eh!' – Les gritó para llamar su atención, algo impaciente. Darren le había prometido a su novia, Lyn Swan, que iría a despedirla al andén y estaba impaciente por verla. – 'Cuando dejéis de manosearos podéis ir pasando. Longbottom me está haciendo señales.'

Axel le cogió la cara a Anthea y la apartó suavemente.

'Ya vamos, Darren.' – Le dijo a su hermano sin ocultar su fastidio. Anthea le besó el cuello y él se estremeció. Axel decidió poner un poco de distancia entre sus cuerpos. – 'Anthea, amor, relájate por favor.' – Murmuró, colorado hasta la punta de la nariz. – 'Se supone que nos despedimos bien esta mañana.'

Anthea sonrió con suficiencia, le besó una última vez en los labios y asomó la cabeza para ver si sus padres estaban por allí. Darren, que tenía localizados a los padres de Anthea, les hizo un asentimiento con la cabeza.

'¿Vamos?'

Axel se colocó a su lado de manera que conseguiría ocultarla con su cuerpo si a los padres de Anthea se les ocurría mirar en aquella dirección.

'Vamos.' – Aceptó ella.

Agarrados de la mano, se dirigieron hacia los lavabos muggles donde Frank Longbottom estaba esperando. Ió y Alice ya estaban dentro, listas para atravesar aquella barrera mágica que había abierto la Orden del Fénix en cuanto Anthea llegara. La habían abierto por orden de Dumbledore, con la finalidad de pasar a la hija de Robert Keith sin que tuviera que exponerse hasta llegar al andén 9 y ¾. Allí, en la barrera de cada año, los gemelos Prewett montaban guardia para que no se colara nadie indeseado como los padres mortífagos de Anthea en aquel lugar atestado de niños.

No era propio de Anthea Landry esconderse de nada o de nadie, pero sin embargo lo estaba haciendo. No por motivos de seguridad, pues Anthea no estaba amenazada de muerte como toda la familia Keith, aunque tampoco era muy bien vista por los brujos que creían en la pureza de la sangre por haber sido la pieza clave para expulsar a los Sangre Pura de Hogwarts, sino porque no quería ver a sus padres. Nunca jamás perdonaría a su padre por aquel bofetón que le dio cuando se declaró contraria a la ideología de Lord Voldemort y confesó haber sido la espía de los Sangre Pura. Los señores Landry, aquellos a los que la Comunidad Mágica tenía un grandísimo respeto, con los que nadie jamás se atrevería a meterse y que no rendían cuentas a nadie más que a Voldemort, se habían pasado el verano arrastrándose para que su amada hija traidora a la sangre, el tesoro de la familia Landry, les perdonara. Anthea quemó cada una de las cartas que recibió de ellos sin abrirlas, pues no le interesaban sus disculpas o excusas.

El andén 9 y ¾ estaba abarrotado de jóvenes y niños vestidos con las túnicas de Hogwarts. Los alumnos de Hogwarts se reencontraban tras los meses de verano con abrazos, gritos de emoción y sonrisas de alegría. Se iban formando poco a poco los diversos corrillos de amigos y compañeros que se explicaban lo que habían hecho durante el verano y que comentaban, con ilusión algunos y pocas ganas otros, el nuevo curso que iban a comenzar. Muchos de esos alumnos se apresuraban en reservar un vagón en el impresionante tren escarlata, el Expreso de Hogwarts.

Peter Pettigrew, rubio, bajito, regordete y muy mareado por el viaje en tren, esperaba impaciente en el andén 9 y ¾ a que llegaran sus amigos. Se había quedado pegado a la pared, medio escondido de los miembros de la casa de Slytherin que le dedicaban miradas envenenadas. No era tan idiota como para devolvérselas, pues sabía de sobras que la mitad eran hijos de aquellos que se dedicaban a matar gente sin ninguna clase de escrúpulos. Partidarios de Lord Voldemort que aquel verano había conseguido más adeptos y que parecía alzarse con más poder que nunca. Ya nadie recordaba a Tom Riddlel, aquél joven y apuesto aspirante a miembro del jurado, ahora la comunidad mágica conocía al peligroso Lord Voldemort.

Peter estaba asustado. Por una vez en todo lo que llevaba en Hogwarts no le importaría tener que pasar un año más en la escuela. Claro que eso jamás lo admitiría en voz alta, pues Sirius se reiría de él hasta quedarse a gusto y James trataría de animarle y cuando no obtuviera resultado, le consideraría un cobarde. Remus le sonreiría amablemente, como si nada pasara, aunque tampoco estuviera orgulloso de él. ¿Y si se separaban de él por ser un miedica? No, entonces si que estaría perdido. Eso sí, ese año a él no le iban a meter en percales tan peligrosos como los del año anterior. Era joven y tenía un futuro por delante, no sentenciaría su vida por enfadar a los creyentes de la sangre limpia. No cuando al año siguiente no estarían ni Hogwarts ni Dumbledore ni sus amigos para protegerle las 24 horas del día.

