Si, bueno hola, quizá no sea del todo buena idea que me este embarcando en una nueva historia cuando tengo otras sin terminar, otra en este mismo fandom, pero la inspiración brotó y bueno en mi defensa tengo que decir que la aproveché, esta idea esta originalmente pensada como un one- shot pero si tiene aceptación podría continuarla ya que me parece que da para más.
Astrid subió las escaleras del edificio con dificultad, las pesadas bolsas de la compra le adormecían los brazos mientras movía sus pies cada vez más despacio producto del cansancio de subir seis pisos sin ayuda del ascensor descompuesto.
La chica bufó del esfuerzo al llegar por fin al rellano de su apartamento, maniobró los paquetes sacando las llaves del bolsillo de sus pantalones azules, cuando la puerta se abrió la recibió el olor delicioso del pastel de carne humeando sobre la mesa de la cocina, los platos puestos y un vapor dulzón escapando del horno con la tarta de manzana dentro.
La saliva se agolpó en su boca y su estómago gruñó hambriento, abandonó con descuido los comestibles en la mesita del recibidor, se sacó la gorra, la placa y el arma asegurada y se apresuró sigilosa dispuesta a servirse para devorar.
-¡Oh por Odín!- La voz masculina proveniente del pasillo por el que había salido hacia algunos segundos le distrajo de su cometido, ¿Qué sería ahora?
-¡Esto es lo más increíble que he visto hasta ahora!- Astrid dejó el cuchillo y el plato de nuevo abandonados en la superficie de madera, escuchando con atención en dirección de la voz.
-¡Qué suave, es tan suave y huele tan bien!- Bien eso era definitivamente extraño, pero el chico se había comportado así desde que se habían conocido unos cuantos meses atrás.
La muchacha estaba empezando a inquietarse, ¿qué rayos estaría haciendo aquél? Comenzó a caminar insegura en dirección a la sala, pero un bólido de energía le cortó el paso cerca de la entrada.
-¡Rubia! Esto es lo mejor que me has mostrado de tu mundo, ¿Para qué sirve?-
Astrid observó risueña lo que el castaño le mostraba tan entusiasmado, el rollo de papel higiénico se apretujaba en el par de manos grandes, el chico acariciaba con devoción el material esponjoso y blanco; agradeció al cielo que la versión Premium de su marca de rollos estuviera de oferta, si eso podía sacar tan adorables reacciones del hombre frente a ella, ¡Demonios!, lo seguiría comprando aún y cuando costara lo mismo que las joyas de la corona.
-Es papel higiénico Hipo y sirve para limpiarte el culo- La sonriente joven se alejó con dirección a la cocina disponiéndose a atacar el delicioso banquete puesto en la mesa, dejando a su espalda a un castaño bastante asombrado.
El muchacho la alcanzó minutos después sentándose frente a ella, con modales exquisitos que la hicieron sentirse como una cavernícola se dedicó a comer el plato preparado por él mismo.
-Entonces, ¿para limpiarte el culo?- la chica por poco y se ahoga con la risa, asintió con la cabeza mientras tomaba del agua en su vaso.
-Si Hipo, estaba en oferta, pero si gustas lo sigo comprando- El muchacho regresó su atención pensativo hacia sus alimentos.
-Mmm, no sé si quiero traer el culo perfumado-
Esta vez las risas definitivamente terminaron acudiendo a los finos labios de la joven agente de policía. ¡Como le gustaba ese chico!
-¿Qué tal estuvo el trabajo?- Astrid bebió un nuevo sorbo pasándose las verduras antes de contestar.
