Disclaimer: Ni Yu-Gi-Oh! ni sus personajes me pertenecen.
Sin Mokuba
Miras la pistola que yace sobre la mesa de noche, es lo primero que haces al despertar a diario. Suspiras al tiempo que te incorporas y niegas con la cabeza. Hoy no lo harás, y quizás mañana tampoco, ni al día siguiente. El suicidio no es tan fácil como quisieras, y tú no eres tan débil como para aceptarlo así como así.
Noche tras noche la hermosa pistola de fría plata es tu única compañía en aquella oscura celda a la que llamas habitación. Es realmente patético.
Antes pensabas que esta era la forma de vida ideal: pasar tus días en completa soledad. Ahora, tras veinte años sin más que esperar que silencio al llegar a tu mansión, sabes que estabas equivocado.
La palabra familia ha perdido totalmente su significado desde el trágico accidente de Mokuba. Su muerte fue el detonante para tu soledad; el último resquicio de humanidad que aún conservabas expiró junto con las palabras finales de tu hermano: "Te quiero, Seto".
En ese momento, dos cristalinas lágrimas fueron tu única respuesta, acompañadas de un intento de sonrisa. En ocasiones te reprochas el no haber sido más amoroso con tu hermano. Sin embargo, sabes que tu sola compañía representaba para Mokuba todas las palabras de afecto que pudieras haberle dicho.
Recuerdas que el día de su entierro no había más de diez personas en el cementerio: Yugi Motou y compañía, además de unos cuantos empleados de la Corporación Kaiba. La mirada que te dedicó Yugi aquél día fue indescriptible, una mezcla de reproche y condolencia; él también pensaba que pudiste hacer más por Mokuba. Los demás no apartaban la vista del ataúd -ya bajo tierra-. Ese fue el último día que los viste, ciertamente no te sorprende.
El sentimiento de desolación que te inundó los primeros años tras la partida de tu hermano fue sustituido por uno de vacío. El nihilismo se apoderó de tus días. Vivir dejó de tener significado. El sentir te fue vedado.
Poco a poco las cosas a tu alrededor fueron desmoronándose. La Corporación Kaiba cayó en un declive que nadie hubiese predicho. Las personas se alejaron aún más de ti. Tu crueldad y frialdad llegó a niveles insoportables. La soledad se convirtió en el pan de cada día.
Actualmente tienes cincuenta años. Diriges una compañía que está al borde de la ruina. Tu mansión está hipotecada. Tu prestigio ha quedado en el olvido.
Sólo esperas el día en que te retuerzas de agonía y los fríos brazos de la muerte se conviertan en tu eterna morada; el día en que tu mente deje de ser atormentada por la aparatosa imagen del choque que arrebató de tu lado a Mokuba.
