Lugar indicado, momento adecuado

-Lala la lala la lala—tarareaba mientras daba pequeños saltitos por el enorme jardín en el que se encontraba, no tenía un destino fijo pero sabía que llegaría a donde tuviera que llegar.

Siguió tarareando y brincando hasta que llego a un enorme y hermoso árbol, decidió tomar un pequeño descanso, así que sé recostó en la hierba mientras veía el cielo despejado de un azul claro.

No habían pasado ni cinco minutos cuando comenzó a escuchar sollozos, al principio creyó que era su imaginación pero cuando volvió a escucharlos decidió averiguar de dónde provenían. Sé paro y agudizo el oído, comenzó a seguir el sonido, hasta que, llegando al otro costado del árbol encontró a la persona causante.

Sé quedo observándola por un pequeño momento mientras decidía si ayudarla o solo dar media vuelta y seguir con su día tranquilo. No había mucho que pensar, sé quedaría a ayudarla.

Cuando se sentó a su lado no supo como iniciar la plática, cuando estaba por hablar su acompañante la interrumpió.

-Estoy bien—Dijo mientras se secaba las lagrimas—estoy segura.

Ella al quedarse sin palabras, cerro de nuevo la boca buscando que decir.

-Son cosas en las que no me puedas ayudar, aunque gracias por preocuparte. El tiempo es el que hablara, que pase lo que tenga que pasar.

Ambas sé quedaron viendo sin ver, pensando en lo extraña que era la situación. Ella aun seguía quemándose el cerebro intentando descubrir que hacer para ayudarla ya que su cara aun mostraba tristeza, así que sin pensarlo más la abrazo.

No fue un abrazo esperado pero si significativo. Como no sé conocían ella sé sorprendió cuando su acompañante le correspondió a la acción. Sé quedaron un buen rato abrazadas.

Se sentía muy bien estando en los brazos de la otra, era como tener paz aun a pesar de los problemas que tuvieran, era como estar en su hogar después de pasar mucho tiempo lejos.

Fue una sensación hermosa y porque lo fue no les agrado cuando tuvieron que separarse, se sintieron solas y con mucho frio, creyeron que sus brazos no volverían a funcionar ya que se sentían inútiles cuando no estaban abrazándola.

Sé quedaron en un silencio entre cómodo e incomodo, sé observaron a los ojos por un largo rato, intentando transmitir todo aquello que sentían, no era fácil, sentían mucho en ese momento.

Ella fue la primera en romper el silencio, usando al fin su voz.

-Hola, mi nombre es Alice, es un gusto conocerte—pronuncio mientras extendía su mano derecha y aparecía una hermosa sonrisa en su rostro.

Al ver la mano extendida de Alice no pudo evitar sonreír, ¿Para qué estrechar su mano si podía abrazarla?, y sin esperar más sé le abalanzó mientras la rodeaba con sus brazos.

-A mi me dicen Bella, el gusto es mío—Dijo muy cerca de su oído a causa del abrazo.

Alice, mientras correspondía el abrazo sé dio cuenta, de que si, llego al lugar en donde tenía que estar.