-Estuvo bien, me asignaron a vigilar los juzgados así que no ha habido mucha acción- Le encantaba que se interesara por su día. -¿Qué tal el tuyo?-
-He buscado nuevas recetas en la computadora, gracias de nuevo por dejarme el internet es muy interesante-
Astrid asintió con suavidad mascando ausente su comida, echó un vistazo apreciativo a su acompañante en el otro lado de la mesa. La camisa a cuadros, abierta sobre una camiseta negra se le veía alguna talla más grande en su cuerpo esbelto, los vaqueros le favorecían aunque se había negado a dejar su bota de piel y la extraña prótesis de metal por un calzado deportivo y un nuevo aparato ortopédico.
No había querido contarle como había perdido su pierna.
No había querido contarle mucho en realidad.
El calor del pueblo se había mostrado al fin lo bastante intolerable para el joven como para continuar con aquel ridículo traje con el que lo había encontrado, vagando desorientado en un parque cercano a su casa; obligándolo así a aceptar las ropas de su difunto hermano.
Él le había contado algunas historias estupendas y completamente increíbles, tanto que había considerado al extraño como un paciente escapado de algún centro psiquiátrico, no parecía violento, así que confiando en su arma y su buen don de gentes lo había acogido en su hogar mientras investigaba en los archivos de la comisaria.
Ningún resultado. Ni en su pequeño pueblo ni por los alrededores.
No antecedentes, no actas, no nada.
Era como caído del cielo, y aunque continuaba con su completamente irreal historia de ser un viajero del tiempo enviado para conocer y aprender del futuro por un mago medio loco extremadamente poderoso al cual le había enseñado todos sus conocimientos sobre… ¿Dragones?
Por tanto el mago estaba en deuda.
Y el conocimiento se paga con conocimiento.
Al menos esas habían sido las palabras del castaño. Astrid le había dado una oportunidad de quedarse con ella, no quería admitirlo, pero a sus veintiún años la soledad comenzaba a hacer mella en su carácter, agriándola a más no poder, él se había mostrado dulce y comprensivo, tomando el rol de amo de casa mientras ella trabajaba.
¿Acaso no es lindo?
Encima se interesaba genuinamente por ella y la escuchaba con completa atención y asombro a todas sus explicaciones sobre el uso de cualquier aparato de uso cotidiano.
Gracias a ella había aprendido el idioma local, sorprendentemente rápido además. Astrid agradeció entonces en esos momentos el haber tenido ancestros con ascendencia nórdica. Al encontrarlo, él hablaba en un extraño escandinavo, algo tosco aunque comprensible para ella y sus pobres recuerdos del idioma de sus antepasados.
Había demostrado ser muy inteligente además, en unos cuantos meses se había transformado en un individuo casi por completo independiente.
Aunque de seguir insistiendo con eso del viaje temporal, la gente lo llevaría directito a la clínica de rehabilitación psiquiátrica más cercana.
-Me tomé la libertad de coser esos pantalones azules tuyos , los vi rotos cuando los saqué de la lavadora- La aludida levantó sus ojos azules enfrentándose con aquellos verde bosque.
-Gracias Hipo, muy considerado de tu parte, ¿Dónde aprendiste? ¿Internet también?-
-No eso ya lo sabía desde antes- La chica tanteó el terreno esperando un golpe de suerte, quizá esta fuera la oportunidad para conocer más de él.
-¿Qué hacías antes? Tú sabes, en ¿Berk?- El chico suspendió el camino del tenedor a su boca, suspiró clavando su mirada en lo último de la dulce tarta. Dudó un poco antes de decidirse a responder.
-Era…Soy herrero- Astrid alejó su plato vacío concentrándose de lleno en la fluida y sedante voz.
-¿Qué tipo de cosas hacías?- Hipo mordió su labio inferior mientras rascaba su nuca sintiéndose terriblemente incomodo.
-Armas y algunas sillas-
-Increíble, me hubiera gustado mucho verlas- El chico sonrió complacido mientras se ponía de pie recogiendo los platos, los acomodó en el lavavajillas con algo de ayuda femenina antes de regresar ambos a la mesa.
-¿Te he dado las gracias por ocuparte de mi casa?- La sonrisa del hombre se agrandó al soltar una risa nasal algo desquiciada.
