Disclaimer: Los personajes que aparecen en esta historia no fueron creados por mi atolondrada mentecita ni son producto de mis noches de delirio. Son única y exclusivamente de JK Rowling y los explotan los tíos de la WB. No gano nada con ellos, más que la satisfacción de recrearme en su mundo.

Summary: Cinco años después de la batalla de Hogwarts, Hermione trabaja en el ministerio, está de novia con Ron y tiene la vida que esperaba. La situación en cambio para Draco, es completamente diferente. Después de haber participado en la batalla de Hogwarts, el mundo mágico le pidió cuentas de su comportamiento. Hubo un precio que pagar por ello… pero fue muy alto para él. Una nueva poción, un antipatía mutua tan arraigada que deben relegar. Hermione y Draco cruzan sus caminos y se ven obligados a congeniar para evitar una catástrofe potencial para ellos dos.

Pairing: Draco & Hermione :P

(Porque lo que no se logró en los libros, en mi imaginación, se convierte en torbellino)

Gise.


CAP 1. CORPORACION DRAGON

La oficina estaba tapizada con una sobria alfombra color plata. Las paredes y los estantes, pintados con color humo, contrastaban con los cuadros y lámparas de un intenso matiz verde. La gran mesa de roble, con una docena de sillas, dominaba la sala de reuniones de la compañía. El proyector, aún encendido, sobre uno de los muebles mostraba la imagen del último cuadro de ventas del mes, preparado por Roger, el Gerente Comercial, donde se observaba la inequívoca curva ascendente, como en los últimos tres años.

Caminó hacia el amplio ventanal, junto al escritorio donde había dejado su celular. Verificó su lista de correos, bajando la tapa de su laptop al terminar. Las luces artificiales iluminaban por completo aquella sala. Desde la gran ventana, se dominaba la panorámica de aquella compañía. Encendió un cigarrillo con un encendedor de plata que encontró en una de las gavetas. En el piso inferior, grandes paneles transparentes separaban las estaciones de ventas según la marca del vehículo. Los lujosos autos estaban ubicados en diagonal a lo largo del espacioso hall central de exhibición. Porsches, Cadillacs, Ferraris, Mercedes, Audies eran sólo algunas marcas. Era un día especial pues habían llegado nuevos modelos de lujo. Cada auto acompañado con una bella anfitriona, enfundada en un refinado pero sensual atuendo, cuya misión era atraer a los potenciales y adinerados clientes, desechando a los curiosos del montón. Después, entraba a tallar el experto vendedor, que realmente ponía su vida en esa venta. Y no era para menos. Sus comisiones eran el triple de lo que obtendría en otra compañía del ramo.

–Míralo, Emma –la anfitriona de los Mercedes, jalaba del brazo a su compañera –¿no te parece el hombre más apuesto del planeta? Me derrite esa musculatura, ese porte distinguido y esos misteriosos ojos grises. Puede que esta noche sí me arme de valor y suba a sus oficinas y…

–¿Quieres dejarme trabajar, Mary Sue? –Interrumpió Emma cansinamente mientras bajaba la vista después de divisar al hombre desde la gran ventana sobre el hall–. Te he dicho mil veces que pises tierra y dejes de soñar con el dueño. Él jamás te hará caso. A ninguna de nosotras. Si le gustaran las mujeres, hace 4 años que se habría levantado a cualquiera de nosotras. Y vez, nada.

–¿Cómo puedes hablar así, Emma? –Refutó espantada– No me digas que es gay. ¡Vamos habla, no te quedes callada! Tú eres la más antigua en esta empresa.

–La verdad no sé. Creo que no estoy del todo segura –torció el rostro y se acomodó la melena rojiza–. Es sólo que su comportamiento es, algo extraño –se acercó un poco a ella y susurró más para sí que para su interlocutora –nunca nadie ha venido a verlo o recogerlo, no tiene fotos personales en el escritorio, ni llamadas de parientes o amigos, ni una novia, ¡ya! ni siquiera un muchacho. Nadie. Y esas desapariciones inesperadas. Dos veces al mes. Muy raro –acotó–. Cuando me contrataron, ésta compañía recién empezaba, y desde abajo. Yo trabajé como su secretaria el primer año, por eso me di cuenta de esos pequeños detalles. Hasta que la compañía creció –hizo un gesto despectivo–; y me cambió a este puesto. Dijo que mi potencial estaba aquí "interesando posibles clientes".

–¿Entonces nunca hicieron mucha amistad, eh?

El tono irónico no pasó desapercibido para la pelirroja.