Peter levantó la mirada del suelo al oír aquella voz tan conocida. Una voz masculina, impaciente y llena de energía.

'¿La ves? Remus, que no la veo. ¿Y si le han hecho algo esos cabronazos de Slytherin?' ¿Qué miras? ¡Sí, os acabo de llamar cabronazos! ¡A todos los de tu casa! ¿Algún problema?'

Peter rió divertido y al momento se sintió aliviado y reconfortado. No le podía ver aún, pero estaba seguro de que ese era James. El único capaz de armar follón a primera hora de la mañana y antes del primer día de curso.

'James, por Merlín, cierra el pico. Solo llevamos dos minutos aquí.'

Y ese era Remus, como siempre intentando refrenar a James. Peter arrastró su carrito con algo de dificultad y al esquivar a un grupo de niños de primero o segundo que estaban con sus padres, les vio. Ahí estaban: James, alto y fuerte, encarado a un estudiante de séptimo o sexto de la casa de Slytherin y Remus, alto, de aspecto frágil y cansado, agarrándole de la túnica de Hogwarts.

'¡James! ¡Remus!' – Les llamó emocionado. – '¡Estoy aquí!'

Los dos aludidos miraron en su dirección a la vez.

'¡Colagusano!'

James y Remus corrieron en su dirección y se fundieron en un abrazo. El licántropo puso los ojos en blanco cuando James levantó a Peter y comenzó a dar saltos a la vez que giraba y gritaba como un loco. Finalmente, James se cansó y bajó al suelo a un muy mareado Peter que tuvo que apoyarse en la pared. Un grupo de chicas de séptimo Huffelpuff que pasaron por al lado de ellos se comieron con los ojos a James, le sonrieron tontamente a Remus y se rieron de Peter.

'¡Hola Potter!' – Chilló una de ellas con voz melosa, deteniéndose.

'¡Menudo bronceado!' – Le halagó otra.- '¡Estás guapísimo!'

Remus se pasó la mano por la cara en un gesto de desesperación cuando James exhibió su magnífica sonrisa chulesca y se despeinó el cabello negro, arrancando suspiros en el grupo de chicas. Como siempre, el muy atento y educado James Potter tuvo que preguntarles cómo les había ido el verano a ellas. Las chicas sonrieron encantadas porque uno de los Merodeadores les dedicara su atención y lo rodearon inmediatamente. Remus trató de apartarse disimuladamente del grupo de chicas antes de que lo engatusaran a él también, pero una de ellas se le puso delante y le cortó el paso. Por simple cortesía Remus le sonrió mientras buscaba una excusa para escaquearse.

'¡Lupin! ¿Cómo ha ido el verano?'

'Muy bien, gracias.' – Respondió amablemente. – 'Perdona que no tenga tiempo, tengo que ayudar a Peter. Está algo indispuesto. Los nervios del primer día de curso y esas cosas…'

La Huffelpuff miró de reojo a Peter Pettigrew y aunque lo vio blanco como un fantasma y a punto de desplomarse, se dijo que podía aguantar sin su amigo Lupin un rato. Ahora que Lupin ya no tenía novia y que Black y Potter estaban pillados, no podía dejar escaparle. ¡Era su último año! Y ella, que tenía constancia de que todas las lagartas de Hogwarts iban a ir a por el único Merodeador que estaba libre y merecía la pena, no podía perder ni el tiempo ni oportunidades como esa. Debía usar todas sus armas de seducción.

'¿No me vas a preguntar cómo me ha ido el verano, Lupin?' – Le reprochó la chica y le pegó un repaso a Remus antes de sonreírle coquetamente. – 'A ti te ha sentado fenomenal.'

Remus se rió un tanto nervioso y buscó cómo un poseso a cualquier persona que pudiera conocer para escapar de allí. Remus sabía que causaba sensación entre las chicas, pero sinceramente, él prefería que Sirius y James se llevaran toda su atención, ya que a ninguno de los dos parecía importarles que las chicas les acosaran. Se le cayó el mundo encima al ver a Peter vomitando en la papelera y a James en su plena salsa haciendo reír a las otras chicas, hinchando su ya demasiado enorgullecido ego. Remus miró al cielo y pidió clemencia.

'Vaya… ¡Hola, Lupin!' – Otra chica más se sumó a la de antes y le miró con tanto deseo que a Remus le dio un escalofrío. – 'Oh Lupin, es una pena que este sea nuestro último año, ¿verdad?'

'Pues sí…'

'¿No crees que hay que aprovecharlo al máximo?' – Remus se dijo que no podía vivir situación más surrealista e incómoda cuando la chica le guiñó el ojo y se relamió los labios. – '¿Tú no pensarás volver con esa cría de Ravenclaw, no? Por favor, búscate a una chica me…'

'¿Acaso pretendes que Remus se líe con una fresca cómo tú en vez de seguir su relación con Ió Keith?' – La cortó una voz firme de reina.