-No me agrada mucho, pero tampoco soy un ingrato, tú sales, trabajas y nos provees, no quiero ser un ingrato mantenido-
-Sí, me estaba preguntando cómo era eso que tu orgullo vikingo te permitía realizar degradantes tareas de mujer-
-De donde vengo también hay mujeres guerreras, no se ocupan del hogar solamente- La rubia lo miró completamente sorprendida, era la primera vez que le contaba algo tan especifico acerca de su supuesto hogar.
-¿Qué más hay?- Desabrochó el pantalón de su uniforme poniéndose cómoda para el relato.
-Hace un condenado frío que podría congelarte los riñones- La mirada verde se perdió en un punto inexistente, recordando, casi sintiendo nuevamente la helada temperatura.
-¿Dónde está?-
-Es el secreto mejor guardado de todas partes, es una isla, bastante hermosa debo agregar…por lo menos lo era antes-
-¿Antes de qué?-
Entonces la magia se rompió, la mente ágil de Hipo pareció regresar de donde se hubiera marchado regresando la coraza a su lugar, su cuerpo delgado y fibroso se envaró levantándose de su lugar y dándole la espalda repentinamente.
-Ya es tarde y debes trabajar mañana, deberías irte a dormir-
Entonces como cada noche desde que había llegado a su casa, el chico se encerró en su habitación asignada, nunca hacía ruido, pero la luz se quedaba encendida hasta muy altas horas de la madrugada.
Pero nunca importaba que tan temprano se levantara ella, su desayuno siempre la esperaba caliente y recién hecho sobre la mesa, y ni un rastro de su roomie.
Astrid se levantó malhumorada de su lugar y cerró su propia habitación con un portazo antes de arrancarse con furia la incómoda camisa y los incómodos pantalones acostándose a dormir en ropa interior. A la llegada del castaño, la chica había dormido con su arma en el cajón y gas pimienta bajo la almohada, además de quince capas de ropa; pero el paso del tiempo y la convivencia continua le habían demostrado que el chico era de fiar.
Después de todo era policía y no estaba en su código de conducta mostrarse imprudente.
Bueno todo lo prudente que pudiera al meter un extraño en su casa viviendo sola.
Le despertó la tormenta, el agua entraba indomable por la ventana abierta de su habitación salpicando la alfombra, soltando una maldición se abalanzó sobre el cristal cerrándolo con fuerza, corrió las cortinas antes de girarse y tomar su bata de baño saliendo por la puerta, mientras anudaba el cinturón se encontró con la cara soñolienta del único hombre en la casa que en esos momentos perdía la batalla contra el vidrio atascado de la ventana del salón.
Detuvo bruscamente su camino al darse cuenta por primera vez del estado de su compañero, no llevaba camisa alguna y el pantalón de franela caía con gracia desde sus estrechas caderas hasta la altura del tobillo, Astrid enarcó una ceja dándose cuenta por primera vez del buen trasero que el chico exhibía, inclinado como estaba en su labor .
La cara de susto que puso el muchacho al darse vuelta y toparse con la aparición fantasmal de la rubia fue digna de enmarcar sobre alguna chimenea, pensó la dueña del confortable apartamento.
-Astrid, yo… lo siento no quería despertarte- Él castaño rasco su cabello delatando su nerviosismo, gracias a la escasez de luz, la mujer no pudo asegurar si lo que había sobre aquellas mejillas era un sonrojo o una simple sombra.
-Creo que volveré a la cama, buenas noches- Astrid sonrió al darse cuenta que él ni siquiera había esperado una respuesta antes de salir huyendo rumbo a las habitaciones.
Con parsimonia, ella también regresó sobre sus pasos, ignoró la puerta abierta de su propio cuarto para pegar la oreja en la madera que protegía celosamente la habitación de Hipo.
Nada.