–Nunca me interesó, si es lo que insinúas –se apresuró a señalar–. No te digo que el dueño es extraño. Siempre con ese aire distraído, como si estuviera en otro mundo o tal vez recordando algo de su pasado, no sé. Aunque eso sucede recién hace dos años. Los primeros años, nos veía con una especie de –dudó un poco antes de continuar–, con una especie de mueca enfurecida. O tal vez era de irritación. Quizás, hasta podría jurar que era de repugnancia…

–No inventes. Seguramente hablas por la herida –Mary Sue se irguió y volvió a contemplar el ventanal superior.

La figura masculina aún seguía allí. Recorriendo con la vista el lugar.

Emma miró a su compañera con ligero fastidio. La chica era nueva y ya quería enredarse con el dueño. Como todas las que habían pasado por allí. Ni siquiera se fijaba en uno de los muchos compañeros solteros. No, ella aspiraba alto. Al dueño de todo, al inalcanzable. ¿Tendría oportunidad? Era bella, joven y rubia, como el dueño. Con el cuerpo delgado, piernas largas y estilizadas, busto pequeño. Rostro angelical, con las mejillas ligeramente angulosas pero que se veían compensadas con unos labios carnosos. "Tal vez producto del bótox" –pensó burlona.

Pero hablaban del dueño. "No, definitivamente no" –completó. Ella no tenía la más mínima oportunidad. Esbozó una mueca satisfecha.

–Verás como yo sí lo hago caer –también sonrió, creyendo que Emma le deseaba suerte–. No ha nacido el hombre que me diga: No. Es sólo cuestión de tiempo. Además, sería demasiado desperdicio para el mundo que un hombre tan guapo y adinerado como él, se quede tan solito.

Con movimientos controlados, ladeó el rostro suavemente con dirección a las oficinas principales. El cabello lacio y brillante cayó hacia un lado del sonrosado rostro como una cascada dorada. Como si fuese una bailarina, Mary Sue, elevó el brazo y con gesto que intentó ser lo más natural posible, pasó unas cuantas hebras doradas de cabello por detrás de su pequeña oreja. Levantó la vista, llena de candor y suavidad, posándola sin error en los ojos grises. Pero inmediatamente la bajó, fingiendo un arrebato de falso pudor e inocencia inexistente en ella. Le dio la espalda, cuidándose de mantener la postura erguida y quebrando las caderas.

Emma observó la jugada incrédula. "Oh, es la clásica de la chica inocente y pura" –se dijo. No pudo evitar hacer una mueca de fastidio. Volvió a levantar el rostro, pero esta vez los ojos grises se clavaron en ella. Bajó la vista al sentir como se le erizaban los vellos de la nuca. Con disimulo volvió junto a su Porsche Panamera.

Y a pesar de querer ignorarlo, incluso minutos después, sentía en la nuca la fuerza de aquella mirada.

ooooooooooooOOOOOOOooooooooo

Sentado en la cómoda butaca, enfundado en una túnica negra, recién comprada, observaba con aire ligeramente aburrido como Hermione caminaba de un lugar a otro con papeles en mano, abría cajas, anotaba con prisa, hacía volar pergaminos, consultaba libros desperdigados y suspiraba frustrada de cuando en cuando.

–Hubieras dicho "No" e iríamos juntos a la premiación de Ginny.

Ron Weasley, resopló monocorde.

–Ya hablamos sobre el asunto.

–Sólo insisto… estabas mejor en tu antiguo cargo. Mira que entregarte funciones urgentes con un día de anticipación… Estarás demasiado sobrecargada de trabajo. Necesitas algo sin tanta responsabilidad.

Hermione suspiró fastidiada.

No le quiso revelar que ella había insistido casi los últimos dos meses por aquellos expedientes. Para ella, representaba un reto a su carrera. Le había casi suplicado a Kingsley que le cediera justamente esos dos casos que manejaba el viejo mago Thorndike. Era la forma de probar su imparcialidad ante cualquier situación. El ser amiga de Harry Potter pesaba a veces demasiado sobre sus hombros. Los que no la conocían bien, y los que no simpatizaban con ella, hablaban a sus espaldas. Favoritismo, influencia, privilegios. Ya habían llegado ese tipo de rumores a sus oídos y quería cortar todo de raíz. Que mejor manera que vigilar y hacer cumplir la ley con dos conocidos suyos, sin contemplaciones ni dispensas. Sería la perfecta manera de callarles la boca a sus acusadores.

Suavizó el semblante antes de dirigirse nuevamente a Ron.

–Justamente es lo que me atrae de este nuevo reto. Empiezo a sentirme más productiva. No sabes lo mucho que puedo hacer en este departamento.

– ¿Tienes apenas 3 meses y ya estás pensando quedarte allí a futuro? –se levantó en el acto, con el semblante compungido.