Remus cerró los ojos y esbozando una sonrisa de alivio vocalizó un gracias. Estuvo a punto de arrodillarse y besarle los pies a la corpulenta y hermosa Anthea Landry. La rubia se plantó delante de Remus Lupin, provocando que las otras dos chicas tuvieran que dar un paso hacia atrás. Les sonrió con fingida amabilidad a las dos chicas un instante antes de fruncir el ceño y espetarles mordazmente.

'Os doy tres segundos para que desaparezcáis de mi vista. Y cómo os vuelva a escuchar hablando mal de Ió o tirándole la caña a Remus os enteraréis de quién es Anthea Landry.'

Remus estalló en carcajadas cuando las dos muchachas salieron corriendo como alma que lleva al diablo. Anthea se giró hacia él con una sonrisa y le dio tal abrazo que consiguió levantar a Remus del suelo.

'No sabes lo agradecido que te estoy, Anthea.'

'No ha sido nada.' – Replicó ella riendo divertida y se giró un momento hacia atrás y levantó una mano. – '¡Alice! ¡Ió! ¡Axel! ¡Remus está aquí!'

El corazón de Remus se puso como loco al oír el nombre de la Ravenclaw. Miró hacia el gentío y vio a Axel, que hablaba con Alice. Entre ellos, Remus adivinó una cabeza rubia.

'¡¡ANTHEA!!' – Exclamó James con alegría al ver a su golpeadora favorita.

James se hizo paso sin demasiados miramientos entre el grupito de chicas y corrió a abrazar a Anthea. A ninguna de las de Hufflepuff les sentó demasiado bien que Potter se olvidara de ellas como si fueran un juguete viejo, pero cuando la famosa Anthea Landry les dedicó aquella mirada de advertencia por encima del hombro del chico, todas coincidieron en ir a buscarse un vagón.

Remus y Ió se buscaron con la mirada entre toda la gente que los separaba. Remus sonrió contento cuando su mirada ambarina se encontró con la de Ió. Fue como si el tiempo se detuviera y la gente desapareciera de su alrededor. Colorada hasta la punta de la nariz, Ió avanzó hasta un petrificado Remus. Uno frente al otro, se quedaron quietos y callados, sin saber que decir.

'¡¡AXEL!! ¡¡DARREN!!'

James pasó como una bala por detrás de Ió, dándole un empujón. Remus la agarró antes de que la Ravenclaw diera de bruces contra el suelo y le dedicó una mirada furiosa a su amigo James. Decidió que le echaría la bronca más tarde al verlo saludando al que había sido su equipo de quidditch el año anterior. Su mirada volvió a aquel rostro angelical y una sonrisa se hizo paso en su cara.

'Me alegro muchísimo de verte, Ió.'

Ió recuperó el equilibrio y se separó un poco de él, más colorada de la vergüenza que nunca.

'Yo también.' – Le sonrió y se armó de valor. La voz le tembló al decirle: – 'T-te he echado…de menos esta última semana.'

Remus estuvo a punto de ponerse a bailar de felicidad, pero en vez de eso abrió los brazos y algo inseguro preguntó:

'¿Puedo darte un abrazo?'

La cara de Ió cambió en un segundo fugaz de la sonrisa y el sonrojo de vergüenza a la seriedad y el sonrojo de enfado. El corazón de Remus se paró un instante…

'Vuelve a pedir permiso para abrazarme y dejaré de hablarte.'

…para seguir latiendo frenético. Ió se tiró encima de él y le abrazó con toda la fuerza de lo mucho que le había añorado. Besó a Remus en la mejilla cuando este la rodeó con los brazos y la estrecho contra él.

De esa manera, entre abrazos, besos y palabras de afecto se dio el reencuentro de casi todos aquellos que el año anterior se habían visto involucrados directa o indirectamente con los Sangre Pura. Kaienne Green apareció al poco rato, acompañada de su novio, Thomas Barton, ya ex – estudiante de Hogwarts, como los hermanos Lance y Alice Shakcbot. Cuando Anthea le exigió a su mejor amiga dónde se había metido, Kaienne le contestó que había regresado otra semana más a España para hacerle la competencia a ella con el bronceado. La novia de Darren Lance, Lyn Swan, se dejó caer por allí junto a Brandon, el otro golpeador del equipo de Gryffindor.

Lily Evans, Sirius Black y Sam Hewitt eran los únicos que seguían sin aparecer. Decidieron que esperarían a los tardones de Sirius y Sam mientras que James encontraba a Lily, que debía estar regañando a cualquier alumnos por el tren.