Rumiando para sí, caminó los cinco metros necesarios para entrar en su propio santuario de descanso. Mañana sería otro día y presentía que sería uno bueno, volvería a intentar, además ya había llegado el fin de semana lo que le daba un tiempo extra. Sonriendo se cubrió con las mantas, tenía una buena imagen pegada a la retina.
¡Buen día una mierda!
-Oh vamos no ha sido para tanto- Loraine movió con estilo su cabello, realzando sus hermosos rizos castaños.
-Si solo falta que me cague un puto pájaro- La rubia ignoró a la guapa recepcionista del cuartel de policía.
-Son más de las seis y yo aún tengo que regresar con el estúpido juez a la estúpida declaración ¡por todo el amor de Odín!-
-¿Qué?- Astrid quiso entonces darse una palmada contra su frente y arrancarse el flequillo para metérselo en la garganta.
Hipo estaba pegándole sus frases extrañas.
-Nada olvida lo que dije, Lori es una estupidez, imagínate; el pueblo contra Scarleth la prostituta ¿del pueblo?-
La mencionada negó con su cabeza riendo suavemente, acomodó sus lentes antes de agacharse sobre su computador y hacer como si trabajara.
-Lo sé querida, andarán escasos de voluntarios en el comedor social, así le asignarán servicio comunitario-
-¡Pero me embarran a mí! Estoy agotada, solo quiero irme a casa, desnudarme y dormir treinta y seis horas, he tenido turnos dobles esta semana-
La rubia chica dejo de lado su monólogo dramático percatándose que había perdido la atención de su interlocutora, sus ojos cafés enfocaban algo más allá detrás de ella. Giró su cuello con curiosidad preguntándose que sería tan importante como para desviar la atención de su mejor amiga.
Su corazón dio un vuelco aterrorizado, ¿Dónde estaba el puto pájaro cuando lo necesitabas? Eso hubiera sido mil veces mejor que lo que vio.
Ahí estaba Hipo, tan atractivo como siempre con una camiseta negra y vaqueros, con sus eternas botas y caminando con una sonrisa.
¡Caminando con una sonrisa hacía ella!
Maldición, ahora ¿Qué le diría a Loraine? Aquella chica sabía mejor que nadie que no tenía familiar alguno con vida cerca de ella, ¿Primo lejano tal vez?
Entonces se le lanzaría como la soltera desesperada que era.
Y Astrid no quería eso de ninguna manera, por mejor amiga que fuese.
-Hola Astrid, que bueno que te encuentro aquí, no estaba seguro si estarías, te traje algo de comer- El chico ni siquiera había terminado de hablar cuando la rubia ya sentía en su brazo el pellizco de Lori.
La atribulada chica recibió la pequeña bolsa de papel marrón antes de realizar una apresurada presentación.
-Lori, este es Hipo, Hipo, Lori- Una sonrisa de parte del muchacho y un gesto de la recepcionista fue todo lo que tuvieron tiempo de compartir antes de que el huracán Astrid arrasara con todo a su paso.
Caminaron por la desierta sala con dirección a la salida, aún tomados de la mano. Hipo no quiso compartir nada sobre eso por temor a exaltarla más.
-¿Cómo llegaste aquí?-
-Dejaste el auto, la dirección estaba en google-
-¡Condujiste el auto!-
-Tú me enseñaste-
¡Le había dejado las malditas llaves del auto!
-¡No puedes andar conduciendo solo!-
-¿Por qué no?-
-¡Porque eres un maníaco de la velocidad adicto a la adrenalina! Por eso- El chico arqueó su ceja derecha sin entender del todo el significado de aquella frase.
Astrid en cambio se frotó con fuerza las sienes intentando aplacar el incesante martilleo de su cabeza, definitivamente el pájaro cagón hubiera sido mucho mejor que todo ese estrés.