–No eternamente, pero en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, puedo hacer mucho más. Debo insistir en la erradicación de leyes opresivas pro-sangre pura. Después de todo, en el Departamento para la Regulación y Control de Criaturas Mágicas cumplí mi cometido: iniciar la gran mejora en la vida de los elfos domésticos y demás criaturas oprimidas y avasalladas por cierto sector de la comunidad mágica.

–Pero te volverá a dejar sin tiempo para… bueno para otras cosas más importantes –protestó.

–¡Qué podría ser más importante que la erradicación de esas leyes absurdas basadas en la composición de tu sangre! –exclamó eufórica.

No sé, tal vez casarte y tener un bebé…

Pero si bien Ron lo pensó, no se lo hizo saber a Hermione.

–Estás sentado en mis expedientes –Hermione volvió a adoptar ese aire concentrado que la caracterizaba.

Casi como si fuese un objeto, Ron fue levantado de su lugar por una diligente Hermione. Terminó sentado cerca de un pequeño banco de la estancia, no sin antes echarle un vistazo al nombre en la segunda carpeta negra donde estuvo sentado.

Hermione la sujetó antes que Ron pudiera leer el nombre completo.

–A regañadientes Zaffer, el jefe de la comisión, me dio estos dos casos. Casi llegué a pensar que no me los daría nunca –abrió una carpeta, le dio una hojeada y la juntó con otra que ya tenía en la mano.

–Dime que no es el caso del imbécil ese…

–Ahora, nadie podrá poner en tela de juicio mi parcialidad y mi profesionalismo, sólo porque conocí a ambos en Hogwarts –continuó sin prestar mucha atención al comentario de Ron-. Además es una posición absurda si la analizas bien. Cómo si fuéramos una comunidad extensa donde nadie se relacionara de alguna manera.

–Podría decirle a Harry –trató de llamar la atención de Hermione situándose frente a ella–, para que hable con Kingsley y le cedan ese caso a otro. Así evitarías pasar un mal rato con ese engreído.

–¡Por supuesto que no lo harás, Ronald! –Dejó en el acto lo que hacía para poner las manos en jarras y con los ojos marrones brillando peligrosamente, le dedicó una mirada de absoluta autoridad.

Definitivamente parece mi madre…

Hermione vio como el pelirrojo adoptaba su clásica postura manejable, sin decir nada más. Redujo el ceño ligeramente, pero continuó con su ir y venir por la habitación.

–Me has hecho recordar que debo mandarle una lechuza urgente a Romilda Vane y también llamar a… bueno, llamarlo al móvil. Concertaré la primera supervisión justo para hoy.

– ¿Llamarlo?, ¿Al móvil?, ¿Hoy? –Ron agudizó el oído desde la cocina a donde había ido por un bocadillo.

–Ahora que soy su supervisora, debo seguir una política congruente con la sentencia. Eso me hace recordar también que debo solicitar la desconexión de su chimenea.

Ron la miró desconcertado, con la pequeña bandeja de calderos de chocolate que había tomado de la cocina, en la mano. Conocía tan bien a Hermione, que no era estúpido como para pedirle que le explicara que tenían en común una chimenea, un móvil y el imbécil en una misma frase; al menos faltando minutos para encaminarse a la premiación de Ginny. La pasó a buscar al ministerio para almorzar y ella se había empeñado en ir a su apartamento para buscar los papeles, según ella, para no perder más tiempo. Tenía que atacar por otro flanco si deseaba que fueran juntos.

–Harry me pidió que estuviéramos al lado de Ginny en ese momento tan importante. Me mandó una lechuza ayer en la noche y mencionó que tal vez tomaría algo más de tiempo su regreso de Albania por el chivatazo que llegó a la oficina de aurores. No quiere que esté sola.

–Es obvio que no estará sola, Ron. Eres su hermano y estarás con ella. Yo iré en unas horas, cuanto termine de organizar esta documentación para hacer un trabajo decente –resopló molesta casi para sí-, porque el supervisor anterior suponía que echar sin más, en una gaveta, todos los reportes, exámenes y seguimientos era el procedimiento normal. Y si le sumas todas las irregularidades que he encontrado en las entrevistas y los test de contraste y verificación. No puedo creer cómo pretendían controlar y vigilar a los todo ese grupo, si no hay un informe minucioso de sus actividades, ni hay anotaciones ni sugerencias de por medio. Empecé a empaparme del caso y a reorganizar en algo los expedientes, pero tengo aún mucho trabajo por hacer y ayer prácticamente no avancé nada en la noche por lo de Ginny y –Hermione calló de pronto.

–¿Ginny?, ¿Te viste ayer con Ginny? –Ron entrecerró los ojos intrigado-. Me dijiste que estuviste trabajando sola en el despacho hasta pasada la medianoche. ¿Qué sucede con Ginny?

Hermione se mordió un labio pensando rápido.