Lily había llegado de las primeras a la estación de tren y siendo previsora se había metido en el Expreso de Hogwarts para reservar al menos dos compartimentos para ella y sus amigos. Había subido su baúl y todas sus cosas y en el tiempo que tardó en hacerlo la estación se llenó. Para cuando la Premio Anual había querido bajar del tren, este había comenzado a sufrir con los alumnos más traviesos de Hogwarts, guiados por la emoción y la maldita influencia que los Merodeadores llevaban ejerciendo en ellos durante casi siete años. Lily había tenido que echar una reprimenda a un par de alumnos de segundo por estar ofreciendo a los novatos niños de primero caramelos vomitivos, flatulentos y otros por el estilo, había solucionado el problema de unos baúles descontrolados que no cesaban de golpear a sus dueños y se había parado a saludar a los prefectos de las otras casas y compañeros de Hogwarts.

Lily entró en uno de los vagones y asomó la cabeza por la ventanilla para buscarles. Sería imposible encontrarles si se mezclaba entre toda la gente que había, la altura del tren le ofrecía una alternativa más fácil y rápida. Un corrillo de personas le llamó la atención al escuchar gritos y voces y al mirar hacia allí descubrió al culo inquieto de James abrazando a su antiguo equipo de quidditch, a Alice Shackbot y Frank Longbottom, a Peter, a Remus y a Ió. Corriendo volvió a meterse dentro del tren y cerró la ventanilla. Lily aceleró el paso al salir del compartimiento, impaciente por reencontrarse con ellos. La puerta del compartimiento por el que estaba pasando Lily en ese preciso momento se abrió de repente y algo la golpeó y la empujó contra las ventanas del pasillo.

'¿¡Se puede saber que pasa!?' – Gritó enfadada. – '¡Está prohibido correr por los pasillos!'

Lily recuperó el equilibrio apoyándose en la pared. Un grupo de niños, de los que no conocía ni una sola cara, se reían de una niña tirada en el suelo. Lily levantó a la niña que había chocado con ella y luego se giró hacia los de primero con una cara que dejaba ver claramente que no estaba precisamente contenta. Los niños de primero dejaron de reírse y sus mandíbulas se cerraron como activadas por un resorte.

'Si os vuelvo a pillar riéndoos de un compañero de escuela pasaréis toda una noche en las mazmorras del castillo y le diré al fantasma del Barón Sanguinario que os vigile muy de cerca.' – Espetó con severidad, aprovechándose de la inocencia de aquellos pobres niños que poco sabían de Hogwarts. – '¿Me habéis entendido?'

Los niños asintieron repetidamente. Lily les señaló el compartimento:

'Ahora os sentareis y os portaréis bien durante el resto del viaje.' – Continuó. – 'Y reflexionaréis muy seriamente sobre lo mal que está reírse de un compañeros de escuela. Pasaré a veros a mitad del viaje con ella para que le pidáis perdón y si no me convencen vuestras disculpas hablaré con el director. Seguro que él estará de acuerdo conmigo en que debéis ser castigados.'

Lily cerró el compartimento y contuvo la risa mordiéndose el labio. Había sido demasiado dura, hasta ella lo sabía. Se giró hacia la niña y se quedó a cuadros al no verla por ningún lado. Oyó abrirse la puerta de un compartimento y Lily llegó a ver tres pares de cabezas que se asomaban con cuidado y la miraban con algo de temor, entre ellas estaba la niña que había caído al suelo. Cerraron la puerta de golpe en cuanto vieron que Lily les estaba mirando. Lily se prometió a sí misma no ser tan dura la próxima vez.

'¿Te parece bonito abusar de tu poder de Premio Anual de esa manera, Evans?' – Preguntó la voz arrogante de alguien que había visto todo lo que acababa de ocurrir. – 'Son niños. Es normal que corran, rían y se metan los unos con los otros. Además, te has pasado tres pueblos con lo de las mazmorras y el Barón. Tendré que presentarles a Peeves. No voy a permitir que amargues a los alumnos, te lo advierto.'

Lily esbozó una sonrisa y se giró con la cabeza bien alta y una expresión de suficiencia para encontrarse con él. Su antítesis, James Potter, se apoyaba en la ventana del pasillo, con la túnica abierta y el uniforme mal colocado, además del cabello revuelto. Orden y rebeldía volvían a reencontrarse como tantas otras veces en el Expreso de Hogwarts.

'¿Y quién eres tú para impedirme que mantenga el orden, Potter?' – Lily alzó una ceja y se plantó frente a él, desafiandole.- '¿Quién le va a impedir a la Premio Anual hacer su trabajo?'

'Está claro.' – James se cogió el borde de la túnica y le enseñó a Lily la placa dorada. – 'El otro Premio Anual.'

La cara de Lily se descompuso y James tuvo que reírse por narices. Antes de darle tiempo a decir algo a Lily, sacó del bolsillo de su túnica un pergamino arrugado. Lily se lo quitó de un manotazo y se quedó de piedra al ver la misma carta que McGonagall le había enviado a ella junto a su placa. No era una falsificación.

'Tus notas no fueron las únicas que llevaban sobresalientes para dar y tomar el año pasado.' – James le quitó la carta y la dobló sin apartar la mirada de ella. – 'Además, la valentía demostrada a lo largo de todo el curso por lo que sucedió le aclaró las cosas a McGonagall.'

