No soy fan de High School Musical, creo no haber visto la película entera, pero me leí TODOS los fic de esta página y me anime demasiado. Claramente es un Sharpay/Troy, puesto que ODIO CON MÍ SER a la idiota de Gabriella. No tengo mucho que decir, sólo lean y me dicen si es de su agrado. )


Nunca subestimes


Well she's hotter than hell


And she's cool as they come


And she's smart and she's wild


All rolled into one


Troy Bolton y Gabriella Montéz finalizaron su relación como amigos. No todo era como antes, aunque lo habían acordado. Casi no se veían, no parecían querer verse. Más bien, evitaban cualquier contacto que pudiesen tener.

Nuevamente, la única razón de ser -de Troy- era, nada menos, que el basketball y por ende, volvió a ser el mismo arrogante que era antes de conocer a Gabriella. Con otras palabras: todo volvió a la normalidad: cada uno con lo suyo. Después del musical todos se unieron, pero las vacaciones ocasionaron la separación nuevamente. De todas maneras, a nadie parecía incomodarle.

-¡Sharpay! –gritó Ryan Evans, corriendo tras su hermana melliza.

Pero ella no contestó. Raro. Muy raro. Normalmente ellos estaban siempre juntos, Ryan siempre siendo la sombra de Sharpay, pero hace una semana que los dos no se juntaban tanto como antes y no sólo en el instituto. Muchos murmuraban por la reacción de la rubia, realmente sorprendía la distancia que mantenía la chica con su hermano.

Lamentablemente para Ryan su hermoso pedestal de fuerza y éxito se apartaba de él notablemente. Indefenso estaba ante la jungla que todos llamabas escuela. Los ánimos del rubio volvían a recaer a los tímidos anteriores. Su fuerza arrogante y tierna se encontraba ahora opacada por el miedo y la vulnerabilidad. Mayormente los hombres se burlaban de él con mayor frecuencia y el no tenía el valor de enfrentarlos.

Después del musical ella cambió para él y para todos, pero él mucho más. No era que fuese más agradable ni nada menos, de actitud seguía siendo la misma con la demás gente, incluso peor, pero ahora se abría a más gente y se juntaba con más frecuencia con diferentes personas. La diferencia que dejó su arrogancia con TODA la gente del MUNDO, ahora tenía un círculo de amigas donde era un tierno gatito. Pero cuando alguien dañaba una de sus amigas, ella saltaba como gato en celo y haría lo que sea para que esa persona se avergonzara y arrepintiera de sus actos.

Cada palabra en boca del alumnado era referente a la chica Evans y su grupo; sobre todo ella. Ellas eran las populares. Ellas eran la que toda chica quería ser. Ellas eran refinadas y con buen gusto. Ellas eran las que más éxito con los hombres tenían. Ellas eran todo. Cada pensamiento, aunque sea mínimo, se centraba en ellas. La arrogancia era principal requisito en ese grupo de superficiales o plásticas, como muchos titulaban.

Caminan con jactancia, saben que todos están pendientes de ellas. Diciendo la verdad: les encantaba. Sharpay era la guía. Caminan sin importar lo demás, contoneando sus caderas sensualmente, adhiriendo cada vista masculina que tenía inclinación hacia las mujeres. La elegancia que brillaba en ellas las hacía notar de todas formas. Sharpay vestía una mini falda de tela negra, una polera blanca suelta de largos tirantes gruesos y bajo un top sin mangas que tapaba justo lo necesario. Las demás seguían su paso al pie de la letra. La faldita se levantaba con incitante discreción con el golpe del viento que jugaba con sus piernas al caminar.

Pronto la grandeza que profesaba en los pasillos, Sharpay, sería acabada con algo frío. Una chica, con sobre peso para su edad, no se apartó del camino como todos, simplemente porque no notó la presencia del codiciado grupo. Con su vista fija en el helado que tenía entre manos no se percataba de la presencia de Sharpay y su grupo. El problema fue este: la chica de rojos cabellos largos –que comía un helado llena de placer- tropezó con sus agujetas. Aunque recobró el equilibrio inmediatamente, su helado se resbaló de sus regordetes dedos y terminó su recorrido en la polera de Sharpay –y en el suelo-.

Sus amigas se sobresaltaron de sobremanera y chillan al mismo tiempo. Claréese, una chica potencialmente linda, rubia y de baja estatura, cierra sus manos en la carne de los brazos de Sharpay, suplicando calma en la afectada. Juntas hacen una seria de respiraciones ridículas, para que la rubia afectada calmara las revoluciones que eran su mente y estómago. Nadie hacía nada, absolutamente nada. Respirar se consideraba peligroso en esos momentos. Pero finalmente la calma llegó a los ojos de Sharpay, que respirando profundamente se deshizo de la polera y le ordenó a otra de sus amigas, sin ni siquiera mirarla –sólo extendiendo el brazo a la derecha con la polera colgando de sus dedos-, que la botara. Estaba manchada y ya no servía. La chica que había embarrado de helado a Sharpay se encogía temerosa, no la conocía; pero su mente estaba llena de anécdotas no muy amigables de las victoriosas y crueles venganzas de la melliza Evans.