-Solo vete a casa, regresaré pronto, gracias por el bocadillo- Hipo sonrió antes de besar en un acto reflejo la frente de la chica, se despidió con un ademán de su mano izquierda abriendo el Toyota plateado a la distancia con el control remoto.
-¡No subas a más de cuarenta!- El hijo perdido de Toretto no se dignó a mirarla al despedirse agitando una vez más su mano, con paciencia introdujo su cuerpo por la abertura del lado del piloto.
Era un automático, por lo tanto él no tenía problema alguno para conducirlo, la chica entró al edificio solo cuando el auto salió de su vista por completo. Caminó entonces por el pasillo dando mordiscos al sándwich de mortadela y pastrami, no podía evitar preguntarse ¿Cómo era que un muchacho tan ignorante de algunas cuestiones básicas había demostrado tanto talento en la conducción?
La rubia solo había tenido que darle un par de lecciones y el chico había volado entonces sobre el pavimento, con una habilidad envidiable para cualquier conductor de carrera profesional.
¿Quizá era uno que había tenido un accidente y había perdido su memoria?
Era una buena explicación para su pierna, ¿perdida tal vez en un accidente?
De tele novela barata.
Entonces tiene más sentido que sea un viajero del tiempo.
La chica decidió entonces que necesitaba dormir con urgencia. Desgraciadamente aun tenía que regresar con el juez y terminar su jornada de trabajo.
Era la novata, por lo tanto la mantenían como chapulín, brincando por todos lados para que aprendiera de todo un poco, con un suspiro limpió las migajas caídas en su pechera y tiró la bolsa arrugada en una pelota al cesto de basura, suspiró infundiéndose fuerza para el interrogatorio que se aproximaba.
-Pero que bombón, ¿Dónde lo encontraste? ¿Quién es? ¿Es soltero? ¿Está disponible? ¿No será gay o sí?-
-No, no es homosexual-
Por lo menos no se comporta como uno.
Que era el amo de casa.
Si.
Pero Astrid admitía que no había conocido chico más masculino que ese; aún y cuando lo pescara usando su delantal rosa de holanes, regalo de Lori.
Tenía que comprarle uno ahora que lo pensaba, esa no era una imagen tan buena como la de la noche anterior.
-Es un amigo Lori-
Entonces Loraine comprendió como solo las mujeres comprenden, dio a su amiga una sonrisa de ánimo y volvió su vista de nuevo a la pantalla, Astrid se entretuvo observando agradecida el reflejo luminoso en los lentes de la recepcionista, se dijo entonces que hablar le sentaría bien a su alma torturada.
-Creo que él me gusta-
-¿Por qué no te lanzas?-
-Es complicado-¿Cómo explicar que el chico era un loco?
Un loco adorable, pero loco al fin y al cabo, que se creía un vikingo y un viajero del tiempo para más inri.
-Oh nena no hay mejor cosa que el amor, si lo sabré yo-
Astrid no podía estar tan segura de eso, ya que la única experiencia romántica con la que contaba era el acosador de su ex novio Vinnie, el cual la había botado como a un pañuelo cuando se negó a acostarse con él; claro ahora el malnacido la atosigaba con mensajes y llamadas, por lo menos una vez a la semana.
Daba gracias porque aún no se hubiera presentado en su casa.
Claro que tener a todo el cuerpo de policía cubriendo tus espaldas era también una muy buena razón para mantenerse a distancia, sus compañeros la apoyaban ya que lo que tenían de aquel desgraciado no era lo suficiente como para tramitar una orden de alejamiento.
En fin, si Lori, la chica con peor suerte amorosa en el mundo lo decía, entonces el amor si debía ser una cosa esplendorosa.
-Tal vez lo haga- La chica levantó sus anteojos brindándole una resplandeciente sonrisa de apoyo moral, al mismo tiempo que el detective Dan le llamaba desde la puerta.
Era hora de trabajar.
Se despidió de su compañera antes de alejarse y montar el coche patrulla.
O tal vez no.