Lily observó atónita como James volvía a guardar la carta en el bolsillo. ¿¡Se había vuelto McGonagall loca o qué!? ¡¡James Potter!! ¡¡El Merodeador!! ¿¡Premio Anual!? Lily parpadeó varias veces sin acabar de hacerse a la idea. ¡Remus Lupin! ¡Él era el candidato perfecto para Premio Anual! Por mucho que Lily quisiera a James, eso estaba completamente fuera de lugar. James aprovechó el momento de estupefacción de su novia para cogerla de la cintura y pegarla a él.

'Embrujar a un profesor es ilegal.' – Le recriminó Lily achicando los ojos y frunciendo el ceño. Aquello debía tener una explicación lógica, racional y creíble y esa lo era tratándose de James Potter.

'Cariño, McGonagall en persona te dirá que es cierto cuando lleguemos si sigues dudándolo.' – James la besó suavemente en los labios. – 'Soy James Potter. ¿Qué esperabas?' – Preguntó arrogante.

'Cualquier cosa menos que te nombraran Premio Anual.' – Le contestó Lily con sinceridad.

'Vaya, pues lamento comunicarle perfecta Premio, que se ha equivocado.'

James la empujó hasta que Lily chocó contra la pared y se situó entre sus piernas. Le besó el cuello suavemente.

'¿Entonces tengo que entender que este año vas a portarte bien?' – Preguntó Lily recelosa.

'Lo siento, amor. Ya te dije que no.' – James ensanchó su sonrisa traviesa al mirarla a los ojos. – 'Los Merodeadores dejarán huella en Hogwarts.'

'Pues ya veremos lo que te dura la placa.'

'¿Crees que voy a perder la oportunidad de pasar compartir la torre contigo?'

Lily puso los ojos en blanco al entender lo que podía hacer James. Para James no sería ningún problema actuar a través de sus tres compinches y usando aquella Capa de Invisibilidad tan útil que poseía. Lily se lamentó en lo más hondo de su ser al imaginarse el año que le esperaba. Si cerraba los ojos podía verse a ella misma gritándoles a los Merodeadores por cualquier fechoría que hubieran cometido, como tantas otras veces.

James pegó su frente a la de Lily y rozó sus labios con los de ella, sacándola de su sopor.

'James, ¿estás de mi parte o en contra?' – Le preguntó en un lamento cansado.

'Ambas cosas. Pero eso es lo de menos, estoy muy enfadado contigo.'

'¿Conmigo?'

'Sí, porque en vez de venir a recibirme gritándome cuanto me amas y en vez de comerme a besos te has venido directa a lucir tu placa y tus nuevos poderes.' – Le susurró con la voz ronca de deseo.

Para James, aquella última semana que su novia había estado fuera y que encima su mejor amigo, Sirius, también, había sido fulminante. Se moría por besar a Lily, por repetir las largas tardes en el Balcón de la Primavera junto a ella y hacerla rabiar con sus gamberradas. Estaba deseando pisar Hogwarts para ponerlo patas arriba y el tiempo no iba lo suficientemente deprisa como para que llegara la hora de la cena, en la que los Merodeadores harían la primera travesura del curso.

'Eso no es del todo cierto, me he entretenido después de reservar nuestros compartimentos.' – Se defendió Lily rozando sus labios contra los de él, vencida por el deseo.

Y es que hacía mucho tiempo que las fuertes peleas entre el Merodeador James Potter y la Prefecta Lily Evans habían quedado atrás. Todo gracias a un grupo de desquiciados alumnos que el año anterior habían puesto en peligro a hijos de muggles y magos que no estaban de acuerdo con sus ideales. Aquellos dos que parecía que nunca jamás se iban a poner de acuerdo, que eran incompatibles, se habían unido para vencer a un enemigo común. De esa unión había surgido el amor y una amistad tan profunda y fuerte que parecía inquebrantable.

'Bueno, vas a tener que compensarme por el disgusto.'

James Potter estampó sus labios contra los de Lily Evans y la besó con furia.

En una habitación de una cara posada del Callejón Dragón, el atractivo Merodeador Sirius Black dormía abrazado a una chica de cabellos largos, negros y ondulados. Se llamaba Sam Hewitt y ella solita se había encargado de hacer llorar a toda la sección femenina de Hogwarts a mediados del año anterior cuando comenzó a salir con el guapo Sirius Black. Ambos dormían abrazados completamente a gusto, ajenos a que el Expreso de Hogwarts estaba dando el primer aviso que anunciaba la inmediata salida, lejos de escuchar los leves golpecitos que la señora de la limpieza estaba dando en la puerta de su habitación.

En el andén 9 y ¾ ya habían comenzados las despedidas. Aquellos que aún no habían subido el baúl se afanaban en hacerlo antes de que el tren diera el segundo aviso. Lily, Remus, Peter y James se estaban despidiendo de los señores Evans y Potter.

'¿Dónde está Sirius?' – Preguntó Dorea Potter cuando el tren pitó por segunda vez. – '¡Debería estar aquí ya! ¡El tren se va a marchar!'