Otra chica, alta, morena de cabello y piel, no tan linda, se acercó amenazadoramente a la nueva, con evidentes mohines de golpearla. Pero una mano en el hombro de la morena la detuvo. La aparta y suspira cansada, con pena. Se abre camino entre Claréese y Kia –la morena- y acaricia un fino bucle de la chica que la ensució. La conmoción estaba presente en cada espectador, la analogía de esa escena a otras anteriores era muy patente para llevarla por alto.

-¿Cómo te llamas, querida? –preguntó con la sonrisa más falsa que sus finos labios dejaban enseñar.

-A- Alanis –titubeó atemorizada.

-Es un nombre bonito, de todo gusto... –la exposición de muecas ofensivas llegó a su fin. Su rostro se relajó, prometiendo amabilidad inigualable- Vamos, Alanis, vamos al baño. Tengo algo muy importante que hablar contigo –pasó su brazo, finamente decorado con pulseras, por los hombros de la gordita y comenzaron a caminar. De un momento a otro Sharpay se detuvo, provocando un torpe tropezón no concluido de Alanis. Mirando hacia atrás severamente- ¿Qué esperan? Vamos, caminen.

Su grupo saltó y trotó hacia ella con paso temeroso y poco decisivo. Se asoma el grupo estrella, solamente echo por deportistas. La retorcida cara de miedo de Alanis –su boca se ve aprisionada contra sus redondas mejillas- hace que la carcajada de la humillación ajena inunde los silenciosos pasillos. La tensión desapareció, aún así nadie se encargaría de ayudar a la regordeta chica, que ahora era presa de las garras negras de la venganza. Las burlas obscenas por la espalda a Sharpay no aparentan nada para ella. Los basketbolistas renuncian a su vano juego de muecas con sabor de derrota frívolo en sus mentes. Ninguno se me pasa por la mente moverse. Sus ojos, cada par de ojos, se queda pegado ver el contoneo, místico e intrigante de las caderas de la rubia líder.

Los ojos más interesados -sin duda que se podría llegar a plantear, claramente esos dos rostros luchaban por dejar la saliva en sus bocas y no esparcirlas por el suelo- eran de Troy y Zeke. Siendo una mente dura, los dos sabían que algo deseaban tratar a solas con la rubia. Cada uno dejó su placer –el balón- y se va a cambiar, deseosos de saber que fue lo que pasó en los pasillos de su escuela.

Troy achicó los ojos. Si su memoria no fallaba por enésima vez en ese día, ella le debía algo, y no precisamente dinero o algún útil escolar. Algo más bien denominado: orgullo. Ya cuando estaba cambiado y arreglado planeo su "accidentado" encuentro después de clases. Como siempre ella se quedaba a alguna extra programática. La única vez que estaba sola era ese mismo día –las casualidades de la vida nunca llegan, pero si eres más o menos ficticio, sí-, gimnasia rítmica. Ver las mallas aferradas a su cuerpo lo fascinaban de descomunalmente. Cubría su desnudez imprudentemente. La atrajo a el cuando ella bajaba la guardia –siendo ella la mejor, la profesora se centraba, cuando no había un encuentro, en las alumnas que más problemas experimentaban con SU arte- y a arrastró silenciándola con su poderosa mano. La llevó a los jardines donde los atléticos solían correr y jugar soccer. Pero ese día no, no ese día.

Lo mejor de todo es que ese hermoso sauce, barriendo el suelo con sus largos cabellos verdes, los llamaba de forma discreta y única. Los regadores prendidos hace rato ya, hacían la desesperación de Sharpay crecer y crecer, tanto como su odio. El pánico jamás había sido presente en la dureza de ella y ese momento tampoco la induciría en un pánico estúpido, que sólo probaría el poder atemorizante que el joven poseía ante ella. No se permitía, por orgullo propio, flaquear frente al estúpido rebota pelotas.

-¡¿Qué es lo que te crees?! –chilló separándose un poco, los brazos de Troy evitaban escapatoria. Como respuesta, Troy la acorralo contra en grueso tronco del sauce. Algo le hizo hervir la sangre: la mano de Troy firmemente en su trasero- ¡Bien sabes de donde te agarras, degenerado! –Troy no actuaba, la miraba con sonrisa pícara- No me toques, déjame.

-Me debes algo –dijo finalmente.

-¡Me alegra que estés capacitado para hablar! –Troy la apretó más contra el árbol, cortándole un poco de aire a la chica- Pensar tanto en la pelota te pone más tarado de lo que eres.

-No te hagas la lista, cariño –dijo apretando su mejilla contra la de ella, susurrándole cálidamente al oído- Vengo por mi venganza.

Lo siguiente que hizo fue negarle toda posibilidad a los alegatos. Un beso bruto y poco cuidadoso selló espacio entre sus bocas. Sharpay se negaba a participar en ese monstruoso beso, pero Troy no pensaba desistir y la besaba cada vez con más ganas. No quedó otra. Las ganas vencieron y la rubia se hizo parte de ese beso. Violento, con ganas y morbosidad.