No, le gustaba más; era una palabra más segura.
Sonaba tan bien, casi la saboreaba en sus labios.
N.O. Definitivamente le gustaba más que el sí.
Gallina
Escuchó a su cerebro reprochárselo, pero ¿y qué?, sería una gallina a salvo de complicaciones catastróficas como las que implicaban el amor y el romance.
Eran casi las ocho cuando el auto de Dan la recogió por fin para llevarla a su casa, el mercedes se deslizaba con cuidado y precaución por el asfalto mojado.
Aún llovía al momento en que el curtido detective apagó el motor en la acera frente a su edificio. Agradeciendo al hombre, Astrid desenganchó el cinturón de seguridad, una mano callosa la detuvo de girarse para salir.
-¿Quién es ese?- La voz severa del oficial la impulso a destrozarse el cuello por girarlo tan bruscamente.
¡Hijo de troll!
¿Qué le pasaba ahora? El tipo se le estaba apareciendo incluso en la sopa.
Hipo saludo alegre desde el otro lado del cristal, sostenía un paraguas sobre su cabeza, ¿Podría acaso ser más considerado?
-Es un amigo Dan, gracias por traerme, nos vemos la próxima semana-
-¿Has metido tus días?-
-Así es, necesito un descanso-
La chica abrió la puerta sonriendo al muchacho que en esos momentos medía miradas con el veterano oficial, ambos hombres asintieron despidiéndose, el auto se alejó del lugar con el silencioso motor ronroneando bajo el capó.
La pareja entró al edificio sacudiéndose el agua de los zapatos, Hipo cerró el paraguas y en silencio comenzaron a subir las interminables escaleras.
-Gracias por salir por mí, ¿mirabas por la ventana esperando verme?- Astrid sonrió al mirar al chico sonrojándose.
-Por supuesto que no, no hubiera alcanzado a bajar, te esperé en el lobby- El sonrojo aumentó y Astrid sonrió aún más.
Si, si podía ser más considerado.
-No tenía mucho que hacer y no quería que te mojaras, leía un libro cuando te vi en el auto-
El joven le abrió la puerta una vez que llegaron al piso correcto, dejó el paraguas escurriéndose en el balcón techado antes de dirigirse a la cocina; Astrid guardó sus cosas en el armario antes de seguirlo y ayudar a poner la mesa.
Cenaron pasta con albóndigas, en un confortable silencio que les permitía digerir a ambos la comida con tranquilidad.
-¿Y qué tal tu día?- La rubia sonrió ante la pregunta de siempre.
-Bien, tengo derecho a una semana de descanso así que la he pedido- Hipo le clavó sus ojos verdes totalmente sorprendido.
-¿Eso se puede?-
-Sí, son como vacaciones, horas extra, sindicato, etcétera- El muchacho asintió haciéndose una nota mental de investigar eso más a fondo cuando tuviera oportunidad. Por mientras, tendría a Astrid para el solo durante una semana, la emoción lo embargo por completo.
-¿Y qué piensas hacer con tanto tiempo libre?-
-Dormir, comer, comer, dormir-
Oh si, Thor le había enviado una bendición, la tendría para el solo toda una semana, y quizá hasta le ayudara con el quehacer, estaba empezando a fastidiarse un poco de solo estar encerrado, extrañaba el aire limpio y las heladas corrientes de Berk.
-¿Pasa algo Hipo?- El mencionado apenas y logró escapar de sus recuerdos para atender la pregunta de la muchacha.
-Si…solo, extraño a alguien- El castaño miraba las tiras de pasta cubiertas de salsa de tomate, por lo cual no pudo ver la mueca agria y los dedos crispados de su compañera de cuarto.
-Ah sí, ¿A quién?- Entonces el chico detectó los celos enmascarados en la voz femenina y sonriendo volteó a mirarla.
-A mi mejor amigo, su nombre es Chimuelo- El alivio fue tan obvio en los ojos azules que le dieron ganas de abrazarla.