'¿No estaba con Sam?' – Brooke Evans se llevó una mano al corazón y miró a su hija. – '¿Y si les ha pasado algo mientras venían hacia aquí?'

'Tranquila mamá, seguro que están al caer.' – La tranquilizó Lily que conocía a Sam Hewitt como si fuera su propia hija. – 'Ya sabes que Sam siempre llega corriendo a todos los sitios.'

'Lunático, Colagusano, ¿la primera apuesta del curso?' – Les susurró James a Remus y a Peter.- 'Me juego lo que queráis a que esos siguen dándoles al lío y no se han dado cuenta de la hora.'

'Yo apuesto por que se han dormido.' – Remus rodó los ojos. – 'Es típico de Sam.'

'Pues yo creo que no han vuelto de Grecia y que se han quedado allí. Que pasan de venir Hogwarts.' – Peter se encogió de hombros. – 'Como ninguno de los dos tiene padres que les controle…'

Entonces Remus le dio un codazo a James. Le señaló a un brujo alto de cabello negro que avanzaba acompañado de su muy embarazada esposa. La pareja no cesaba de mirar a todos los alumnos y ambos estaban realmente serios.

'Pero Sam tiene un hermano mayor.' – Comentó Remus.

'Oooh, mira la cara del hermano de Sam…' – Se mofó James. – 'Se va a liar una buena cuando no la vea con nosotros.' – Canturreó.

Charles y Ayleen Hewitt llegaron al grupo de formaba la familia Potter y la familia Evans. James supo que se iba a quedar sin su mejor amigo si él y Sam no aparecían en ese preciso momento. Al hermano mayor de Sam no le había hecho demasiada gracia el viaje de los dos tortolitos y había aceptado a regañadientes. Charles se dirigió a Lily y muy seriamente le preguntó:

'¿Dónde está mi hermana?'

'No ha llegado aún…' – Musitó Lily.

'La voy a matar.' – Sentenció Charles Hewitt. – 'A ella y al imbécil que tiene por novio.'

James estalló en carcajadas y se apresuró en volver a apostar sobre la suerte de su amigo Sirius Black.

Los toques que en un principio habían sido suaves, ahora eran golpetazos tan fuertes que hacían temblar la puerta acompañados de berridos.

'¡SERVICIO DE LIMPIEZA! ¡SEÑORES, HABRÁN LA PUERTA!'

Sirius se removió inquieto en la cama y abrió primero un ojo y luego el otro. Medio grogui se llegó a preguntar porqué había tanta luz a las ocho de la mañana, antes de volver a cerrar los ojos y acomodarse otra vez. Sirius decidió hacerle un hechizo insonorizador a la puerta por no levantarse a echarle la bulla al inútil que estaba armando jaleo en su puerta. Chasqueó la lengua cuando al tantear con la mano la mesita y no encontrar la varita, recordó que la había dejado tirada por el suelo cuando él y Sam regresaron de cenar y se dispusieron a… finalizar como se debía las vacaciones.

'¡SERVICIO DE LIMPIEZA! ¡SEÑORES, ES LA ÚNICA HABITACIÓN QUE ME QUEDA! ¡Y LES RECUERDO QUE DEBERÍAN HABER ABANDONADO LA HABITACION A LAS NUEVE Y MEDIA! ¡SON CASI LAS DIEZ!'

Sirius saltó de la cama y Sam rodó hacia el otro lado. La morena no tardó en acomodarse de nuevo y ni perdió el tiempo refunfuñando, solo le interesaba dormir. Sirius abrió los ojos como platos al ver la hora en el reloj de la mesita.

'¿¡Las diez menos cinco!?' – Gritó llevándose las manos a la cabeza.

Sirius frunció el ceño. ¿Cómo podía ser? Si él le había dicho a Sam que embrujara el reloj para que los despertara… ¿o había sido al revés? Haciendo un esfuerzo recordó que Sam se lo había dicho cuando se habían dejado caer en la cama, claro que Sirius estaba por otra labor en aquel momento.

'¡Mierda! ¡Sam! ¡Sam!' – La llamó saltando fuera de la cama, comenzando a vestirse a toda prisa. - ¡SAM, JODER!' – Clamó al ver que ella no se movía.

'¿Qué pasa?' – Masculló Sam de mal humor sin abrir los ojos.

'¡LEVANTA, PORRAS!' – Sirius tiró de la sábana y Sam le propinó una patada en el estómago como queja, que Sirius esquivó tras varios días de práctica. – '¿¡QUIERES MOVERTE!?'

'¿Por qué?' – Exigió Sam Hewitt metiendo la cabeza ajo la almohada.

'¡PORQUE NOS HEMOS QUEDADO DORMIDOS! ¡EL TREN TIENE QUE ESTAR A PUNTO DE SALIR!' – Gritó exasperado comenzando a recoger las cosas que su desordenada novia tenía esparcidas por la habitación.