–Obviamente nada –hizo un movimiento trivial con la mano–. Deberías adelantar para entrar con ella al Ministerio.

–Te esperaré.

–No, Ron. Ginny no debería estar sola en un día tan importante. Tus padres ya le mandaron una lechuza disculpándose por no estar allí. El bebé de George está por nacer y Molly quiere ayudar a Angelina, al menos los primeros días. Yo llegaré unos minutos tarde y Harry quizás lo haga en el transcurso de la ceremonia.

–Pero…

–Apúrate, Ron –Hermione se acercó a él y poniéndose de puntillas depositó un pequeño beso en los labios de su novio–. Llegaré…

Ron bufó resignado. A estas alturas, con una relación de más de casi cuatro años con Hermione, debería estar acostumbrado a su compulsión al trabajo. Pero igual hacía mella en él. No la veía con la frecuencia que deseaba, a veces solía sentirse en la luna, cuando ella hablaba con Harry sobre algún sonado caso en el ministerio y su aire creciente de marisabidilla solía, en algunas oportunidades, sacarlo de sus casillas. Pero estaba seguro que todo cambiaría pronto. No veía las horas de finalmente estar casados y tenerla en casa como cualquier familia normal.

Sólo estaba el pequeño detalle de proponerle matrimonio…

Ron se estremeció ligeramente. Recordó algunas ocasiones en que sutilmente había mencionado el tema y ella de plano le había cortado el avance, hablando de obligaciones, trabajo y aspiraciones profesionales. No iba a ser fácil.

La tomó por el talle, casi cuando ella empezaba a retirarse, y ahondó en el beso. Anhelante y posesivo.

Tranquilidad, suavidad, ternura… así sabía Hermione Granger para Ron. Cada caricia que le daba estaba cargada de profundo amor, cada pequeño beso que depositaba en los labios sonrosados; llenos de total suavidad y cada gemido, suspiro y jadeo que escapaba de aquella boca era polifonía de tentación para él.

Transcurrieron varios minutos y aquel beso aumentaba de profundidad e intensidad. Ron apresó las caderas de Hermione y con movimiento calculado cortó la distancia entre ellos de un golpe. Un sonido ronco escapó de su boca.

Una pequeña luz brilló en la mente de la joven como una señal de emergencia ante aquel estallido de vehemencia y pasión. Amaba a Ron por sobre todas las cosas, pero se conocía bien… su recato y vergüenza, además de sus convicciones sobre las relaciones sexuales previas a un compromiso; más fuertes que un enamoramiento, hicieron que aquella pequeña luz, destellara con más fuerza y refrenara de algún modo a sus sentidos.

–Basta, Ron –se despegó, protestando mentalmente contra ella misma. La sensación de ternura con pinceladas de pasión aún no se esfumaba del todo. Su respiración empezó a normalizarse.

–No Hermione…

Ron la miraba algo confuso no obstante su voz tenía un tonillo de plegaria. Como si lo hubiesen despertado de un sueño agradable para decirle que debía darse un duchazo inmediatamente. Fijó sus ojos azules en los ojos marrones que aún se veían velados por la provocación del beso, tratando de que Hermione adivinara el torrente de lava líquida que le abrasaba y se deslizaba quemando por las venas y que ella pretendía que apagase como si se tratase de un cerillo. Pero la joven se desligó todavía más del abrazo. Arrugó la frente ligeramente acentuando las pequeñas pecas de su rostro.

–Date prisa, Ron. A esta hora, la Red Flu siempre está congestionada a estas horas de la tarde –soltó con la respiración ya restablecida.

Alto, delgado y larguirucho como era, casi se veía empequeñecido por el desánimo que sentía. Quería hacer una entrada espectacular, con ella del brazo y junto a Ginny, asediado además por los fans y ensordecido por los gritos. Pero eso no ocurriría y eso le quitaba el entusiasmo de ir a la premiación.

Y todo por el maldito expediente que le asignaron justo ayer.

Él.

Otra vez, él.

En sus entrañas, aquel viejo odio visceral, regresó para aguijonearlo una vez más. Como lo había sentido siempre, como una constante, en sus seis años en Hogwarts.

ooooooooooooOOOOOOOooooooooo

¿Qué les pareció el capítulo? A estas alturas ya deben haber adivinado quien es el personaje en aquella Corporación no? Pero, ¡¡¿Está en el mundo muggle?!! O.O

Por otro lado, Hermione como siempre, sumergida en el trabajo (workaholic en potencia) y descuidando otros aspectos de su vida…

Ron en cambio, desde aquel beso fugaz, le entregó el alma a Hermione… pero como este es un Dramione… que se le vaya quitando las ilusiones…muajajaja.

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Abrazos mil.

Gise.