-¿Chimuelo? Un poco extraños los nombres en tu pueblo-
-Tenemos nombres feos para espantar a los trolls- Astrid continuó comiendo diciéndose que esa era una costumbre bastante… interesante.
La chica terminó su plato, se estiró de manera holgazana antes de levantar la mesa y meter todo en el lava platos, entró en su cuarto con el sonido de la televisión de fondo, se puso un pijama cómodo de verano antes de salir de nuevo al salón.
Hipo le hizo un espacio en el sillón biplaza, la muchacha se dejó caer pesadamente con un resoplido, subió sus pies en la mesita de café mirando sin mirar la pantalla plana. El chico veía absorto un documental de ingeniería y de vez en cuando realizaba anotaciones en un pequeño cuaderno que Astrid le había dejado.
Aburrida comenzó a dejar flotar su imaginación, ¿Qué sucedería si se "lanzara"? ¿Vivirían felices comiendo perdices? Sería muy difícil que Hipo encontrara un empleo en su condición, y a ella el dinero que sus padres le dejaron en herencia no le duraría eternamente, no bastaría con un sueldo de policía.
Tendrían que buscar quien pudiera hacer falsificaciones para Hipo.
¿Y si los atrapaban?
Perdería su placa, estaría jodida.
Ambos estarían jodidos.
Aunque había visitas conyugales en prisión ¿no?
-¿Me quieres tomar?-
-¿Qué?- Astrid abrió sus ojos sorprendida no creyéndose la pregunta que acababa de escuchar salir de los labios del muchacho.
-¿Qué si le quieres cambiar? ¿Te encuentras bien? Luces cansada-
-Ah sí, creo que mejor iré a acostarme- La chica deshizo su trenza sintiéndose idiota, el cansancio ya la hacía oír cosas raras.
-Descansa Astrid-
-Igual-
Entró en su habitación dejando la puerta sin pestillo, tenía algunas semanas haciéndolo y se sentía segura con Hipo en la casa, tenía que admitirlo, por más policía y agente entrenada que fuese, aún era una mujer joven recién salida de la adolescencia, la presencia de un hombre le hacía sentir cuidada.
Sus párpados comenzaron a cerrarse introduciéndole al mundo de morfeo.
Exacto, ahí estaba Astrid disparando armas y esquivando balas con movimientos de limbo en la matrix cuando un ruido la despertó.
La puerta de su habitación se abría suavemente produciendo un pequeño chirrido de goznes, se mantuvo inmóvil esperando a que se mostrara el intruso.
Pero su corazón se detuvo y volvió a latir a renovada frecuencia al ver a Hipo entrar portando su ridículo traje que le ajustaba tan bien.
Lo dejó pasar y acostarse en su cama a un lado de ella, permanecieron en silencio mirándose a los ojos, algo andaba mal y la chica lo sabía.
-Llegó la hora de irme- Los ojos azules se cristalizaron al oír aquella queda frase.
El castaño se acercó aún más, tanto que la mujer sintió el aliento masculino chocando contra sus labios.
-Ven conmigo- Astrid no pudo más que asentir muda a la propuesta, si él se iba, ella lo seguiría hasta el fin del mundo de ser necesario.
El castaño pegó con suavidad sus bocas en un beso frágil, con cuidado se movió situandose sobre ella, dejándola atrapada entre sus brazos.
La chica se sintió flotar, el colchón quedo muy atrás y a cambio de éste, la hierba rozó su espalda.
¿Qué tal? ¿les ha gustado? espero sinceramente que si, pues chicas y chicos si es que alguno lee este fic, aquí como ya mencioné arriba hay de dos sopas, se queda como está con un final medio abierto o si les interesa una continuación basta pedirla con un review, recuerden que es de lo que vivimos los escritores de esta página. Saludos y cualquier duda o tomatazo será recibido y contestado :D