'Si es otra broma de las tuyas, te juro que te arrepentirás, Sirius Black.'

Sirius no perdió el tiempo contestando, sino que se dedicó a meter todo en el baúl que su chica. Sam apartó la almohada y con el cabello revuelto y enmarañado, se reincorporó y miró el reloj de la mesita con el ceño fruncido. La mandíbula casi llegó al colchón.

'¿¡PERO TU ESTÁS TONTO!?' – Chilló saltando fuera de la cama. – '¿¡NO TE DIJE QUE EMBRUJARAS EL RELOJ!?'

'¿¡NO TE DIJE YO QUE HICIERAS TU BAÚL ANOCHE!?'

'¿¡TE RECUERDO QUIÉN NO ME DEJÓ NI COMENZAR!?'

'¡DA IGUAL ESO AHORA!' – Le respondió Sirius sabiendo que todo había sido culpa suya. – '¡MUÉVETE!'

En la estación de trenes, James Potter abrazó a cada uno de los hermanos Lance con verdadero cariño.

'Mucha suerte.' – Les dijo con una sonrisa.

'Consíguenos unos buenos reemplazos y gana la liga si no quieres que vayamos a machacarte, capitán.' – Darren le devolvió el abrazo con entusiasmo.

'Y no os metáis en problemas, por favor. Este año no estamos ni Alice ni yo para ayudaros.' – Le pidió Axel cuando le tocó abrazarle. – 'Y cuídame mucho a Anthea, también.' – Le suplicó al oído.

'Sé cuidar de mis jugadores, Axel.' – James le sonrió.

Lily se estaba despidiendo de Alice y Frank Longbottom, junto a Ió Keith y a Remus Lupin.

'Soys los más responsables…' – Comenzó a decir Alice. Su rostro expresaba toda su preocupación. – '…en principio todo lo malo está aquí afuera, pero tened cuidado igualmente.'

'Estaremos más tranquilos si no tenemos que preocuparnos por vosotros también.'

Remus le tendió la mano a Frank Longbottom. Lily abrazó a Alice y la besó en la mejilla. Ió Keith, a punto de llorar, se tiró al cuello de ambos en cuanto Remus y Lily les soltaron.

'Cuídaos mucho.' – Suplicó. – 'Y cuidad de mi padre y de mi madre por favor.'

'Tú céntrate en tus estudios, Ió.' – Alice le acarició la cabeza. – 'La Orden del Fénix protegerá a tus padres.'

' Y nada de peleas con los de Slytherin, Ió.' – Le dijo Frank Longbottom. – 'Por mucho que te provoquen.' – Añadió, dando por hecho que así lo harían.

'No habrá peleas.' – Prometió Lily muy seria. – 'No se alcanzarán los niveles del año pasado, os lo prometo.'

'Cuída de Ió, por favor, Remus.' – Alice le dedicó una sonrisa al licántropo.

'Dalo por hecho.'

Y así, entre abrazos, palabras de cariño y gestos cargados de afecto se despedían aquellos que el año anterior se habían visto envueltos en la pelea contra los Sangre Pura. Los mayores no cesaban de pedir a los menores que se olvidaran de todo aquello que no fuera con la vida que unos estudiantes normales y corrientes debían llevar: estudios, amigos, amoríos, fiestas, quidditch… Les pidieron que vivieran en la burbuja de felicidad que les ofrecía Hogwarts, sin pensar en el mundo en que ellos acababan de entrar. Los menores, que tenían una vaga idea de lo que estaba ocurriendo allá afuera por lo que habían vivido en la escuela el año anterior, pedían a los mayores que se cuidaran, que se protegieran, que escribieran cada semana, cada día…Temerosos de que los seguidores de Lord Voldemort o él mismo en persona, llegarán a conseguir lo que no habían podido hacer en Hogwarts, borrar del mapa a los sangre sucia, a los mestizos y a los traidores a la sangre.

Por que todos eran conscientes de que había estallado la guerra, aunque nadie llegaba ni siquiera a imaginar la magnitud que alcanzaría aquella catástrofe que apenas acababa de comenzar.

'Prométeme que me escribirás cada día.' – Anthea, que había enlazado sus manos en la espalda de Axel, hacía esfuerzos por no echarse a llorar. – 'Prométeme que vendrás a Hogsmeade cada vez que haya una salida.'

'Te lo prometo.' – Aceptó Axel, que a diferencia de su tan buena novia con futuro de actriz, era capaz de mantener la compostura. Por supuesto, le dolía tanto el corazón por la separación como le dolía a Anthea. – 'Prométeme tú que no cruzarás palabra alguna con los de Slyhterin. Que te llamen lo que te llamen, pasarás de ellos.'

'Haré lo que pueda.'

'Anthea, no estoy para protegerte.'

'Sabes que sé cuidarme sola.'

'Te quiero.' – Susurró contra sus labios.

Anthea le besó con furia, con todo el amor que le llenaba el corazón, mientras que lágrimas amargas caían por sus mejillas. Axel la abrazó fuertemente, con toda la fuerza de la que era capaz.

James Potter observaba en silencio cómo Axel y Anthea se despedían con un nudo en la garganta. Necesitó abrazar a Lily y ella le miró con una sonrisa dulce, antes de darle un beso en la mejilla. James se sintió afortunado por no tener que separarse de ella, por no tener que hacerse el valiente como Anthea, que dejaba a su chico en un lugar de guerra. Remus pasó un brazo por encima de los hombros de una muy preocupada Ió cuando esta dejó a los dos miembros de la Orden del Fénix en el andén. James, Lily, Remus y Ió aguardaron hasta el último momento, viendo como Anthea y Axel, Kaienne y Thomas y Darren y Lyn se despedían.

Peter subió al tren, harto de esperar.

El tren pitó por tercera vez y los alumnos que aún se estaban despidiendo subieron al tren a toda prisa, muchos de ellos con un sabor amargo en la boca. Montones de cabezas se asomaron para dedicar sus últimas miradas a sus seres queridos. Las manos y las sonrisas de optimismo no faltaron cuando el tren comenzó a arrancar.

Alice Shackbot, Frank Logbottom, Thomas Barton y Axel y Darren Lance envidiaron a todos aquellos rostros sonrientes que partían hacía Hogwarts y saludaron con la nostalgia refulgiendo en sus miradas, debido a entrañables recuerdos de tan magnífico lugar.

Y de repente, entre gritos de despedida, besos que volaban y sonrisas cargadas de ilusión, se oyó una voz que se cargó toda la armonía de la escena:

'¡¡UN MOMENTO!!'

'¡¡PARAD!!'

Sirius Black y Sam Hewitt, corriendo los más deprisa que podían con sus baúles levitando de tras de ellos, se abrían paso entre el gentío desde el final del andén, con la esperanza de llegar a tiempo al tren que ya había comenzado a andar.

'No puedo creerlo.' – Lily negó con la cabeza al verles. – '¡Esto es el colmo!'

'¡Remus! ¡Lily! ¡Anthea!' – Les apremió James, viendo que Sirius y Sam con suerte alcanzarían a llegar al último vagón. – '¡Vamos a ayudarles!'

Sirius y Sam pasaron a toda velocidad entre los ex -alumnos. Todos, incluida Alice, estallaron en carcajadas. Sam se paró a dar un beso rápido en la mejilla a los hermanos Lance.

'¡El equipo no será lo mismo sin vosotros!'

'¡Cálla y corre!' – Le gritó Darren Lance. – '¡Vas a peder el tren!'

'¡Dales un repaso a los de Slyhterin, Sam!' – Le chilló Axel. – '¡Márcales cien puntos solo de goles por mí!'

'¡Lo haré!'

Sirius y Sam se dedicaron una sonrisa cómplice y se dieron la mano para correr. La adrenalina fluía en sus venas haciéndoles sentir más vivos que nunca. Echaron a correr más deprisa aún cuando la puerta del último vagón se abrió y sus amigos aparecieron para ayudarles. Lily ya les estaba echando la bronca cuando aún no habían puesto el pie en el tren, Remus puso los ojos en blanco antes de invocar a los baúles de aquellos dos locos, Anthea y James, con sonrisas divertidas los dos, les tendieron las manos a Sirius, que iba el primero y luego a Sam. Les subieron al tren. Sirius y Sam se abrazaron fuertemente, riendo fuertemente y se giraron para saludar a una muchedumbre que aplaudía por el éxito. Entre aplausos, a Sirius le pareció escuchar como el hermano mayor de su novia juraba que iba a arrancarle la cabeza.

¡¡¡Holaaaaaaaaaa!!!

¡ ¡ B I E N V E N I D O S ! !

Pues sí, por fin, aquí estoy con la segunda parte. Después de mis vacaciones, la segunda parte ya está completamente formada en mi cabecita, lista para ser plasmada en palabras.

Estoy deseando leer vuestros reviews para "reencontrarme" con las "caras" antiguas. ;P Por supuesto, espero que haya también gente nueva. Por esa razón este capítulo ha sido un poco más de introducción y presentación que no de otra cosa, aunque algunos fijo que ya podéis ir imaginando qué ocurrirá. Cómo algunos sabéis hay un par de cabos sueltos por atar, que harán referencia a lo que pasó en su sexto año y un par de cositas más que no podéis saber aún.

Después de darle mil vueltas decidí cambiarle el título aunque sea la segunda parte de "Un quizás de Lily y James", no me acababa de convencer eso de poner el mismo título y un II al final. A pesar dle cambio, me he mantenido en la misma línea: "Tal vez..."

Por último, os pido un poquito de paciencia con las actualizaciones ya que estoy escribiendo otro fic de Crepúsuculo y los llevaré a la vez.

¡Un abrazo enorme!

Espero que disfrutéis de esta segunda parte tanto como en la primera.

Besos,

Eneida